El castillo granadino de Moclín, obra nazarí de primer orden, es mencionado en buena parte de las crónicas bajomedievales con los arrogantes apelativos de “Escudo de Granada” y “Llave del Reino”.
La verdad es que un simple vistazo a su emplazamiento geográfico sirve para hacerse una correcta idea de los contundentes argumentos que subyacen tras semejantes epítetos, pocas veces repetidos en los textos contemporáneos con tamaño grado de rotundidad. En efecto, el castillo de Moclín, a cuyos pies se extiende la hermosa villa de este nombre, puede presumir de estar en el lugar perfecto para guardar el valle del río del Velillos, afluente del Genil, que en su devenir hacia el sur comunica las sierras subbéticas agrupadas en la moderna denominación de montes orientales de Granada con el surco intrabético y sus tierras llanas. Allá en los tiempos de la baja Edad Media, presididos por el inacabable aunque intermitente conflicto entre Castilla y Granada, esto tenía una traducción meridianamente clara: todo ejército procedente del norte que intentara aprovechar el valle del Velillos para caer sobre la vega granadina debía consultarlo primero con el hisn al-Muqlin y sus recios murallones de piedra. Desde luego sin dominar Moclín no se podía acceder a la Vega –al menos no por esa vía, la más eficaz con diferencia desde el sur de Jaén-, lo que suponía no poder dejar a la populosa Granada sin el sustento que aquélla le proporcionaba gracias a la aquilatada feracidad de sus campos. Toda esperanza, pues, de sojuzgar a la capital nazarí pasaba forzosamente por expugnar Moclín, certeza ésta que llevara al emirato a fortificar generosamente tan crucial posición, con toda justicia considerada “Escudo de Granada”.
Foto 1.- La villa de Moclín con su impresionante castillo bastante bien conservado.