Nos
levantamos muy pronto el día 8 pues nuestros objetos de visita para la jornada
son varios y además están bastante alejados entre sí. Aunque Izmir conserva
algunos restos de la antigua Smyrna, concentrados en un área excavada no hace
muchos años, preferimos dejarlos para otra ocasión a fin de consumir el menor
tiempo posible circulando por la densa red de carreteras de la ciudad, que da
servicio a sus casi tres millones de habitantes. Nos dirigimos pues hacia el
este, camino de Lidia: la antigua región de Asia Menor fronteriza con la Jonia
costera, cuyo territorio se extendía por los amplios parajes del extremo
occidental de la gran meseta central de Anatolia. En el mapa de la figura 1
podemos situarla en relación al resto de regiones históricas de Asia Menor.
Figura 1.- Mapa de la península de Anatolia con sus regiones históricas.
Nuestro
primer destino del día es la antigua ciudad de Sardis (Sardes en latín y
castellano), que fuera capital de Lidia durante casi toda la Edad Antigua y
cuyas ruinas se alzan hoy en día cerca de la localidad turca de Salihli.
Cubrimos los 95 kilómetros que nos separan del yacimiento con facilidad,
empleando una ancha autovía que, procedente de Izmir, se interna en línea recta
en el interior de Turquía siguiendo una dirección casi perpendicular a la costa
del Egeo.
La
antigua Lidia es una comarca de paisaje variopinto donde alternan las llanuras
con los parajes ondulados, en ocasiones elevados a la categoría de poderosas
sierras. Se nota que llueve menos que en el área costera de donde provenimos,
abundando menos la vegetación de tipo forestal en beneficio de los cultivos de
secano. El amarillo va sustituyendo progresivamente al verde a medida que
ascendemos por la ladera de la gran meseta anatólica. Predominan por doquier
los terrenos arcillosos, tiñendo de rojo las tierras exentas de cubierta vegetal.
El medio físico se parece, de hecho, al de muchas partes de la meseta central
ibérica o meseta castellana, detalle éste que, para nosotros, le confiere un
cierto aire de familiaridad al paisaje, lo que no sucedía en los territorios
costeros: difíciles de comparar con algún territorio de España (tal vez la
mitad norte de Cataluña).
Foto 1.- Vista general de las ruinas de los Baños principales de Sardis.
Sardis es un asentamiento muy antiguo. Su fundación en un ameno paraje contiguo al río Paktolos debe datar de al menos 1300 años antes de Cristo por obra de los habitantes originales de Lidia, que luego fueron progresivamente helenizándose a medida que las polis griegas de la vecina costa del Egeo iban floreciendo. Conocemos los nombres de algunos de los monarcas que gobernaron Lidia desde Sardis durante el siglo VII a.C., exitosos tanto a la hora de rechazar invasiones como de expandir su reino hasta las azules aguas del Egeo, por el oeste, y por las extensas llanuras de Frigia, al este, pactando acuerdos de paz con el imperio Medo: el gran poder del oriente mediterráneo en aquel tiempo.
Foto 2.- Baños principales de Sardis. Fábrica de ladrillo apoyada sobre pilastras de sillarejo. Arcos de doble rosca.
A
comienzos del siglo VI a.C. el reino de Lidia alcanza su apogeo. Sus dominios
incluían toda la mitad occidental de Asia Menor, siendo su rey el legendario
Creso (595-547 a.C.): un monarca sabio al tiempo que enérgico, benevolente y
decidido, protector de poetas y filósofos, constructor de monumentos, generoso
proveedor de ciudades y amante de la cultura griega de la cual hizo empaparse a
su reino. El filósofo Tales de Mileto, autor del célebre Teorema de Tales, fue
uno de sus consejeros. De esta época (o poco antes) y con Sardis como ceca
datan las primeras emisiones monetarias de la historia, acuñadas en electrón:
una aleación de oro y plata que se encuentra en estado natural y cuyo empleo en
las emisiones monetarias arcaicas fue relativamente frecuente. Estas emisiones
consistieron principalmente en el tipo conocido como Trite, pequeña moneda de
alrededor de 4,7 gramos de peso y 13 milímetros de diámetro cuyo valor en el
sistema monetario griego posterior equivale a un tercio de estátera. La
práctica totalidad de los Trites conservados muestran una cabeza de león en el
anverso y dos cuadrados incusos en el reverso. Su tosco al tiempo que elegante
aspecto evidencia claramente su remota antigüedad. Los dos ejemplares de la
figura 2 nos servirán para conocer esta legendaria moneda, la primera de la
Historia de la Humanidad.
Figura 2.- Trites de electrón acuñados en Sardis, la capital del reino de Lidia, entre los años 610 y 546 a.C.
Es
poco lo que se conoce del periodo lidio de Sardis desde el punto de vista
arqueológico debido a que sus restos se encuentran enterrados bajo una potente
capa de sedimentos. No obstante en los últimos años se han exhumado algunos
restos de la muralla de la ciudad lidia, datada arqueológicamente en la primera
mitad del siglo VI a.C., esto es durante el reinado de Creso. Los muros
hallados indican que era de gran tamaño, con zócalo de piedra (sillarejo
principalmente, sillería de buena calidad en puntos vitales como las puertas) y
alzado de ladrillo de barro. Aparentemente está en buen estado de conservación
por lo que es posible que se sigan excavando nuevos sectores en los próximos
años.
En
el año 547 a.C. el rey Creso, alentado por una ambigua predicción del oráculo
de Delfos, se decide a combatir la amenaza representada por el pujante imperio
persa del rey Ciro el grande (el imperio Meda había sido absorbido por los
persas aqueménidas poco tiempo atrás) atacándolo en su propio territorio. Una
primera batalla junto a la ciudad de Pteria, bajo dominio persa, se salda con
empate táctico pero derrota estratégica para Creso que debe retirarse al otro
lado de la frontera entre Lidia y el Imperio Persa a reponer fuerzas. Apenas
había Creso recompuesto sus filas cuando tiene que salir a combatir de nuevo,
esta vez en la llanura de Timbrea, situada unas pocas leguas al norte de su capital,
Sardis, hacia donde se dirige un enorme ejército persa. La batalla entre los
ejércitos lidio y persa resulta dura, larga e indecisa, cosa que los lidios
podían soportar mejor que sus enemigos persas dada su gran superioridad
numérica (3 a 1). Parecía que la fortuna se iba inclinando poco a poco del lado
lidio. Sin embargo una carga inesperada de la gran masa de camellos empleados
para el transporte por el ejército persa hace enloquecer de terror a los
caballos lidios (los caballos temen de forma instintiva a los camellos y
dromedarios y les da mucho asco su olor también), huyendo desbocados tras
derribar a sus jinetes. Dado que lo mejor del ejército lidio era su caballería,
el panorama de cientos de caballos galopando aterrorizados en dirección opuesta
a la batalla debió suponer un mazazo letal para la moral de la tropa de Creso.
Aún resistirían los lidios algún tiempo más, pero la falta de caballería
acabaría por conducirlos a una contundente derrota y la huida de los restos del
ejército a Sardis, al amparo de cuyos muros se acogerían. Allí quedarían
sitiados por el ejército del rey Ciro, resistiendo sucesivos asaltos durante 14
días hasta que uno de ellos tuvo éxito y la defensa colapsó, provocando la
muerte de todos los combatientes lidios, incluido el rey Creso. Sardis sería
saqueada y destruida, cebándose especialmente la tropa persa con la muralla
defensiva de la plaza, la cual nunca sería reconstruida.
Foto 3.- Baños de Sardis. Mampostería encintada, pilares de sillarejo y arco de doble rosca con dovela de cantería en la posición clave del arco.
Eliminado
el ejército de Creso y rendida su capital, poco o nada había que pudiera hacer
frente a los persas en todo el reino de Lidia. Así, la hueste aqueménida
penetraría hasta el último confín del Asia Menor occidental, sometiendo todas
las ciudades costeras griegas en una rápida campaña donde no faltaron algunas
demostraciones de fuerza llevadas a cabo contra las plazas menos dispuestas a
aceptar el cambio de autoridad (fueron destruidas). A principios del año 546
a.C. toda la Anatolia occidental había sido incorporada al Imperio Persa. El
reino de Lidia pasó de esta forma a engrosar la larga nómina de estados
desaparecidos a lo largo de la historia. Su territorio fue adscrito a una
satrapía persa de nueva creación denominada con el nombre persa de Sardis:
Sparda, dirigida por un gobernador (sátrapa) con residencia en la propia Sardis.
Esto permitió que la ciudad, a pesar del golpe recibido, no perdiera relevancia
a nivel regional y que continuara siendo el principal núcleo habitado en muchos
kilómetros a la redonda.
Foto 4.- Tiendas bizantinas del siglo VI. Placas de mármol con inscripciones griegas cristianizadas por medio de cruces latinas incisas en una época posterior.
Sardis
prosperaría durante el periodo persa. El gran Camino Real persa, que con inicio
en Susa, la capital aqueménida, discurría hacia el noroeste comunicando al
enorme imperio con sus satrapías occidentales, asegurando así el paso fluido de
ejércitos y mercaderes, fue prolongado por tierras anatólicas hasta alcanzar Sardis.
Pero esta bonanza económica tenía también un lado negativo: los sometidos
griegos de las ciudades del Egeo identificaban a Sardis con el enemigo, de
manera que no resulta de extrañar que con ocasión de la gran revuelta jonia de
499 a.C, liderada por Mileto, los griegos entraran a sangre y fuego en la
ciudad, saqueándola e incendiándola sin miramientos. Derrotada finalmente la
rebelión por Dario, el sucesor de Ciro, Sardis retornaría a su condición de
capital de satrapía y por ende ciudad privilegiada dentro del organigrama
administrativo persa.
Fotos 5 y 5Bis.- Fachada monumental, reconstruida, del complejo Gimnástico-Termal de Sardis.
En
el año 334 a.C. Sardis se rinde sin oponer resistencia a Alejandro Magno, cuyo
ejército avanza altivo por Asia Menor tras derrotar a las fuerzas persas del
sátrapa de Sparda en la batalla del río Gránico. Tras un largo paréntesis de
más de dos siglos la veterana urbe ha vuelto a entrar en la órbita del mundo
helénico. En el 282 b.C. será capturada por Seleuco I, el fundador de la
dinastía seleúcida, e incorporada a su Imperio, actuando en lo sucesivo como
plaza fuerte frente a las apetencias territoriales del vecino reino de Pérgamo.
En 213 b.C., Antíoco III, otro monarca seleúcida, la destruye en el marco de su
conflicto con su primo Aqueo, que se había hecho proclamar rey de la parte de
Asia Menor controlada por los seleúcidas y establecido su cuartel general
precisamente en Sardis, de ahí que Antíoco, como represalia, la destruyera. Uno
de los motivos de que se hayan localizado pocas estructuras de época
helenística en Sardis se encuentra precisamente en esta destrucción del 213
b.C., de la cual le costó levantar cabeza a la ciudad. En el año 180 b.C.
Sardis es ganada para el reino de Pérgamo por Eumenes II. A esta monarquía
pertenecerá hasta el año 133 a.C. en que se incorpora a la república romana junto
al resto del estado pergameno.
Fotos 6 (arriba) y 7 (abajo).- Detalles de la columnata de la fachada monumental del gimnasio de Sardis con los restos conservados de la inscripción dedicada a Caracalla y Geta, los hijos de Septimio Severo.
Al
igual que en tantas otras ciudades de Asia Menor, el periodo tardorepublicano e
imperial de Sardis se caracteriza por su prosperidad y estabilidad. Su
ubicación en plena ruta comercial entre las costa del Egeo y el interior de
Anatolia (y más allá) la beneficia considerablemente. Pero no todo son buenas
noticias: en el año 17 d.C. un potente terremoto castiga el Asia Menor
occidental, cebándose especialmente en la ciudad de Sardis, que queda totalmente
devastada. El daño es tan inmenso que sin el apoyo de Roma nada se puede hacer.
Por fortuna éste se consigue y una delegación senatorial acude presta a la
ciudad a inspeccionar los daños y dirigir la reconstrucción valiéndose de los
fondos del tesoro imperial. Los agradecidos ciudadanos de Sardis otorgan al
emperador Tiberio el título de “Fundador de la Ciudad”: apelativo algo
exagerado pero en absoluto carente de verdad dada la intensa magnitud de la reconstrucción
auspiciada por este emperador. En efecto, la Sardis renacida es más una ciudad
romana que helenística ya que ningún edificio de este último periodo había
quedado en pie tras el seísmo. Así, durante los años siguientes al funesto
terremoto son ubicados los cimientos de un sobresaliente conjunto de edificios
públicos, imprescindible en toda ciudad grecorromana de su tiempo, entre los
que podemos mencionar un teatro, un estadio, un gran templo (dedicado a
Tiberio, el primer restaurador), un odeón, un ágora, una basílica, un par de recintos
termales de gran tamaño (el mayor de ellos disponía de un gran gimnasio anejo),
un acueducto… De este último conocemos, gracias a una inscripción, la fecha
casi exacta de conclusión: el año 53/4, reinando el emperador Claudio. Del resto
de estructuras no podemos apuntar ninguna fecha de terminación mínimamente precisa,
sólo sabemos que fue un proceso largo, extendiéndose durante muchas décadas a
lo largo del siglo I d.C. y aún en el siglo siguiente.
Foto 8.- Restos de la columnata que rodeaba la gran palestra del Gimnasio de Sardis.
En
el bienio 123/4 Adriano visita las regiones de Frigia y Lidia. Con toda
probabilidad incluyó a Sardis, capital tradicional de Lidia, en su recorrido
aunque es cierto que no hay ningún documento, ni literario ni arqueológico, que
lo afirme explícitamente. Las investigaciones apuntan a que es en este momento
cuando la iniciativa imperial decide dar un vigoroso impulso a las labores de
construcción del colosal templo dedicado a la diosa Artemisa que se alzaba a un
kilómetro y medio del centro de la ciudad. Obra helenística de comienzos del
siglo III b.C., llevaba inacabado mucho tiempo y podemos suponer que el
desastre del año 17 no había beneficiado precisamente a sus longevos paredones.
El resultado fue un magnífico templo de estilo mixto griego y romano, muy
celebrado en la Antigüedad ya que no en vano ocupaba el cuarto lugar en la
lista de los edificios sacros más grandes del Imperio. Además de su dedicatoria
original a Artemisa (la diosa madre anatólica ancestral), el nuevo templo también
se destinó al culto a la figura imperial, probablemente respondiendo a la
concesión del segundo Neokorato a Sardis, esto es el privilegio otorgado por el
emperador y el senado de Roma de levantar un templo en el que honrar oficialmente
al emperador (se trataba de una distinción apreciadísima en todo el oriente
romano, por cuya obtención competían entre sí las principales ciudades sin
reparar en gastos).
Foto 9.- Ruinas excavadas de una vivienda de clase social alta próximos al pórtico oriental de la palestra del gimnasio.
Durante
el gobierno de la dinastía Severa continuaron las inversiones edilicias en la
ciudad de Sardis, sobre todo en el área de los baños principales, los del
gimnasio: muy embellecidos a finales del reinado de Septimio Severo tal y como
nos informan ciertas inscripciones halladas durante las excavaciones del citado
recinto termal.
Nos
detenemos aquí en el relato de la historia de Sardis. En el siguiente post de
este blog lo concluiremos. Ahora vamos a irnos al momento en que, al
aproximarnos al yacimiento, llegamos a cierto cruce donde sendos cárteles nos
mandan a los dos grandes espacios arqueológicos visitables de la ciudad se
distribuyen: el Templo de Artemisa y el complejo gimnástico-termal. No es mucho
en comparación con otras ciudades de Asia Menor. En realidad Sardis está
todavía poco excavada a pesar de su gran importancia histórica y al hecho de
ser conocida su ubicación desde nada menos que el siglo XV. El motivo parece
ser que radica en el enorme espesor de los depósitos de aluvión que cubren las
ruinas, dificultando y encareciendo bastante las excavaciones. Fuera de esto es
posible encontrar bastantes restos en superficie, aquí y allá, algunos de ellos
de identificación no precisa y sin señalizar en todos los casos, lo que hace
complicado localizarlos si no se dispone de un mapa como el de la figura 3. Lo
que sí son es de fácil acceso, con la única excepción de los restos de la
fortaleza bizantina en la acrópolis. Merece la pena echarlos un vistazo si se
tiene tiempo.
Figura 3.- Mapa del yacimiento de Sardis.
Como
es lo que está más cerca, nos dirigimos a las ruinas del complejo
gimnástico-termal, localizado a unos escasos cientos de metros del mencionado
cruce. Fue excavado y restaurado en la segunda mitad del siglo XX. Lo primero
correctamente, lo segundo un poco excesivamente para nuestro gusto. La zona
correspondiente a los baños (termas) propiamente dichos está bastante menos
restaurada –foto 1--, conservándose en razonable buen estado varios paredones
de mampostería encintada (regularizada) a tramos regulares por hileras de
ladrillo así como apoyadas en pilastras de sillarejo de buena calidad (foto 2).
Los arcos que daban paso a las distintas dependencias son de doble rosca de
ladrillo. Algunos resuelven la siempre crítica “posición clave” utilizando una
pequeña dovela de piedra tallada (foto 3), lo que no deja de ser una solución
constructiva peculiar.
Junto
a los baños y el gimnasio transcurre la calle principal de la ciudad, con
dirección O-E, donde han sido excavadas una serie de tiendas de época bizantina
temprana, datadas en el siglo VI. La práctica totalidad de sus paramentos
emplean materiales reaprovechados, incluso con inscripciones. Algunas piezas
más grandes y vistosas presentan cruces latinas incisas a posteriori, con el
evidente objetivo de cristianizarlas. Las placas de mármol de la foto 4 son los
dos mejores ejemplares de este tipo expuestos in situ.
Fotos 10, 11 y 12. Mosaicos de tipo geométrico localizados en el suelo de la Sinagoga judía de Sardis.
Contiguo
a los baños se halla el gimnasio de Sardis. Destaca la monumental fachada con
forma de U (fotos 5 y 5bis), provista de pórticos columnados ligeramente
proyectados hacia el interior así como dispuestos en dos alturas. Está
completamente restaurada no sin mal gusto aunque, a nuestro juicio, de forma
demasiado ambiciosa. En lo alto de los pórticos del primer piso podemos ver
varias inscripciones dedicando el conjunto a Caracalla y Geta, los hijos de
Septimio Severo (fotos 6 y 7). La U se cerraba por medio de una gran columnata
parcialmente reconstruida. El espacio interior tenía suelo de mármol y fue
utilizado durante el Bajo Imperio como lugar de reunión del consejo de la
ciudad (Boulé) constituyendo en la práctica el auténtico centro neurálgico de
Sardis.
Este
gimnasio disponía de una enorme palestra rectangular porticada. Las
excavaciones han exhumado múltiples fragmentos de columna y de pedestal,
habiéndose recolocado las mejores piezas en la esquina sureste (foto 8) de tal
modo que es posible imaginarse cómo había lucido la palestra en sus buenos
tiempos. La palestra concluye allá donde unas excavaciones recientes han dejado
al descubierto las ruinas de unas viviendas de clase social alta (foto 9).
Foto 13.- Pilares pertenecientes a la estructura arquitectónica conocida como "Edificio C".
El
ala meridional del recinto del gimnasio colindante con la palestra fue
reconvertida allá por el siglo III d.C. en una monumental sinagoga. Plenamente
excavada y moderadamente restaurada, destaca su magnífico pavimento de mármol
blanco, interrumpido por abundantes mosaicos de tipo geométrico (fotos 10, 11 y
12). El edificio transmite un marcado aire de solemnidad y, desde luego,
riqueza de medios.
Próximos
a este complejo gimnástico-termal, a unos cuatrocientos metros hacia el noreste,
divisamos ciertos restos edilicios de claro perfil romano. Como ya no nos queda
nada que ver en el gimnasio, decidimos acercarnos a dichos restos. Tras un
corto paseo por polvorientos caminos de campo, entre viñedos y campos en
barbecho, nos encontramos frente a un grupo de seis pilares dispuestos en dos
líneas paralelas, con bases de buena sillería sobre los que se alzan restos de
arquerías de ladrillo. El mejor conservado de los seis pilares es el que
aparece en primer plano en la foto 13. Otro es el de la foto 14. Esta
estructura aparece señalizada en el mapa de la figura 2 como “Edificio C”
(Building C) y dado que está sin excavar es muy poco lo que se sabe de él. De
hecho los únicos datos que hemos encontrado sobre él, luego de una intensa
investigación en internet, es que se ha propuesto su identificación con una
basílica romana datada de forma imprecisa en los siglos II y III d.C. Nada más.
Foto 14.- Otro de los pilares del Edificio C, con su base de sillería y arranque de bóveda de ladrillo.
Con
la vuelta al coche tras visitar el edificio C concluimos este post. Dentro de
unos cuantos días seguiremos con nuestra exploración de la que fuera orgullosa
ciudad de Sardis…
No hay comentarios:
Publicar un comentario