Las ruinas de la ciudad romana de
Lacipo se encuentran localizados en la cumbre del cerro del Torreón, término
municipal de Casares (Málaga), dentro del cortijo de Alechipe, nombre éste que
a todas luces proviene de su antepasado latino.
Según los resultados de las
distintas campañas arqueológicas llevadas a cabo en este yacimiento, el origen
de Lacipo se remonta al siglo VI a.C. a modo de asentamiento ibero-turdetano
muy influenciado por la cultura púnico-fenicia tal y como evidencia la
metrología púnica de sus acuñaciones.
Este temprano origen no debe
extrañarnos dado el gran valor estratégico de que goza el cerro del Torreón, a
la sazón perfecta atalaya desde la que controlar el tránsito por los ricos
valles del Genal y el Guadiaro así como el acceso a la costa desde la serranía
de Ronda. Si a esto le unimos su considerable bondad defensiva, basada en unas
pendientes considerables coronadas en una ancha meseta a buena altura, tenemos
los elementos perfectos para conformar un emplazamiento francamente atractivo a
los ojos de los antiguos pobladores de esta parte del litoral andaluz.
Muralla turdetana de Lacipo, labrada en una
correcta mampostería, no pocas veces calificable de sillarejo, argamasada con
barro.
El encuadramiento de Lacipo
dentro del ordenamiento jurídico romano debió ser bastante temprano ya que la ciudad
accede al privilegio de labrar moneda antes del comienzo de la era Cristiana. En
cualquier caso Plinio –Historia Naturalis—la
cita como ciudad estipendiaria con el nombre de Blacipo, lo que indica que al
menos en la mitad del primer siglo de nuestra era y, desde luego, en tiempo de sus
acuñaciones monetales Lacipo seguía sin ser un municipio libre.
La ciudad también es citada por
Pomponio Mola y Ptolomeo. Este último, concretamente, no la ubica entre los turdetanos
sino entre los bastetanos, dando las siguientes coordenadas: 10º 15´ de latitud
Norte y 37º 20´ de longitud Oeste. La controversia no es tal habida cuenta los
abundantes errores que cometiera el sabio de Alejandría en sus apreciaciones
geográficas.
Un nuevo resto de la muralla ibérica
sobresaliendo entre la exuberante vegetación del cerro.
Su importancia a nivel local
debió ser sobresaliente, controlando el paso por varias de las calzadas locales
que pasaban por sus proximidades, no así ninguna de las grandes calzadas
romanas citadas en documentos como el Itinerario de Antonino o el Ravennate,
más desplazadas hacia la costa así como bordeando la serranía de ronda por el
este, huyendo de sus fragosidades, como por otra parte es normal (es el caso de
la ruta VI, item a Malaca – Cadis
--Ruta entre Málaga y Cádiz-- y la V, item
a Castulone – Malacam --ruta entre Málaga y Cástulo--.)
Su carácter de asentamiento
ibérico en altura, con un marcado carácter defensivo, debió traer consigo la
presencia de fortificaciones desde prácticamente la fundación del asentamiento.
Estas defensas debieron continuar en uso en época romana, si bien no hay que
olvidar que el calificativo de estipendaria que tuviera Lacipo indica un cierto
grado de resistencia a la penetración romana en tiempos de la conquista de la
zona, lo que en último término hubiera podido conducir a un mayor o menor
desmantelamiento de la muralla ibérica original.
Restos de la muralla romana de Lacipo. A
la derecha el esquinazo de una posible torre de flanqueo.
Los restos arquitectónicos que se
pueden observar en el Cerro del Torreón, algunos fruto de las últimas
excavaciones, son bastante significativos, destacando la base de un edificio
público labrado en sillería y dos grandes aljibes recubiertos de opus signinum
en buen estado, uno de ellos parcialmente abovedado. No obstante el elemento
más sobresaliente es la muralla que protegiera la plaza, de la cual han quedado
restos lo suficientemente consistentes como para permitir su estudio y una
aproximación a su cronología.
La cerca en cuestión puede verse
en el frente occidental del cerro, asomada al valle. Sin duda debió ajustarse a
la cumbre del cerro, aunque en la actualidad no se aprecian restos en el frente
oriental y sólo algunos breves vestigios en el meridional y el septentrional.
Paredón de opus caementicium colocado
por tongadas correspondiente a un antiguo edificio de uso civil (con
connotaciones militares) que se alza
donde, en buena lógica, hubiera de estar la muralla de la ciudad.
El principal resto es un lienzo de muralla de unos treinta metros, aproximadamente rectilíneo, labrado en una correcta mampostería, en algunos casos sillarejo, aglomerada con barro. La fábrica conserva un alzado de poco más de un metro, siendo su espesor de 1,60 centímetros aproximadamente. Tipologicamente se trata de un buen ejemplo de muralla ibérica, de probable cronología temprana, si bien el empleo de muchos sillarejos nos pone tras la pista de reparaciones y reformas posteriores. Desde luego la fecha de sus construcción es anterior a la de los edificios romanos de la ciudad ya que éstos aparecen distribuidos sobre la cumbre del cerro en función de la muralla, adosándose a ésta e incluso superponiéndose en los tramos de factura más moderna. Podemos pues, asignarle, por paralelismos, una cronología entre los siglos III-II a.C.
Adicionalmente a esta muralla de
mampostería aglomerada con barro, se observan pequeños fragmentos de lienzo
realizados en mampostería aglomerada con mortero de cal según las técnicas del
opus incertum romano y aún los restos de una torre rectangular, hueca,
escasamente proyectada hacia el exterior. Sin duda corresponden a la fase
romana de Lacipo, pudiéndose datar en el siglo I d.C. o en el siguiente. Así
mismo hay puntos en que no se aprecian restos de la muralla ibérica,
encontrándose en su lugar una base de opus caementicium, obviamente romana, que
sin duda pertenece a la muralla de cronología romana antes citada. Incluso se
conserva en este caso un paramento de de unos cuatro metros de altura si bien,
por su esbeltez, no parece pertenecer a defensa alguna sino corresponder más
bien el muro trasero de una casa, erigida bien extramuros, bien previo
desmantelamiento de la cerca turdetana a su paso por ese sector del perímetro
del cerro.
Torre o cubo de la muralla romana de Lacipo.
Verificada en opus incertum, destaca sobremanera su reciedumbre.
Restos casi enterrados de la cerca ibérica cerca del frente septentrional del cerro del Torrejón.
Las excavaciones arqueológicas
fechan el abandono de la ciudad en el siglo IV d.C. Nunca más se volvería a
habitar, si bien su recuerdo continuaría en la memoria de las gentes. Así lo
indica el empleo de su solar como necrópolis en época visigoda, detectado
arqueológicamente.
Centrándonos ahora en las
acuñaciones monetales de Lacipo, se puede adelantar que se reducen a una sola
emisión de semises de un volumen medio tirando a reducido lo que explica su
elevado grado de rareza en la actualidad. Su datación podemos fijarla alrededor
del cambio de siglo entre el II y el I a.C., en un ambiente de uso generalizado
del semis como moneda habitual así como bastante influenciado por las
acuñaciones de raigambre púnica propias de las cecas cercanas.
Aljibe de la ciudad de Lacipo, el cual
conserva en buen estado gran parte de su bóveda de medio punto y el
revestimiento interno de opus signinum.