sábado, 24 de febrero de 2018

Descubriendo Asia Menor II. Día 5,1ª Parte. Magnesia ad Maeandrum.

Dejamos Kusadasi, en la costa del Egeo, a primera hora de la mañana de un día soleado e incluso cálido para finales de otoño. La carretera avanza hacia levante, internándose por la retaguardia de Jonia, camino de la frontera con la vasta región de Lidia. Conducimos durante tres cuartos de hora. El interior de Jonia es montuoso, las sierras pobladas de pinos se suceden; el paisaje no está demasiado bien preservado y la sequedad del año tampoco contribuye precisamente a embellecerlo, mas con todo resulta agradable de contemplar. Por fin, en un punto de la vía que une las localidades de Söke y Ortaklar, muy cerca ya de esta última, al pie de la serranía antaño conocida como el monte Tórax, divisamos en lontananza unos imponentes paredones con evidente aire de fortificación antigua. Son los restos de la muralla bizantina de la antigua Magnesia del Meandro, nuestra primera visita de hoy. Es por ello que aparcamos a un lado de la entrada al yacimiento y, tras cumplimentar al guarda de la puerta, penetramos en el interior del recinto vallado. Conozcamos un poco la historia de esta ciudad antes de descubrir sus misterios…


Foto 1 (arriba).- Templo de Artemisa Leucofriene. Último escalón del estilóbato, peristilo y cella al fondo. Foto 2 (abajo).- Esquina enlosada del peristilo muy bien conservada.

Los orígenes de Magnesia del Meandro (Magnesia ad Maeandrum en latín) se encuentran ocultos tras la bruma de la leyenda. Conocemos bien el mito de su fundación gracias a cierta inscripción localizada en el año 1892 dentro del recinto del ágora de Magnesia. Al parecer los primeros colonos procedían de Tesalia, en la Grecia continental, de donde partieran en época remota siguiendo las indicaciones de una profecía dictada por Apolo. Tras recalar en Creta, donde permanecieron por espacio de 80 años, Apolo volvió a facilitarles su ayuda, guiándoles hasta este rincón de Jonia, junto a la copiosa corriente del río Meandro, entonces llamado Manthios. Comandados por un notable guerrero llamado Leukipos, los recién llegados entraron en contacto con Mandrolytos, soberano de una ciudad nombrada Mandrolytia en su honor. Este Mandrolytos tenía una hija llamada Leucofriene, la cual quedó tan prendada de Leukipos que no dudó en traicionar a su propio pueblo, abriendo las puertas de la ciudad a fin de que los tesalios pudieran apoderarse de ella. Así sucedió, en efecto, y tal fue la matanza causada por Leukipos y sus hombres entre los habitantes de Mandrolytia que Leucopriene, presa de los remordimientos, se suicidó. Los victoriosos tesalios decidieron asentarse en la recién conquistada ciudad, cuyo nombre mudarían por Magnesia. Hasta aquí el mito fundacional.