Una
vez visitados todos los recuerdos de la mítica Pérgamo que guarda la actual
Bérgama, nos disponemos a “asaltar” la colina fundacional de la ciudad y
descubrir sus tesoros. Pero antes vamos a proseguir con el relato de la
historia de la ciudad que, como se recordará de la anterior entrada,
interrumpimos en siglo II d.C., en pleno esplendor de la gran urbe
grecorromana.
Foto 1.- Plano del yacimiento de Pérgamo desde la Acrópolis a la parte baja de la colina fundacional.
El
siglo III es el del comienzo de la decadencia de Pérgamo al igual que lo fuera
para la inmensa mayoría de las ciudades del Imperio romano. En el año 262 resulta
sacudida por un fuerte terremoto que daña gravemente sus estructuras, incluidas
las defensivas, lo que es aprovechado, casi acto seguido, por los invasores
godos que acechaban la costa de Asia Menor para saquear la ciudad.
Foto 2.- Ruinas del Heroon de Pérgamo.
A
principios del siglo V d.C. la gran mayoría la población de la ciudad se
concentra en la llanura aneja a la colina, habiendo sido abandonada la práctica
totalidad de la ladera meridional de la colina fundacional. Por su parte la
acrópolis, aunque poco poblada, ha logrado conservar su carácter de centro del
gobierno de la ciudad y solar de sus más preciados edificios. De hecho incluso
ha sido dotada de fortificaciones mejoradas hacia el año 270 d.C., en
prevención de un segundo ataque godo que afortunadamente no se produciría. Esto
cambiará a raíz del triunfo definitivo del cristianismo y la que es una de sus
más impactantes consecuencias: el abandono cuando no la destrucción de todos
los edificios relacionados con el culto a los antiguos dioses. Dejaron así de
ser mantenidos gran parte de los edificios monumentales de la acrópolis
pergamena, lo que no tardaría en llevarla a su abandono parcial y subsiguiente
expolio; incluso el Asclepion perdió rápidamente popularidad y quedó desierto.
Foto 3.- Edificio rectangular contiguo a la entrada a la acrópolis.
El comienzo de la larga etapa bizantina de Pérgamo se caracteriza por un periodo de marcada decadencia aunque conservando el suficiente pulso como para albergar una sede episcopal. La ciudad cuenta en estos momentos con alrededor de 35000 habitantes y posee un par de iglesias de gran tamaño. En general su importancia estratégica y económica sigue siendo elevada; no en vano en algún momento del siglo VI es construida una potente muralla defensiva siguiendo una línea aterrazada unas cuantas decenas de metros por debajo del nivel de la acrópolis. Se trata de una obra de muy buena factura y considerable entidad, pruebas ambas de que seguía circulando el dinero por la ciudad y que merecía la pena la protección de su núcleo institucional.
Foto 4.- Restos de una Stoa helenística situados en las proximidades de la entrada a la acrópolis a una cota ligeramente menor.
En
el año 620 los persas sasánidas penetran en el interior de Asia Menor,
saqueando y destruyendo la Pérgamo asentada en la llanura entre otros muchos
lugares. Es probable que no lograran tomar la acrópolis fortificada ni
capturar, por tanto, a la atemorizada población a su amparo refugiada. En
cualquier caso el golpe resulta demasiado duro para la decadente ciudad:
carente de los recursos humanos y materiales con los que reparar los destrozos y
reponer lo expoliado. El emperador Constante II (641-668) dedicará algunos
fondos para levantar lo caído mas los recursos del amenazado Imperio no son los
de antaño y la ciudad sólo consigue recobrar una menguada parte de su antiguo
vigor. Poco a poco, en un proceso que se va acelerando a medida que se acerca
el cambio de siglo, se va despoblando la parte baja de Pérgamo, quedando la
llanura aneja a la colina fundacional vacía de habitantes. Sólo en la acrópolis
sigue conservándose una población relativamente numerosa gracias a la seguridad
proporcionada por la guarnición bizantina de la ciudad y las murallas erigidas en
el siglo anterior. Sin embargo un nuevo enemigo procedente de oriente, esta vez
de las calcinadas arenas del desierto arábigo, hace acto de presencia,
dispuesto a finiquitar de una vez por todas la existencia de la que un día
fuera una de las más excelsas metrópolis del mundo antiguo. Así, en el año 716
la acrópolis de Pérgamo cae en poder de incursores árabes comandados por
Maslama in Abd al-Malik, el gobernador omeya de Armenia, Djazira y Azerbayan.
Aunque este invasor será finalmente rechazado por las huestes bizantinas, la
ciudad, ya herida de muerte, exhala su último suspiro en forma de abandono
total. Durante más de 300 años permanecerá yerma, inerte, sin vida. Algunas
tropas bizantinas se encastillan de forma estable en la acrópolis fortificada a
finales del siglo IX pero sin traer a sus familias con ellos ni dar lugar al
retorno de la vida urbana. A mediados del siglo XI comienza a volver la gente a
Pérgamo. Es una repoblación lenta, humilde, no orquestada desde los palacios de
Constantinopla sino llevada a cabo por los sencillos moradores de los
contornos: gustosos de asentarse en las proximidades del puesto militar de la
acrópolis, cuyos soldados siempre tienen dinero para gastar y además pueden
ofrecer protección en caso de apuro.
Foto 5.- Muralla y arco de acceso a la acrópolis de cronología romana (hacia el 270 d.C.)
La
historia escrita nos cuenta que para el reinado de Manuel I Komneno (1143-1180)
la “nueva” Pérgamo ya había alcanzado un nivel desarrollo suficiente como para
controlar administrativamente su comarca. A esto había que añadirle el valor
militar y estratégico de la altísima acrópolis amurallada, el cual nunca
llegara a perder del todo. La suma de ambos poderíos, económico y militar,
persuadieron a dicho emperador a elegir Pérgamo como capital de la provincia
militarizada (thema) de Neokastra, de reciente delimitación. Una gran inyección
de dinero constantinopolitano acompañaría a este nombramiento, empleado tanto
en un fuerte incremento de la guarnición bizantina como en la refortificación
prácticamente completa de la acrópolis hasta el punto de que la mayor parte de
las estructuras defensivas que hoy podemos ver en ella corresponden a este
momento de la historia de Pérgamo. La ciudad prosperará rápidamente al socaire
de su recién estrenada importancia dentro del esquema defensivo del imperio. La
creciente población civil, en un principio confinada dentro del recinto de la
acrópolis, muy cerquita de los soldados y sus tranquilizadoras armas, se anima
a repoblar la ladera meridional de la colina fundacional. El proceso resulta
rápido al tiempo que sencillo, no en vano las desiertas terrazas se hallan
cubiertas de casas de época tardorromana y bizantina temprana: sólidamente
cimentadas así como construidas en piedra, muchas de las cuales eran susceptibles
de volver a habitarse sin demasiados esfuerzos. A mediados del siglo XIII los
pergamenos suman ya algo más de 2000 personas, habiendo ocupado la mayoría de
la superficie disponible en la ladera meridional.
Foto 6.- Torreón bizantino del siglo XII flanqueando el tramo final de calzada antes de penetrar en la acrópolis fortificada.
A
finales del siglo XIII Pérgamo está viviendo un buen momento: el dinero
imperial fluye, la ciudad está bien defendida por su nutrida guarnición, los
ejércitos bizantinos aguantan en las fronteras… La tranquilidad es tal que algunos
pergamenos se atreven a reocupar las casas abandonadas de la llanura aneja y
cultivar sus campos. Incluso los daños causados por el fuerte terremoto del año
1296 son reparados con eficacia y celeridad. 3000 almas habitan la ciudad en
las postrimerías del siglo XIII. El emperador del momento, Andrónico II (1282 –
1328), ordena erigir una nueva muralla a bastante menor cota que la del siglo
VI a fin de proteger a los habitantes de la ladera sur. La nueva fortificación
se plantea a lo grande, con potente aparato de medios, empleando las más
modernas técnicas de fortificación bajo-medievales. Destacan sus imponentes
torres semicirculares, sus aparejos de buena sillería, el gran grosor de sus
muros, las puertas en ángulo tan fáciles de defender… constituye, en
definitiva, una obra que una vez terminada, cuando toda la ciudad baja haya
quedado confinada tras sus magníficos lienzos de muralla, estará en condiciones
de protegerla ante cualquier clase de amenaza.
Foto 7.- Cella del templo de Atenea en el Santuario dedicado a esta diosa.
Pero
los días del Pérgamo cristiano, al igual que los del resto del Asia Menor bizantina,
estaban contados. Rotas definitivamente las defensas imperiales hacia el año
1310, los turcos se abalanzan sobre la parte del Asia Menor todavía en poder
bizantino. Una tras otra caen las antiquísimas ciudades griegas en poder del
invasor asiático; sólo las plazas mejor defendidas permanecen erguidas en medio
de la debacle, resplandeciendo a manera de faros de luz en medio de un océano
de oscuridad. Pérgamo, la bien amurallada Pérgamo, será uno de estos faros. Buena
parte de la población de la comarca se ha acogido tras sus muros, huyendo del
invasor. A todas estas personas hay que sumarle el continuo flujo de refugiados
cristianos que acuden, esperanzados, a aquél, el último bastión de Cristo en aquella
desdichada tierra. Las viejas casas romanas reutilizadas, antaño espaciosas,
deben ser tabicadas y vueltas a tabicar para acoger al cada vez mayor número de
personas; ya son cerca de 5000 y subiendo. El hambre y las enfermedades acuden
puntuales a la cita con el hacinamiento. Pero se resiste, todavía se resiste.
Tal vez en Constantinopla estén organizando en ese momento un ejército de
socorro que expulse a los odiados turcos… pero la ayuda no llega, las provisiones
se acaban, las armas se quiebran, los ánimos se extinguen. En algún momento no
registrado por la historia, datado de modo impreciso en el año 1315, Pérgamo,
agotado, abre sus puertas a los turcos. Los miles de refugiados cristianos son conducidos
a punta de lanza colina abajo; una vida de esclavitud y penurias les está
esperando allá en la llanura. Tras ellos quedaba, desierta, la mítica colina de
Pérgamo, con su majestuoso teatro, sus templos, sus murallas, sus palacios…
nunca más volvería a habitarse. En verdad era aquel el fin de una época y el
comienzo de otra.
Foto 8.- Patio enlosado del santuario de Atenea y Stoas adyacentes. Al fondo los restos del templo de Atenea y una torre bizantina del siglo XII erigida a modo de atalaya de vigilancia.
La
Pérgamo otomana se asentará en la cómoda llanura aneja, allá donde se alzaran
los edificios de la ciudad tardorromana. Su nombre se irá mudando al actual,
Bérgama, con el correr de los años. Hasta 1850 será poco más que un pueblo,
pequeño y atrasado; ahí inicia un proceso de crecimiento que la lleva alcanzar
un tamaño bastante considerable a principios del siglo XX, menor en cualquier
caso del que tuviera a mediados del siglo II. En la actualidad es una ciudad de
100.000 habitantes, bastante provinciana y no demasiado próspera.
Foto 9.- Stoa septentrional del santuario de Atenea y muro trasero de la biblioteca de Pérgamo (a la derecha, levantado en sillería de andesita).
Aparcamos
el coche en la entrada del funicular que conduce a la acrópolis de Pérgamo
desde la base de la colina. Es de reciente construcción (2013), antes había que
subir en coche (o andando) por una estrecha carretera con más pendiente de la
deseable. Sin duda se trata de una mejora significativa aunque cueste algo de
dinero utilizarla.
Fotos 10 y 11.- Estructuras de sujección del aterrazamiento sobre el que se edificara el Templo de Trajano. En la foto 10 las vemos desde la plataforma aterrazada, en la 11 desde el graderío del teatro, a menor cota. Se aprecian claramente, a la derecha del muro, reparaciones de factura bizantina, que destacan mucho en el paramento de sillería romano.
Una
pequeña cuesta conduce desde el punto de llegada del funicular a la acrópolis
pergamena. En lo sucesivo nos guiaremos por el plano de la foto 1, a la sazón
el que se encuentra en el propio yacimiento.
Foto 12.- Bóvedas de sujección de la estructura de sujección del aterrazamiento del templo de Trajano, ubicadas en dos alturas tal y como se ve en la fotografía.
Lo
primero que vemos a nuestra izquierda, justo antes de entrar en la acrópolis,
son los restos del Heroon (foto 2 - punto 15 en el plano): el recinto donde
Attalos I y Eumenes II, reyes de Pérgamo de 241 a 197 a.C y 197 a 159 a.C.
respectivamente, eran adorados como héroes amados de los dioses (de ahí la
palabra Heroon). Es una obra relativamente tardía dentro de la cronología del
reino de Pérgamo pues fue erigida después de la muerte de este último soberano
en 159 a.C. Consta de un pequeño espacio de culto a la izquierda de la foto y
una sala grande, rectangular, la del centro de la foto, donde se celebraban
banquetes ceremoniales en honor a los citados reyes.
Fotos 13 y 14.- El templo de Trajano o Trajaneum visto desde sus esquinas Sureste (foto 13) y Suroeste (foto 14).
Una
calle enlosada discurre colina abajo. A su derecha se alzan los paramentos de
unos edificios de planta rectangular en bastante buen estado (foto 3). Tienen
toda la pinta de haber sido establecimientos comerciales. Escasos metros colina
arriba, a la espalda de estos edificios rectangulares, se observan los restos
de una stoa helenística de muy buena factura (foto 4), con muros de recia
sillería.
De
momento preferimos no seguir hacia abajo sino dar la vuelta y penetrar en la
acrópolis pergamena. Esto se verifica por medio de un gran hueco abierto en la
muralla de la acrópolis, sin duda más o menos moderno ya que carece del menor
sentido desde el punto de vista táctico. En este sector el recinto defensivo
evidencia una cronología romana, probablemente datable en las labores de
refortificación del año 270 de las que hablamos unos cuantos párrafos atrás.
Está ejecutado en sillería de tamaño medio colocada a soga con algunos tizones:
técnica muy habitual en las obras romanas del Asia Menor occidental. Todavía se
conserva la puerta de entrada cubierta por un arco de medio punto adovelado
típicamente romano (foto 5 – punto 7 del plano). Dicha puerta se encuentra
ligeramente retranqueada respecto al frente del muro al objeto de permitir su
flanqueo sin tener que levantar torres. Menos eficaz que el procedimiento
clásico de flanqueo (dos torres a los lados) pero también más barato. Destacar
también que muchos de los sillares de la puerta de entrada, incluidos los de
las dóvelas, presentan fuertes picaduras en esquinas y vértices, en bastantes
casos coincidentes con puntos de contacto entre varias piezas (juntas). Esto
puede explicarse como el resultado de haber arrancado las grapas de bronce que
otrora unieran dichos sillares reforzando la estructura. Una forma de espolio
habitual en los edificios romanos abandonados y que deja esa clase de picaduras
en la sillería.
Foto 15.- Stoas del conjunto sacro del Trajaneum.
La
calle enlosada procedente de los niveles inferiores de la ciudad hace una curva
a la altura del Heroon, transcurriendo durante algunos metros en paralelo a la
muralla de la ciudad antes de enfilar finalmente la entrada a través del arco
de medio punto que describimos antes. Pues bien, esta curva, el tramo en
paralelo y el tramo de entrada se encuentran batidos de cerca por un potente
torreón cuadrado (foto 6). Construido en mampostería aglomerada con mortero de
cal, con abundantísimos ripios de ladrillo para uniformizar las toscas hiladas,
es a todas luces una obra medieval, fechable en la segunda mitad del siglo XII
con ocasión de la labor fortificadora ordenada por Manuel I Komneno. Muy
posiblemente este gran torreón se alce sobre los restos de una torre de muralla
anterior, romana, tal y como indica el paramento de sillería no reutilizada que
se aprecia en uno de sus muros. En cualquier caso la obra romana sería mucho
más pequeña que este torreón, emplazado con innegable acierto en tan crucial
punto de la fortificación.
Foto 16.- Ruinas de la fortificación bizantina del siglo XII rodeando la acrópolis.
El
interior de la acrópolis se encuentra repleto de ruinas de edificaciones
antiguas, constituyendo un conjunto arqueológico de lo más sobresaliente. Unos
pocos pasos a la izquierda del vano en la muralla se encuentran los restos del
Santuario de Atenea: conjunto sacro compuesto por el templo de Atenea y las
stoas porticadas que lo flanqueaban por tres de sus lados (norte, este y sur),
construido por Filetairos, el primer rey de Pérgamo (301 – 263 a.C.). El templo
de Atenea es de orden dórico, uno de los pocos de esta clase existentes en Asia
Menor. Se conservan las bases de los muros de su cella (foto 7 – punto 8 del
plano). De las stoas se han conservado las bases y algunos tambores de las
columnas de los pórticos. Encerraban un amplio patio rectangular finamente
enlosado (foto 8). Una torre bizantina del siglo XII se alza en el extremo del
conjunto, muy cerca del borde de la terraza, vigilando el paisaje. Por su
parte, la mítica biblioteca de Pérgamo, obra del monarca atálida Eumenes II, fue
construida junto a la stoa septentrional del conjunto, a una cota ligeramente
más alta. Parece probable que se entrara en ella a través del piso superior de
dicha stoa, que debió ser remodelada de alguna forma para ajustarla a este fin.
No está muy bien preservada: apenas unas cuantas hiladas de los muros traseros
de los edificios que la componían, los cuales podemos ver a la derecha de la
foto 9 (punto 9 del plano), con la stoa norte a la izquierda.
Foto 17.- Otra vista de las torres y murallas de la fortificación bizantina del siglo XII.
Muy
cercanos al santuario de Atenea, en la acera derecha de la calle que traemos,
se encuentra el área palaciega de la ciudad, erigida por los monarcas
pergamenos Átalos I y Eumenes II. Aunque se han conseguido reconstruir las
plantas de los diferentes edificios y recuperar algunos mosaicos de gran
calidad los restos existentes son comparativamente pobres, limitándose a la
parte baja de los muros (puntos 5 y 6 del plano). Nada espectacular desde
luego. Seguimos, pues hacia adelante.
Foto 18.- Restos del Arsenal de Pérgamo construido en tiempos del monarca Átalo I.
Nos
acercamos a la parte romana de la acrópolis, el lugar donde más y mejor se
puede apreciar la grandeza de la Pérgamo del siglo II d.C., cuando se
distinguiera como una de las ciudades más populosas del Imperio con sus 200.000
habitantes. Ocupa el área señalizada con el número 10 en el plano de la foto 1
y su fecha de construcción data del reinado de Adriano, el gran benefactor de
la ciudad. Se trata de una amplia explanada no natural sino apoyada en un
potente aterrazamiento de fábrica (fotos 10 y 11) aligerado al tiempo que
soportado por galerías abovedadas en dos niveles distintos (foto 12). Una obra
de ingeniería tan eficaz como elegante a la par que bien ejecutada tal y como
demuestra su excelente estado de conservación.
Foto 19.- El río Keitos visto desde la acrópolis pergamena.
Dicha
explanada se encuentra ocupada por el complejo sagrado (temenos) del Trajaneum,
donde se venerara al emperador Trajano, deificado tras su muerte y
posteriomente también a Adriano una vez muerto éste. Este conjunto sacro consta
del templo de Trajano y tres magníficas stoas porticadas cerrando los flancos
occidental, septentrional y oriental del recinto.
Foto 20.- El magnífico teatro helenístico de Pérgamo visto desde la plataforma del Trajaneum.
El
templo de Trajano (fotos 13 y 14) es, después del teatro griego, el edificio
clásico más imponente de los que se pueden admirar en la acrópolis pergamena. Conserva
en buen estado su potente zócalo de oscura sillería de andesita, la autóctona
de la colina pergamena, otrora cubierto con placas de mármol blanco, algunas de
las cuales han sido recolocadas en su sitio (extremo derecho de la foto 13). También
se han reubicado algunas de las columnas que tuviera: las más respetadas por la
inclemencia del tiempo y de los hombres. Los magníficos capíteles de orden
corintio indican claramente la vocación monumental de la obra a la que
adornaron. Por último se ha reconstruido la mitad del frontón delantero,
incluidos el friso y arquitrabe correspondiente, ambos delicadamente tallados. Todos
estos elementos arquitectónicos fueron tallados en un blanquísimo mármol de la
más alta calidad, el mismo material con el que se construyó el muro perimetral
de la cella del templo, algunas hiladas del cual se pueden ver a la derecha de
la foto 13, delante de las columnas. La obra final tuvo que ser realmente
hermosa cuando no directamente fascinante, lástima que no se haya conservado
más íntegra.
Foto 21.- Vista de las cáveas del teatro helenístico de Pérgamo contempladas desde la escena de éste.
Las
tres stoas porticadas son similares desde el punto de vista arquitectónico a la
columnata del templo. Las mejor conservadas son la stoa este y la norte (foto
15). Ésta última se alza a una cota ligeramente superior al resto del conjunto
debido a la planimetría de la colina, apoyándose de hecho sobre un
aterrazamiento artificial hecho de sillería.
Foto 22.- Detalle de una de las cáveas del teatro de Pérgamo.
La
acrópolis de Pérgamo se vuelve agreste al norte del recinto sagrado del Trajaneum. El nivel de urbanización fue siempre bajo en esta área, motivo por
el que no se observan aterrazamientos artificiales y sí abundancia de peñascos,
desniveles, etc. Lo más relevante que se puede observar por aquí son algunos
lienzos y torreones de la muralla bizantina del siglo XII (fotos 16 y 17 –
Punto 1 del plano), con su característica mampostería moderadamente desbastada
y colocada en hiladas regularizadas con ripios de ladrillo. Así mismo
contemplamos los cimientos del que fuera el Arsenal de Pérgamo (foto 18):
erigido en tiempos de Átalo I para guardar las armas de la guarnición de la
ciudad y la comida necesaria para alimentarla en caso de asedio.
Foto 23.- Coronamiento del aterrazamiento artificial de sujección del teatro, con los restos de las stoas porticadas que allí se alzaran, visto desde lo alto de la escalinata del templo de Dionisos.
La
acrópolis de Pérgamo concluye por estos parajes en forma de vertiginosos
cortados con una pendiente mucho más acusada que la de la ladera meridional. Abajo,
en el valle, fluye tranquila la corriente del río Keitos, algo embalsado en
este punto (foto 19). Decidimos, pues, volver sobre nuestros pasos en pos del
área del Trajaneum y la fabulosa estructura que hemos pasado por alto, adrede,
en nuestro periplo: el célebre teatro helenístico de la ciudad (punto 12 del
plano).
Foto 24.- La escena del teatro de Pérgamo vista desde la mitad de las cáveas.
El
teatro helenístico de Pérgamo (fotos 20 y 21) es la estructura más monumental,
mejor conservada y, con mucha diferencia, famosa de la ciudad, siendo habitual
su utilización como símbolo de la ciudad en toda clase de folletos, libros,
cartelería, etc. Otro mérito que tiene es ser el teatro con mayor pendiente
existente lo que por simple trigonometría redunda en ostentar también el record
de mayor altura entre su base y la parte superior de las cáveas. Sus primeras
piedras fueron colocadas durante el largo reinado de Filetairos,
correspondiendo a Eumenes II el mérito de darle su esplendoroso aspecto actual.
Este monarca no sólo mandó tallar unas gradas de magnífica sillería de andesita
(foto 22) escrupulosamente ajustadas a la aguda pendiente de la colina sino que
también hizo construir un aterrazamiento artificial al pie del teatro (visible
a la derecha, a media altura, en la foto 20) sobre el cual levantó sendas stoas
porticadas cuyos restos podemos apreciar en la foto 23. El resultado sería una
magnífica obra de arquitectura con capacidad para 10.000 espectadores, tan bien
acabada que los romanos del tiempo de Adriano poco pudieron mejorar más allá
del levantamiento de ciertos muros de refuerzo en los extremos de las cáveas
(abajo, a la derecha, en la foto 20) y la sustitución de la antigua escena de
madera helenística, de tipo temporal, por otra de sillería permanente (foto 24).
Foto 25.- Torrecilla en cuyo interior se encuentra el pasadizo abovedado que permitía el acceso al teatro desde lo alto de la acrópolis. Recrecido de época bizantina al objeto de utilizar esta estructura como elemento defensivo.
Para
acceder al teatro desde la parte alta de la acrópolis se empleaba un pasadizo
abovedado en el interior de una pequeña torrecilla de sillería (foto 25). En
época tardo-bizantina (siglo XII) esta torre se recreció con mampostería al
objeto de emplearla como atalaya de vigilancia. Probablemente sea esta
reutilización la razón de que se haya conservado especialmente bien esta
estructura en particular. Por abajo se llegaba empleando la stoa de la terraza
artificial inferior, la de la escena, que comunicaba en su extremo oriental con
el ágora de la ciudad alta.
Foto 26.- Escalinata, recubierta de mármol en tiempos de Caracalla, del templo de Dionisos, junto al teatro pergameno.
La
última intervención en el área del teatro sería llevada a cabo por el emperador
Caracalla con ocasión de su visita a la ciudad en el año 214, buscando tratarse
de sus ataques epilépticos en el célebre Asclepion. Se trata de un pequeño pero
muy lujoso templo dedicado a Dionisos (punto 11 del plano) localizado al
término de la terraza inferior, donde acababa la stoa más meridional, en las
proximidades de la escena del teatro. En realidad no era una obra nueva pues ya
existía un templo en ese punto dedicado a Dionisos, divinidad en cuyo honor se
celebraba un festival de teatro todos los años. Lo que hizo Caracalla, llevado
por su anhelo de ser reconocido como la encarnación del dios Dionisios, fue recubrir
de mármol el antiguo templo de andesita, incrementando sobremanera su belleza.
Lo mejor preservado de este templo es su zócalo y la escalinata de acceso al
recinto sacro (foto 26), prácticamente intactos. No se puede decir lo mismo de
la cella o de la columnata perimetral, de las que sólo queda la base (foto 27) y alguna que otra columna
caída respectivamente.
Foto 27.- Cella del Templo de Dionisos. Al fondo se observan unas cuantas hiladas del paramento de ésta, levantada en mármol blanco de alta calidad.
Concluida
la visita a esta parte de la acrópolis retornamos al arco de entrada a la
muralla, allá donde la calzada enlosada iniciaba su descenso colina abajo. En
nuestro recuerdo quedan las hermosas ruinas que hemos admirado, conscientes de
que si bellas aún hoy, en su tiempo debieron conformar un conjunto
arquitectónico simplemente maravilloso. Valga a este respecto la representación
artística de la figura 1 para contemplar una aproximación a aquella grandeza tantos
siglos ha pretérita… Nos disponemos ahora a explorar los edificios pergamenos
ubicados extramuros de la acrópolis y la parte de la ciudad, nada pequeña por
cierto, que se extendía por la ladera de la colina. Todo esto lo conoceremos en
la siguiente entrada de este blog…
Figura 1.- Representación artística del frente meridional de la acrópolis de Pérgamo a mediados del siglo III d.C.
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