Dejamos Aydin a primera hora de la mañana de un nuevo día soleado. La carretera transcurre hacia el sur, adentrándose en el interior de Caria. El paisaje a los lados es más o menos llano, algo amarillento a causa de la sequía que, al parecer, está aquejando a esta región de Turquía desde comienzos de año. A la altura de la localidad de Çine aparece un cartel que nos desvía hacia el oeste. Enseguida rodamos por la carretera que conduce a Doğanyurt (también llamada Araphisar): una pequeña aldea heredera de la que en otros tiempos fuera rica y famosa ciudad de Alabanda, cabecera de convento romano y diócesis episcopal durante el dominio bizantino. 7 kilómetros después atisbamos en la lejanía las primeras evidencias de yacimiento clásico (restos de paredones argamasados con mortero romano). La visita está a punto de comenzar de manera que vamos a repasar un poco la historia de Alabanda antes de poner el pie en tierra y echar a andar…
Foto 1.- Necrópolis oriental de Alabanda. Marcas de sepulcros.
Aunque se han realizado algunas excavaciones en el yacimiento, lo cierto es que la historia de Alabanda no se conoce demasiado bien debido a la sorprendente escasez de inscripciones localizadas. Ya en 1841, Charles Fellows, el primer explorador occidental del yacimiento, destacó esta pobreza epigráfica la cual, lamentablemente, ha sido confirmada por las sucesivas intervenciones arqueológicas. Debemos, pues, apoyarnos en la información proporcionada por las fuentes escritas completementada con la obtenida del análisis de los edificios exhumados, el material mueble relacionado con éstos (cerámica, monedas, etc) y, por supuesto, los diferentes registros estratigráficos.
Foto 2 (arriba).- Entrada de la tumba helenística excavada en la necrópolis oriental. Foto 3 (abajo).- Interior de la anterior tumba. Puerta adintelada y cámara posterior.
Se desconoce la fecha de fundación de Alabanda. Probablemente deba datarse en algún momento de la primera mitad del primer milenio antes de Cristo, tal y como sucede con el resto de ciudades de su entorno. Lo que sí conocemos, gracias al cronista Esteban de Bizancio, es su mito fundacional: el rey Kar, hijo de Zeus y de la ninfa Creta, a la sazón fundador de la región de Caria (Karia en griego), mandó edificar la nueva ciudad en honor de su hijo Alabandos a fin de conmemorar una victoria obtenida por éste en cierta competición ecuestre. Desde el punto de vista etimológico el nombre Alabanda es el resultado de la composición de dos palabras carias relacionadas con este mito y probablemente origen de él: Ala –caballo—y Banda –victoria--. Existe, sin embargo, otra acepción etimológica menos verosímil: según Cicerón Alabanda tomó su nombre de Alabandos, el dios de la Nieve.
Fotos 4 y 5.- Torreones de flanqueo de la muralla bizantina de Alabanda.
En el siglo IV a.C. Alabanda forma parte de la satrapía persa de Caria. Los distintos monarcas aqueménidas acostumbran a entregar el gobierno de dicha satrapía a personajes locales afines a su causa, concediéndoles un elevado grado de independencia. Entre éstos destaca el célebre rey Mausolo, sátrapa entre 377 y 353 a.C., quien ampliara los límites de su provincia y mandara erigir una imponente tumba llamada a convertirse en una de las siete maravillas de la Antigüedad.
Foto 6.- Vano de acceso de la muralla bizantina.
Conquistado el oeste de Asia Menor por Alejandro Magno a raíz de su contundente victoria en la batalla del río Gránico (334 a.C.), Alabanda queda incluida en el naciente imperio macedonio. A la muerte de aquél, pasa a dominio de Antígono I Monoftalmos, el cual será derrotado en Ipso en el año 301 a.C., pereciendo en la batalla. Como consecuencia gran parte de Asia Menor y con ella Alabanda quedará en manos de Seleuco I, fundador de la dinastía seleúcida.
A comienzos del siglo III a.C. queda constituida la liga crisaoriana: una asociación de ciudades carias orientada a la defensa conjunta y el estímulo de la práctica comercial. El nombre viene de Crisaóride, ciudad en cuyo templo de Zeus se reunía la asamblea de la liga. Pues bien, Alabanda fue uno de los miembros fundadores de esta liga, permaneciendo en ella hasta su disolución en el año 203 a.C. o poco después.
Foto 7.- Vestigios de una stoa perteneciente al ágora de Alabanda.
Durante el reinado de Antioco III Megas (222-187 a.C.) y por mediación de éste Alabanda es declarada ciudad inmune por la Anfictionía (asamblea de ciudades griegas celebrada anualmente en Delfos y Antela). La concesión de este privilegio, fechable epigráficamente en el año 203 a.C., no era en absoluto despreciable pues en teoría evitaba ser atacada, sitiada o saqueada en caso de conflicto entre facciones helénicas. Decisión de dicha asamblea fue también la consagración de Alabanda a Zeus Crisaoreo y al dios Apolo, este último con el apelativo Isotimos, exclusivo de esta ciudad, y que quiere decir “de igual honor” a Zeus en este caso. En agradecimiento a Antioco III por el apoyo prestado, los ciudadanos de Alabanda deciden renombrar su ciudad como Antiokheia Khrysaoreus, esto es Antioquía de los Crisaorianos.
Foto 8.- Bouleterion de Alabanda.
En 201 a.C. Alabanda y su territorio son saqueados por Filipo V de Macedonia durante su expedición por tierras de Caria, paradójicamente en apoyo de Antioco III frente al soberano greco-egipcio Ptolomeo V (es posible que Alabanda estuviera bajo control lágida en ese momento, lo que eventualmente explicaría el ataque de Filipo V). Esto indica que la inviolabilidad decretada muy pocos años atrás por la Anfictionía no constituía ya el eficiente escudo protector de otros tiempos, evidencia a su vez de que dicha asamblea había perdido gran parte del poder político que tuviera en época pre-helenística.
Foto 9 (arriba).- Muro septentrional del bouleterion donde se aprecia claramente su fábrica constructiva. Foto 10 (abajo).- El bien conservado muro meridional del bouleterion alabandense.
Derrotado Antioco III en la batalla de Magnesia (190 a.C.), las tropas romanas de Lucio Cornelio Escipión entran en Alabanda. Poco después la ciudad es entregada, junto a la mitad meridional de Caria, a la poderosa isla de Rodas en pago por su apoyo a la república de Roma en la recién concluida guerra contra Antioco III. Por esta época Alabanda retoma su nombre original, abandonando el de Antioquía: demasiado ligado a la figura del vencido monarca seleúcida.
Foto 11 (arriba).- Mechinales cuadrados y marcas de cantero en el bouleterion de Alabanda. Foto 12 (abajo).- Interior del bouleterion donde se alzaba la cávea semicircular.
Dada la gran distancia a la metrópoli insular, el dominio rodio en Alabanda nunca pudo ser muy intenso. De hecho la ciudad procuró ir insertándose en la órbita romana vía la construcción de un templo dedicado a la Dea Roma, proceso que culminara en 170 a.C. con la firma de un tratado de alianza con Roma, convirtiéndose de facto en una suerte de protectorado de la gran potencia latina. Tito Livio cuenta que Alabanda celebró la alianza enviando generosos regalos a Roma entre los que destacaba una corona de oro de 23 kilos de peso. Desde luego a la ciudad griega le merecía la pena estar a bien con la que se estaba perfilando como futura señora de Asia. Tres años después de este acuerdo, en el 167 a.C., Alabanda cumple sus compromisos con Roma ayudando a Rodas en su contienda con la cercana Mylasa. La epigrafía revela que las negociaciones entre Alabanda y Rodas fueron de igual a igual, prueba de que la primera se había librado totalmente de su sumisión a la segunda.
Foto 13.- Restos de un complejo termal de época imperial romana.
En el año 133 a.C., fecha de la muerte del último monarca pergameno y la creación de la provincia romana de Asia, Alabanda continúa como ciudad aliada de Roma o lo que es igual independiente en tanto en cuanto no actuara en contra de los intereses romanos. Se trata de una urbe próspera, embellecida por suntuosos edificios construidos en los últimos cien años así como financiados con las sucesivas emisiones argénteas acuñadas por las autoridades de la ciudad. Éstas se dividen en tres grupos, todos ellos caracterizadas por la presencia del caballo alado Pegaso: sin duda el motivo iconográfico por excelencia de las emisiones de Alabanda, posiblemente inspirado en el origen mitológico de la ciudad.
Figura 1.- Tetradracma acuñado en Alabanda durante el reinado de Antioco III.
El ejemplar de la figura 1 corresponde al primer tipo y fue acuñado durante el reinado de Antioco III. En anverso aparece un busto laureado de Apolo Isotimos mirando a izquierda, en reverso Pegaso avanzando a derecha. Las leyendas indican el nombre de la ciudad en genitivo, ANTIOXEΩN, “de Antioquía”, y el del magistrado responsable de la acuñación (MENEKΛHΣ, Menecles). Esta clase de tetradracmas fueron acuñados entre los años 197 y 185 a.C. aproximadamente, difiriendo cada emisión en el nombre del magistrado monetal. Concretamente la emisión “firmada” por Menecles ha sido datada grosso modo en el periodo 197-190 a.C.
Foto 14 (arriba).- Arco de rosca localizado en el complejo termal anterior. Foto 15 (abajo).- Muros divisores del mismo.
Alabanda suspende la acuñación de tetradracmas durante algunos años quizás como consecuencia de las convulsiones político-económicas provocadas por la inminencia y posterior estallido del conflicto entre Antioco III y la alianza romano-pergamena. La actividad retorna en el 173 a.C. en forma de una nutrida serie de tetradracmas de tipo convencional con busto de Hércules en anverso y Zeus Etóforo sentado en reverso (segundo tipo). La marca distintiva de ceca sigue siendo el Pegaso lo que permite diferenciar rápidamente las monedas alabandenses del resto de piezas de este tipo.
Figura 2.- Tetradracma acuñado en Alabanda durante el periodo 173-167 a.C.
Las emisiones de tetradracmas “convencionales” se prolongarán hasta el año 167 a.C., momento en que la ceca retoma el primer tipo Apolo-Pegaso, batiendo sendas emisiones correspondientes a otros tantos años, fácilmente diferenciables por las letras A (167 a.C.) y B (166 a.C) del reverso, bajo el vientre del Pegaso. Este tercer tipo de tetradracma alabandés es con diferencia el más escaso de los tres y desde luego el más comercial al incluir el nombre original de la ciudad: AΛABANΔEΩN, “de Alabanda”, readoptado, como dijimos, tras la derrota de Antioco III y la pérdida de la mayor parte de Asia Menor por parte seleúcida.
Figura 3.- Tetradracma acuñado en Alabanda en el año 167 a.C.
En el año 70 a.C. Alabanda se incorpora a la provincia romana de Asia. Poco después la creciente red de calzadas enlaza la ciudad con las principales urbes de la provincia tales como Éfeso, Mileto ó Trales, beneficiando intensamente el desarrollo de su comercio. No obstante la pax romana también tiene sus desventajas: la voracidad fiscal de los sucesivos proconsules lesiona gravemente las finanzas alabandenses hasta el punto de tener que pedir un crédito al banquero italiano Cluvio (51 a.C.). Una década después (40 a.C.) Alabanda es ocupada por el ejército parto del príncipe Pacoro I, hijo de Orodes II, y su lugarteniente, el renegado romano Quinto Labieno. Tras partir el grueso de la tropa enemiga, los alabandenses se levantan contra la guarnición parta, masacrándola. En represalia Quinto Labieno dirige sus tropas contra la ciudad, ocupándola de nuevo y sometiéndola a un duro saqueo.
Fotos 16 y 17.- Dos vistas de la cella del templo de Apolo Isotimos.
Los albores del periodo imperial iluminan una Alabanda en muy buena relación con la todopoderosa Roma. Resultado de esto es el nombramiento de la ciudad como cabeza de uno de los ocho conventos jurídicos en que se dividía la gran provincia de Asia. Convento Alabandense era su nombre. Así mismo, en el año 22 d.C. Tiberio renueva el privilegio de inmunidad concedido por la Anfictonía a la ciudad dos siglos atrás. Está claro que Alabanda continúa siendo una ciudad rica y dinámica a pesar de las dificultades vividas en la segunda mitad del siglo I a.C. De hecho Estrabón resalta, para ejemplificar esta bonanza, la abundancia de jóvenes arpistas femeninas en Alabanda.
Foto 18 (arriba).- Restos de una de las columnatas laterales del templo de Apolo Isotimos. Foto 19 (abajo).- Cubículo de mármol localizado en el interior de la cella.
Las acuñaciones imperiales alabandenses abarcan desde el reinado de Augusto al de Caracalla con importantes hiatos entre medias. Las emisiones más voluminosas fueron, con diferencia, las batidas durante el periodo severino, principalmente las correspondientes al reinado de Caracalla. Como suele ser habitual en Asia Menor occidental se circunscriben a bronces de tamaño mediano y pequeño. Su arte es también típicamente microasiático, de mediana calidad, y la temática de reverso fundamentalmente religiosa: Tyche, Atenea, Apolo, Zeus, etc. En la figura 4 podemos contemplar cuatro de estas acuñaciones.
Fig 4.- Monedas de bronce acuñadas en Alabanda durante el periodo imperial romano. Arriba-izquierda.- AE18 a nombre de Augusto y de Livia (en reverso). Arriba-derecha.- AE26 a nombre de Septimio Severo. Zeus Crisaoreo en reverso. Abajo-izquierda.- AE27 a nombre de Julia Domna. Tyche en reverso. Contramarca en anverso. Abajo-derecha.- AE26 a nombre de Caracalla. Cítara –instrumento musical propio del dios Apolo-- en reverso.
La prosperidad continúa durante el alto imperio romano. Dos grandes complejos termales son construidos por esta época para deleite de los ciudadanos de Alabanda. Las autoridades de la ciudad procuran no descuidar el mantenimiento de los suntuosos edificios heredados de sus antepasados. Tampoco faltan los fallecidos ilustres enterrados en sarcófagos ricamente esculpidos, muy, muy caros. Se puede afirmar que las cosas funcionaban en Alabanda al igual que en el resto de Asia Menor…
Foto 20 (arriba).- Restos del témenos del complejo sacro de Apolo Isotimos. Figura 5 (abajo).- Planta del templo de Apolo Isotimos.
El asunto empezará a torcerse a mediados del siglo III d.C. La invasión gótica es el primero de los contratiempos que habría de sufrir la región de Caria. El temor a ataques exteriores obliga a levantar una muralla que proteja la porción más poblada de la ciudad, dejando el resto extramuros. El caso es que Alabanda ya disponía de una muralla, de época helenística, mas debió ser descartada desde un buen principio en razón de su excesiva longitud que obligaba al empleo de una guarnición muy grande, imposible de sostener por las menguadas rentas de la provincia.
Foto 21.- Otra parte del témenos anterior, en este caso reutilizado durante la construcción de la muralla bizantina.
A pesar de todo la vida prosigue en Alabanda. Pero es una vida disminuida, donde algunos de los más importantes edificios de la ciudad han dejado de utilizarse hace tiempo, siendo canibalizados sus materiales para efectuar reparaciones y reformas en los edificios todavía en uso. Partido el imperio romano, la parte oriental sigue su propio camino en solitario a partir del año 476. Alabanda se adapta con éxito al nuevo escenario político, logrando ser nombrada sede episcopal de la diócesis alabandense, sufragánea del metropolitano de Afrodisias. Conocemos los nombres de algunos de los obispos de la sede: Zeuxis, Julian, Constantino, Juan… el último del que tenemos noticia es Nicéforo y data del siglo XI. Así mismo sabemos por el emperador bizantino Constantino VII Porfirogénito (913-959 d.C.) que Alabanda figuraba por aquel entonces entre las doce ciudades más importantes del occidente microasiático.
Foto 22 (arriba).- Ruinas de un complejo termal de época imperial romana conocido como “Baño Central”. Figura 6 (abajo).- Croquis del complejo termal conocido como Baño Central.
Tras unos convulsos siglos XII y XIII en que la ciudad cambia de manos varias veces al compás de los avances turcos y los contraataques bizantinos, cae definitivamente en poder musulmán en el año de Gracia de 1280. Su posterior devenir es oscuro, languideciendo progresivamente hasta verse reducida a la mísera aldea que es en la actualidad…
Foto 22bis.- Detalle de la fábrica de mampostería aglomerada con mortero de cal empleada en la construcción del Baño Central.
Mientras el lector terminaba de leer estos párrafos nosotros hemos aparcado el coche y aproximado a los restos de la antigua Alabanda que más a mano nos quedan. Adecuadamente provistos del mapa de la figura 7 nos disponemos a explorar el yacimiento…
Figura 7.- Mapa del yacimiento arqueológico de Alabanda.
Nos encontramos en el punto 10 del mapa. Una extensa necrópolis se abre entre nosotros. La mayoría de las sepulturas permanecen sin excavar. Muchas de ellas continúan señalizadas por bloques de piedra hincados en la tierra en posición vertical (foto 1). Es un paraje curioso, con una energía especial, en el que se percibe el aroma a antigüedad en el aire. Visitamos la única tumba que ha recibido intervención arqueológica. Es de planta rectangular dividida en dos cámaras sucesivas comunicadas entre sí por un vano adintelado: un modelo funerario que apunta a una cronología helenística. Hay que bajar al fondo del socavón arqueológico para entrar en ella (foto 2). La estructura fue levantada en sillería de muy buena factura. Se encuentra muy bien conservada, incluso se han preservado la mayoría de los bancos funerarios, tapas incluidas (foto 3).
Fotos 23 y 24.- Restos del tepidarium del Baño Central.
En las proximidades del comienzo de la necrópolis se alzan una serie de estructuras con evidentes maneras de fortificación. Han sido excavadas recientemente por lo que no figuran en el mapa de la figura 5 (podemos ubicarlas más o menos en el centro del triángulo formado por los puntos 10, 5 y 4). Se trata de un pequeño sector de la muralla bizantina de la ciudad, construida en el siglo VII a modo de refuerzo de una muralla anterior de cronología plenoimperial romana. Fue construida empleando sillares reutilizados que por obvias razones no siempre encajaban bien razón por la que fue necesario nivelar las hiladas empleando mampostería y ripios de ladrillo argamasados con mortero de cal. El flanqueo de los lienzos de muralla era confiado a una sucesión de recios torreones semicirculares peraltados en la más pura tradición romana de los cuales han sido exhumados tres ejemplares en buen estado (fotos 4 y 5). Por su parte el vano de acceso era de tipo simple, habiéndose conservado las jambas de una puerta probablemente adintelada (foto 6).
Foto 25.- Bóveda de comunicación entre el tepidarium y el frigidarium.
Proseguimos la visita en dirección extramuros. Esto implica que las estructuras que veamos a continuación quedaron por fuera de las murallas en el siglo VII, prueba de que estaban como poco fuera de uso cuando no directamente amortizadas.
Foto 26.- Frigidarium del complejo termal conocido como Baño Central.
Lo primero que nos encontramos (punto 8) es un área despejada de geometría rectangular que ha sido identificada como el Ágora de Alabanda. Son mínimos los restos que se pueden observar en superficie: apenas la base del muro trasero de una de las stoas (foto 7), de orden jónico a juzgar por el tipo de capiteles hallados en las breves excavaciones practicadas en esta área del yacimiento.
Foto 27 (arriba).- Vista general del templo de Zeus Crisaoreo. Figura 8 (abajo).- Planta arqueológica del templo anterior.
Contiguos al ágora se alzan las ruinas del Bouleterion de la ciudad (punto 9 – foto 8). La ubicación resulta totalmente coherente desde el punto de vista urbanístico griego. Era de planta rectangular, labrado en una magnífica sillería dispuesta mayoritariamente a soga con muy pocos tizones, alternado dos hiladas de sillares gruesos con otra de sillares delgados. Sus muros son macizos, compuestos por dos paramentos de sillería entrelazados (foto 9), dato éste que apoya una datación helenística, probablemente en la primera mitad del siglo II a.C. El muro meridional del bouleterion se encuentra especialmente bien conservado (foto 10). Consta de dos niveles separados por una cornisa tallada. En el nivel superior se abría una serie de ventanales aparentemente cubiertos por arcos adovelados. Muchos de sus sillares lucen marcas de cantero. También se observa una hilera de mechinales cuadrados muy próximos entre sí cuya función debió ser la de sujetar una serie de vigas con las que articular una suerte de porche delantero (foto 11). Este boulterion tenía seis puertas: cuatro en el muro meridional y otras dos en los muros este y oeste, encontrándose todas ellas soterradas en la actualidad. La cávea donde se sentaban los magistrados de la ciudad era de planta semicircular, no pudiéndose apreciar nada de ella por estar enterrada también y porque, en nuestra opinión, le faltan muchos de sus asientos (foto 12).
Foto 28 (arriba).- Restos excavados de una de las columnatas del templo de Zeus Crisaoreo. Fotos 29 y 30 (centro y abajo).- La cella y el pronaos del citado templo, destacando su esbelta fábrica de sillería.
Un centenar de metros al norte del Bouleterion, al otro lado de un campo sembrado, se observan algunos remanentes de edificios de claro aspecto romano (punto 12 – foto 13). Acompañados por el guardia del yacimiento, que acaba de llegar y se ha quedado con nosotros más por ganas de compañía que por intención de vigilarnos de cerca, nos acercamos a verlos. Agregar que en el yacimiento no hay absolutamente nadie y el pueblo está casi desierto por lo que no nos sorprende su amistosa actitud. Los restos romanos en cuestión permanecen sin excavar, sobresaliendo entre la densa maleza poco más que el coronamiento de un trío de bóvedas semicirculares con arco de rosca (foto 14) y algunos muros divisorios (foto 15). Lo justo para conjeturar su pertenencia a un conjunto termal de época imperial.
Foto 31.- Letras griegas DI grabadas en un sillar del templo de Zeus Crisaoreo.
Por este lado ya no queda nada más que ver de modo que desandamos el camino en dirección al centro urbano de Doğanyurt. El guarda sigue con nosotros, intentando explicarnos lo que hay en Alabanda. La verdad es que la comunicación no fluye como sería de desear ya que nosotros no hablamos turco y el guarda sólo un poco de inglés, pero aún así resulta agradable la compañía y alguna cosa en claro sí que se saca.
Fotos 32, 33 y 34.- Restos de edificios de época bizantina visibles en diversos lugares del yacimiento. La foto 32 (arriba) muestra lo que queda de un antiguo canal.
Lo siguiente que observamos, a la izquierda del camino, es un recinto vallado en cuyo interior yacen las ruinas del templo de Apolo Isotimos (punto 5 del mapa). Según Vitruvio este templo fue construido por el arquitecto Mnesthes y era de planta pseudo-díptera (figura 6). El hecho de que fuera mencionado por el célebre arquitecto romano indica que el templo alabandés fue una obra de considerable magnitud. No obstante los restos conservados son relativamente breves, si bien se está seguro de la identidad del templo gracias a cierta inscripción localizada en un tambor de columna exhumado durante las excavaciones. El templo de Apolo Isotimos era de orden jónico, con cella (fotos 16 y 17) y pronaos, 8 columnas en los lados cortos y 13 en los largos (foto 18). Su friso era especialmente suntuoso al estar esculpido con escenas de la Amazonomaquia (lucha mitológica entre amazonas y griegos). Así mismo, dentro de la cella hay una suerte de cubículo con paredes de mármol (foto 19). Sin duda éste era el punto más sagrado del complejo. Por último, el templo se encontraba rodeado por un recinto sacro o témenos (foto 20), parte del cual fue reaprovechado durante la construcción de la muralla bizantina (foto 21). En cuanto a la datación del complejo sacro, se le supone, por paralelismos estilísticos, pleno-helenística, concretamente del siglo II a.C. Es posible que en época imperial recibiera alguna clase de reforma, siendo ampliada la dedicatoria del templo a la familia imperial.
Foto 35 (arriba).- Teatro de Alabanda. Paramento de gneis de uno de sus muros analemma. Foto 36 (abajo).- Vista general de la cávea del teatro, con sus dos niveles.
Unas decenas de metros camino arriba, llegando ya a las primeras casas de Doğanyurt, se alzan algunos restos de estructuras levantadas con una mampostería ligada con mortero de cal inconfundiblemente romana (punto 4 – fotos 22 y 22 bis). Aunque el área permanece sin excavar, se aprecia en superficie lo suficiente como para deducir la pretérita existencia de un complejo termal (figura 7) erigido en este lugar en época imperial temprana (siglos I y II). Lo primero que se observa son las considerables ruinas del tepidarium (baño tibio – fotos 23 y 24). Como se puede ver en la foto 24 aún conserva algunas bóvedas de comunicación entre estancias. Una bóveda de piedra, hoy curiosamente exenta (foto 25), comunicaba el tepidarium con el frigidarium (baño frío – foto 26). Éste era de planta rectangular alargada, concluyendo uno de sus extremos en un ábside. Del caldarium (baño caliente), situado a continuación del tepidarium, también se han conservado algunos vestigios si bien bastante pobres.
Foto 37 (arriba).- Asientos conservados en el teatro de Alabanda. Foto 38 (abajo).- Pata de león tallado en el extremo de uno de los asientos anteriores.
Conducidos por el guía tomamos un vetusto caminillo de tierra que, ascendiendo en dirección noreste, conduce a las primeras estribaciones del cerro situado a levante de la pequeña localidad turca. Ahí se encuentran los restos excavados de un templo de factura algo temprana, al parecer dedicado a la otra divinidad tutelar de Alabanda: Zeus Crisaoreo (punto 3 del mapa – foto 27). Es de planta períptera y orden dórico, destacando el inusualmente largo pronaos: una variedad arquitectónica propia de Anatolia, con escasos ejemplos en la Grecia europea (figura 8). Su fecha de construcción debe buscarse en la primera mitad del siglo III a.C. Fue erigido con sillares de gneis de buena factura, las columnas eran delgadas y sin acanalar. Se conservan bastantes tambores de éstas los cuales han sido recolocados en su lugar original (foto 28). Los muros de la cella y el pronaos constan de dos hileras de sillares paralelos colocados perpendicularmente entre sí en cada hilada sucesiva (fotos 29 y 30). Un detalle curioso es la existencia en tres puntos del templo de las letras DI profundamente grabadas en la piedra (foto 31). Han sido interpretadas como las iniciales de la leyenda DII (a Zeus) o, si se lee la marca en orden inverso, ID: iniciales de (H)IERON DII, traducible como “Santuario de Zeus”.
Foto 39.- Galería abovedada de acceso al diazoma del teatro desde el exterior.
De vuelta a las calles de Doğanyurt observamos algunos vestigios de la Alabanda bizantina negligentemente abandonados a su suerte en las proximidades de los mucho mejor cuidados edificios clásicos (fotos 32, 33 y 34). El guarda expresa, desde luego, muy poco interés por ellos, inmerecido a nuestro juicio, aunque como de hecho sucede se trate de restos de poca entidad. En fin, el caso es que no tardamos en llegar al más imponente testimonio del esplendor otrora alcanzado por la antigua Alabanda. Nos estamos refiriendo, como suele ser habitual en las ciudades griegas de Asia Menor, al teatro de la ciudad (punto 2 del mapa).
Fotos 40 y 41.- Paramento pétreo erigido en el siglo IV al objeto de separar la orquesta de la cávea. Primer plano (arriba) y vista general (abajo).
De tipo griego (planta semicircular y cuerpo principal apoyado en la ladera de una colina) el teatro de Alabanda es obra helenística del siglo II a.C. La mayor parte de su estructura fue construida con sillares de granito y gneis (foto 35), reservando el mármol para los asientos de las cáveas. La cávea de este teatro se dividía en dos niveles separados por un diazoma (foto 36). Ambos niveles están muy arrasados, conservándose tan solo unas pocas hileras de asientos, los más próximos a la orquesta (foto 37). Destacan las bonitas patas de león talladas en los extremos de los asientos que daban a las escaleras de comunicación entre filas de asientos (foto 38). En cuanto a los accesos al teatro, se verificaban por su parte inferior y también por sendas galerías abovedadas situadas a la altura del diazoma (foto 39).
Foto 42.- Vista general de la escena del teatro de Alabanda.
A comienzos del siglo IV d.C. la orquesta fue rodeada por un parapeto pétreo algo tosco de aspecto, motivo por el que se lo recubrió de estuco (fotos 40 y 41). Su objetivo era delimitar un espacio en el que desarrollar, con la debida seguridad para el público, los juegos gladiatorios y venatorios tan de moda por aquellos tiempos.
Foto 43 (arriba).- Estructura original, helenística, de la escena del teatro. Foto 44 (abajo).- Ampliación de época imperial romana con sus columnas y demás elementos reaprovechados.
La escena del teatro era un edificio bastante complejo (foto 42), sobre todo a raíz de la profunda ampliación realizada en época imperial, probablemente en el siglo II. Originalmente se trataba de un edificio discreto, articulado alrededor de una doble serie de pilares prismáticos (foto 43). La ampliación dobló (al menos) el tamaño de la escena, añadiéndole un segundo cuerpo mucho más elaborado en el que destacaba una airosa columnata (foto 44). Tanto los sillares como las columnas (capiteles incluidos) empleados en esta intervención fueron extraídos del cercano templo de Zeus Crisaoreo, esto es, era material reutilizado. Ni que decir tiene que ésta es una prueba fidedigna de que el citado templo ya estaba fuera de uso en el siglo II d.C. La ampliación concluyó con el añadido de un proscenio construido íntegramente en mármol, ornamentado con inscripciones (foto 45), bellas columnas (foto 46), estatuas, un magnífico tímpano esculpido (foto 47) e incluso un reloj de sol (foto 48).
Foto 45 (arriba).- Inscripción griega localizada en un sillar marmóreo del proscenio del teatro. Foto 46 (centro-arriba).- Bases de columna pertenecientes a la columnata que decoraba el citado proscenio. Foto 47 (centro abajo).- Tímpano esculpido que coronaba la columnata del proscenio. Foto 48 (abajo).- Reloj de sol o sundial.
Visitada el teatro el guarda se despide de nosotros. Le damos las gracias y una propina por su amabilidad. Si bien nos consta que aún quedan algunas cosas que ver aquí y allá (los restos de la muralla helenística por ejemplo), lo cierto es que preferimos marchar a fin de poder realizar la segunda visita del día sin demasiadas apreturas (el día es corto a finales de noviembre en este rincón de Asia Menor). Poco más de momento; nos vemos en la siguiente entrada de este blog…
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