sábado, 2 de julio de 2016

Descubriendo Asia Menor. Día 7. Pérgamo, 3ª Parte.

Estamos en la puerta de la muralla de la acrópolis de Pérgamo, pisando las milenarias losas de la que fuera calzada principal de la ciudad, allá en su cota más alta, donde finaliza. Miramos por última vez al interior de la acrópolis antes de empezar a descender por la colina. Durante muchos cientos de metros no haremos otra cosa que bajar hasta llegar a la base de la colina, donde las últimas ruinas pergamenas dan paso a los edificios de la moderna Bérgama. Para orientarnos en nuestra visita extramuros vamos a subir de nuevo el plano de la entrada anterior (figura 1).

Figura 1.- Plano del yacimiento pergameno (colina fundacional).

Tras dejar a un lado los restos del Heroon y las estructuras habitacionales que conocimos en la entrada anterior, nuestros ojos se posan en una amplia explanada aterrazada que queda a nuestra derecha a una cota sólo ligeramente inferior a la de la acrópolis. En el centro de esta explanada se alzan los pobres restos de la que fuera la joya de la corona de la Pérgamo clásica: el célebre Altar de Zeus. Hoy en día no quedan nada más que algunos peldaños de su escalinata (foto 1 – punto 13 del plano) y unos pocos restos de muros informes, poco significativos. Pero cuando los alemanes lo excavaron a finales del siglo XIX estaba razonablemente bien preservado y tanto les gustó lo que vieron que consiguieron el permiso de las autoridades otomanas para desmontar pieza a pieza la estructura y trasladarla a Alemania, pudiendo contemplarla hoy en día en el museo de Pérgamo de Berlín. 

Foto 1.- Escalinata del Altar de Zeus.

El Altar de Zeus fue construido por el rey Eumenes II para conmemorar las victorias de su padre, Átalo I, sobre los bárbaros gálatas. Múltiples sillares de oscura andesita, pulcramente tallados, fueron utilizados durante su construcción, conformando una estructura muy elegante, de fuerte sabor helenístico. Finalmente la obra fue embellecida con multitud de paneles magníficamente esculpidos en altorrelieve, representando la “Gigantomaquia”, esto es la lucha primigenia entre los dioses del Olimpo, liderados por Zeus, y las fuerzas del inframundo, comandadas por Caos. Desde muy pronto el Altar de Zeus fue considerado una obra maestra de la arquitectura de su tiempo, atrayendo visitantes de todas partes del mundo helénico. Se piensa que el “Trono de Satán” ubicado en Pérgamo al que se refiere San Juan en su Apocalipsis (2: 2-16) era precisamente este espacio de adoración al dios supremo de griegos y romanos (éstos en su versión latina: Júpiter). En la actualidad los relieves escultóricos del altar de Zeus son considerados la obra cumbre de la escultura helenística. La magnífica representación artística de la figura 2 puede servirnos para admirar el aspecto que tuviera el altar de Zeus en sus mejores tiempos.

Figura 2.- Representación artística del Altar de Zeus. En segundo plano se encuentra el Santuario de Atenea, al fondo podemos ver el Trajaneum y el teatro helenístico.

El carácter sacro del Altar de Zeus perduraría durante el periodo romano de la ciudad, al menos hasta comienzos del siglo IV d.C. La posterior confirmación del Cristianismo como religión de estado condenaría al olvido a las religiones tradicionales de corte politeísta y con ellas a sus recintos de culto, quedando así el Altar abandonado en algún momento de comienzos del V d.C. No obstante parece ser que siguió siendo utilizado de forma más o menos clandestina por la comunidad pagana del Pérgamo cristiano, algunos de cuyos miembros pertenecían a la aristocracia de la ciudad. Esta situación perduraría durante muchos años hasta que en 546 Justiniano I ordena a Juan, obispo de Éfeso, buscar y castigar a todo aquel sospechoso de paganismo que pudiera encontrar en Constantinopla y las regiones limítrofes. Mandado y obedecido, Juan se aplica febrilmente a esta tarea, reprimiendo a gran cantidad de idólatras y llevándose por delante un buen número de antiguos templos y demás lugares de culto donde presuntamente eran celebrados los ritos paganos. Sabemos que el Altar de Zeus pergameno fue uno de estos lugares de culto, resultando completamente demolido en aquellos difíciles días. Aquí sí que había llegado la hora final del mítico altar. Parte de los elementos constructivos del altar, incluidos los paneles con esculturas, fueron reutilizados en la muralla erigida por aquellos tiempos algunas decenas de metros ladera abajo. Allí los encontrarían los arqueólogos alemanes, que tras identificarlos y tomar conciencia de su inmenso valor los enviarían a Berlín a reunirse con el resto del Altar, exhumado in situ.

Foto 2.- Muro de fundación de una de las stoas laterales del Ágora Alta de Pérgamo.

De vuelta a la calzada principal nuestros pasos nos llevan a una segunda explanada aterrazada, prácticamente consecutiva con la del Altar de Zeus, si acaso a una cota un poquito más baja. Seguimos en todo caso en la parte alta de la ciudad, en la cumbre de la colina, muy cerca del conjunto de la acrópolis. La senda enlosada transcurre por el medio de la citada explanada. Se trata del Ágora alta de la ciudad, antaño lugar muy concurrido por los ciudadanos de Pérgamo pues no en vano era allí donde se encontraban unos con otros, negociaban, declamaban, etc. Hoy en día es poco lo que queda del antiguo esplendor del lugar: apenas las fundaciones de las stoas laterales (foto 2 – punto 14 del plano) y los muros de contención del aterrazamiento donde se alza, a los cuales se encuentran anejos varias dependencias cuadrangulares de orientación comercial (foto 3). Así mismo, en el extremo occidental del ágora, a la derecha de la calzada, podemos ver los escasos restos supervivientes de un pequeño templo dedicado a Zeus.

Foto 3.- Muros de contención del aterrazamiento sobre el que se alza el Ágora Alta. Dependencias cuadrangulares a la izquierda de la foto.

A partir de este punto la calzada adquiere una pendiente significativa y ladera se muestra mucho más abrupta, sin aterrazamientos mayores así como escasamente excavada. Todo esto son indicios de que estamos entrando en un área residencial pendiente de estudio en profundidad. Cerca todavía del ágora alta observamos las ruinas de una instalación termal concebida para dar servicio a los habitantes de la ciudad alta (foto 4 – punto 16 del plano). Se encuentran anejas a un tramo de la muralla del siglo VI donde destaca un grupo de siete tambores de columnas reutilizados. Según indica el dibujo de la figura 3, perteneciente al diario de excavación de los arqueólogos alemanes, fue aquí donde se encontraron algunos de los relieves escultóricos del altar por lo que resulta verosímil la hipótesis de que dichos tambores de columna también pertenecieron al altar de Zeus.


Foto 4 (arriba).- Ruinas de las Termas de la ciudad alta anejas a un tramo de muralla del siglo VI d.C. Figura 3 (abajo).- Dibujo realizado en 1879 por los excavadores alemanes correspondiente a este punto concreto del yacimiento.

Continuamos descendiendo. Durante casi doscientos metros no vemos más que ruinas inconexas y de escasa entidad, aunque no tanto como para que no se hayan identificado entre ellas dos pequeñas iglesias bizantinas. Finalmente salen a nuestro paso unos restos de cierta envergadura donde se ha identificado un área de culto sin que se pueda precisar a qué divinidad (foto 5). Un pequeño odeón localizado en las excavaciones debió servir para celebrar los festivales en honor a dicha divinidad desconocida.

Foto 5.- Área de culto a una divinidad no identificada localizada en las inmediaciones de la Ciudad Media de Pérgamo.

Un área residencial más excavada que las demás se despliega a la izquierda de la calzada un poco más abajo del espacio de culto anterior. La calzada transcurre pegada a ella. En este tramo se encuentra especialmente intacta, conservando el enlosado completo, lo que nos permite constatar su disposición simétrica siguiendo el eje longitudinal al objeto de generar una suerte de canal de drenaje central (foto 6).

Foto 6.- Calzada principal de Pérgamo. Tramo localizado poco antes de llegar a la ciudad media viniendo desde la ciudad alta.

En esta zona comienza a disminuir sensiblemente la pendiente de la ladera, permitiendo a la calzada ir ajustándose sucesivamente a las distintas líneas de cota sin tener que variar apenas su ángulo. Se trata, pues, de un muy buen lugar para edificar y de hecho aquí encontramos de nuevo aterrazamientos artificiales de magnitud. Un buen ejemplo es el de la foto 7 donde el aterrazamiento permite la edificación de un área residencial formada por casas de gran tamaño con extensos peristislos.

Foto 7.- Área residencia de la ciudad media. Casas de gran tamaño con peristilo.

La calzada continúa en este punto hacia el este siguiendo las líneas de cota de la ladera. El yacimiento está muy poco excavado camino adelante. Tan sólo se observan los restos de la muralla del siglo VI (foto 8), cerrando el acceso a la parte superior de la colina. Se trata de una obra de muy buena factura, labrada en sillería de andesita así como flanqueada por cubos macizos rectangulares cada pocos metros.  

La ruta para los visitantes no se interna por la zona de la muralla sino que desciende súbitamente un buen puñado de metros vía una escalera moderna hasta llegar al nivel donde un gran aterrazamiento artificial marca el emplazamiento de la llamada Ciudad Media. Se trata de una zona extensamente excavada donde abundan por doquier las ruinas, muchas de ellas de magnitud. 

Foto 8.- Tramo de la muralla del siglo VI d.C.

A la derecha según se desciende por la escalera se abre un amplio santuario dedicado a la diosa Démeter. Se encuentra bastante bien conservado. En la foto 9 –punto 17 del plano-- podemos verlo desde la calzada enlosada, a la altura del recinto sacro indeterminado que vimos un centenar de metros colina arriba. Según los investigadores, el santuario de Démeter es el espacio de culto más antiguo de la ciudad, datando de mediados del siglo IV a.C., algunas décadas antes de que la dinastía Atálida se hiciera con el trono de Pérgamo. Filetarios daría una mayor prestancia monumental al que hasta ese momento había sido un modesto santuario pero será en el reinado de Átalo I cuando adquiera su aspecto definitivo a resultas de la gran labor de embellecimiento y magnificación del área sacra auspiciada por Apolonia, la mujer del monarca pergameno.  

Foto 9.- El Santuario de Démeter.

Al pie de la escalera moderna se encuentran los restos, muy arruinados, de dos pequeños templos dedicados a Atenea y Asclepio respectivamente, ambos datados en el siglo II a.C. Junto a ellos se alzan las ruinas del monumental Gimnasio Superior, destinado a los hombres adultos de la ciudad en contraposición al Gimnasio Medio, para uso de los adolescentes y el Gimnasio Inferior, para los niños. Aunque fue erigido en época helenística, su configuración definitiva data de época romana cuando fue sometido a un masivo proceso de reconstrucción sin reparar en gastos. Lo que más destaca en las ruinas de esta estructura es la enorme palestra rectangular otrora rodeada, como era habitual en estos casos, de stoas porticadas (foto 10 – punto 20 del plano). Durante las excavaciones se exhumaron multitud de fragmentos de columna pertenecientes a estas stoas, los cuales fueron recolocados sobre las bien conservadas bases, conformando así un conjunto realmente digno de verse. También llama la atención la presencia de un pequeño teatro, sobre todo porque es un equipamiento poco habitual en los gimnasios greco-romanos. Con capacidad para un millar de espectadores, debió usarse para la realización de lecturas u oraciones y no para representaciones pues carece de escena. Sus restos se pueden ver en la esquina inferior izquierda de la foto 10.

Foto 10.- Gimnasio de la Ciudad Media de Pérgamo. Palestra porticada, pequeño teatro a la izquierda, baños romanos al fondo.

Contiguas al lado oriental de la palestra, al otro extremo del punto de acceso a ésta viniendo desde la cumbre de la colina, se alzan las imponentes ruinas de un enorme complejo termal conocido como “los Baños Orientales” (foto 11 – punto 19 del plano). La factura romana de la obra es evidente tanto por su disposición arquitectónica como por los materiales empleados, entre los que se encuentran ingentes cantidades de mampostería hormigonada. El conjunto está en bastante buen estado y dada la elevada altura a la que se yerguen todavía muchos de sus muros es muy probable que nunca llegara a soterrarse del todo. Probablemente sea el edificio clásico mejor conservado de todo el yacimiento pergameno al menos desde el punto de vista del porcentaje de obra original preservado hasta nuestros días. Estos inmensos baños y también otros más pequeños, ubicados en lado occidental de la palestra (Baños Occidentales), daban servicio tanto a los gimnasios como al amplia área residencial que la rodeaba. El agua necesaria para su funcionamiento llegaba hasta ellos a través de tuberías a presión forzada.

Foto 11.- Baños (termas) romanos de Pérgamo.

El camino para salir del área del Gimnasio Superior transcurre a los pies del muro de sillería helenística que soporta el aterrazamiento donde se alza. Avanzamos por un área extrañamente desnuda de edificios, encajada entre dos grandes series de muros, estrecha y muy alargada. Se ha propuesto su pretérita utilidad como pista de carreras del gimnasio. Por aquí no resulta demasiado fácil orientarse. Se nota que a este sector del yacimiento llegan muy pocos visitantes (está bastante lejos de la acrópolis), motivo por el que lo tienen deficientemente acondicionado y apenas señalizado. 

Tras caminar un cuarto de hora entre muros de piedra, nada seguros de estar siguiendo la ruta acertada, salimos de nuevo a una calzada enlosada. En ese momento no lo supimos pero habíamos regresado a la calzada principal: la que comunica la base de la colina con la acrópolis y por la cual habíamos ido descendiendo los primeros cientos de metros. Continuamos por la milenaria senda. Una breve curva y el caminante se encuentra en el inicio de un tramo amenazadoramente vigilado por varios torreones defensivos (foto 12). Nos encontramos ante la potente muralla levantada por Andrónico II a finales del siglo XIII. Bizancio, la última Bizancio, la desesperada Bizancio de los últimos días de Cristo en esta tierra, acaba de salir a nuestro encuentro y no puede dejar de emocionarnos el momento.

Foto 12.- Muralla tardo-bizantina de Pérgamo (finales del siglo XIII).

Resulta curioso observar que la muralla tardobizantina reaprovecha en gran parte el muro de contención del aterrazamiento del Gimnasio Medio (punto 21 del plano): muy resistente gracias a su bien tallada sillería y a los contrafuertes de que dispone. En la foto 13 podemos ver claramente la relación entre el poderoso torreón bizantino y el muro de aterrazamiento tantos siglos anterior. Justo en este punto se encontraba el propileo que daba acceso a los gimnasios desde el nivel la calzada. Se pueden observar los restos de éste a la derecha de la foto 12, conservándose incluso parte de la escalinata de acceso.

Foto 13.- La muralla tardobizantina apoyada parcialmente sobre el muro de contención del aterrazamiento del Gimnasio Medio.

La calzada y también la muralla tardobizantina descienden lentamente ceñidas a una línea de cota. El terreno tiene poca pendiente en esta área, de manera que no hacen falta grandes aterrazamientos artificiales para asentar los edificios. El muro de aterrazamiento del Gimnasio Inferior (punto 22 del plano) incide en ángulo con el del Gimnasio Medio, delimitando un espacio aproximadamente triangular mucho más pequeño que el éste, el cual a su vez es mucho menor que el del Gimnasio Superior. En la foto 14 podemos ver, detrás, el muro del gimnasio medio y delante, mucho más bajo, casi arrasado, el del inferior. La muralla tardobizantina, deja extramuros al Gimnasio Inferior y prosigue hacia el oeste apoyándose en el muro de aterrazamiento del Gimnasio Medio. En el punto de intersección entre los muros de ambos gimnasios se alza un potente torreón circular bien conservado (foto 15), provisto de sendas saeteras. El aparejo de mampostería a medio tallar así como colocada en toscas hiladas masivamente regularizadas con ripios de ladrillo es típicamente tardobizantino y desde luego no es la primera vez que lo vemos. 

Foto 14.- Relación entre el muro del Gimnasio medio (detrás) y el del Gimnasio inferior (delante, conservando sólo un par de hiladas).

La calzada enlosada prosigue hacia abajo, adquiriendo más pendiente a medida que nos alejamos de la muralla tardobizantina (foto 16). A ambos lados observamos ruinas de pequeños edificios que han sido identificados como tiendas. La colina pergamena está apurando sus últimos metros o empezando los primeros, según se mire. Nuestros pasos nos han llevado hasta la Ciudad Baja de Pérgamo: bastante menos excavada que la acrópolis o la zona de mitad de la ladera y desde luego mucho más arrasada que éstas debido al fuerte expolio de materiales experimentado como consecuencia de su inmediata proximidad al asentamiento turco-otomano.

Foto 15.- Torreón circular tardo-bizantino situado en el punto de intersección entre los muros de los gimnasios medio e inferior.

De entre los edificios exhumados e identificados en la ciudad baja el más significativo es la llamada “Casa del Cónsul Átalo” (foto 17 – punto 24 del plano). Tenía un peristilo central y dos pisos de altura, ambos porticados, siendo de orden dórico la columnata inferior y jónico la superior. La casa fue edificada hacia el año 200 a.C. y reconstruida en un tamaño mayor así como más lujosamente equipada por el cónsul romano Átalo Patricliano en el siglo III d.C. En cualquier caso no está muy bien conservada y resulta preciso imaginar todo lo que los ojos no ven, que es la mayoría.

Foto 16.- La calzada principal de Pérgamo, comenzando su ascenso por la colina, a punto de dejar atrás los edificios de la Ciudad Baja.

Un puñado de pasos calzada abajo la visita concluye entre los derruidos muros del Ágora Baja (punto 25 del plano). La abundancia de sillería de andesita finamente tallada sugiere la magnificencia del complejo que en otro tiempo aquí se alzara. La ausencia de espacios de tipo sacro detectada en las excavaciones indica el carácter exclusivamente comercial de esta ágora. En la foto 18 podemos contemplar, en primer plano, los restos del Ágora Baja de Pérgamo, en plano medio el área residencial de la ciudad baja y al fondo los orgullosos paredones de la muralla tardobizantina.

Foto 17.- Ruinas excavadas de la "Casa del Cónsul Átalo".

A pocos pasos del término de las ruinas de la ciudad baja hay una puerta en la verja que rodea toda la base de la colina pergamena. Probablemente esté abierta en verano, que es cuando más turistas recibe el yacimiento, y halla también un vigilante en la caseta dispuesta al efecto. Sin embargo estamos a finales de otoño, la puerta está cerrada y la caseta desierta. Dado que la única opción “legal” para abandonar el yacimiento es desandar todo el camino hasta la acrópolis (por lo menos una hora de camino, sino más, todo cuesta arriba) y tomar el funicular en sentido descendente, decidimos aplicar aquello de “a grandes males, grandes remedios” y salir reptando como culebras por debajo de la puerta de la valla. Se pasa justito, tragando un poco de polvo, pero se pasa. Estamos fuera. Sólo nos queda un ratito de paseo alrededor de la base de la colina hasta llegar al edificio del funicular al lado del cual estacionamos nuestro querido Fiat alquilado y ¡adiós Pérgamo, adiós Bérgama! Ha sido un auténtico placer conoceros.

Foto 18.- En primer plano vemos lo que queda del Ágora Baja de Pérgamo, en plano medio el área residencial de la ciudad baja, al fondo la muralla tardobizantina.

La distancia entre Bérgama e Izmir, la antigua Esmirna, donde tenemos previsto hacer noche, son 140 kms que se hacen eternos debido a la densidad del tráfico y al hecho de que las autovías turcas apenas disponen de estructuras de hormigón (pasos superiores e inferiores) para facilitar la entrada y salida de los coches. Son carreteras de dos carriles por sentido en donde los cruces se solucionan con semáforos y la gente sale y entra directamente desde las vías menores, sin carriles de aceleración o deceleración;  todo lo cual disminuye muchísimo la fluidez de la marcha en condiciones de tráfico un poco denso a cambio, claro está, de abaratar poderosamente la construcción de las vías. El resultado es que si bien no se puede decir que se conduzca mal por Turquía dado que existen “autovías” por todas partes, hay que padecer el hecho de que, sí o sí, se montan unas retenciones importantes cada vez que se entra en una zona con densidad de población algo elevada. Pero bueno, tampoco es nada grave: al final conseguimos orientarnos en la enorme metrópoli del Egeo turco y llegar hasta nuestro hotel donde ponemos punto y final a éste, nuestro séptimo día de viaje.

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