martes, 2 de octubre de 2012

LACIPO. Retrato de una ciudad Turdetana.

Las ruinas de la ciudad romana de Lacipo se encuentran localizados en la cumbre del cerro del Torreón, término municipal de Casares (Málaga), dentro del cortijo de Alechipe, nombre éste que a todas luces proviene de su antepasado latino.

Según los resultados de las distintas campañas arqueológicas llevadas a cabo en este yacimiento, el origen de Lacipo se remonta al siglo VI a.C. a modo de asentamiento ibero-turdetano muy influenciado por la cultura púnico-fenicia tal y como evidencia la metrología púnica de sus acuñaciones.
 
Este temprano origen no debe extrañarnos dado el gran valor estratégico de que goza el cerro del Torreón, a la sazón perfecta atalaya desde la que controlar el tránsito por los ricos valles del Genal y el Guadiaro así como el acceso a la costa desde la serranía de Ronda. Si a esto le unimos su considerable bondad defensiva, basada en unas pendientes considerables coronadas en una ancha meseta a buena altura, tenemos los elementos perfectos para conformar un emplazamiento francamente atractivo a los ojos de los antiguos pobladores de esta parte del litoral andaluz.
 
Muralla turdetana de Lacipo, labrada en una correcta mampostería, no pocas veces calificable de sillarejo, argamasada con barro.
 
El encuadramiento de Lacipo dentro del ordenamiento jurídico romano debió ser bastante temprano ya que la ciudad accede al privilegio de labrar moneda antes del comienzo de la era Cristiana. En cualquier caso Plinio –Historia Naturalis—la cita como ciudad estipendiaria con el nombre de Blacipo, lo que indica que al menos en la mitad del primer siglo de nuestra era y, desde luego, en tiempo de sus acuñaciones monetales Lacipo seguía sin ser un municipio libre.
 
La ciudad también es citada por Pomponio Mola y Ptolomeo. Este último, concretamente, no la ubica entre los turdetanos sino entre los bastetanos, dando las siguientes coordenadas: 10º 15´ de latitud Norte y 37º 20´ de longitud Oeste. La controversia no es tal habida cuenta los abundantes errores que cometiera el sabio de Alejandría en sus apreciaciones geográficas.

Un nuevo resto de la muralla ibérica sobresaliendo entre la exuberante vegetación del cerro.
 
Su importancia a nivel local debió ser sobresaliente, controlando el paso por varias de las calzadas locales que pasaban por sus proximidades, no así ninguna de las grandes calzadas romanas citadas en documentos como el Itinerario de Antonino o el Ravennate, más desplazadas hacia la costa así como bordeando la serranía de ronda por el este, huyendo de sus fragosidades, como por otra parte es normal (es el caso de la ruta VI, item a Malaca – Cadis --Ruta entre Málaga y Cádiz-- y la V, item a Castulone – Malacam --ruta entre Málaga y Cástulo--.)
 
Su carácter de asentamiento ibérico en altura, con un marcado carácter defensivo, debió traer consigo la presencia de fortificaciones desde prácticamente la fundación del asentamiento. Estas defensas debieron continuar en uso en época romana, si bien no hay que olvidar que el calificativo de estipendaria que tuviera Lacipo indica un cierto grado de resistencia a la penetración romana en tiempos de la conquista de la zona, lo que en último término hubiera podido conducir a un mayor o menor desmantelamiento de la muralla ibérica original.
 
Restos de la muralla romana de Lacipo. A la derecha el esquinazo de una posible torre de flanqueo.
 
Los restos arquitectónicos que se pueden observar en el Cerro del Torreón, algunos fruto de las últimas excavaciones, son bastante significativos, destacando la base de un edificio público labrado en sillería y dos grandes aljibes recubiertos de opus signinum en buen estado, uno de ellos parcialmente abovedado. No obstante el elemento más sobresaliente es la muralla que protegiera la plaza, de la cual han quedado restos lo suficientemente consistentes como para permitir su estudio y una aproximación a su cronología.
 
La cerca en cuestión puede verse en el frente occidental del cerro, asomada al valle. Sin duda debió ajustarse a la cumbre del cerro, aunque en la actualidad no se aprecian restos en el frente oriental y sólo algunos breves vestigios en el meridional y el septentrional.
 
Paredón de opus caementicium colocado por tongadas correspondiente a un antiguo edificio de uso civil (con connotaciones militares)  que se alza donde, en buena lógica, hubiera de estar la muralla de la ciudad.

El principal resto es un lienzo de muralla de unos treinta metros, aproximadamente rectilíneo, labrado en una correcta mampostería, en algunos casos sillarejo, aglomerada con barro. La fábrica conserva un alzado de poco más de un metro, siendo su espesor de 1,60 centímetros aproximadamente. Tipologicamente se trata de un buen ejemplo de muralla ibérica, de probable cronología temprana, si bien el empleo de muchos sillarejos nos pone tras la pista de reparaciones y reformas posteriores. Desde luego la fecha de sus construcción es anterior a la de los edificios romanos de la ciudad ya que éstos aparecen distribuidos sobre la cumbre del cerro en función de la muralla, adosándose a ésta e incluso superponiéndose en los tramos de factura más moderna. Podemos pues, asignarle, por paralelismos, una cronología entre los siglos III-II a.C.
 
Adicionalmente a esta muralla de mampostería aglomerada con barro, se observan pequeños fragmentos de lienzo realizados en mampostería aglomerada con mortero de cal según las técnicas del opus incertum romano y aún los restos de una torre rectangular, hueca, escasamente proyectada hacia el exterior. Sin duda corresponden a la fase romana de Lacipo, pudiéndose datar en el siglo I d.C. o en el siguiente. Así mismo hay puntos en que no se aprecian restos de la muralla ibérica, encontrándose en su lugar una base de opus caementicium, obviamente romana, que sin duda pertenece a la muralla de cronología romana antes citada. Incluso se conserva en este caso un paramento de de unos cuatro metros de altura si bien, por su esbeltez, no parece pertenecer a defensa alguna sino corresponder más bien el muro trasero de una casa, erigida bien extramuros, bien previo desmantelamiento de la cerca turdetana a su paso por ese sector del perímetro del cerro.
 
Torre o cubo de la muralla romana de Lacipo. Verificada en opus incertum, destaca sobremanera su reciedumbre.
 
Una posible explicación de este reforzamiento de las murallas de Lacipo (la muralla romana es de un empaque bastante superior al de la ibérica) puede encontrarse en la amenaza que, durante el reinado de Marco Aurelio (121-180), supusieran los ataques de las tribus mauritanas a la costa de la provincia romana de la Bética. Posiblemente fue a causa de este temor que se refortificó Lacipo, ciudad claramente expuesta a estos ataques dada su proximidad a la costa. En tal caso los aparejos de opus incertum (mampostería ligada con cal) del recinto amurallado de Lacipo habrían de ser datados en el segundo tercio del siglo II d.C.
 
Cerca del extremo septentrional del cerro se distingue con claridad, a pesar de estar prácticamente enterrada, la traza de la muralla, nuevamente la ibérica a juzgar por sus características constructivas.

Restos casi enterrados de la cerca ibérica cerca del frente septentrional del cerro del Torrejón.
 
Las excavaciones arqueológicas fechan el abandono de la ciudad en el siglo IV d.C. Nunca más se volvería a habitar, si bien su recuerdo continuaría en la memoria de las gentes. Así lo indica el empleo de su solar como necrópolis en época visigoda, detectado arqueológicamente.
 
Centrándonos ahora en las acuñaciones monetales de Lacipo, se puede adelantar que se reducen a una sola emisión de semises de un volumen medio tirando a reducido lo que explica su elevado grado de rareza en la actualidad. Su datación podemos fijarla alrededor del cambio de siglo entre el II y el I a.C., en un ambiente de uso generalizado del semis como moneda habitual así como bastante influenciado por las acuñaciones de raigambre púnica propias de las cecas cercanas.
 
Aljibe de la ciudad de Lacipo, el cual conserva en buen estado gran parte de su bóveda de medio punto y el revestimiento interno de opus signinum.
 
Aunque se trata de una única emisión, ésta se divide en dos series muy similares entre sí. La primera presenta, en anverso, un toro a derecha encima del cual podemos ver una estrella de ocho puntas. En el reverso se encuentra un delfín mirando a izquierda alrededor del cual se dispone la leyenda LACIPO en unos caracteres bastante toscos.
 
La segunda emisión, como dijimos muy similar a la primera, presenta también un toro en anverso, sólo que esta vez mirando a izquierda y con una estrella de cinco puntas (a veces cuatro: cruz) sobre él. El reverso es idéntico al de la primera emisión con  la curiosa variante de disponer la leyenda de ceca LACIPO en forma retrógrada: característica ésta perfectamente coherente con el ambiente púnico en el que se encuadra esta emisión.
 
Como se puede comprobar en ambas series, se trata de unos motivos de anverso y reverso literalmente copiados de cecas cercanas como Carteia (delfín) o Asido (toro): desde cualquier punto de vista mucho más prolíficas que Lacipo con lo que esto significa de evidencia de unas economías más potentes y, por tanto, influyentes que debían encuadrar a Lacipo dentro de su órbita comercial.
 
En las siguientes fotos podemos ver dos semis de esta ceca, el primero correspondiente a la primera serie y el segundo a la segunda.