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kilómetros al norte de Milas, en un recóndito paraje de las montañas cercanas, se
alzan las ruinas del santuario de Labraunda, que fuera centro de máxima devoción
para carios y licios. Es un lugar de gran hermosura no sólo por la belleza
intrínseca de los restos antiguos, que no es poca, sino por su magnífico
paisaje, resumible en un inmenso bosque de pinos desafiando la gravedad allá en
sus enriscados lechos de roca y arena. He aquí el objetivo trazado para la
tarde de nuestro séptimo día de viaje por Asia Menor.
Foto
1 (arriba).- Detalle de la fábrica de sillería empleada en todas las
estructuras de época hecatómnida existentes en el santuario de Labraunda. Foto
2 (abajo).- Muro de contención del primer aterrazamiento.
Al
yacimiento de Labraunda se llega por medio de la carretera que comunica Milas
con Karpuzlu, la cual atraviesa la poderosa sierra que separa el norte del sur
de Caria. No suena mal y de hecho dicha carretera figura en los mapas y en la
señalización metálica como una vía de cierta relevancia a nivel regional. Sin
embargo la realidad es que se trata de una carretera modesta, de calzada estrecha,
muchísimas curvas y firme poco más que regulero. Lo cierto es que por sí solas
estas deficiencias no son suficientes para desaconsejar su uso ya que para un
turismo normal sirve de sobra, sobre todo si se hace el recorrido de día. Ahora
bien, si le añadimos que la carretera en cuestión da servicio a una enorme
cantera de caolín localizada a poca distancia del yacimiento de Labraunda y que
por ello hay un permanente y densísimo tráfico de enormes camiones yendo y
volviendo de la cantera, el asunto cambia radicalmente. En efecto, llegar hasta
Labraunda desde Milas resulta cuanto menos desagradable sobre todo a partir de
la localidad de Kircagiz, a cinco kilómetros de Milas, a la sazón el último
lugar habitado antes de penetrar en la montaña propiamente dicha. Los ocho kilómetros restantes se hacen bastante pesados pues hay que andar con un
cuidado exquisito, habiéndote de apartar una y otra vez a un lado para dejar
paso a los monstruos sobre ruedas que continuamente aparecen en el carril
contrario. Incluso hay puntos, ya llegando al yacimiento arqueológico, donde la
calzada se estrecha especialmente de manera que si te encuentras ahí con un
camión de frente, lo que puede pasar sin ningún problema, ahí no hay forma de
hacerse a un lado por lo que uno de los dos tiene que dar marcha atrás y está
claro a quién le va a tocar hacerlo en una carretera de montaña y cuesta abajo…
vamos, que es una vía con un cierto nivel de peligrosidad, sólo apta para
conductores expertos o por lo menos calmados, a ser posible ambas cosas.
Figura
1.- Alzado anterior (reconstrucción) y planta del Propileo Sur.
Otra
posible complicación que puede encontrar el visitante de Labraunda es que no
hay sitio para aparcar en el yacimiento más allá de dos tres huecos a pie de
carretera. Nosotros no tuvimos problema pues sólo había una furgoneta aparcada
(y de hecho sus ocupantes nos dieron un par de mandarinas que estaban muy
ricas) pero en otras fechas más turísticas que finales de noviembre puede no
suceder lo mismo. Aunque lo cierto es que tampoco da la sensación de que vaya
mucha gente por Labraunda en ningún momento del año.
Foto
3 (abajo).- Escalinata de acceso al Propileo Sur. Foto 4 (abajo).- Ruinas del
lado posterior (interno) del propileo sur.
Aunque
en Labraunda se han localizado restos materiales tan antiguos como la primera
edad del bronce, lo cierto es que el primer templo identificado como tal data
del siglo VII a.C., estando conectado, posiblemente, con alguna suerte de culto
ancestral relacionado con cierta fuente natural que brotaba del peñasco sobre
el que se alzara este templo primigenio. El caso es que se trataba de un
edificio pequeño rodeado por una recogida arboleda sagrada, uno y otra dedicados
al culto a Zeus Labrandeo: representación de la divinidad caracterizada por
blandir un labrys o hacha de doble hoja en lugar del relámpago habitual. Según
Plutarco el término labra, de donde
viene la voz griega Labraundos (Labrandeo en castellano), significa hacha en
lengua lidia, lo que indica que el nombre es posterior a la consagración del
lugar a Zeus y no anterior.
Foto
5.- Estructuras localizadas en los alrededores del propileo sur, destacando, en
el centro de la fotografía, la pequeña plaza rectangular.
El
hacha de doble hoja que sujetaba Zeus constituía el motivo central del
santuario de Labraunda, alrededor del cual giraba buena parte de la iconografía
esculpida en la dura piedra de la montaña. La tradición legendaria, referida
por Plutarco, situaba el labrys sagrado, fundido en oro, en la ciudad de
Sardis, la capital de Lidia. Cuenta el célebre historiador griego que Arselis,
rey de Milasa (la actual Milas), ayudó a Giges, príncipe de Lidia, en su lucha
contra el monarca Candaules, consiguiendo derrotarlo y entronizar a su aliado
en tan importante solio real. Como recompensa Giges (716-678 a.C.) donó el
labrys sagrado a Arselis, mandando éste erigir un santuario en las montañas
cercanas a la capital de su reino donde poder custodiarlo con la dignidad que
tan importante objeto exigía. He aquí el origen mítico del santuario de
Labraunda, el cual encaja razonablemente bien, en el plano cronológico, con los
datos obtenidos arqueológicamente en el yacimiento.
Foto
6.- Fachada, bien conservada, del edificio situado al fondo de la segunda
terraza.
Herodoto
relata en su Historia (V, 119) que los carios, aliados de los griegos
jonios comandados por Mileto en su gran revuelta contra los dominadores persas
(499-494 a.C.), partieron a enfrentarse con uno de los tres ejércitos persas
enviados a sofocar dicha revuelta. La batalla tuvo lugar junto al río Meandro
(497 a.C.) y concluyó con una sonada victoria aqueménida, habiéndose de retirar
los maltratados carios hacia el sur, en demanda de las montañas, refugiándose
finalmente en el santuario de Zeus Estratego (etimológicamente el portador de armas) identificado por
el propio Herodoto con nuestra Labraunda. Allí consiguieron reorganizarse y,
tras recibir algunos refuerzos de Mileto, partieron de nuevo en busca del
enemigo al cual encontraron, según se cree, no lejos del santuario,
posiblemente en las llanuras próximas a la actual Karpuzlu. El resultado fue
una nueva batalla y una nueva derrota caria, ésta si cabe aún más severa que la
anterior. Tuvieron, pues, los carios que esperar a una tercera batalla librada
pocos meses después junto a la ciudad de Pedasa, ésta vez saldada claramente a
su favor, para ver frenado el contraataque persa y poder así plantear la firma
de un tratado de paz suficientemente favorable.
Foto
7.- Ruinas del Propileo Este.
La
edad de oro del santuario de Zeus Labraundos da comienzo en el primer tercio
del siglo IV a.C. cuando Hecatomno, el fundador de la dinastía que durante
medio siglo gobernaría toda Caria en nombre del soberano persa, dona al
santuario una estatua del dios, se supone que espléndida, la cual sería
empleada en lo sucesivo como elemento principal de culto. El gran rey Mausolo,
hijo y sucesor del anterior, tomará bajo su especial protección el santuario de
Labraunda, iniciando la construcción de la amplia serie de magníficos edificios
que lo caracteriza. También se encargará de unir el santuario con la cercana
Milasa por medio de una calzada pavimentada de buena calidad. Todos los años
las gentes de los alrededores se concentraban en Milasa y, utilizando esta vía
sagrada, subían hasta Labraunda, donde participaban en un festival religioso
que duraba cinco días. Luego se marchaban, permaneciendo en el santuario
solamente los sacerdotes de Zeus y su séquito. A este festival acudían
personajes de la máxima importancia, algo esperable dada la inmensa devoción sentida
por el pueblo cario para con su santuario. La historia recoge, de hecho, un
intento de asesinato de Mausolo acaecido durante el festival del año 355, del
cual escapara por muy poco.
Foto
8 (arriba).- La llamada Iglesia Oriental. Foto 9 (abajo).- Primer plano del
ábside localizado en el extremo oriental de la anterior iglesia.
El
ambicioso programa constructivo comenzado por Mausolo sería exitosamente
concluido por Hidrieo, su sucesor y hermano. Este último muere en 344 a.C.,
siendo enterrado dentro del recinto del santuario, convertido de alguna forma
en una suerte de panteón familiar de los sátrapas de Caria. En este momento Labraunda
ya ha adquirido el aspecto y la configuración que con unas pocas modificaciones,
conservará durante siglos. El estilo de construcción empleado fue una síntesis
de soluciones aqueménidas y jónicas muy original para la época.
Fotos
10 y 11.- Inscripciones talladas en sendos pedestales encontradas entre las
ruinas de la iglesia oriental.
Muerto
el último de los monarcas hecatómnidas, el santuario pasa a ser gestionado desde la cercana ciudad
de Milasa, situación que perdurará durante el resto de su existencia. Tanto en
época helenística como en época romana se erigen nuevos edificios en Labraunda
(también se remodelan), siempre sin alterar el núcleo hecatómnida, en el cual
reside la verdadera fuerza religiosa del complejo sacro. Un gran número de
inscripciones localizadas durante los trabajos arqueológicos dan fe del inmenso
número de devotos que participaran en los sucesivos festivales a lo largo de
los años, incluyendo entre aquéllos a varios monarcas seleúcidas.
Foto
12.- La gran fuente que hiciera levantar el sátrapa Hidrieo, más tarde incluida
en un recinto termal de filiación romana.
El
gran ascendiente del santuario a nivel regional puede detectarse también
examinando las distintas acuñaciones carias que representan a Zeus Labraundos
en su iconografía. La gran mayoría fue acuñadas durante el gobierno de Mausolo
y sus sucesores, sin duda la época de mayor esplendor del santuario, tanto en
Halicarnaso, la capital de Caria, como en Milasa (en menor cantidad y por ende más
raros actualmente). Se trata fundamentalmente de acuñaciones argénteas,
dracmas, didracmas y tetradracmas, a veces de muy elevada calidad estética,
caracterizadas por lucir un busto de Apolo mirando de frente en anverso y una
representación estante de Zeus Labraundos en reverso, sujetando cetro y labrys.
El nombre del monarca aparece, en dirección vertical, a la derecha del dios
Zeus, siendo por tanto bastante sencillo datar cada pieza dentro de la dinastía
hecatomnida. Así mismo existe otra emisión más antigua, batida por el propio
Hecatomno, en la que aparece en anverso Zeus Labraundos de pie y, en reverso,
un léon pasante debajo del nombre del monarca. En la figura 2 podemos ver, a la
derecha, un ejemplar de didracma acuñado por Pixodaro (340-334 a.C.),
mientras que a la izquierda tenemos un tetradracma batido a nombre de Hecatomno.
Figura
2.- Monedas de plata acuñadas en Milasa con Zeus Labraundos en su iconografía.
Periodo Hecatómnida.
Zeus
Labraundos también aparece en unas pocas emisiones de época romana, tanto
republicana como imperial, casi siempre bronces acuñados en Milasa con alguna excepción puntual (pero no ilógica) procedente
de la cercana ciudad de Euromos (figura 3, izquierda). Los tipos más abundantes
fueron batidos durante el reinado de Septimio Severo (figura 3, derecha),
periodo en que, como hemos visto al estudiar la numismática de las ciudades
próximas, se acuña moneda provincial con bastante profusión en toda esta zona
de Caria.
Figura
3.- Monedas de bronce de época romana en las que aparece representado Zeus
Labraundos.
A
finales del siglo IV d.C. queda abolido por mandato imperial el culto a las divinidades
tradicionales grecorromanas . Poco después son expulsados
los sacerdotes de Zeus Labraundos del muchas veces centenario recinto sagrado,
quedando desierto el santuario. No obstante, la idea de que aquél era un lugar
sagrado debió persistir en la mente de los lugareños, obligando a las
autoridades a “cristianizar” el lugar vía la construcción de sendas iglesias
por medio de las cuales canalizar la devoción de sus paisanos sin contrariar a
las autoridades eclesiásticas o violar la ley. También se procuró eliminar los
estigmas de pasados cultos grabando los típicos elementos cristianizadores, casi
siempre cruces, no muchos en cualquier caso. El culto cristiano proseguiría en
lo alto de la montaña de Milasa hasta mediados de la Edad Media, momento en que
el santuario queda abandonado definitivamente. El paso de las décadas iría
dando pie al avance de la floresta, cubriendo los antiguos muros de sillería
hasta hacerlos casi desaparecer… El largo olvido finalizará en 1832 cuando el
austriaco Anton Prokesch, basándose en las citas de los textos clásicos y el
estudio de los restos conservados de la vía sagrada, acierta a descubrir los
restos del santuario. Más estudiosos pasan por Labraunda en las décadas
posteriores, incrementando progresivamente el conocimiento sobre el lugar. Toda
esta actividad cristalizará en 1948, fecha de la primera temporada de excavaciones
abordada por arqueólogos suecos. Todavía continúan los trabajos en el santuario
y sus alrededores aunque lo cierto es que la mayor parte del complejo ha sido
exhumada y estudiada, pudiéndose visitar con comodidad.
Foto
13.- Primer plano de la escalinata monumental que comunica la segunda con la
tercera terraza.
Tras
cumplimentar al guarda del yacimiento, el cual se muestra muy amable con
nosotros, iniciamos la visita acompañados por dos perros grandes, que suponemos
que son del guarda pues no se muestran agresivos ni tampoco demasiado pesados. En
la mano llevamos el plano de la figura 4, el cual acabamos de sacar de la
mochila. Allá vamos, pues…
Figura
4.- Plano del santuario de Labraunda.
El
Santuario de Labraunda se encuentra cimentado sobre una serie de terrazas
artificiales soportadas por recios muros de sillería de piedra gneiss, módulo
alargado y colocada a soga con alternancia de unos pocos tizones (foto 1),
características las tres típicas de la arquitectura hecatómnida, La foto 2
corresponde al muro del aterrazamiento más inferior (punto 1 del plano), siendo
el resto morfológicamente idénticos.
Foto
14 (arriba).- El muro de sostenimiento que separa la tercera y la cuarta
terrazas. Foto 15 (abajo).- Inscripción griega localizada en uno de los
sillares del anterior muro.
El
acceso al santuario se realizaba por medio de sendas puertas monumentales o
propileos localizadas en su fachada meridional y oriental respectivamente. El
propileo de la figura 1, aquél por el que entramos nosotros empleando la
escalinata de la foto 3, es el llamado “Propileo Sur”, el otro sería el
“Propileo Este”. El propileo sur era una elevada estructura de 5,4 metros de
alto. Tres grandes puertas se abrían en su interior, precedidas por un pórtico
monumental tanto en la dirección de entrada como la de salida (foto 4). Dichos
pórticos disponían como apoyos de dos pilastras, una en cada extremo, y dos
columnas jónicas en el vano central. Ambos cuartetos de elementos sujetaban una
estructura de arquitrabe, friso y pedimento típica del orden jónico. El
arquitrabe exterior estaba adornado con una inscripción alusiva al artífice de
este propileo: el sátrapa Hidrieo.
Foto
16.- Ruinas, bastante deterioradas, de un complejo termal de época romana
localizadas en la zona suroccidental del yacimiento.
El
propileo sur conduce a una pequeña plaza rectangular (foto 5) en cuyo frente
posterior se encuentra una breve escalinata, la cual conduce a una segunda
terraza de plata rectangular (punto 3 del plano). Al fondo de ésta se alza un
edificio rectangular con cuatro vanos que daban acceso a otras tantas
dependencias (foto 6). Probablemente estaba relacionado con las labores de
recepción a los visitantes del santuario. El Propileo Este (punto 15 del plano)
daba acceso precisamente a esta segunda terraza, situada a una cota ligeramente
más alta que la del propileo sur. Los restos del propileo este, similar en
planta y probablemente en alzado al propileo sur, pueden ser contemplados aquí
(foto 7).
Foto
17.- Vista general del Andrón C, localizado en el extremo occidental de la
tercera terraza.
El
sector del yacimiento ubicado justo al este del propileo sur y a su mismo cota,
al que en origen sólo se podía acceder desde la plazoleta anterior, alberga las
ruinas moderadamente bien conservadas de dos edificios de cierta importancia. El
primero que examinamos, señalado con el número 16 en el plano, es la denominada
Iglesia Oriental (foto 8). Datada en la primera mitad del siglo V d.C., presenta
planta basilical un tanto extraña. Un solitario ábside semicircular (foto 9)
construido en el interior de la iglesia, esto es no proyectado hacia el
exterior como es lo habitual, rompe la monotonía de la única nave rectangular.
Igualmente llaman la atención un par de inscripciones talladas en sendos
pedestales (fotos 10 y 11).
Foto
18.- Escalinata de comunicación entre la tercera y la cuarta terraza.
Anejas
a las ruinas de la iglesia oriental se yerguen las mismas de un recinto termal
de época imperial romana (punto 17 del plano). Es el llamado Baño Sur. Lo más
destacado de este edificio es una estructura muy anterior, del tiempo del
sátrapa Hidrieo, caracterizada por un hermoso pórtico frontal soportado por
cuatro columnas dóricas y dos pilares en los extremos (foto 12). Concebida
inicialmente como una suerte de fuente de gran tamaño, esta estructura fue
incorporada al recinto termal romano, haciendo las veces de depósito de agua. En
época bizantina retomará su papel de fuente si bien de forma modesta,
proporcionando el agua con la que realizar la ablución ritual previa a la
celebración de la misa en la iglesia oriental.
Foto
19 (arriba).- Muro de contención de la quinta terraza. Foto 20 (abajo).-
Estructura porticada conocida como “el pozo”, la cual albergara una fuente
desde época remota.
Continuamos
nuestro recorrido por el santuario volviendo a la plazoleta y tomando la corta
escalinata que conduce a la terraza superior (punto 3). A la izquierda,
ocupando todo el lado occidental de la superficie aterrazada, vemos una segunda
escalinata, más alta que la previa, amplia y muy bien tallada, con marcado aire
monumental (foto 13). Escalado el último peldaño salimos a una nueva terraza
rectangular, bastante alargada, que se extiende en dirección oeste. Un gran
muro de sillería (foto 14) en el que no faltan algunas inscripciones (foto 15) la
cierra por el norte, sirviendo de soporte a otra terraza situada a mayor cota.
Figura
5 (arriba).- Reconstrucción y planta del Andrón B. Foto 21 (abajo).- Vista
general del Andrón B.
La
exploración de la terraza proporciona dos visitas interesantes. A la izquierda,
ocupando la esquina suroccidental del rectángulo se alzan los restos, bastante
deteriorados, de un segundo complejo termal (punto 4 del plano – foto 16),
construido en época imperial romana avanzada (¿siglo III d.C.?) tal y como
informa sin ningún género de dudas su fábrica de mampostería basta aglomerada
con mortero de cal (oppus incertum). Junto
a este recinto termal, terminando de cerrar el lado occidental del espacio
aterrazado, se encuentra el llamado Andrón C (foto 17). El andrón era, dentro
de la cultura griega, la parte de la vivienda reservada a los hombres –de ahí
su nombre—, la cual se comunicaba por medio de un pasillo con el gineceo,
privativo de las mujeres. En el caso de los andrones localizados en recintos
sacros, eran también espacios reservados a los hombres en los que éstos celebraban
los banquetes ceremoniales en los que eran consumidos los animales sacrificados
en honor a la divinidad en cuestión. El andrón C era el más pequeño y el menos
monumental de los tres que había, siendo utilizado por los sacerdotes e
invitados de menor rango. Su fecha de construcción debe buscarse en algún
momento del siglo I d.C.
Foto
22 (arriba).- Fragmentos del friso del Andrón B donde se señala al rey Mausolo
como constructor del edificio. Foto 23 (abajo).- Capitel jónico perteneciente a
una de las columnas que sostenían el pórtico del Andrón B.
Accedemos
a la terraza situada justo por encima de aquélla en la que estamos por medio de
una escalinata secundaria (foto 18). Es un espacio muy amplio y tan largo como
la terraza que acabamos de dejar. Aunque hay algunos restos de edificios,
resultan insuficientes para rellenar siquiera un cuarto de su superficie. Esto
indica que debió tratarse de alguna clase de jardín o zona arbolada. El tercio
occidental del frente norte de esta terraza concluye en un nuevo muro de
sillería destinado a soportar la terraza inmediatamente superior (foto 19). Su
fábrica delata una datación hecatómnida, esto es primera mitad del siglo IV
a.C. Inserta de curiosa manera dentro de este muro de aterrazamiento se halla una
estructura rectangular (punto 9 del plano) provista de pórtico adintelado en su
frente anterior (foto 20). Decimos lo de curiosa porque no está bien alineada
con el muro de retención, lo que probablemente se deba a que fue construida con
anterioridad. Esta estructura contiene una suerte de cubeta rectangular que nos
pone tras la pista de la antigua fuente que diera lugar a la elección de este
paraje como emplazamiento del santuario dedicado a Zeus Labraundos. Desde luego
la columnata que la precede tiene un aspecto marcadamente primitivo (capiteles
dóricos pobremente tallados, columnas sin acanalar, dinteles con una decoración
muy básica…), lo que invita a asignarle una datación previa al periodo
hecatómnida.
Foto
24.- Escalinata de comunicación entre la cuarta y la quinta terraza.
Nos
aproximamos ahora al extremo occidental de la terraza, allá donde el plano
señala con el número 5 la presencia del llamado Andrón B (foto 21). Sabemos por
vía epigráfica que fue construido por el famoso Mausolo (foto 22). La figura 5
nos servirá para apreciar cómo era. Observamos que constaba de una sola
habitación precedida por un pronaos porticado sostenido por dos pilares
laterales y dos columnas de orden jónico (foto 23), unos y otras soportando un
arquitrabe con régula, un friso dórico con triglifos y un pedimento triangular,
todo ello esculpido en un bonito mármol blanco. Destaca en la habitación
posterior, la de los banquetes ceremoniales, el nicho rectangular trazado en su
muro posterior: probablemente destinado a albergar estatuas de Mausolo, su
esposa Artemisa y el dios Zeus.
Foto
25 (arriba).- La quinta terraza, cubierta de restos de edificaciones. Foto 26
(abajo).- Inmortalizando a la lanuda oveja que nos sorprendiera observándonos
desde lo alto de la escalera de comunicación entre la quinta y la sexta
terraza.
Una
nueva escalinata (foto 24) adosada al muro de contención del aterrazamiento contiguo
nos conduce al siguiente nivel del santuario. Caminamos por el estrecho espacio
delimitado por ciertos restos de edificios menores y el siguiente muro de
aterrazamiento (foto 25), todo ello “vigilados” de cerca por los omnipresentes
perros del guarda. Una nueva escalinata, esta vez estrecha y poco monumental,
situada en el extremo occidental de esta terraza, permite ganar la siguiente
cota. Estamos a punto de subirla cuando una enorme oveja, repleta de lana, hace
su aparición al otro lado del último peldaño. Nos mira con curiosidad, lanzando
algunos balidos. Cuando llegamos a su nivel nos huele e incluso se deja tocar
(foto 26). Poco después se cansa y se aparta de nosotros, no mucho en cualquier
caso, mirándonos de vez en cuando. Comentamos entre nosotros que resulta cuanto
menos peculiar este yacimiento. Bueno, el caso es que mientras nos
entreteníamos con la oveja habíamos ido caminando hasta alcanzar el punto 6 del
plano: el llamado Andrón A.
Figura
6.- Alzado anterior (reconstruido) y planta del Andrón A. Foto 27.- Vista
general del Andrón A.
El
andrón A (foto 27 – figura 6) es muy parecido, casi idéntico, desde el punto de
vista morfológico al andrón B (incluido el orden de las columnas, el tipo de
friso y el nicho del muro posterior). Se diferencia un poco en la configuración
de los ventanales, en la del vano de acceso a la habitación principal y en que
es algo más grande, lo que también afecta al grosor de sus muros, inusualmente
elevado (nada menos que 1´85 metros de pura sillería en algunos sitios).
Podemos hacernos una idea muy precisa de cómo lucía en sus buenos tiempos
gracias al hecho de que se encuentra especialmente bien conservado (fotos 28,
29 y 30); de hecho es el edificio mejor preservado del yacimiento. Lamentablemente
no podemos saber con toda seguridad quién lo construyó ya que la inscripción de
su friso no nos ha llegado completa (foto 31); se supone y es la opinión
comúnmente aceptada que su artífice fue Hidrieo, el sucesor de Mausolo.
Foto
28 (arriba).- El muro meridional del Andrón A, con sus cuatro grandes
ventanales. Foto 29 (centro-arriba).- Acceso a la habitación interna donde se
realizaban los banquetes ceremoniales. Foto 30 (centro-abajo).- Interior de la
citada habitación, con el nicho rectangular al fondo. Foto 31 (abajo).-
Fragmento de la inscripción del friso del Andrón A donde se hace referencia al
edificio en sí: NDRW, (A)NDRO(N).
Al
norte del andrón A, muy cerca de éste y a la misma cota, se encuentran los
restos, también en muy buen estado, de un edificio identificado como “Oikoi”
(foto 32), traducible como “las Habitaciones” –punto 7 del mapa, figura 7--.
Ésta es una denominación claramente ambigua, ocasionada por el hecho de que no
se conoce con exactitud para que servía el edificio en cuestión. Este Oikoi
está constituido por dos habitaciones anejas, incomunicadas entre sí, que daban
a un espacio porticado apoyado en cuatro columnas dóricas y los respectivos
pilares laterales (fotos 33 y 34). La columnata delantera soportaba arquitrabe
y friso pero no pedimento. Gracias a la inscripción tallada en el citado friso
ha podido saberse que data del tiempo de Hidrieo. Así mismo, el hecho de
haberse detectado vestigios de un encastre de rejas ha llevado a hipotetizar su
empleo como el lugar donde se guardaba y custodiaba el tesoro del santuario.
Nos consta también que época bizantina recibió alguna clase de uso. Por último
se debe resaltar el hecho de que sus muros se hallaban adornados con
inscripciones como la de la foto 35, datada a finales del siglo I d.C., en cuyo
encabezado figura la advocación del santuario: DII LABRAUNDWI, traducible como “A Zeus Labraundos” y más abajo, en la primera frase,
el nombre del sacerdote Tito Flavio Neón quien reconstruyera a sus expensas el
tejado del pórtico en cumplimento de una promesa.
Figura
7.- Reconstrucción del alzado anterior del Oikoi.- Foto 32 (abajo).- Vista del Oikoi
en primer plano con el Andrón A al fondo.
El
Andrón A y el Oikoi ocupan el extremo occidental de una terraza bastante
amplia. Toda el área situada a continuación de estos edificios se haya salpicado
de elementos arquitectónicos (sillares, tambores de columna, etc) propios de
una estructura de gran empaque. El motivo de tamaña abundancia es que nos
encontramos en las proximidades del edificio más importante del santuario, su
auténtica razón de ser: el templo dedicado a Zeus Labraundos (punto 8 del
plano), aquél donde se custodiaba la sagrada estatua del dios supremo de los
pueblos helénicos sujetando el mítico labrys de oro.
Foto
33 (arriba).- Ruinas de la columnata dórica que soportaba el pórtico del Oikoi.
Foto 34 (centro).- Muro trasero de una de sus habitaciones. Foto 35 (abajo).-
Inscripción griega en honor a Júpiter Labraundos así como indicando que cierta
reconstrucción del tejado del pórtico de Oikoi fue financiada por un sacerdote
llamado Tito Flavio Neón.
Nuestro
templo es de planta rectangular períptera, esto es rodeado por una sola fila de
columnas, y orden jónico (figura 8). Poseía seis columnas en sus lados cortos y
ocho en los largos, lo que lo hace un templo extrañamente corto (lo normal es
que hubiera tenido entre once y trece columnas en los lados largos). El motivo
de esta poco frecuente proporción parece estar en que el templo cuyos ruinas se
conservan fue construido en tiempos del sátrapa Hidrieo sobre el primer templo
del santuario, datado a finales del siglo VII a.C., cuya estructura se intentó,
de alguna manera, preservar. De hecho algunos elementos del templo hecatóminda
han sido identificados como procedentes del templo primigenio.
Figura
8.- Alzado anterior (reconstruido) y planta del Templo de Zeus Labraundos.
El
estado de conservación del templo de Zeus Labraundos no pasa de la categoría de
modesto: sólo el estilóbato ha llegado en buen estado a nuestros días. Sí que
cierto que se han localizado multitud de fragmentos de columna, de los
arquitrabes y de los frisos, así como un gran número de capiteles, basas,
sillares de la cella y del pronaos, etc. Se ha podido, pues, proponer una
reconstrucción verosímil de su planta y también recolocar un buen número de
elementos a fin de ofrecer una imagen de los restos más próxima a su aspecto
original (fotos 36, 37, 38 y 39).
Foto
36 (arriba).- Vestigios de la cella del templo de Júpiter Labraundos. Foto 37
(abajo).- El bien conservado estilóbato del templo, con sus bien tallados
sillares en primer plano.
Basándose
en las similitudes estilísticas existentes entre este templo y el famoso templo
de Atenea en Priene (ligeramente posterior a la muerte de Hidrieo), se ha
planteado la hipótesis de que ambos fueran diseñados por el mismo arquitecto:
Piteo, inmortalizado por su más célebre obra, el mausoleo de Halicarnaso. Desde
luego las fechas encajan perfectamente por lo que no deja de ser una
posibilidad digna de un estudio concienzudo.
Foto
38 (arriba).- Peristilo enlosado del templo; tras él una muestra de los
tambores de columna localizados durante las excavaciones. Foto 39 (abajo).-
Otra vista del peristilo anterior. A la izquierda se puede ver un fragmento del
muro de la cella.
A
levante del templo, ocupando el resto de la terraza, se encuentra un espacio
despejado donde se encontraba el recinto sacro (témenos) del templo. Hermosas
stoas se alzaban aquí en la antigüedad rodeando este témenos, de las cuales no
ha quedado más que unos cuantos lienzos de muro, tambores y bases de columna,
sillares aislados, piezas del entablamento, etc (foto 40). La stoa
septentrional (punto 11 del plano) fue construida en época de Mausolo y
remodelada varios siglos después, concretamente entre los años 102 y 114 d.C.,
durante el imperio de Trajano, a costa de un sacerdote llamado Poleites. En
cuanto a la stoa meridional (punto 10 del plano) fue erigida también a
comienzos del siglo II d.C., en orden corintio, que era también el orden de la
stoa reformada del lado norte.
Foto
40 (arriba).- Espacio otrora ocupado por el témenos del templo de Júpiter
Labraundos. Vestigios de stoas a los lados. Foto 41 (abajo).- Descendiendo por
las distintas terrazas al término de nuestra visita.
Nuestra
visita a Labraunda termina en este punto aunque para los más voluntariosos
todavía quedan algunas cosas que ver tanto ladera arriba como dispersas aquí y
allá en el yacimiento. Nosotros preferimos acabar ya porque va quedando poca
luz y no nos seduce la idea de regresar a Milas con la noche encima y los
camiones de la cantera pidiéndonos paso en cada curva. Descendemos de unas
terrazas a otras (foto 41) iluminados por el desfalleciente sol de la tarde
hasta llegar al nivel de la primera. El guarda nos recibe de nuevo
amigablemente; tiene ganas de hablar, cosa lógica en paraje tan solitario, por
lo que pasamos un ratillo con él hablando principalmente sobre la explotación
del caolín, sus usos, el perjuicio para el medio ambiente que ocasiona y demás.
Por lo visto la montaña entera es un enorme yacimiento de este mineral, el cual
se exporta desde Milas a muchos lugares del mundo, constituyendo de hecho el
principal motor económico de la comarca.
Foto
42.- El acueducto de la antigua Milasa (o lo que queda de él).
De
nuevo en la carretera, parece que no se nos hace tan agobiante el trayecto, lo
que suele suceder cuando se conoce ya un camino aunque sólo sea de una vez. Eso
sí, el caolín que flota en el aire en forma de molesto polvillo blanquecino lo
ensucia todo y además se alía con la sequedad del ambiente para irritarnos un
poco los ojos. El caso es que tenemos que parar a un lado de la carretera y
lavárnoslos con agua antes de seguir. El trasiego de enormes camiones nos persigue
de cerca hasta la propia Milas, momento en que nos desvíamos ligeramente hacia
la izquierda atraídos por unas ruinas de claro aspecto antiguo que se divisan a
poca distancia. Una vez allí comprobamos que se trata de algunos arcos del
acueducto (foto 42) que surtía de agua a la antigua Milasa, cuya heredera es la
actual Milas. Su fábrica de mampostería hormigonada con algún que otro
sillarejo asegurando las esquinas es claramente romana, siglo I ó II d.C. No da
para más el día, bastante que hemos conseguido este “bonus” en el último
ratito. Un buen final para un día de lo más interesante…
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