Las
acuñaciones numismáticas indican que la antigua Apolonia fue fundada hacia
mediados del siglo V a.C. por colonos procedentes de la ciudad jonia de Mileto.
El paraje elegido para ello fue la punta meridional de cierta alargada
península que, partiendo de la línea costera principal con orientación este-oeste
que sigue el lago, se interna perpendicularmente unos cuantos kilómetros dentro
de éste. La isleta de Gölyazi se encuentra contigua a dicha punta meridional de
la península, tan cercana que hoy en día, con los medio modernos, están unidas
por un brazo de tierra y la isleta ya no es tal. En una de las isletas cercanas
al extremo de la península, al oeste de ésta, se construyó un templo dedicado
al dios Apolo (ver figura 1), bastante celebrado a nivel local, quedando el
resto de los edificios civiles y domésticos de la ciudad en el extremo de la
península como se ha mencionado.
Apolonia
experimentó un considerable esplendor en tiempos del reino de Pérgamo que se
prolongaría en época imperial romana. Con el tiempo la isleta también se habitó
también y no debió tardar en tener una vida cívica tan intensa o más que la de
la parte de ciudad situada en tierra firme. Sin embargo el aumento de la
inseguridad que caracterizara a los periodos tardorromano y bizantino afectó a
la prosperidad de Apolonia, que acabó reduciéndose a la parte de la isleta:
mucho más fácil de defender que la otra, la cual quedaría prácticamente
abandonada. Incluso se erigió un potente recinto amurallado circunvalando la
isleta: bastante fácil de distinguir, por su mayor envergadura y mucho mejor
conservación, del recinto amurallado original, construido en época
greco-helenística en el emplazamiento inicial del extremo sur de la península.
Las últimas décadas de dominio bizantino se vivirían en Apolonia en un ambiente
de ciudad-fortaleza avanzada, prácticamente rodeada de territorios enemigos y
con la espada de Damocles otomana continuamente pendiente sobre su cabeza. Esto
se debe a que los bizantinos lograron retenerla algún tiempo más que el resto
de enclaves de la zona debido a la insularidad de su emplazamiento, que la hacía
muy difícil de atacar. Sea como sea al final cayó, dando comienzo a un todavía
inacabado periodo islámico caracterizado por la escasa importancia de la
localidad: ajena a todo hecho o corriente histórica importante, desvanecido por
completo el esplendor que viviera en los lejanos tiempos del imperio romano.
Foto 1.- Puerta-Fortaleza de control del acceso al asentamiento de Apolonia desde el norte.
Nos
aproximamos a Gölyazi por una pequeña carretera que atraviesa la península de
la isleta de norte a sur. Lo primero que nos sale al paso son las ruinas de una
estructura defensiva en mal estado (foto 1), parcialmente reutilizada en la
fábrica de una casa aneja. Se trata de los restos de una pequeña fortaleza
erigida en el acceso al extremo meridional de la península, donde se alzaba,
como dijimos, la mitad norte de la Apolonia clásica. Tipológicamente es muy
diferente tanto a la muralla de la isleta como a la del emplazamiento original
en la península. Sin duda es bastante más tardía que estas últimas aunque el
aparejo de mampostería aglomerada con mortero que la conforma impide afinar la
datación dada su dilatada extensión cronológica. La antigua muralla de la
Apolonia peninsular debía empalmar con esta fortaleza a cada lado de ella,
cerrando así el paso; no obstante no queda el menor resto de ella, al menos en
superficie.
La
carretera transcurre a pocos metros de la línea costera circunvalando todo el
extremo meridional de la península. A los lados se alzan casas, si bien la
densidad de población es baja en comparación a la que encontraremos en la
isleta. El interior de la península lo ocupa un cerrete amesetado y no muy
alto, vacío de edificios. Ése es el emplazamiento original de Apolonia (foto 2).
La ausencia de excavaciones impide ver nada más allá del lugar donde debió
estar el teatro (se intuye más que se ve) –foto 3--, algunos sillares dispersos
allá donde estuvo el estadio y un escueto lienzo de la muralla de la península
–foto 4--. Ésta última muestra una fábrica de sillería grande no muy bien
desbastada así como colocada en seco. Sin duda es bastante antigua, de época
helenística como poco.
Foto 2.- Vista de la isleta de Gölyazi desde el emplazamiento original de Apolonia.
Cansados
de pulular por el emplazamiento original de Apolonia (hasta tres veces lo
rodeamos en coche más un buen rato de pateo por el cerrete) sin encontrar nada
nuevo, decidimos aparcar e ir andando a la isleta. Justo antes del istmo
artificial que la une con la península, todavía en tierra firme, encontramos un
testigo de excepción del paso del tiempo en Apolonia/Gölyazi. Se trata de un
enorme y antiquísimo platanero llamado “el sollozante” (foto 5), cuya edad se
ha estimado por dendocronología en alrededor de 735 años. Resulta emotivo
contemplar con admiración al único ser vivo de la zona que podría contarnos, si
hablara, como fueron los últimos días de Bizancio en aquella tierra. Este árbol
es considerado el principal monumento de la localidad y mucha gente viaja hasta
Gölyazi para pedirle un deseo, el cual, según la tradición, siempre se cumple.
La
isleta de Gölyazi posee una pequeña plaza en su entrada a partir de la cual
comienzan las casas y demás edificios. La disposición de éstos parece haber
conservado la disposición en cuadrícula propia de las ciudades griegas y
romanas, cortándose la mayoría de calles en ángulo recto. El recorrido más
interesante tanto desde el punto de vista paisajístico como histórico es el de
la calle adoquinada que circunvala el pueblo, la cual deja a un lado las aguas
del lago y al otro las ruinas de la muralla romana de Apolonia: a la postre los
principales y casi únicos vestigios de la antigüedad clásica que se han
conservado.
Foto 3.- Emplazamiento del Teatro de Apolonia. Se intuye bien la forma de la cavea.
A
la entrada del pueblo, un poquito a la izquierda según se viene desde tierra
firme, se alza una estructura castral que por su empaque y ubicación
topográfica parece pertenecer más a una fortaleza que a un simple tramo de
muralla con su torre correspondiente (foto 6). Probablemente se trate de las
ruinas de una de las dos grandes torres que protegían la puerta fortificada que
permitía el franqueo de la muralla en época clásica. La existencia conocida
documentalmente de una segunda torre de similar tamaño unos pocos metros al sur
de ésta nos sirve para apuntalar esta hipótesis. Los lugareños se refieren a
esta fortificación con el vocablo pseudo-latino “Kastro”, probablemente un
antiguo eco de la preeminencia jerárquica de esta estructura respecto al resto
de tramos de muralla. La fábrica de esta obra es claramente romana, a saber un
sistema de tres hojas (emplecton) con encofrado perdido de sillería de gran
tamaño, bien escuadrada así como colocada en seco y relleno interno de
mampostería aglomerada de buena calidad colocada por hiladas coincidentes con
la altura de los sillares. La parte superior del alzado presenta paramentos
simples de mampostería bien escogida aglomerada con mortero de cal y colocada
por hiladas. El núcleo es del mismo material pero colocado de forma mucho más
aleatoria (opus incertum romano
típico). En principio yo diría que toda la obra es contemporánea y fruto del
mismo plan constructivo. Dado que Apolonia fue saqueada y parcialmente
destruida por atacantes godos a mediados del siglo III, es razonable suponer
que la construcción de esta muralla fue una reacción a esta desgracia fechable
en las décadas posteriores. El estilo arquitectónico encaja bien con esta
premisa. Probablemente el repliegue de la ciudad a la isleta date también de
este momento pues muchos de los bloques que constituyen la sillería de la
muralla proceden del espolio de edificios preexistentes localizados en la parte
peninsular de la ciudad, entre ellos el estadio y el teatro, prueba de que ya
no se pensaba seguir utilizándolos.
Foto 4.- Muralla de la Apolonia original, en la parte del extremo peninsular.
En
la parte inferior de esta torre-puerta, vista desde afuera, podemos ver un
precioso friso esculpido a lo largo de una de las fachadas de esta estructura,
de ángulo a ángulo (foto 7). Su parte superior es una guirnalda corrida con
cabezas de toro dispuestas a intervalos regulares y flores (o metopas) en los
espacios vacios. La parte inferior, por su parte, presenta una inscripción
griega en letras capitales primorosamente talladas. Dicha inscripción se ha
relacionado con una presunta visita del emperador Adriano a la ciudad de la
cual no hay constancia literaria pero que no obstante probablemente acaeció ya
que, en efecto, hay constancia de que en el año 123 Adriano visitó Nicomedia,
Cízico y Nicea: ciudades próximas las tres y que al igual que Apolonia habían
quedado gravemente afectadas por un terremoto reciente. Dada la cronología de
este friso comparada con la de la muralla, lo más probable es que fuera tomado
de un edificio anterior en desuso, una stoa erigida en honor de Adriano
concretamente, y reutilizado aquí. La leyenda completa del friso original,
según Abmeier, 1990; 15, es la que puede verse en el siguiente párrafo. Las
letras entre corchetes son interpolaciones deducidas del escueto puñado de
letras que es visible actualmente. En realidad sólo parte de los frisos se
usaron en la torre-puerta. Aunque no se logró ni mucho menos respetar la leyenda
original --de hecho la inscripción resultante carece del menor sentido— lo
cierto es que los frisos están colocados en el orden correcto. Esto permite
hipotetizar que quizás no fue sólo el deseo de ornamentar lo que llevó a
reutilizar estos frisos y que éstos eran de gran importancia para los
habitantes de Apolonia. El resto de frisos quizás no se reutilizaron por que
estaban demasiado deteriorados presumiblemente a consecuencia del ataque godo.
[AYTOKPATOW KA]ISAR
TRAI[ANOS ADRI]ANOS AU[TOU]STOS FEOU [TRAIANOU NI]OS FEOUNE[RWNA NIONOS THN
STOAN ?] THI POLEIKA [TESKEU ASEN]
Foto 5.- El "Sollozante".
El
siguiente elemento de interés que nos encontramos es una casa moderna parte de
cuyo zócalo lo constituye un muro de sillería de aspecto diferente al de la
muralla: mejor trabajado, con los bloques muy bien escuadrados (algunos incluso
colocados a tizón) y provisto de molduras (figura 8). Desde luego no forma
parte de la muralla antigua. Se ha sugerido su pertenencia al podio de un
templo pequeño o al de un monumento.
El
paseo se hace realmente agradable. Varias barcas de pescadores se deslizan
silenciosas por las brillantes aguas del lago Apoloniatis, no lejos de la
orilla (foto 9). Otras permanecen amarradas a los precarios muelles, hechos de
madera y materiales de fortuna varios. Hormigón se ve bastante poco. Un
pescador se dirige a nosotros por si queremos dar una vuelta en barca por el
lago. “Tal vez más tarde” le decimos aunque no creo que nos entienda pues no
habla ni pizca de inglés.
Foto 6.- Torre-fortaleza conocida como el Kastro.
Un
vistazo a una casa moderna nos llama la atención. Y es que empotrado en su muro
externo, cercado por una abigarrada masa de yeso toscamente aplicada, se halla
un solitario altar romano de forma rectangular (foto 10). La pieza es pequeña,
sencilla y no está demasiado bien conservada. Sin embargo posee un elevado
valor documental toda vez que su leyenda menciona al emperador Adriano,
calificándolo de sabio y creador. A la luz de esta nueva evidencia, la
probabilidad de que Adriano visitara alguna vez Apolonia se puede considerar
bastante alta.
Foto 7.- Friso con letras griegas en la parte inferior del Kastro.
Las
ruinas de las murallas de Apolonia van desfilando ante nuestros ojos a medida
que vamos rodeando la isleta. Su factura es idéntica a la de la torre-puerta
descrita anteriormente: sillería de buena calidad en sus caras vistas,
mampostería por hiladas en el interior (foto 11). No escasean precisamente los
elementos reutilizados, incluyendo elementos llamativos como tambores de
columnas. La tipología de la fortificación es bastante básica: lienzos rectos
de muralla conformando un polígono adaptado a la forma circular de la isleta,
flanqueados por torres rectangulares de base maciza situadas a intervalos
regulares. Algunas de las torres son bastante grandes (foto 12), otras son
significativamente más pequeñas (foto 13). El estado de conservación general
del recinto se puede calificar de aceptable, incluso bueno en algunos tramos
tradicionalmente utilizados como muro trasero o zócalo de las casas de Gölyazi.
Foto 8.- Zócalo de sillería bien trabajada, posible podio.
No
lejos del istmo observamos una estructura algo diferente. Se trata de una
fachada de mampostería franqueada por un vano cubierto con arco de ladrillo,
apoyada en recias esquinas de sillar, una de las cuales se inserta en la
muralla (foto 14). Hay restos de molduras tanto en la propia obra como
reutilizadas en las construcciones próximas de cronología moderna, lo que nos sitúa
tras la pista de una construcción de cierta categoría. Probablemente sean las
ruinas de algún importante edificio civil romano pendiente de determinar.
Foto 9.- El lago Apolonatis. Foto cedida por el Prisma de Lara.
Concluido
el rodeo, nuestros pasos nos han llevado de vuelta al istmo que separa la
isleta del resto del territorio turco. Justo antes del istmo, a pie de la plaza
que allí se halla, se alzan las ruinas de un elevado torreón rectangular (foto
15). Su fábrica es una mampostería convencional, de mediano tamaño, aglomerada
con mortero de cal. Presenta algún que otro vano pequeño cubierto con arco de
medio punto y también una suerte de arco adovelado, a gran altura, apoyado
sobre pilastra. Allá en su elevado extremo superior puede distinguirse el arranque
de una bóveda de cañón. Todos estos detalles apuntan a una cronología medieval
(siglos XI-XIII). Posiblemente había una puerta en este punto, siendo realmente
este torreón una torre-puerta. Así parece indicarlo, ciertamente, la
disposición de la obra conservada. Incluso puede que fuera ésta la única puerta
del recinto en época medieval, permaneciendo cegada la puerta fortificada de la
que formara parte la estructura conocida como Kastro. Quién sabe.
Foto 10.- Altarcito romano dedicado al emperador Adriano.
Ya
son más de las dos y toca parar para comer. Escogemos un curioso
establecimiento en la parte peninsular de Gölyazi regentado por una mujer muy
tradicional y muy simpática también. Nos sirve un curioso plato cuyo nombre
desconocemos constituido por unos extraños trozos de carne. Quitaba el hambre y
poco más. Luego decidimos tomar un vasito de té para facilitar la digestión.
Para ello acudimos a una terraza en la plaza de acceso a la isleta donde hay
más gente tomando té. Al poco se nos acerca un joven y nos pregunta si somos
españoles, se entiende que porque ha reconocido el idioma que hablamos entre
nosotros. Tras decirle que sí nos comenta en un inglés muy macarrónico que es
forofo del F.C. Barcelona. No será la última vez en el viaje que encontremos
personas que conocen España por sus equipos de fútbol, principalmente el Barça
aunque también el Real Madrid.
Foto 11.- Paramento de sillería de la muralla urbana de Apolonia.
Rematamos
la visita a Gölyazi dando un segundo paseo por la calle que rodea la isleta y explorando
el interior de la ésta. No es un lugar muy próspero, eso salta a la vista
enseguida. La mayoría de las casas andan un poco necesitadas de un lavado de
cara. En realidad esto es habitual en casi todas las localidades turcas fuera
de las zonas modernas de las grandes urbes. El típico pueblo coqueto y bien
arreglado que tan habitual es en occidente no existe, por regla general, en
Turquía.
Foto 12.- Torre de la muralla de Apolonia. Tambores de columna reutilizados.
Dentro
del pueblo, un centenar de metros calle arriba de donde se halla el torreón
medieval, localizamos un potente muro de sillería perfectamente integrado en el
paisaje urbano (foto 16). Su cronología es claramente romana, de hecho su
aparejo es muy similar al empleado en la muralla aunque mejor acabado. Sin duda
formaba parte de algún edificio principal de la antigua Apolonia del Rindacos.
Foto 13.- Torre de la muralla de Apolonia.
Cae
la tarde sobre Gölyazi y la luz mengua por instantes. Es lo malo de viajar a
principios de diciembre: el día es corto y a eso de las cuatro y media ya
empieza a declinar el sol. En un rato se hará de noche por lo que decidimos
seguir camino. Una pena, pues nos vamos a quedar con las ganas de dar un paseo
en barca por el lago. Tanto por su belleza paisajística como por el hecho de
que, como ya se apuntara anteriormente, en una de las isletas próximas a
Gölyazi se conservan unos potentes cimientos de recia sillería que se han
relacionado con ese templo de Apolo que tan venerado fuera en esta parte del
mundo y que aparece representado en las acuñaciones monetarias de la ciudad.
Para muestra un botón, este bonito bronce acuñado a nombre de Gordiano III (figura
2):
Figura 2.- Bronce acuñado en Apolonia a nombre de Gordiano III en cuyo reverso podemos ver el templo de Apolo por el que era famosa a la ciudad.
Tras
una hora y media de conducción tranquila hacia poniente llegamos a la península
de Kapu Dagh, en plena costa del Mármara. En la antigüedad esta península era
conocida con el nombre griego de Arctonessus y era célebre por ser el
emplazamiento de una de las ciudades más importantes del mundo clásico: Cízico,
nuestro próximo objetivo.
Foto 14.- Ruinas de un edificio civil de cierta importancia anejas a la muralla de Apolonia.
La
península se interna valerosamente en el mar de Mármara, que la rodea por todas
partes a excepción de un diminuto istmo de un kilómetro y medio de largo por
tan solo 800 metros de ancho. De hecho, desde la carretera que se interna en
ella se divisa el agua por ambos lados. Una enorme refinería se alza en la
porción de costa continental inmediatamente anterior al istmo. Avanzando por la
carretera que cicunvala Kapu Dagh no tardamos en llegar a la pequeña ciudad
costera Erdek, la antigua Artake, donde nos vamos a alojar esa noche. Cuesta
bastante encontrar el hotel porque al GPS aparentemente se le han “olvidado” la
mitad de las calles de Erdek (no figuran en su base de datos). Al final no nos
queda otra que bajarnos del coche, preguntar y encontrarlo a pie.
Foto 15.- Torre-puerta medieval de la muralla de Apolonia
El
aire huele mucho a combustible, a humo, a química: suponemos que es
consecuencia de la proximidad de la refinería del istmo. No debe ser muy sano
para los pulmones vivir allí. Probamos a cenar en un restaurante llamado
4SPAVA. Parece que tiene buena pinta. El dueño nos atiende amablemente, nos
pone dos botellas de agua, todo en orden. Entonces comienza a pasar el tiempo y
no nos atiende nadie. Todos los que están allí van comiendo, un plato, otro…
Una hora y cuarto después, con la paciencia ya al límite, le preguntamos al
paisano qué pasaba con nosotros. Y ahí es cuando nos dice, de forma más bien
digna, que somos nosotros los que nos tenemos que levantar, ir adonde está el
cocinero, ver lo que tiene y pedir lo que nos apetezca. A pesar de que sabe que
somos turistas, pues hemos hablado con él en inglés, ha tardado hora y cuarto
larga (y porque hemos preguntado) en darnos a conocer los usos y costumbres del
establecimiento. Moraleja: acabamos en un doner kebab un poquitín cutre con un
falafel para llevar, que estaba bueno pero muy sano no debía ser toda vez que
al día siguiente teníamos el estómago bastante más revuelto que de costumbre.
En fin, cosas del directo…
Foto 16.- Edificio de recia sillería de cronología romana localizado en una de las calles cercanas a la puerta-fortaleza de la muralla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario