A la hora de estudiar el numerario ercavicense es preciso distinguir las monedas con tipología ibérica de las acuñadas según parámetros y estilo plenamente romanizados.
Cronológicamente hablando y tal y como sucede siempre en las cecas hispanas, las emisiones con métrica e iconografía celtibéricas son las más antiguas. Debemos considerar, dada las evidencias proporcionadas por las excavaciones acerca de la fundación augustea de la ciudad en su emplazamiento del cerro del Castro de Santaver (ver entrada anterior para más datos), que las emisiones celtibéricas de Ercávica fueron acuñadas en el emplazamiento primitivo de la ciudad, localizado en el paraje conocido como la Muela de Alcocer, seis kilómetros río Guadiela arriba.
Considerablemente breves tanto en cantidad como en espacio temporal, las acuñaciones celtibéricas ercavicences se reducen a dos emisiones de ases (unidades) si bien Leandre Villaronga, en su excelente Corpvs, nos habla acerca de la posible existencia de un semis o mitad.
La primera emisión podemos datarla de forma algo imprecisa en el segundo cuarto del siglo II a.C. Presenta un estilo bastante peculiar, de fuerte gusto indígena, similar al de otras emisiones de idéntica cronología y relativa proximidad. Su considerable tamaño también apunta en la dirección de una datación temprana, obteniendo una media aritmética de 27,5 milímetros de diámetro por 13,5 gramos de peso. En cuanto a sus motivos, encontramos el reverso clásico del jinete lancero con casco y penacho cabalgando a derecha por debajo del cual se observa, sobre línea de exergo, la leyenda de ceca egKuiK, esto es Erkauika en caracteres ibéricos del noreste. El anverso sigue también los patrones clásicos de las monedas de su tiempo y coordenadas geográficas con busto viril a derecha (de muy peculiar estilo) con torque al cuello; arado detrás, delfín delante y letras ibéricas ER también delante así como debajo del citado delfín.
La segunda emisión (datada en el último tercio del siglo II a.C.) es tipológicamente muy similar a la primera, de la que constituye una clara continuación. Su principal rasgo diferenciador es un diámetro y peso significativamente inferiores (24,5 milímetros y 10,4 gramos de media), lo que indica que la ceca sufrió la habitual devaluación inflacionista propia de la numismática ibérica. Esta reducción en el módulo representa por sí sola un argumento definitivo para otorgar a esta emisión una cronología más tardía, si bien podemos enunciar algún otro como el estilo de la emisión: menos indígena así como muy próximo a otras acuñaciones coetáneas (último tercio del siglo II a.C.) También presenta el distintivo adicional, tal vez el más sencillo de reconocer a simple de vista, de no lucir el delfín en el anverso, delante del busto masculino. El ejemplar de la fotografía siguiente pertenece a esta segunda emisión (que dicho sea de paso es algo más abundante que la primera emisión lo que parece indicar un mayor volumen de acuñaciones).