Una
vez visitados todos los recuerdos de la mítica Pérgamo que guarda la actual
Bérgama, nos disponemos a “asaltar” la colina fundacional de la ciudad y
descubrir sus tesoros. Pero antes vamos a proseguir con el relato de la
historia de la ciudad que, como se recordará de la anterior entrada,
interrumpimos en siglo II d.C., en pleno esplendor de la gran urbe
grecorromana.
Foto 1.- Plano del yacimiento de Pérgamo desde la Acrópolis a la parte baja de la colina fundacional.
El
siglo III es el del comienzo de la decadencia de Pérgamo al igual que lo fuera
para la inmensa mayoría de las ciudades del Imperio romano. En el año 262 resulta
sacudida por un fuerte terremoto que daña gravemente sus estructuras, incluidas
las defensivas, lo que es aprovechado, casi acto seguido, por los invasores
godos que acechaban la costa de Asia Menor para saquear la ciudad.
Foto 2.- Ruinas del Heroon de Pérgamo.
A
principios del siglo V d.C. la gran mayoría la población de la ciudad se
concentra en la llanura aneja a la colina, habiendo sido abandonada la práctica
totalidad de la ladera meridional de la colina fundacional. Por su parte la
acrópolis, aunque poco poblada, ha logrado conservar su carácter de centro del
gobierno de la ciudad y solar de sus más preciados edificios. De hecho incluso
ha sido dotada de fortificaciones mejoradas hacia el año 270 d.C., en
prevención de un segundo ataque godo que afortunadamente no se produciría. Esto
cambiará a raíz del triunfo definitivo del cristianismo y la que es una de sus
más impactantes consecuencias: el abandono cuando no la destrucción de todos
los edificios relacionados con el culto a los antiguos dioses. Dejaron así de
ser mantenidos gran parte de los edificios monumentales de la acrópolis
pergamena, lo que no tardaría en llevarla a su abandono parcial y subsiguiente
expolio; incluso el Asclepion perdió rápidamente popularidad y quedó desierto.
Foto 3.- Edificio rectangular contiguo a la entrada a la acrópolis.