El
sol brilla alegre sobre la tranquila superficie del mar Egeo: apenas rizada por
una suave brisa en esta mañana del sexto día de viaje. A lo lejos, destacándose
en el luminoso horizonte, se alza la gran mole de la isla de Lesbos (Foto 1). Una
apacible calma anida en este rincón de la costa meridional de la Tróade,
envolviéndonos a medida que conducimos, carretera arriba, en demanda de las
ruinas de la antigua ciudad de Assos (Aso en castellano).
Foto 1.- La costa del Mar Egeo con la isla de Lesbos al fondo, sobresaliendo entre la bruma.
Aunque
las ruinas greco-romanas se diferencian claramente de las calles y casas de la
actual Berhamkale, ocupando emplazamientos anejos pero distintos, lo cierto es
que en sentido estricto se trata de una única ciudad toda vez que Assos nunca se
ha despoblado, siendo la villa turca la continuadora natural de la ciudad clásica
sólo que con otro nombre, a su vez procedente de aquél por el que fuera
conocida en época tardo-bizantina: Makhram. Se puede, pues, afirmar que Assos, fundada
en siglo X a.C. por colonos eolios procedentes de la cercana isla de Lesbos, es
uno de los asentamientos más longevos de Asia Menor con casi tres mil años de
historia a sus espaldas.
Foto 2.- El teatro de Assos.
Assos
fue construida en la ladera meridional de una elevada colina pétrea erguida a
gran altura sobre uno de los pocos puertos naturales de cierta calidad
existentes en todo el sector de la costa de la Tróade que se asoma al golfo de
Adramyttium. Esto la confería una importante capacidad defensiva al tiempo que
un elevado valor estratégico-comercial, ventajas éstas que explican la gran
prosperidad del asentamiento durante los periodos arcaico, clásico y
helenístico de la civilización griega.
Foto 3.- Restos de una calle enlosada junto al teatro de Assos.
La ciudad sería conquistada en el año 560 a.C. por el rey Creso de Lidia junto al resto de ciudades de la mitad occidental de Asia Menor. No mucho después, en 546 a.C., los persas destruyen el reino de Lidia, apoderándose de sus dominios. El yugo persa sobre Assos perduraría hasta el triunfo griego en la segunda guerra médica (479 a.C.), una de cuyas consecuencias fue la independencia de la mayoría de las colonias griegas de la costa asiática del Egeo. Por aquellos tiempos Assos tenía aproximadamente 4500 habitantes, una cifra bastante importante para la época. Esto explica que aparezca en la lista de ciudades fundadoras de la liga de Delos (478 a.C.): encabezada por Atenas y cuyo objetivo era el control del mar Egeo en oposición a los intereses de Esparta y del imperio persa.
Foto 4.- Los baños romanos de Assos (parte superior de la foto) vistos desde el coronamiento de las caveas del teatro.
Las
primeras acuñaciones de Assos corresponden a este periodo de alianza con Atenas
(478-404 a.C.). Se trata de emisiones en plata cuya iconografía gira alrededor
de tres imágenes: grifo alado, cabeza de león y busto de Atenea de tipo arcaico:
similares, pues, a los de las emisiones del resto de ciudades de la liga de
Delos. En la figura 1 podemos contemplar dos de éstas monedas.
Figura 1.- Óbolos de plata pertenecientes a las primeras acuñaciones de Assos.
A
mediados del siglo IV, Assos alcanzó un nivel de prosperidad tal que permitió a
su rey, llamado Hermeias, invitar a varios de los filósofos más importantes del
mundo griego a instalarse en su ciudad y crear una escuela de filosofía. Entre
los filósofos que acudieron a esta llamada se encontraba Aristóteles, que de
hecho era amigo de Hermeias, al que había conocido durante la estancia de éste
en la Academía de Platón, antes de ser rey. Una vez en Assos, Aristóteles se
convirtió en uno de los principales dignatarios del rey, asesorándole con
eficacia en las tareas de gobierno. Su famosa obra “Política” fue escrita
precisamente aquí, en Assos, probablemente en el marco de su labor como
consejero del rey. En agradecimiento por sus servicios Hermeias le entregó la
mano de su nieta Pythia, con quien el celebérrimo filósofo tuvo una hija.
Foto 5.- Ruinas de la "iglesia occidental" de Assos.
Lamentablemente
la invasión persa del año 341 a.C. habría de echar por tierra el meritorio
proyecto del rey Hermeias de dirigir Assos mediante el uso de la razón y la
ética filosófica. En efecto, la ciudad fue tomada en ese año por las huestes
aqueménidas y su bienintencionado monarca torturado y asesinado, teniendo que
escapar todos los filósofos de la ciudad a la cercana isla de Lesbos a fin de
evitar el mismo destino que su señor. En cualquier caso los persas no
dominarían demasiado tiempo la ciudad: en 334 a.C. son derrotados en la batalla
del Gránico por los macedonios de Alejandro Magno, perdiendo la mayor parte de
Asia Menor a resultas de la debacle, Assos incluída.
Foto 6.- La necrópolis de Assos vista desde lo alto de las murallas.
El
periodo helenístico temprano de la ciudad se caracterizaría por un ambiente de
cierta inestabilidad, cada vez más aguda a medida que las luchas entre los
diadocos y sus sucesores, los epígonos, se recrudecían. La invasión de los gálatas
–pueblo céltico de origen galo--, primero de Grecia y luego de Asia Menor, se
aprovechó de este río revuelto, apoderándose de varios enclaves importantes,
entre ellos Assos. La ciudad permanecería en su poder durante sesenta años
hasta que en 241 a.C. el rey Átalo I de Pérgamo logra quebrar la resistencia
gálata y expulsarlos definitivamente al interior de Anatolia, donde formarían
pequeños reinos independientes en la región que con el correr del tiempo sería
denominada Galacia. Desde ese año hasta el 133 a.C., fecha de la anexión del
reino de Pérgamo por la república romana, Assos prosperaría en gran medida.
Prueba de ello son los numerosos edificios que se construyeron o engrandecieron
en esta época y las abundantes series de tetradracmas de buena plata acuñados
en la ciudad, un ejemplo de los cuales es la moneda de la figura 2.
Figura 2.- Tetradracma helenístico acuñado en Assos a nombre de Alejandro Magno (a título póstumo) durante el periodo atálida de la ciudad.
Los
dos primeros siglos de dominación romana serían también un periodo de esplendor
para Assos. Numerosos comerciantes romanos se instalaron en la ciudad,
dinamizándola.
Foto 7.- Sarcófagos tallados de la necrópolis de Assos. Época romana.
En el año 18 d.C., el césar Germánico, hermano del emperador
Tiberio, visita la ciudad junto a su esposa Agripina la Mayor. Germánico había
sido nombrado cónsul en reconocimiento a su victoria sobre las tribus
germánicas el año anterior y concedido el gobierno de las provincias
orientales. En consecuencia realizó un largo viaje por el oriente romano,
beneficiando con generosos donativos y disposiciones a un gran número de
ciudades. Es en el marco de este viaje donde debemos encuadrar la vista a Assos
que acabamos de mencionar, culminada con la erección de una estatua de
Germánico, costeada por los habitantes de la ciudad, en agradecimiento por su
visita. Junto al matrimonio viajaba también su joven hijo Cayo Germánico, el
futuro emperador Calígula, quien pronunciara un discurso dirigido al pueblo de
Assos. Dicha efeméride sería recordada años después, con motivo del ascenso al
trono imperial de Calígula, por parte de una embajada enviada a Roma a
participar en los festejos de proclamación. Todo esto lo sabemos gracias a
cierta inscripción hallada entre los restos del Bouleterion de Assos y que dice
lo siguiente: QUE SEA PROMULGADO POR EL SENADO Y LOS COMERCIANTES ROMANOS
ESTABLECIDOS ENTRE NOSOTROS Y POR EL PUEBLO DE ASSOS, QUE SEA NOMBRADA UNA
EMBAJADA AL PRIMERO Y MEJOR DE LOS ROMANOS Y GRIEGOS A FIN DE PRESENTARSE A ÉL
Y FELICITARLE, Y PARA ROGARLE QUE CONSERVE NUESTRA CIUDAD EN SU RECUERDO Y BAJO
SU PROTECCIÓN, TAL Y COMO EL MISMO PROMETIO CUANDO, JUNTO A SU PADRE GERMÁNICO,
TOMÓ POR PRIMERA VEZ EL GOBIERNO DE NUESTRA CIUDAD.
Foto 8.- La tumba monumental del romano Publio Varo Áquila.
Hacia
el 57 d.C. San Pablo visitó Assos en el curso de su tercer viaje misional,
procedente de Alexandria Troas. Había cubierto a pie la distancia entre las dos
ciudades (unos 60 kilómetros) mientras que sus acompañantes, entre los que figuraba
el evangelista San Lucas, prefirieron desplazarse en barco, costeando la
Tróade. Una vez reunidos todos en Assos, se embarcaron juntos en dirección a
Jerusalén.
Foto 9.- Sector occidental de la muralla de Assos. Paramento datado a comienzos del siglo IV a.C.
En
la segunda mitad del siglo I d.C. el puerto de Assos empezó a perder tráfico en
beneficio del de su vecina, la emergente ciudad de Alexandria Troas. A medida
que asta última crecía en tamaño e importancia, Assos menguaba hasta el punto
de quedar reducida en los siglos siguientes a la condición de puerto de segundo
orden, subsidiario del de Troas. No obstante en todo momento conservó una
cierta vitalidad y pulso urbano. Prueba de ello es la participación del obispo
de la ciudad en el primer concilio de Nicea (325 d.C.) y el hecho de que la
ciudad llegara a contar hasta con cinco iglesias en épocas tardorromana y
bizantina temprana. De hecho Assos fue una ciudad profundamente cristiana en la
antigüedad, estando constatada la destrucción de símbolos paganos a comienzos
del siglo V probablemente en cumplimiento de la proscripción de los ritos no
cristianos decretada por el emperador Teodosio I (edicto de Tesalónica) en el
año 392.
Foto 10.- La muralla de Assos flanqueada por torres cuadradas con base maciza.
La
ciudad sería capturada por los turcos selyúcidas en el año 1080. Recuperada por
los bizantinos, su puerto seguía conservando un tráfico considerable a
comienzos del pleno Medioevo, el cual se iría incrementando a medida que la
colmatación, ya muy avanzada, del puerto de Alexandria Troas iba dejándolo
inservible. En el siglo XIII Assos debió quedar como el único puerto operativo
en la zona, multiplicando su valor estratégico hasta el extremo de persuadir a
los bizantinos de la conveniencia de reforzar las defensas antiguas de la
ciudad vía la construcción de una fortaleza de tipo moderno en la acrópolis. No
obstante esta precaución se revelaría insuficiente allá por el año 1330: fecha
de la conquista otomana de la Tróade y con ella de Assos. Daba comienzo así el
periodo musulmán de la ciudad, aún inacabado, caracterizado por una existencia
tranquila, valiéndose de su puerto para mantener una modesta al tiempo que acogedora
vitalidad urbana que ha perdurado hasta nuestros días.
Foto 11.- Puerta suroccidental de la muralla de Assos, con sus dos poderosos torreones de flanqueo.
Las
primeras ruinas que salen a nuestro encuentro a medida que subimos desde el
emplazamiento del antiguo puerto de la ciudad son las del Teatro. Construído en
la segunda mitad del siglo III b.C., durante el benéfico periodo atálida, es
una espléndida obra de arquitectura la cual combina una excelente acústica con
una preciosa vista del mar Égeo a no muchos metros de su escena. Fue
engrandecido en época romana, excavado a finales del siglo XIX y finalmente
restaurado a finales del XX. Para ello se tallaron multitud de bloques de la
misma piedra en que está edificada toda la ciudad: esa oscura roca ígnea
llamada andesita. El resultado se puede calificar de bastante bueno, equilibrando
con inusual precisión el arte de la antigüedad con la pericia arquitectónica
moderna. En la foto 2 podemos contemplar una amplia vista de las caveas del
teatro de Assos, donde resulta muy fácil distinguir los sillares originales de
los restaurados, y los restos excavados de la escena (scaena) de éste.
Foto 12 (arriba).- Torre norte de la puerta SO de Assos con su cuerpo de guardia anejo y la entrada adintelada a éste. Foto 13 (abajo).- Interior, bastante soterrado, del anterior cuerpo de guardia y bóveda de éste.
En
la antigüedad se podía acceder fácilmente desde el teatro al núcleo urbano de
la ciudad, situado colina arriba. De hecho Assos se hallaba surcada por
multitud de calles empedradas, los restos de las cuales asoman aquí y allá
(foto 3), que permitían recorrerla sin problemas a pesar de la difícil
orografía de la zona, en pendiente. Sin embargo hoy en día la vegetación crece
por doquier, invadiendo el espacio no despejado por la piqueta del arqueólogo.
Subir, pues, desde el teatro al ágora de Assos se antoja, en tales condiciones,
una labor lo suficientemente fatigosa y aún arriesgada como para aconsejar
buscar un acceso mejor. No obstante desde la parte superior de las cáveas es
desde donde mejor se pueden apreciar las ruinas de los baños romanos de la
ciudad (mitad superior de la foto 4), situadas a mayor cota que el teatro. Este
complejo termal fue costeado a finales del siglo I a.C. por Lollia Antiochis:
miembro de la familia imperial y una de las ciudadanas más prominente de Assos,
quien lo donara a la ciudad. Así nos lo cuenta la inscripción de la figura 3, hoy
en día expuesta en el museo de bellas artes de Boston y que se puede traducir
de la siguiente manera: “Lollia
Antiochis, esposa de Quintus Lollius Philetairos, suma sacerdotisa de los
cultos ancestrales y primera entre las mujeres, dedicó el baño y sus anexos a
Afrodita, Julia (la hija de Augusto)
y al pueblo”.
Figura 3.- Inscripción fundacional de los baños de Assos, de finales del siglo I a.C.
A
unos cientos de metros del emplazamiento del teatro, siguiendo la carretera que
comunica Behramkale con el puerto antiguo, encontramos los restos de una
iglesia conocida, en el plano arqueológico de Assos, como Iglesia Occidental
(foto 5). Es de planta basilical típicamente bizantina, con tres naves: una
principal absidiada y dos laterales más estrechas. Durante las excavaciones del
siglo XIX se encontraron mosaicos de tipo vegetal así como inscripciones. El
muro septentrional de la iglesia parece ser que aprovechó un edificio romano
anterior, también se reutilizaron capiteles y otros elementos arquitectónicos
romanos durante su construcción, datada de forma imprecisa en algún momento de
los siglos V y VI.
Foto 14.- Pequeña poterna adintelada en la muralla griega de Assos.
La
carretera continúa hasta los aledaños del actual Behramkale. A la derecha según
se viene desde el puerto parte un largo tramo de calzada enlosada de cronología
clásica que conduce directamente al corazón de Assos. Aparcamos, pues, el coche
en un recodo de la pista y nos disponemos a explorar la antigua ciudad
grecorromana...
Foto 15.- Escaleras de acceso a los adarves de la muralla de Assos.
Próxima
a las fortificaciones occidentales de la ciudad, extendida a ambos lados de la
calzada anteriormente mencionada, se encuentra la necrópolis principal de Assos
(foto 6). Las ruinas de las estructuras funerarias se alternan con elegantes
sarcófagos tallados (foto 7), ornamentados con guirnaldas pétreas, muchos de
ellos conservando sus tapas y provistos de inscripciones griegas informando de
la identidad de las familias o personas que en su interior fueron sepultados.
Cuenta Plinio el Viejo, en su Historia Natural, que los sarcófagos de andesita
de Assos eran particularmente efectivos descomponiendo los cadáveres, no
quedando más que los dientes en tan solo cuarenta días. No resulta por tanto de
extrañar que uno de los principales productos de exportación de la ciudad
fueron sus sarcófagos. Al final de la necrópolis, inmediata ya a la muralla, se
alza una tumba de tipo romano, labrada en buena sillería así como cubierta por
una bóveda de medio cañón (foto 8). Se trata de la tumba del acaudalado ciudadano
romano Publio Varo Áquila y ha sido datada en el siglo I d.C.
Foto 16.- Puerta con vano semicircular de la muralla de Assos.
La
calzada por la que vamos penetra en la ciudad a través de una monumental puerta
fortificada. En realidad no sólo la puerta impresiona: gran parte de la muralla
de Assos se encuentra en tan buen estado y fue construida con tanta maestría
que es considerado el mejor ejemplar de defensa urbana helenística existente en
la actualidad. Sus partes más antiguas, de las que se conservan breves
fragmentos, se remotan al siglo VI a.C. y son fácilmente distinguibles por su
aparejo de bloques poligonales. El resto data de principios del siglo IV a.C. y
se caracteriza por un magnífico paramento isódomo de sillería rectangular
perfectamente escuadrada (foto 9).
Foto 17.- Área residencial localizada muy cerca de la entrada SO a la ciudad.
La
muralla se encuentra flanqueada a intervalos regulares por torres rectangulares
macizas: al menos la planta de abajo, que es la parte conservada (foto 10). Hay
alguna que otra torre semicircular también, de idéntica cronología (siglo IV
a.C.) a juzgar por su fábrica. La puerta occidental, aquélla por la que nos
disponíamos a entrar en la ciudad, consta de un vano, hoy en día abierto,
custodiado de cerca por dos recios torreones rectangulares en muy buen estado
de conservación, hasta el punto de exhibir uno de ellos la mayor parte de su
altura primitiva (foto 11). La planta superior de estos torreones es hueca,
conservando las troneras por donde asomaban los proyectiles de las máquinas de
torsión, tipo ballesta, con las que se armaban esta clase de fortificaciones.
Anejas a ambos torreones se alzan los restos de sendas estructuras solidarias
con la muralla y sin duda alguna contemporáneas a ésta que debieron hacer las
veces de cuerpo de guardia. La correspondiente a la torre septentrional, en
buen estado, presenta acceso adintelado desde el exterior (foto 12) y conserva intacta
su bóveda interior (foto 13).
Foto 18 (arriba).- Ruinas del gimnasio helenístico de la ciudad. Tramo de calzada a su vera. Foto 19 (abajo).- Cisterna abovedada construida bajo el gimnasio en época romana.
Alrededor
de medio centenar de metros colina arriba la muralla es franqueada por una
poterna de pequeño tamaño en perfecto estado de revista (foto 14). La subida a
los adarves se verificaba por medio de escaleras adosadas al muro, alguna de
las cuales ha llegado hasta nuestros días muy bien conservadas (foto 15). Más
arriba todavía, no lejos ya de la base de la acrópolis de la ciudad,
encontramos dos puertas más, de tipo secundario, sin torres de flanqueo así
como muy bien elaboradas, si duda no contemporáneas a juzgar por las acusadas diferencias
estilísticas que presentan. De hecho la puerta de la foto 16, con su arco
semicircular, debe ser de una cronología muy posterior al resto de la muralla.
Foto 20.- El ágora de la ciudad de Assos.
Penetramos
en el interior de la ciudad. A la derecha se hallan los restos de un área
residencial recientemente excavada (foto 17). Un poco más adelante, a la
izquierda de la calzada enlosada, se hallan los pobres restos, pues fueron
expoliados durante siglos, del gimnasio de Assos (foto 18). Obra helenística del
siglo II a.C., en época romana se construyó una cisterna abovedada (foto 19)
bajo su solera y una iglesia en su esquina noreste en época bizantina temprana,
cuando el gimnasio había caído ya en desuso mucho tiempo atrás.
Foto 21.- Aledaños del ágora de Assos. Delante, restos de viviendas, detrás, a mayor cota, zócalo del templo que daba acceso al área del Ágora.
La
calzada prosigue hacia el este más o menos recta. Es ancha, con nervio central
(foto 18) y acanaladuras en los bordes. De vez en cuando parten de ella
calzadas más estrechas en dirección a las terrazas superiores e inferiores. Por
fin, llegamos al núcleo de la ciudad: el Ágora. Se trata de una explanada
alargada en dirección O-E (foto 20), buena parte de cuyo espacio tuvo que ser
excavado en la dura andesita del cerro. En el extremo occidental de este ágora
se alzaba un pequeño templo rectangular, erigido a comienzos del siglo II a.C.
y reutilizado posteriormente como capilla en época bizantina temprana, del cual
ha quedado su zócalo de sillería (foto 21, parte superior). Más allá, sendas
stoas se levantaban en las caras septentrional y meridional del ágora, haciendo
las veces de galerías porticadas donde resguardarse del sol del estío o del
frío viento invernal mientras se realizaban toda clase de transacciones
comerciales. El plano de la figura 4 puede servir para guiarnos por esta zona
de la ciudad.
Figura 4.- Plano del complejo edilicio del ágora de Assos.
La
stoa meridional tenía cuatro pisos de altura, de los cuales sólo uno, el
superior, se alzaba sobre el nivel del ágora debido a la acusada pendiente de
la colina en este punto. Cronológicamente se remonta a mediados del siglo III
a.C. aunque probablemente fue modificada posteriormente. En la actualidad sólo
se conserva parte de su piso inferior, la parte más antigua de la estructura,
construida en una magnífica sillería de gran tamaño (foto 22).
Foto 22.- Stoa meridional del ágora de Assos.
La
stoa septentrional (fotos 23 y 24) fue construida a principios del siglo II a.C.
siguiendo el diseño de arquitectos enviados por la ciudad de Pérgamo. Poseía
dos pisos de altura enteramente porticados a su vez divididos en sendas naves
longitudinales separadas por una larga hilera de columnas. Las columnas de los
pórticos eran acalanadas, no así las de separación entre naves que eran lisas.
En ambos casos, así como en el resto del complejo del ágora, todas las columnas
eran de orden dórico, con fuste de andesita y capitel tallado en mármol. Toda
la estructura fue edificada en una recia sillería de andesita colocada a soga
con abundantes tizones dispuestos a intervalos aproximadamente regulares (foto
25).
Foto 23 (arriba).- Stoa septentrional del ágora de Assos. Foto 24 (abajo).- Extremo oriental de la stoa septentrional.
El
complejo del agora contaba en su extremo oriental con un bouleterion (foto 26),
esto es el lugar donde se reunía el consejo (boulé) de la ciudad. Sabemos por
una inscripción que esta obra corrió a cargo de un ciudadano particular llamado
Ladama y su mujer. Las diferencias constructivas entre este bouleterion y las dos
stoas sugieren una cronología más temprana del primero, tal vez de finales del
siglo IV a.C. Tenía planta cuadrada y se accedía a él por su fachada
occidental, porticada. En el interior cuatro columnas lisas sujetaban una
cubierta de viguería de madera. Dado que no hay señales de haber albergado
asientos de piedra, habituales en esta clase de estructuras, debemos concluir
que estaban hechos de madera, motivo por el que no ha quedado vestigio alguno
de ellos.
Foto 25.- Paramento de sillería dispuesta a soga con tizones regulares de la stoa septentrional.
La
figura 5 nos muestra como era el ágora de Assos en su momento de máximo
esplendor, allá por los siglos II y I a.C.
Figura 5.- Representación artística del ágora de Assos en la antigüedad clásica.
Más
allá del área del ágora desaparece la calzada que seguíamos y el cerro se torna
abrupto, repleto de vegetación y materiales de construcción dispersos sin mucho
orden ni concierto. Todo el sector oriental del yacimiento, allá donde se
alzaban la mayoría de las viviendas domésticas de la ciudad, se encuentra
prácticamente sin excavar por lo que no hay gran cosa que ver. Resolvemos,
pues, desandar el camino y regresar al coche. Nuestro siguiente destino es la
cumbre del cerro, la acrópolis de Assos, donde se encuentran algunos de las
ruinas antiguas más célebres de la ciudad. Vamos allá.
Foto 26.- Bouleterion de la ciudad de Assos.
El
camino a la acrópolis discurre por las calles de Behramkale entre casas de
piedra y pequeños puestos de recuerdos gestionados por los habitantes de la
localidad. Justo al pie de los torreones de la fortaleza tardobizantina ha de
pagarse una módica cantidad (5 euros, al cambio, por cabeza) para acceder a la
cumbre del cerro. El resto de la visita al yacimiento es gratuita.
Foto 27.- Torreón de la fortaleza tardo-bizantina erigida en la acrópolis de Assos.
El
carácter medieval tardío de la fortaleza de la acrópolis salta a la vista nada
más ver los enormes muros de mampostería aglomerada con mortero de cal, la
planta curva de los torreones (foto 27) o los aljibes abovedados (foto 28)
omnipresentes en los castillos feudales. El recuerdo de los últimos años del
cristianismo en esta tierra se encuentra sepultado en el interior de los
desvencijados muros de éste, el inmortal castillo de Assos…Y sin embargo si
hacen pagar a la gente que quiere llegar a la cumbre del cerro no es
precisamente por la presencia del castillo bizantino sino porque, justo en el
centro de esta acrópolis, vigilando desde hace muchísimos años el horizonte
azul del Egeo, se encuentra una de las más importantes joyas arqueológicas de
Turquía: el templo griego de Atenea.
Foto 28.- Aljibes abovedados de la fortaleza tardo-bizantina de Assos.
El
templo de Atenea fue construido en una fecha próxima al año 530 a.C., en época
griega arcaica. Se trata del templo griego más antiguo de Anatolia y el único
de orden dórico en toda la costa oriental del Egeo que ha llegado hasta
nuestros días. En el croquis de la figura 6 podemos estudiar una reconstrucción
de su planta. Era de tipo hexástilo, con trece columnas en sus lados largos y
dos en la entrada de la cella. En total sumaban 36 columnas, de las cuales han
sobrevivido seis más o menos bien conservadas y restos de bastante más. El zócalo
de sillería del monumento también se encuentra bastante bien preservado (fotos 30
y 31). Pero lo más destacado del templo son los relieves escultóricos de sus
arquitrabes, de estilo marcadamente arcaico y en los cuales aparecen
representados los afamados siete trabajos de Hércules. En la actualidad estos
relieves se encuentran repartidos entre el museo nacional de Estambul, el del
Louvre y el de bellas artes de Boston.
Figura 6.- Croquis del templo arcaico de Atenea en Assos.
Parece
ser que el templo se mantuvo en uso hasta el periodo helenístico cuando un terremoto
le causara graves daños. Dado que no fue reconstruido, permanecería abandonado
durante las épocas romana y bizantina, siendo de hecho parcialmente expoliado
durante la construcción de la fortaleza en cuyo interior se localiza.
Foto 29.- Interior del templo de Atenea con el muro de la Cella en primer plano.
Aunque
ya era tarde para comer, encontramos en Behramkale un sitio donde sentarnos a
picar algo y reponer fuerzas. Casi nos quedamos sin viandas cuando un grupo de
diez o doce gatos callejeros se arrimó a nosotros y empezó a demandar comida
con insistentes maullidos y algún que otro zarpazo furtivo para arrebatarnos
los manjares. Fue una colación animada, desde luego.
Foto 30.- El templo de Atenea de Assos visto desde su esquina SE.
Dejamos
Assos a poco de comenzar la tarde. Aunque intentamos ir costeando, hacia el
este, la carretera nos metió por el interior de la ondulada Tróade, no
devolviéndonos al mar hasta pasados un buen puñado de kilómetros. Desde ese
punto en adelante la costa presentaba una densidad demográfica mucho mayor y la
carretera era también más ancha y directa, mejor en definitiva. Todavía nos
quedaban algo más de 100 kilómetros de conducción tranquila hasta nuestro
siguiente destino: Bérgama: la antigua y mítica Pérgamo. Ya de noche llegamos
allí y nos alojamos en un curioso hotel en cuyas instalaciones se
entremezclaban caprichosamente la funcionalidad occidental con el estilo retro
sazonado de no pocos toques “kitsch”. Curioso cuanto menos aunque no por ello
menos confortable. Estuvo bien, la verdad.
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