Nuestro siguiente destino es la localidad de Karpuzlu, veinte kilómetros al oeste de Alabanda, esto es bastante cerca. El trayecto resulta, no obstante, un poco accidentado toda vez que buena parte del terreno entre ambos lugares es abrupto y la carretera estrecha. Pero bueno, el caso es que media hora después nos encontramos aparcando el coche en una pequeña plazoleta en el centro urbano de un pueblo humilde, poco desarrollado, al cual desde luego todavía no ha llegado la relativa modernidad que se observa en la costa turca del Egeo.
Foto 1 (arriba).- Terraza sostenida con paramento de sillería de época helenística. Foto 2 (abajo).- Vista general del Mercado de Alinda.
Karpuzlu es la heredera de una antigua ciudad caria llamada Alinda. Sus ruinas se localizan en la cumbre de la colina que se alza a poniente del pueblo. De hecho las casas modernas llegan casi hasta las primeras estructuras antiguas. Aunque Alinda nunca ha sido excavada (su necrópolis sí que ha recibido alguna intervención arqueológica) lo cierto es que sus vestigios están bastante bien conservados, mereciendo el calificativo de monumentales en algunos puntos. Nos apetece, pues, visitarlos, de manera que, tras aprovisionarnos de agua en una pequeña tienda, tiramos por la primera calle que parece encaminarse hacia arriba. No es del todo sencillo orientarse en el laberinto de callejas, flanqueadas por casas de dos ó tres pisos, algunas en ruinas. Que la dirección es correcta salta a la vista pues no es rara la presencia de elementos clásicos reutilizados en las paredes de dichas casas, mas al final decidimos preguntar a un chico joven, con la buena suerte de que sabe algo de inglés y nos proporciona información precisa y útil. Poco después divisamos los primeros paredones grecorromanos y unos cuantos minutos más tarde estamos bajo su sombra. Es hora, pues, de conocer la historia de Alinda antes de seguir avanzando.
Foto 3.- Paramento de sillería empleado en la construcción del mercado de Alinda.
Comentábamos en el párrafo anterior que Alinda, lo que es la ciudad en sí, nunca ha sido excavada. Si a eso le unimos el breve número de epígrafes localizados, casi total ausencia de elementos esculpidos tipo fragmentos de capiteles, frisos ó estatuas y una pobre mención en las crónicas antiguas, tenemos las condiciones perfectas para que la historia del lugar permanezca sumida en una cierta oscuridad. Ignoramos de hecho todo lo relacionado con el origen de la ciudad aunque se ha propuesto una identificación entre la ciudad hitita de Iyalanda (siglo XIV a.C.), conocida epigráficamente, y nuestra Alinda basada en la semejanza fonética entre los dos nombres.
Fotos 4 y 5.- Dos vistas diferentes de la impresionante fachada meridional del mercado de Alinda.
Durante unos cuantos años, no muchos, del siglo V a.C. Alinda fue miembro de la liga de Delos: encabezada por Atenas y con propósito defensivo frente a las ansias expansionistas del imperio persa Aqueménida. Esto indica que en aquella época la ciudad tenía una cierta importancia económica pues en caso contrario no habría podido satisfacer el tributo exigido a todos los miembros de la liga.
Fotos 6 y 7 (arriba y centro).- Entradas con arco adovelado de acceso al mercado localizadas en su fachada meridional. Foto 8 (abajo).- Arco de entrada localizado en la fachadas oriental.
Disuelta la liga de Delos a finales del siglo V a.C., Alinda pasa a dominio persa junto al resto de la gran región de Caria. Un poco más tarde, en algún momento de la primera mitad del siglo IV a.C., entra en la órbita de influencia de la dinastía hecatómnida, con sede en Halicarnaso, ciudad desde la que gobernaban toda Caria con la aquiescencia de la gran potencia aquémenida. Se piensa que las murallas de Alinda fueron erigidas por mandato del rey Mausolo (377-353 a.C.), el más importante de los monarcas hecatómnidas.
Foto 9 (arriba).- Acceso a una de las tiendas localizado en la fachada meridional del mercado de Alinda. Foto 10 (abajo).- Vista general de la hilera de tiendas existente en dicho edificio.
A la muerte de Mausolo, el trono pasó a su esposa (y hermana) Artemisia, quien lo retendría durante dos años hasta su muerte en 351 a.C. Hidrieo, hermano de Artemisia y Mausolo, fue elegido nuevo sátrapa (rey-gobernante del imperio persa) de Caria, cargo que detentaría siete años, manteniendo una lealtad formal al monarca aquémenida si bien, posiblemente, no de fondo. A su muerte en 344 a.C. ocupa el trono su mujer, Ada, que era también su hermana. Esta decisión no fue del agrado de Pixodaro, el hermano menor de la familia, el cual se alzó en rebeldía contra su hermana, la reina, expulsándola de la capital, Halicarnaso (340 a.C.). Sin embargo Ada demostró no estar derrotada del todo. Gracias al historiador griego Arriano sabemos que logró encastillarse en la “fortaleza de Alinda”, gobernando desde allí una buena parte de la región de Caria. Parecer ser que la elección de Alinda como baluarte principal de la destronada monarca se debió a su gran capacidad defensiva otorgada al alimón por su poderoso circuito de murallas y su emplazamiento en altura, rodeado de laderas bastante verticales y por ende de difícil acceso. De hecho Arriano califica a Alinda como “un lugar entre los más fuertes de Caria”.
Fotos 11 y 12.- Habitación interior de dos de las tiendas del mercado, donde se encontraban el expositor y el mostrador.
El control de Alinda por parte de Ada benefició considerablemente el desembarco y posterior avance macedonio por tierras de Asia Menor. En efecto, las fuerzas persas que intentaban oponerse al ejército de Alejandro Magno se vieron privadas de los importantes contingentes carios debido a que Pixodaro necesitaba a todos sus hombres para mantener a raya a la reina Ada e impedir que le arrebatara el trono. Dado que la satrapía de Caria era, después de la de Lidia, la más importante de todo el occidente microasiático, resulta verosímil suponer que la ausencia de los refuerzos carios debió reducir significativamente las posibilidades de victoria aqueménida en la batalla del río Gránico, la cual concluyera, como es sabido, con un triunfo macedonio total.
Foto 13 (arriba).- Fachada occidental del segundo piso del mercado de Alinda. Foto 14 (abajo).- Detalle del ventanal que servía para iluminar la galería interior.
Pixodaro muere en 344 a.C., en un escenario geopolítico marcado por el desmoronamiento del dominio persa en Jonia (pérdida de Mileto) y Lidia (pérdida de Sardes) y la inminente penetración del enemigo macedonio en tierras de Caria. El monarca aqueménida Dario III escoge como nuevo sátrapa de Caria a un noble de su corte llamado Orontobates, quien tenía cierto derecho al cargo debido a que estaba casado con una hija del finado Pixodaro. Entretanto, Alejandro Magno ha entrado en Caria desde el norte. La noticia de la llegada del ejército macedonio es vista por Ada como una oportunidad para recuperar su reino. En efecto, durante una reunión con el celebérrimo monarca le propone entregarle la fortaleza de Alinda así como brindarle su apoyo en la conquista de Caria si a cambio la restituye en su trono una vez derrotado Orontobates. Alejandro acepta. Las ventajas del trato son obvias: en vez de tener que reducir dos núcleos de resistencia (el de Alinda y el de Halicarnaso, Ada y Orontobates), perdiendo así un tiempo precioso que podía aprovechar el enemigo persa para organizarse, ahora sólo tenía que reducir uno y además contaba con un aliado que, adecuadamente reforzado con tropas macedonias, bien podía acometer dicha tarea mientras él proseguía hacia el este con el grueso del ejército en demanda del corazón del imperio aqueménida. El pacto se selló con el reconocimiento de Alejandro como “hijo” de la reina Ada. El macedonio, cuya generosidad para con sus aliados es bien conocida, ni siquiera quiso ocupar Alinda. Un año después, mientras Alejandro avanzaba por tierras de oriente, caía Halicarnaso en poder de la reina Ada tras un duro asedio. Confirmada como monarca de Caria por el líder macedonio, detentaría el cargo hasta su muerte en el año 326 a.C.
Fotos 15 y 16 (arriba-centro).- Dos vistas de la galería de semicolumnas dobles que articulaba el interior del segundo piso del teatro. Foto 17 (abajo).- Mechinales donde encajaba uno de los extremos de la viguería de madera que cubría dicho segundo piso. Debajo, ventanucos de iluminación.
Breves y escuetas son las menciones sobre Alinda recogidas en las fuentes clásicas con posterioridad al episodio de la reina Ada. Parece ser que fue renombrada, poco después de estos hechos, Alejandría de Latmos (el monte sobre el que se alza se llamaba Latmos en la antigüedad) en reconocimiento a la figura del gran conquistador macedonio. Por esta época la ciudad no se había helenizado en demasía, manteniendo aún su filiación caria original. Con el tiempo ésta se iría desvaneciendo en beneficio de la predominante cultura griega, siendo de hecho Alinda una de las últimas ciudades carias en dejar de serlo.
Foto 18 (arriba).- Restos del muro septentrional del tercer piso del mercado de Alinda. Foto 19 (abajo).- Vista de la columnata central del segundo piso donde se aprecian bien algunas de las columnas superpuestas pertenecientes a la columnata del tercer piso.
Durante el siglo III a.C. Alinda crece considerablemente. Su calidad de miembro de la liga crisaoriana indica que se trata de una ciudad de cierta importancia. A mediados del siglo III a.C. se encuentra bajo dominio seleúcida. Es una plaza de considerable valor estratégico, cuya defensa se encuentra confiada a un contingente de tropas regulares seleúcidas. De esta época datan las primeras emisiones monetales labradas en Alinda, si bien es dudosa su atribución a esta ciudad, barajándose también la posibilidad de que fueran acuñadas en la cercana Mylasa (actual Milas). Se trata de una emisión de dracmas típicamente seleúcidas, con busto del monarca Antioco II Teos en anverso y Apolo sentado sobre ónfalo, sujetando arco, en reverso. Su reducido volumen de acuñación apunta a que fue una emisión de tipo estatal destinada al pago de las guarniciones, no debiéndose inferir, por tanto, una situación de dinamismo económico especialmente sobresaliente en la comarca. En la figura 1 podemos ver un hermoso ejemplar de este tipo subastado por CNG el 6 de enero de 2015.
Figura 1.- Dracma acuñado en Alinda o Mylasa a nombre del monarca seleúcida Antioco II Teos (261-246 a.C.)
El siglo II a.C. es también un periodo de moderado esplendor para una Alinda que ya ha recuperado su nombre original. Aunque no acuña plata, sí labra moneda de bronce (leyenda ALINDEWN - figura 2), señal de que el comercio se está desarrollando en la ciudad y su área de influencia. A finales del siglo Alinda puede enorgullecerse de haber erigido edificios monumentales tales como un templo de Apolo, en el que se guardaba una estatua de Afrodita obra del famoso escultor Praxíteles, un teatro y un mercado de grandes dimensiones. Está claro que se trataba de una ciudad razonablemente próspera, sin excesos.
Figura 2.- AE19 acuñado en Alinda entre los años 145 y 130 a.C. Cabeza juvenil masculina a derecha (sospechosamente parecida al seleúcida Demetrio II) en anverso, relámpago y laurea en reverso.
Nada se conoce de la larga etapa romana de Alinda más allá de evidencias de reforma en algunos edificios y un puñado de tipos monetales, la gran mayoría acuñados durante el reinado de Septimio Severo. Casi siempre se trata de ejemplares de gran tamaño, de aspecto más conmemorativo que funcional. Dado que la cercana Alabanda también acuñó la mayor parte de sus emisiones provinciales durante el periodo severino, es dable hipotetizar alguna clase de beneficio otorgado por Septimio Severo a las ciudades del norte de Caria, el cual éstas celebraron batiendo durante algunos años monedas de gran vistosidad y empaque expresamente dedicadas a la familia imperial. En la figura 3 podemos contemplar dos grandes bronces de este tipo. El de la izquierda es un enorme AE39, datado en el periodo 208-211, en cuyo anverso aparecen Septimio Severo y Caracalla, en traje militar, mirándose el uno otro; en el reverso, también muy significativo, se encuentran Hércules y Septimio Severo, de pie, dándose la mano, con un altar encendido entre ambos. La moneda de la derecha es un AE36, acuñado en el bienio 202-203 en conmemoración de la boda entre Caracalla y Plautila, cuyos bustos se muestran en anverso mirándose entre sí. Una preciosa representación de Apolo, con plectro y lira, ocupa el reverso de esta interesante acuñación.
Figura 3.- Bronces acuñados en Alinda durante el reinado de Septimio Severo.
El periodo bizantino de Alinda también permanece sumido en la oscuridad. Se sabe que la ciudad no desapareció y que aún debió conservar cierta entidad toda vez que fue sede episcopal, sufragánea del metropolitano de Staurópolis (Afrodisias). De hecho se conocen los nombres de tres de sus obispos: Promaquio (año 451), Juan (451) y Teodoreto (536). Es posible que Alinda nunca llegara a despoblarse del todo, habiendo pervivido hasta el día de hoy en la Karpuzlu actual, si bien trasladada a la parte baja de las laderas del monte Latmos y al llano inmediato.
Foto 20 (arriba).- Vista del ágora de Alinda con las ruinas del mercado a la derecha. Foto 21 (abajo).- Vestigios de una stoa en el extremo oriental del ágora anterior.
Comenzamos nuestro paseo vespertino por Alinda. El plano de la figura 4 servirá para orientarnos. Nos encontramos llegando al punto 1 del plano. Una calle polvorienta discurre en paralelo a la base de una terraza apuntalada con recia sillería de evidente factura antigua (foto 1). Luego gira a la derecha, en dirección a un imponente edificio levantado sobre la superficie de la terraza anterior. Se trata del antiguo Mercado de Alinda (punto 1 – foto 2), a la sazón el vestigio de la antigüedad clásica más célebre de la ciudad. Posee planta rectangular alargada (99 metros de lado mayor) y un alzado conservado de 15 metros. Originalmente tenía tres pisos de altura, de los cuales se han conservado bien los dos inferiores.
Figura 4.- Plano del yacimiento arqueológico de Alinda.
El primer piso del mercado de Alinda impresiona por su impecable factura de sillería de granito exquisitamente cortada y colocada en seco (foto 3). Se le puede calificar de intacto, pudiéndose contar hasta doce vanos en su magnífica fachada meridional (fotos 4 y 5). Dos de ellos son mayores que el resto y están cubiertos por un arco semicircular adovelado (fotos 6 y 7). El más occidental albergaba, probablemente, una de las entradas al mercado, dando paso a una escalera, hoy desaparecida, que llevaba al segundo piso. Un tercer vano, geométricamente similar pero más grande y de mejor talla –las dovelas del arco lucen incluso un elegante reborde en su parte superior--, se encuentra en la fachada oriental del edificio (foto 8). Ésta debió ser la entrada principal al mercado de Alinda. Los otros diez vanos son rectangulares y adintelados (foto 9). Están dispuestos a intervalos regulares a lo largo de la fachada (foto 10). Son los accesos a otras tantas tiendas, dispuestos según el sistema de dos habitaciones consecutivas propio de esta clase de edificios. La estancia anterior (fotos 11 y 12) hacía las veces de expositor y mostrador, la posterior de almacén y/o taller. Esta última se encuentra hoy soterrada en todos los casos.
Fotos 22 y 23.- Bloques de mármol, ricamente esculpidos, reutilizados en la fachada de una casa de Karpuzlu próxima al mercado de Alinda.
El segundo piso del mercado está también muy bien preservado (foto 13). Un gran ventanal en la fachada occidental (foto 14) permitía la iluminación interna, ayudado en esta labor por pequeños ventanucos abiertos a intervalos regulares en la fachada meridional. El interior de este segundo piso era diáfano, dispuesto a manera de una larga galería dividida en dos por una hilera de semi-columnas dobles (fotos 15 y 16), las cuales soportaban uno de los extremos de la viguería de madera que hacía las veces de cubierta del piso; el otro extremo iba encajado en los mechinales que podemos ver en la foto 17, por encima de la línea de ventanucos.
Fotos 24 y 24bis (arriba-centro).- Ruinas de un edificio de gran tamaño, de factura helenística, localizado en las inmediaciones del ágora de Alinda. Foto 25 (abajo).- Sección transversal de sendos muros del edificio anterior.
Del tercer piso poco ha quedado, tan sólo unos breves fragmentos de su muro septentrional (foto 18). Se sabe que su distribución era igual a la del segundo, ya que varias de las columnas que dividían la galería longitudinal se han conservado in situ, apoyadas en las semi-columnas dobles del piso inferior (foto 19). Aparentemente estaba cubierto también por viguería de madera, accediéndose a él desde el ágora aneja, ubicada al mismo nivel.
Fotos 26, 27 y 28.- Restos de edificios, posiblemente viviendas, dispersos aquí y allá al norte del ágora de Alinda.
El ágora de Alinda (punto 2 del mapa) ocupaba una extensa superficie rectangular paralela al edificio del mercado (foto 20). Al igual que el resto de la ciudad permanece sin excavar, no habiendo proporcionado tampoco ninguna inscripción que arroje un poco de luz sobre la historia de Alinda. Como es habitual en esta clase de elemento urbanístico estaba rodeada de stoas porticadas, de las cuales tan sólo se ha conservado algún que otro tambor cilíndrico marcando el pretérito emplazamiento de una airosa columna (foto 21). Destaca la ausencia de elementos marmóreos dispersos por el terreno: o la ciudad fue construida íntegramente en granito –lo que no parece probable pues existen algunos fragmentos de friso reutilizados en una casa próxima (fotos 22 y 23)— o los habitantes de Karpuzlu se han mostrado especialmente eficaces en la triste práctica de calcinar los mármoles antiguos para obtener cal.
Fotos 29 y 30.- Paredes de buen tamaño y empaque, de cronología romana, pertenecientes probablemente a antiguos edificios públicos de Alinda.
Unos pocos metros al norte del ágora se observan las ruinas de un edificio de gran tamaño (foto 24 y 24bis), labrado en sillería granítica de aspecto similar a la del muro de contención de la terraza sobre la que se levanta el mercado de la ciudad. Su datación helenística es evidente. Posee planta básicamente rectangular aunque una medición precisa de ésta revelará sin duda una forma geométrica más compleja. Sus muros son macizos, formados por una doble hilera de sillares (foto 25). Con toda probabilidad fue uno de los edificios principales de Alinda, relacionado con el gobierno de ésta o con la práctica religiosa. Su ubicación inmediata al ágora sostiene esta hipótesis.
Fotos 31, 32 y 33.- Ruinas de domus porticadas, reveladas por la ubicación de algunas columnas todavía en situ. Las fotos 32 y 33 (centro-abajo) corresponden a la misma domus.
Continuamos nuestra visita hacia el norte, rodeando las escarpaduras en las que da comienzo el tramo final de ladera que conduce a la cumbre del monte Latmos. Un espacio más o menos llano se abre por estos lares, cubierto por doquier de vestigios de edificios antiguos, la mayoría de ellos viviendas (fotos 26, 27 y 28). Destacan ciertos paredones de mayor empaque, posiblemente pertenecientes a edificios de carácter público así como de datación más tardía, puede que tardorromana (fotos 29 y 30). También se observan algunos restos de residencias tipo domus, con peristilos porticados, que debieron bastante suntuosas en su tiempo (fotos 31, 32 y 33). Dedicamos un ratillo a pasear por entre los antiguos cimientos. El sol está declinando por el oeste, cubriendo de sombras esta parte de la ladera. Un manto de olivos salpica los milenarios muros, motejando de verde el gris de la piedra berroqueña. En verdad la antigua Alinda posee un encanto especial; el genio del mundo antiguo se deja sentir con especial viveza en este mágico paraje… nos alegramos de estar aquí en esta tarde templada de finales de otoño.
Fotos 34, 35 y 36.- Diferentes fragmentos de la muralla de Alinda, erigida en tiempos del rey Mausolo de Caria.
Nuestra exploración también nos permite examinar algunos lienzos de la otrora poderosa muralla de Alinda (fotos 34, 35 y 36), aquélla erigida por el mítico rey Mausolo de Caria en el remoto siglo IV a.C., la misma que convirtiera la pequeña ciudad del monte Latmos en una fortaleza de alto valor estratégico (diversos punto 6 del plano). Es de sección maciza, construida con sillería granítica colocada a soga con tizones a intervalos muy regulares. Destaca la considerable longitud de los sillares en relación a su dimensión vertical. Morfológicamente es muy similar a otros recintos construidos por el rey Mausoleo, el de Halicarnaso sin ir más lejos, lo que justifica que se haya adjudicado a este monarca la realización de la muralla de Alinda. El fragmento de la foto 36 exhibe una pequeña poterna rectangular cubierta por un dintel.
Foto 37.- Vista del estrecho sendero que tomamos para ganar la parte alta del monte Latmos; a su derecha, en alto, muro de sillar de cronología helenística.
Cubiertos de naranja por los rayos del sol vespertino iniciamos la subida a la cumbre del monte Latmos. Lo que podamos, al menos, pues el acceso no es precisamente fácil al estar continuamente obstaculizado por restos de edificios, peñascos, pequeñas terrazas, arbustos y árboles. Como poco queremos llegar hasta el imponente edificio que se divisa desde la explanada del ágora (punto 3 del plano). Está alto, qué duda cabe, y no existe ningún acceso evidente, de factura moderna. Es por ello que examinamos un poco la ladera, intentando encontrar alguna vía antigua del tipo de las que normalmente hay en esta clase de sitios, más o menos fosilizada. Somos afortunados: aparentemente existe un estrecho sendero (foto 37) que, con algunos titubeos, asciende por la abrupta pendiente en dirección a tan atrayente vestigio de la antigüedad clásica.
Fotos 38.- Vista general de Karpuzlu y su llanura aneja tomada desde la ladera oriental del monte Latmos.
El trayecto por entre las escarpaduras se hace largo y laborioso. No difícil pero sí con la tensión a que obliga tener que estar atento todo el rato a fin de no extraviar el casi desaparecido sendero y acabar quién sabe dónde. A cambio tenemos la ocasión de admirar una extensa vista de Karpuzlu y la llanura que se abre hacia levante: hoy como ayer, en los tiempos de Alinda, proveedora de suelo fértil en el que practicar la agricultura (foto 38). Finalmente una última recta apunta en derechura a un potente paredón atravesado por una galería abovedada (foto 39). A la derecha del sendero se alzan muchos vestigios de edificios (foto 40). Está claro que la densidad de población era elevada en esta zona a pesar de la incomodidad del terreno.
Foto 39 (arriba).- Aproximándonos al teatro de Alinda. Foto 40 (abajo).- Vestigios de edificios localizados en las inmediaciones del citado teatro.
La galería abovedada constituye un magnífico ejemplar de arquitectura clásica, tallada íntegramente en sillería de granito (foto 41). Las dovelas de los arcos exteriores lucen un reborde que las embellece notablemente (fotos 42 y 43). Las bases de los arcos también han sido esculpidas en forma de capitel. En general los detalles constructivos de la estructura recuerdan mucho a los del mercado de más abajo, lo cual permite asignarle una cronología similar: época helenística, probablemente el siglo II a.C.
Foto 41.- Bóveda de sillería de excelente factura. Teatro de Alinda.
Aunque parezca mentira aún no sabemos de qué edificio se trata. El mapa no está siendo muy útil en este yacimiento debido a la ausencia de cartelería y caminos claros. Es necesario por tanto pasar al otro lado de la galería abovedada y mirar hacia la derecha para darnos cuenta de que acabamos de entrar en el antiguo teatro de Alinda (foto 44). En efecto, ante nosotros se despliegan treinta cinco líneas de asientos, con una capacidad estimada de 5000 espectadores. Se trata, pues, de un teatro griego de mediano tamaño, bien conservado y poco expoliado, cuyo deterioro procede principalmente de los bloques arrancados por las raíces de los olivos al crecer aquí y allá por la superficie de la cávea.
Fotos 42 y 43.- Arcos exteriores de la bóveda de la foto 41. Acceso septentrional. Había un segundo acceso, también abovedado, en el lado meridional del teatro.
Los graderíos de la cávea superior (fotos 45 y 46) se observan mucho mejor que los de la inferior, casi por completo soterrada. De hecho el diazoma central se distingue mal. El que sí está casi intacto es el diazoma superior o deambulatorio, incluido el murete de cerramiento posterior (foto 47). Los asientos, de piedra berroqueña al igual que el cuerpo principal del edificio, son elegantes al tiempo que sencillos, sin adornos escultóricos en los extremos (foto 48). Hacia la parte central de la cávea superior, justo encima del diazoma central, se observa un espacio destinado a espectadores ilustres similar a los que hemos tenido ocasión de estudiar en otros teatros (foto 49).
Foto 44 (arriba).- Cávea del teatro de Alinda tal y como se observa nada más salir de la galería de acceso y mirar a la derecha. Fotos 45 y 46 (centro-abajo).- Dos vistas distintas de los graderíos del teatro de Alinda.
La escena del teatro está bastante deteriorada, reducida de hecho a un confuso amasijo de bloques (foto 50), con la probable excepción de su tercio interior: semienterrado pero del que asoma lo suficiente para describir una planta rectangular ejecutada con recios sillares (foto 51). Parece ser que esta escena, en su configuración actual, es obra romana, quizás del siglo II d.C. La escena original, helenística, debía ser bastante más pequeña y modesta. Dado que no se ven restos de columnas ni de decoración escultórica caída entre los escombros hemos de suponer que esta escena nunca tuvo proscenio porticado.
Foto 47 (arriba).- Diazoma superior del teatro con el muro de cerramiento en buen estado de revista. Foto 48 (centro).- Primer plano de los asientos del teatro. Foto 49 (abajo).- Espacio destinado a personas ilustres situado en la cávea superior.
Por su parte, el muro analemma también destaca por su notable grado de conservación (foto 52). Al menos uno de ellos, el septentrional, el meridional parece estar también muy intacto pero al estar parcialmente enterrado no se puede ver bien. Resulta imposible rodear el teatro siguiendo el muro analemma ya que la base de éste se yergue justo al borde una escarpadura; esto implica que se debe salir del teatro por la galería abovedada que utilizamos para entrar en él.
Foto 50 (arriba).- Ruinas, bastante deterioradas, de la escena del teatro de Alinda. Foto 51 (abajo).- El tercio inferior de la escena del teatro asomando, en aparente buen estado de conservación, entre la confusión de bloques fruto del derrumbe de los dos tercios superiores.
Permanecemos un buen rato en silencio sentados en uno de los asientos, disfrutando de la quietud del lugar y la agradable luminosidad tranquila del un sol desfalleciente. Poca gente sube por aquí normalmente y eso se nota en las vigorosas energías que habitan entre los milenarios sillares. Finalmente nos levantamos e iniciamos el camino de regreso. Nos consta que aún quedan cosas por ver cerro arriba pero mucho nos tememos que el ocaso está ya demasiado próximo y es mejor regresar. Otra vez será.
Foto 52.- Muro analemma meridional del teatro de Alinda.
Volvemos caminando pausadamente a nuestro coche. Parece que hay algo más de animación en las calles de Karpuzlu, tampoco mucha en cualquier caso. Nos despedimos del humilde pueblo turco y volvemos a la carretera. La importante ciudad de Milas es nuestro siguiente destino. Decidimos emplear una ruta larga pero por buenas carreteras. Es una hora y media larga de conducción mas sin duda es una buena idea habida cuenta que nos consta que la ruta corta entre Karpuzlu y Milas transcurre por una carretera estrecha, de montaña, con baches y, lo peor de todo, rebosante de tráfico pesado. Como para recorrerla de noche… sí, mejor tardar algo más pero conducir a gusto y sin agobios. Al cabo, llegamos con bien a Milas y localizamos el hotel de esa noche. Hasta aquí el sexto día de nuestro segundo viaje por Asia Menor.
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