El
sol brilla alegre sobre la tranquila superficie del mar Egeo: apenas rizada por
una suave brisa en esta mañana del sexto día de viaje. A lo lejos, destacándose
en el luminoso horizonte, se alza la gran mole de la isla de Lesbos (Foto 1). Una
apacible calma anida en este rincón de la costa meridional de la Tróade,
envolviéndonos a medida que conducimos, carretera arriba, en demanda de las
ruinas de la antigua ciudad de Assos (Aso en castellano).
Foto 1.- La costa del Mar Egeo con la isla de Lesbos al fondo, sobresaliendo entre la bruma.
Aunque
las ruinas greco-romanas se diferencian claramente de las calles y casas de la
actual Berhamkale, ocupando emplazamientos anejos pero distintos, lo cierto es
que en sentido estricto se trata de una única ciudad toda vez que Assos nunca se
ha despoblado, siendo la villa turca la continuadora natural de la ciudad clásica
sólo que con otro nombre, a su vez procedente de aquél por el que fuera
conocida en época tardo-bizantina: Makhram. Se puede, pues, afirmar que Assos, fundada
en siglo X a.C. por colonos eolios procedentes de la cercana isla de Lesbos, es
uno de los asentamientos más longevos de Asia Menor con casi tres mil años de
historia a sus espaldas.
Foto 2.- El teatro de Assos.
Assos
fue construida en la ladera meridional de una elevada colina pétrea erguida a
gran altura sobre uno de los pocos puertos naturales de cierta calidad
existentes en todo el sector de la costa de la Tróade que se asoma al golfo de
Adramyttium. Esto la confería una importante capacidad defensiva al tiempo que
un elevado valor estratégico-comercial, ventajas éstas que explican la gran
prosperidad del asentamiento durante los periodos arcaico, clásico y
helenístico de la civilización griega.
Foto 3.- Restos de una calle enlosada junto al teatro de Assos.