Iznik-Nicea
amanece bajo un cielo plomizo que amenaza lluvia. El gris de las nubes se
contagia a las aguas del lago Ascania, cuya superficie rizada por pequeñas olas
genera un rumor sordo y agradable. Este lago, hoy en día también llamado Iznik,
aparece mencionado con relativa frecuencia en las crónicas antiguas.
Ciertamente es muy grande y majestuoso. Su horizonte se extiende ininterrumpido
hacia el oeste sin que se pueda divisar tierra, al norte y al sur sí se divisa
la línea de costa pero a muy cumplida distancia. Sobre sus aguas revolotean
grandes bandadas de aves. Realmente se asemeja a un océano en miniatura (foto
1). Desde luego resulta comprensible que este accidente natural no haya pasado
nunca desapercibido.
Foto 1.- Vista del lago Ascania, actualmente conocido como lago Iznik.
Junto
al hotel donde nos hemos alojado, muy cercano al lago, se alzan las ruinas de
un par de torres de la muralla romana de Nicea y del paredón que las unía (foto
2). En el pasado se alzaba por aquí una de las puertas de la muralla –así lo
recuerda un cartel—, de la cual no quedan hoy en día más que unos pocos
sillares in situ.
Foto 2.- Ruinas de la muralla romana en las inmediaciones de la puerta septentrional del recinto. Destacar la torre cuadrada al fondo.
Tomamos una de las calles que, desde el lago, se dirigen al centro de Iznik. La antigua articulación ortogonal de la ciudad, típicamente helenística y romana, se aprecia claramente en la disposición actual de las calles, la gran mayoría de las cuales se entrecruzan en ángulo recto.
Foto 3.- Santa Sofía (Hagia Sofia o Aya Sofya) de Nicea.
Nos
llama la atención la presencia de perros de gran tamaño por todas partes. Son
perros callejeros: delgados pero sin mal aspecto. Muchos caminan solitarios,
otros formando pequeñas manadas. Ninguno se comporta de forma agresiva ni
amenazadora; evitan a los humanos hasta cierto punto. Es algo extraño de
observar para un occidental.
Foto 4.- Zócalo de sillería sobre el que se apoya la iglesia de Santa Sofía.
Enseguida
llegamos a un cruce importante de calles donde se abre una gran plaza. Los
edificios que nos rodean son de escasa altura y humilde porte. El ambiente es
claramente de ciudad de provincias sólo moderadamente próspera. Durante la Edad
Antigua y la Edad Media, Nicea fue una ciudad muy grande y populosa, la más
importante de Bitinia junto a Nicomedia. Hoy en día sin embargo no supera los 15000
habitantes y sus días de gloria hace siglos que quedaron atrás.
Foto 5.- Mosaico bizantino del siglo XI.
Resulta
llamativo el hecho de que haya gente por todas partes. Serán las 9:30 de la
mañana de un día de diario y una gran multitud, la mayoría hombres (de todas
las edades), pulula de un lado para otro sin que parezcan estar ocupados en
ningún asunto de tipo laboral. “¿Es que aquí nadie trabaja?” pensamos.
Foto 6.- Muralla romana de Nicea. Torre y muro anexo.
En
dicha plaza hay un amplio espacio ajardinado en cuyo centro se alza la que
fuera iglesia, hoy mezquita, de Santa Sofía (Aya Sofya en griego traducible
como “la Sagrada Sabiduría”) –foto 3--. Su planta basilical y estilo
arquitectónico son de claro tipo bizantino. Concretamente la iglesia fue erigida
en tiempos del emperador Justiniano (A.D. 527-565) algo después de la
construcción de su hermana mayor, la maravillosa Santa Sofía de Constantinopla.
Tras la conquista otomana de la ciudad en 1331 fue convertida en mezquita y así
continuaría durante varios siglos hasta que en 1922 los griegos (paradojas de
la historia) la destruirían en el marco de la guerra de independencia turca.
Tras una somera restauración (más bien consolidación pues poco más que
apuntalar los muros y construir un tejado nuevo se ha hecho) el veterano
edificio funcionaría a partir de 1935 como museo y nuevamente como mezquita
desde el año 2011 hasta ahora.
Foto 7.- Torre semicircular peraltada. Base construida con tambores de columna reaprovechados (spolia).
Como
en ese momento estaba sonando por megafonía la llamada a la oración y había
bastante movimiento de creyentes en los accesos a Santa Sofía decidimos entrar
más tarde. De momento nos dedicamos a observar los muros exteriores de la
iglesia, fijándonos especialmente en el magnífico zócalo de sillería (foto 4)
sobre el que se apoya la iglesia y que a la postre constituye el más claro
testimonio de su gran antigüedad. Junto a la fachada occidental de la basílica
hay algunos restos excavados de un pequeño ábside de ladrillo y algunos
mosaicos de tipo geométrico (foto 5) cubiertos por un robusto enrejado de
forja. Estos mosaicos datan del siglo XI cuando la iglesia fuera parcialmente
reconstruida tras ser gravemente dañada por un terremoto.
Foto 8.- Muralla de Nicea. En la parte superior de la torre de la izquierda podemos ver los restos de la bóveda que la cubría.
En
esta iglesia de Santa Sofía se celebró el segundo concilio ecuménico de Nicea
(año 787) concluido con la prohibición del uso de imágenes religiosas en el
culto cristiano (iconoclasia). Previamente se había celebrado en Nicea,
probablemente en la iglesia que se alzara en el mismo lugar donde hoy se halla
Santa Sofía, el primer concilio de Nicea (325): importantísimo en la historia
de la Iglesia pues fue en él donde se estableció el carácter divino de
Jesucristo (en detrimento de la opinión del presbítero Arrio que lo consideraba
no divino aunque superior al resto de los hombres) y se seleccionaron los
evangelios de Juan, Lucas, Marcos y Mateo como los únicos aceptables
canónicamente, relegando al resto a la condición de apócrifos o “no
confirmados”.
Foto 9.- Puerta de acceso al interior de una torre.
Dejamos
el emplazamiento de Santa Sofía por la calle ancha que, partiendo de la plaza,
se dirige hacia el sur. Se trata del antiguo Cardo Máximo de la antigua Nicea
tal y como averiguamos en un plano que hay por la zona. A los lados hay muchas
tiendas de productos cerámicos esmaltados con vivos colores entre los que
destaca un hermoso tono de azul. Por lo visto la ciudad de Iznik es famosa en
Turquía por sus cerámicas; habiendo constituido esta industria el principal
motor económico de la ciudad durante toda su época islámica. Es por ello que entramos
en un pequeño establecimiento regentado por un amable matrimonio de ancianos y,
tras algunas dificultades idiomáticas, compramos varias piezas de cerámica de
Nicea a modo de souvenir.
Foto 10.- Tramo de muralla de Nicea visto por su intradós.
Tras
un breve paseo llegamos al final del núcleo urbano, donde se alzan las
moderadamente bien conservadas murallas. Al otro lado de las fortificaciones
nicenas se abre ya la campiña interrumpida por algunos edificios modernos,
pocos, entre ellos un instituto de enseñanza secundaria del que están saliendo
en ese mismo momento un gran número de adolescentes turcos.
Foto 11.- Éste es uno de los paramentos mejor conservados de la muralla de Nicea, donde se aprecia claramente la disposición de los mampuestos por hiladas y las líneas de 4 hiladas de ladrillo que regularizan el muro a intervalos.
Las
murallas de ese sector están en este momento en restauración, a nuestro juicio
excesiva, de ésas que cuando acaban ya no se sabe seguro si la estructura en
cuestión es antigua o no tanto. Una de las vistosas puertas de la ciudad (la
puerta de Lefke) se muestra cubierta de andamios, lonas y demás. Un desastre…
Por fortuna el resto del perímetro fortificado aún no ha recibido más que
alguna breve intervención por lo que vamos a poder disfrutarlo sin alterar.
Foto 12.- Calle de Iznik-Nicea contigua a la muralla.
Avanzamos
en paralelo a la muralla por su lado de fuera a fin de observar detenidamente
los imponentes torreones y muros (foto 6). La gran mayoría de los primeros
tienen planta semicircular ligeramente proyectada hacia el exterior (peraltada)
con un diámetro de entre 5 y 7 metros. Se trata de un tipo de fortificación
típicamente romano con infinitos ejemplos de un extremo al otro del Imperio.
Las bases de las torres están fabricadas en sillería de gran tamaño, la mayor
parte de ella reaprovechada (spolia), motivo por el que muchas veces no encajan bien las juntas entre
bloques y el uso de ripios diversos (mampuestos pequeños, trozos de ladrillo,
etc) resulta obligado para uniformizar las superficies. Incluso no son raros de
encontrar tambores de columna empleados como bloques –foto 7-- y también fragmentos de
cornisa labrados. El alzado de las torres es completamente de ladrillo. Las
estructuras mejor conservadas se elevan hasta los 13 metros de altura y
conservan todavía, en su tercio superior, la cámara abovedada (foto 8) donde se
ubicaban las máquinas lanzadoras de proyectiles con que contaba toda defensa
urbana romana. A intervalos regulares las torres presentan accesos por el
intradós de su piso inferior (foto 9), destinados tanto a subir a los pisos
superiores como a los adarves de los muros. A las torres sin acceso por su
parte inferior se debía llegar caminando por los adarves. Algunas torres se
encuentran perforadas por dos puntos en sus pisos inferiores permitiendo el
franqueo de la muralla; la mayoría se trata de toscas aperturas realizadas en
épocas más o menos modernas para facilitar el trasiego de la gente de la ciudad,
unas pocas, sin embargo, cubiertas por arcos de ladrillo, deben corresponder a
antiguas poternas. Por una de esas poternas pasamos al otro lado de la muralla,
esto es el interno.
Fotos 13 y 14.- Puerta occidental de la muralla. Arriba, arco triunfal romano, abajo puerta bizantina.
La
observación del intradós de la muralla nos permite examinar largos tramos del
muro niceno: más accesible y mejor conservado por este lado que por el otro
(figura 10). Se trata de un muro de opus incertum romano, erigido empleando una
mampostería bien escogida, de aspecto regular y tamaño mediano. Las hileras de
mampuestos están colocadas con pericia formando líneas razonablemente rectas, a
la sazón regularizadas cada siete u ocho hiladas (a veces alguna más) por
cuatro hiladas de ladrillo (opus testaceum) dispuestos a soga. En los lienzos
de muralla mejor conservados y/o más altos podemos contar hasta tres de esos
grupos de cuatro hiladas de ladrillo (foto 11). Un adarve de sillería oscura,
ligeramente proyectado hacia afuera, corona estos lienzos mejor preservados. El
resultado es un muro de elegante aspecto al tiempo que sólido y duradero.
Foto 15.- Ruinas del teatro romano de Nicea.
La
cronología de esta muralla debe datarse entre la visita el emperador Adriano en
el año 123, que ordenara la reconstrucción de la ciudad, gravemente dañada por
un terremoto muy poco tiempo atrás, y el reinado de Alejandro Severo (222-235)
cuyas acuñaciones en la ciudad muestran el circuito amurallado que la rodeaba,
prueba de que ya estaba construido. Probablemente la obra sea más del siglo III
que del II: así parece indicarlo la fábrica de ladrillo en las torres, la
geometría de éstas, las bases de sillería abundantes en spolia (con materiales obtenidos de los edificios arruinados por el
terremoto) y las series de 4 hiladas de ladrillo dispuestas a intervalos
regulares (recurso arquitectónico característico del imperio oriental tardío y
del imperio bizantino).
Foto 16.- Restos de la muralla de Nicea en el sector del lago Ascania.
Inmediatos
a la muralla, separadas tan sólo por una carretera asfaltada, vamos viendo las
casas de los habitantes de Iznik que en esta zona de la localidad son bastante
humildes, llegando algunas hasta el desvencijamiento. Las calles ni siquiera
están pavimentadas, incluso nos encontramos gallinas paseando por ellas (foto 12).
No obstante se respira una marcada atmósfera de tranquilidad sin que en ningún
momento detectemos la menor amenaza u hostilidad hacia nosotros.
Foto 17.- Muralla de Nicea en las proximidades de la puerta de Estambul. De izquierda a derecha: Antemuro medieval, Liza, torre abovedada y muro romanos.
La
siguiente parada en nuestro paseo es una bonita puerta romana de sillería
cubierta por un arco adovelado de medio punto (foto 13), erigida justo en en el
punto donde la calzada procedente del oeste se convertía en el Decúmano Máximo
de la ciudad al penetrar en ésta. Esta puerta de sillería, al igual que las
otras tres que tuviera Nicea, una en cada salida de la
ciudad, no son
contemporáneas de la muralla que hemos estado describiendo sino
significativamente anteriores (ya lo veremos después), siendo construidas
inicialmente a manera de arcos triunfales y luego incorporadas al recinto
amurallado en el momento de la construcción de éste. De hecho la puerta de
sillería de la que estamos hablando forma parte de una entrada fortificada más
compleja, constituida por dos puertas consecutivas, de la cual ésta es la
puerta interior. La puerta exterior, por su parte (foto 14), aunque concebida
al mismo tiempo que el resto de la muralla del siglo III, corresponde en su
forma actual, a juzgar por los paramentos observables, a un momento bastante posterior,
medieval bizantino, fechable entre la reconquista cristiana de la ciudad en
1097 y la consolidación del llamado Imperio de Nicea en los años centrales del
siglo XIII. De esta misma época datan también las torres de flanqueo
cilíndricas que protegen esta puerta exterior y los muros que las conectan con
ella.
Foto 18.- Saetera en el antemuro medieval. |
Foto 19.- Torre medieval bizantina realizada con sillería reutilizada. A su izquierda, muro romano.
Continuamos
nuestro recorrido por el perímetro amurallado en dirección norte. Poco antes de
llegar al lago Ascania, colindante con una barriada mejor urbanizada, con
calles asfaltadas y viviendas mejor construidas y más espaciosas, nos
encontramos con la gran mole del teatro romano de Nicea. Aunque parece estar en
razonable buen estado de conservación (foto 15) no podemos verlo más que por
fuera ya que está prohibido el paso a su interior hasta que concluyan las obras
de restauración dentro de dos años según nos informa un amable vigilante.
Foto 20.- Torre medieval de sillería dominando de cerca un ángulo especialmente expuesto en el antemuro medieval.
De
vuelta de nuevo en el lago, comemos en una terraza próxima a éste. En las
proximidades se alza un trozo bastante grande de muralla, el único de cierta
entidad que ha sobrevivido de la parte de fortificación que daba al lago (foto
16). Más adelante la muralla desaparece durante unos pocos centenares de
metros. Cuando por fin reaparece no lo hace
sola, sino acompañada por un
antemuro o barrera situado a unos pocos metros por delante, dejando un espacio
entremedias conocido, en terminología castellológica, como liza (foto 17). Este
antemuro presenta una factura claramente medieval (siglos XII-XIII) y, aunque
habíamos encontrado restos de él en otras partes del recinto, en ningún lugar
se encuentra en tan buen estado como aquí. Incluso se pueden contemplar algunas
saeteras bien conservadas (foto 18). Pero no será este antemuro el mejor
testimonio de la Nicea medieval, que fuera capital del imperio Bizantino tras
la conquista de Constantinopla por los soldados de la Cuarta Cruzada en 1204.
No, ciertamente ese honor lo tienen las torres y muros de sillería que podemos
encontrar un poco más adelante (foto 19), cuya cronología medieval está fuera
de toda duda. Se trata de un sector de muralla prácticamente
reconstruido por entero con abundante empleo de spolia (foto 21), complementado con algunas torres de similar
factura erigidas en ciertos puntos estratégicos del recinto, normalmente
dominando ángulos expuestos del antemuro. Un buen ejemplo de estas últimas es
la de la foto 20.
Foto 21.- Torre medieval con múltiples tambores de columna reutilizados . |
Foto 22.- Puerta de Estambul. Pilares del arco de acceso interno a ésta.
Un
corto paseo más y llegamos a la puerta oriental del recinto amurallado, también
conocida como puerta de Estambul por levantarse al pie de la calzada que hasta
dicha ciudad conducía. Al igual que la puerta occidental no se trata de un
acceso simple sino de un complejo fortificado, formado por dos puertas
sucesivas. De la primera (foto 22), mirando desde el interior de la muralla,
quedan dos gruesos pilares de sillería reaprovechada (hay sillares
almohadillados, otros que no, molduras, etc) lo cual nos permite datarlos en la
época en que se construyera el circuito de murallas principal. Se supone que
estos dos pilares serían el apoyo de un arco, probablemente de ladrillo, hoy
desaparecido. En lo alto de dichos pilares podemos ver sendos sillares con una
de sus caras talladas en forma de rostro femenino y rostro masculino
respectivamente (foto 23). Tanto los ojos como la boca han sido vaciados en
ambas tallas, con el resultado de que los rostros recuerdan a las máscaras que
usaban los actores en el teatro. Ignoro si el lugar donde se encuentran en la
actualidad sea el mismo que en el que fueron ubicadas originalmente. Lo que sí
que parece seguro es que formaban parte de la puerta fortificada. La conclusión
que se saca en tal caso, basándose en otros ejemplos similares, es que se trata
de una representación de dos divinidades guardianas de la ciudad, localizadas
en la que sin duda era la puerta principal del recinto amurallado a fin de
obtener su protección y amedrentar al enemigo que las viera.
Foto 23.- Cabeza masculina y femenina ubicadas en el complejo fortificado de la puerta de Estambul.
La
segunda puerta es un precioso arco triunfal majestuosamente construido en
sillería, con bóveda de medio punto muy bien labrada así como flanqueado por
dos hornacinas rectangulares cubiertas con su propio arco destinadas a albergar
estatuas (foto 24). Una inscripción bastante desgastada nos informa que fue
construido en honor de los césares Tito y Vespasiano, detalle éste que nos
permite afinar mucho su datación: entre los años 70 y 79 de nuestra Era. Tan
hermosa al tiempo que firme estructura se halla plenamente integrada en el
sistema defensivo erigido en el siglo III. Así, apoyado tanto sobre este arco
triunfal como sobre el arco de la puerta interior se construyó un
portón-fortaleza de ladrillo. A juzgar por los restos de este portón-fortaleza
conservados por encima del arco triunfal tenía al menos dos pisos de altura
sobre dicho arco. Los ingenieros romanos consideraron que el peso de la
estructura de ladrillo del portón-fortaleza podía ser excesivo para el arco
triunfal, motivo por el que levantaran un arco de descarga en el primer piso,
hecho también con ladrillo (foto 25) y que se ha conservado perfectamente.
Finalmente, acoplaron un enorme torreón semicircular peraltado a cada lado del
arco triunfal, conformando de tal forma una suerte de puerta fortificada
realmente potente, digna de la mejor tradición romana.
Fotos 24 y 25. Arco triunfal del siglo I reutilizado como acceso exterior en la puerta de Estambul. En la foto 25 se puede ver el arco de descarga que aliviaba el peso del portón-fortaleza sobre el arco triunfal y también el trasdós de los torreones de flanqueo.
Las
acuñaciones de Nicea contemporáneas del emperador Galieno (253-268) resultan
particularmente interesantes en relación a lo que estamos hablando, pues no
sólo exhiben una representación en perspectiva de la muralla de la ciudad sino
que la puerta principal que aparece en las monedas parece reflejar con bastante
fidelidad la estructura que acabamos de describir. En efecto, se aprecia el
arco claramente el arco de medio punto central y también las dos hornacinas
laterales adornadas con sendas figuritas claramente identificables con las
estatuas que sin duda alguna se alojaban en ellas. Las arquerías superiores
también aparecen representadas aunque de un modo menos ajustado a lo que se
puede observar hoy en día. En la foto 26 podemos ver un ejemplar de estas
amonedaciones.
Foto 26.- Moneda acuñada en Nicea en tiempos del emperador Galieno donde se observa una representación de la muralla de la ciudad.
Cercano
esta puerta se hallaba el foro de Nicea, allá donde confluían el Cardo y el
Decúmano máximo de la ciudad. Hoy en día se encuentra allí el museo
arqueológico de Iznik que, al igual que el teatro, estaba cerrado por obras.
Solamente pudimos contemplar y con bastante incomodidad algunos preciosos
sarcófagos depositados en las inmediaciones de la verja que delimita el recinto del museo (foto
27).
Foto 27.- Espléndida tumba romana depositada en el jardín del museo arqueológico de Iznik.
Anochecía
ya sobre la vieja Nicea cuando decidimos dar por terminada la visita e ir hacia
donde teníamos aparcado el coche para continuar con nuestro viaje. Por
casualidad pasamos de nuevo por la plaza de Aya Sofya y, comprobando que la
iglesia estaba abierta y con muy poca gente en su interior, nos animamos a
entrar en el sagrado recinto. El edificio ofrece poco que ver por dentro,
se nota que fue muy dañado en 1922 y que la restauración efectuada ha sido de
corto alcance (foto 28). Lo que sí merece la pena reflejar es la profunda calma
que se respira entre esas paredes de ladrillo desvencijadas. El lugar sigue
cargado de una magia, de un poder, de un sentimiento, de una fuerza, de un algo,
difícil de explicar pero muy fácil de sentir. Rezamos en voz muy silente, para
no provocar, un Padrenuestro. Por mucho que a día de hoy se la utilice como
mezquita, Santa Sofía de Nicea siempre será una iglesia para los que creemos en
Cristo y ella no dudará en confirmarte esa impresión haciéndote sentir más
cerca de Dios cuando musites con devoción el Padrenuestro o cualquier otra oración
cristiana. Estoy convencido de ello.
Foto 28.- Interior de la iglesia de Santa Sofía de Nicea. Se aprecia bien su planta basilical.
Ya
noche cerrada salimos de Iznik y conducimos durante una hora larga hasta llegar
a Bursa, donde íbamos a alojarnos esa noche. Por fortuna el GPS no se comportó
mal esta vez y logramos orientarnos con éxito en una gran metrópoli de nada
menos que 3 millones de habitantes…
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