domingo, 25 de junio de 2017

Un repaso por las cecas imperiales operativas a la muerte de Constantino I (337 d.C.), 4ª Parte: la Prefectura de Oriente. 1ª Parte.

La prefectura de Oriente fue creada a la muerte de Constantino el Grande y entregada al segundo de los hijos de éste, Constancio II. Era la más grande de las cuatro y también la más rica pues no en vano albergaba provincias como Asia o Egipto: de lejos las más prósperas y desarrolladas del Imperio. También contaba con una sólida guarnición legionaria concentraba principalmente en la frontera con el imperio sasánida más una legión en Egipto. Ahora bien, eran tropas consideradas, en promedio, de peor calidad que las danubianas, britanas o renanias, motivo por el que Constantino II prefirió retener para sí la prefectura de las Galias en lugar de tomar la de Oriente.

Sus dominios se extendían por Europa, Asia y África. En Europa poseía la diócesis de Tracia, en el confín oriental de la península balcánica. Asomada al estrecho del Bósforo se alzaba la gran ciudad de Constantinopla, capital de la diócesis y de la prefectura. El Egipto romano, con capital en Alejandría, constituía la parte africana de la prefectura. Por su parte los territorios asiáticos se dividían en dos grandes regiones: la península de Anatolia, en aquel entonces llamada Asia Menor, subdividida a su vez en las diócesis de Asia (capital en Éfeso) y del Ponto (capital en Nicomedia), y el próximo oriente mediterráneo, incluida aquí la alta Mesopotamia, con capital en Antioquía.

Foto 1.- Las inmortales murallas de Constantinopla, erigidas en tiempos de Teodosio II.

Hasta seis cecas monetales de primer orden operaban en los extensos dominios de la prefectura de Oriente a la muerte de Constantino I en el 337. En la diócesis de Tracia destacaba por su gran volumen de acuñación la ceca de Constantinopla, auxiliada por la ceca de la cercana Heraclea. La antigua ciudad de Cízico era la encargada de suministrar numerario a la diócesis de Asia (ó Asiana); Nicomedia hacía lo propio en el caso de la diócesis póntica. El efectivo de la diócesis de Oriente continuó en manos de la muy veterana ceca de Antioquía. Ya en tierras africanas, la diócesis de Egipto también recurrió a la tradición probada representada por la centenaria ceca de Alejandría.

Foto 2.- Vista de un tramo del acueducto de Valente, en Constantinopla/Estambul. 

En esta entrada vamos a conocer un poco la historia y las acuñaciones de las cecas de Heraclea, Constantinopla y Nicomedia. De las otras tres nos ocuparemos en una entrada posterior.

Constantinopla. Conocida desde 1930 como Estambul (Turquía), es en la actualidad uno de los destinos turísticos más populares del mundo. 

Tras el triunfo de Constantino I en su conflicto con Licinio I, augusto de oriente, quedó como emperador único de todo el orbe romano. Decidió entonces erigir una gran ciudad en la mitad oriental del Imperio que sustituyera a la decadente y poco pro-constantiniana Roma (la Urbs había apoyado al usurpador Majencio pocos años atrás) en la capitalidad del estado romano. Tras sopesar un par de posibles emplazamientos, Constantino se decidió por el solar donde se encontraba la antigua ciudad griega de Bizancio. El lugar, históricamente conocido como el “Cuerno de Oro”, era en verdad muy notable tanto desde el punto de vista táctico (muy fácilmente defendible), como náutico (poseía un magnífico puerto) y estratégico (dominaba el estrecho del Bósforo o lo que es igual: la principal encrucijada entre Oriente y Occidente desde tiempos inmemoriales). 

Foto 3.- Base de uno de los obeliscos que ocupaban la espina del gran hipódromo de Constantinopla. 

Los trabajos en la que sería renombrada Nea Roma Constantinopolis comenzaron en el año 324. Hasta 40000 operarios fueron empleados a la vez, no tardando en desaparecer las venerables estructuras urbanas de la Bizancio griega a fin de dejar espacio a los imponentes edificios concebidos por Constantino para conformar una espléndida ciudad ideada a semejanza de Roma: con su mismo número de regiones urbanas (14) e idénticos puntos capitales: un magnífico foro, un capitolio monumental y un soberbio edificio para el senado. Tras seis años de intensa labor constructiva en los que no se reparara en gastos, incluyendo aquí el traslado, de grado o por la fuerza, de multitud de elementos arquitectónicos suntuosos procedentes de diversas ciudades del mediterráneo oriental, Constantinopla sería “inaugurada” en mayo del año 330, efeméride ésta cumplidamente reflejada en la numismática del periodo. Las fastuosas ceremonias de inauguración se prolongaron por espacio de 40 días, al término de los cuales dio comienzo el discurrir de la que sería considerada durante muchos siglos la ciudad más importante de Europa y del Mediterráneo.

Foto 4.- Vista del interior de la magnífica Iglesia de la Santa Sabiduría (Santa Sofía).

La historia de Constantinopla a partir de su elección definitiva como capital del Imperio romano de Oriente (año 395), más tarde Imperio Bizantino, es larga y compleja como pocas, desbordando de lejos los límites de esta entrada. Lamentablemente los vestigios de aquel esplendor que han llegado hasta nuestros días no son muy numerosos. De entre los erigidos en época romana podemos citar las murallas de la ciudad (foto 1), consideradas inexpugnables durante un milenio, el acueducto de Valente (foto 2) y los breves restos del gran hipódromo (foto 3). En cuanto a los labrados en época bizantina temprana destacan por méritos propios la monumental iglesia de Santa Sofía (foto 4) y la gran Cisterna (foto 5), ambas construidas durante el reinado del emperador Justiniano I (527-565). El resto de los otrora espléndidos edificios romano-bizantinos, que no debieron ser pocos precisamente, han perecido bajo la piqueta turca o a causa del cruel transcurrir del tiempo. 

Foto 5.- Interior de la gran cisterna construida por Justiniano I.

La historia numismática de Constantinopla, dejando a un lado las acuñaciones de la ciudad de Bizancio de tipología griega o grecorromana, comienza en el año 326 con ocasión de la apertura de su ceca imperial. Tanto el personal como las herramientas de la nueva ceca fueron traídos de Italia, de Ticinum concretamente, cuya ceca desaparecería para dar lugar a la de Constantinopla. La gran calidad de las primeras emisiones constantinopolitanas se debe, precisamente, a haber heredado el saber hacer de la que era una de las cecas más virtuosas de entre las instauradas a resultas de la reforma monetaria de Diocleciano.

La producción numismática de la ceca constantinopolitana fue siempre muy elevada, extendiéndose a los tres metales. Nada que deba extrañarnos habida cuenta la condición de capital de la mitad oriental del mundo mediterráneo que durante muchos cientos de años ostentó la ciudad del Bósforo. Tan crecido volumen de producción obligó a la instalación de un buen número de oficinas, variando entre un máximo de once (periodo 326-360), aparentemente sólo 4 en el periodo 360-364 (reinados de Juliano el Apóstata y de Joviano), siete (364 a 378), cinco (379-395) y cuatro (383-408). La ceca proseguirá emitiendo monedas durante todo el largo periodo bizantino, siendo proporcionalmente elevado el número y la variedad de sus acuñaciones.

Contemplemos a continuación (fotos 6, 7, 8 y 9) un conjunto de piezas acuñadas en la ceca de Constantinopla durante el periodo 330 – 364 d.C. 

Foto 6.- La presentación al público del Imperio de la “Nueva Roma” fue realizada, numismáticamente hablando –sin duda el más eficaz vehículo propagandístico a disposición de los emperadores--, por medio de sendas acuñaciones broncíneas, tipo centenonial (AE3), esto es de uso común por su bajo valor liberatorio, que fueron extensivamente emitidas por todas las cecas imperiales desde el año 330, fecha de la inauguración de la ciudad, hasta el 340, muerto ya Constantino I. La iconografía de estas emisiones intenta enlazar el glorioso pasado imperial, encabezada por Roma, con el brillante futuro presidido por la nueva capital constantinopolitana. Así, la gran ciudad del Tíber aparece representada en el primero de los tipos (abajo) por la leyenda de anverso VRBS ROMA y la loba capitolina dando de mamar a los gémelos Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma, en el reverso. Por su parte, la nueva capital imperial es revelada al público en el segundo tipo monetal (arriba) vía la leyenda de anverso CONSTANTINOPOLIS y una alegoría de ésta en el reverso en la forma de victoria alada, a izquierda, portando cetro y escudo así como apoyada sobre proa de galera. Los ejemplares de ésta foto fueron acuñados en la decimoprimera oficina de Constantinopla (marca de oficina IA).

Foto 7.- Centenonial (AE3) acuñado por Constancio II en el trienio 338-340 en nombre de su padre, Constantino I, con motivo de su divinización, acaecida a los pocos meses de su fallecimiento el 22 de mayo del 337. El anverso de la moneda muestra a Constantino con la cabeza velada, lo que solía emplearse para representar personajes ya fallecidos así como consagrados. La leyenda de anverso DIVO CONSTANTINO PT AVGG, traducible como “el Divino Constantino, Padre de los Emperadores”, nos confirma que, en efecto, Constantino había sido declarado dios y llevado a los cielos por una cuadriga celestial idéntica a la representada en el reverso de la moneda. Se trata de una iconografía de claro origen pagano, con múltiples precedentes en la historia imperial, pero que aprovechando su similitud con algunos hechos bíblicos (por ejemplo la subida al cielo de Elías en un carro de fuego) permitió la adopción de un sincretismo válido tanto para paganos como para cristianos (quizás un poco a duras penas en lo que a estos últimos se refiere, ya que los personajes bíblicos no subían al cielo en calidad de dioses sino de amados del Único Dios). 

Foto 8.- Maiorina (AE2) acuñada a nombre de Constancio II, augusto de oriente, en la tercera oficina durante el trienio 348-350. Bronce con liga de plata (mínima). Destaca el motivo de reverso “emperador con traje militar alanceando a un enemigo descabalgado” en el que se muestra a las claras la profunda vocación militar del Imperio tardío y sobre todo su compromiso con la defensa a ultranza de las fronteras. 

Foto 9.- Doble maiorina acuñada a nombre de Joviano en el bienio 363-364. La reforma monetaria de Juliano el Apóstata introdujo un tipo monetal llamado Doble Maiorina (nombre moderno), caracterizado por su gran tamaño (AE1), ausente en la numismática imperial desde los tiempos de la tetrarquía. Acuñado con cierta profusión durante el reinado de Juliano, lo fue mucho menos en el reinado de sus sucesores, Joviano y Valentiniano I,  hasta el punto de que hoy en día son piezas escasas las dobles maiorinas acuñadas a nombre de estos últimos, especialmente en altas calidades. Probablemente la moneda no llegó a asentarse del todo en el sistema monetario romano, algo natural considerando su, presumiblemente, muy elevado valor liberatorio, el cual debió exponerla en exceso al acoso de la inflación y su ahijada, la ley de Gresham (la moneda mala siempre expulsa del mercado a la buena). 

Heraclea. Fundada con el nombre de Perinthos a finales del siglo VII a.C., fue una antigua ciudad de Tracia, hoy desaparecida, cuyos restos descansan bajo los edificios de la ciudad turca de Mármara Ereglisi. 

Su estratégica posición en la costa del mar de Mármara, a medio camino entre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, facilitó su desarrollo económico, constituyendo durante siglos un próspero enclave comercial. Su rival histórica fue Bizancio, ciudad a la que si bien nunca llegó a superar en riqueza sí que aventajó en cuanto a capacidad de medro dentro de la política romana (las crónicas destacan que Bizancio fue siempre demasiado independiente para los cánones romanos, lo que no sucedía con la más sumisa Heraclea, razón por la que fuera nombrada capital de la diocesis de Tracia). Esto explica que, con motivo de la reorganización monetaria diocleciana, puesta sobre la mesa la necesidad de instalar una ceca imperial que sirviera a la diócesis de Tracia, fuera elegida Heraclea, la capital diocesana, y no Bizancio para albergarla.

Durante la primera y segunda tetrarquías Heraclea acuñó grandes cantidades de bronces y algo de plata y oro, siendo los hallazgos de monedas acuñadas en esta ceca sumamente comunes en la actual Bulgaria y en la Turquía europea. Hasta el reinado de Licinio I (308-324) mantuvo cinco talleres u oficinas trabajando en paralelo. 

La “fundación” de Constantinopla por Constantino I, marca el comienzo del declive de Heraclea como ciudad. A medida que la primera crece y se desarrolla, Heraclea va perdiendo importancia hasta llegar un momento en que la ciudad queda totalmente ensombrecida por la descendiente de la que en otros tiempos fuera su mayor rival comercial. En el plano numismático la decadencia de Heraclea se refleja en un paulatino descenso en el volumen de sus acuñaciones, más y más acusada a medida que la producción de la ceca de Constantinopla se incrementa. No obstante durante el gobierno de la dinastía constantiniana no se produce un descenso demasiado grande, continuando abiertos los cinco talleres monetales y manteniéndose elevado el volumen de acuñación, lo que invita a pensar que la ceca de Heraclea estuvo funcionando como auxiliar de la constantinopolitana durante varias décadas. A partir del reinado de Juliano el Apóstata se agudiza la decadencia, reduciéndose a dos el número de oficinas de acuñación. La división del Imperio en dos partes trae consigo la elección definitiva de Constantinopla como capital de la mitad oriental y con ella el ocaso definitivo de Heraclea, reducida a partir de entonces a la condición de ciudad de provincias desarrollada. Consecuencia de esto es un marcado descenso en el volumen total de monedas emitido por los dos talleres de la ceca, claramente reflejado en su mayor rareza en comparación con los mismos tipos acuñados en las cecas principales del periodo. Finalmente la ceca de Heraclea será clausurada en los albores del imperio Bizantino, reinando en Constantinopla el emperador León I (457-474), para no volver a abrirse nunca más.

Las emisiones de la ceca de Heraclea se caracterizan por su cuidada factura y estilo balcánico bastante puro. Se nota que las sucesivas generaciones de artesanos que trabajaron en sus talleres conocían bien su oficio. Las monedas de las fotos 10, 11, 12, 13 y 14 servirán para ilustrar el trabajo de aquellas gentes:

Foto 10.- Radiado post-reforma acuñado a nombre de Diocleciano en la segunda oficina de Heraclea durante el trienio 295-297. El radiado post-reforma es un nombre moderno, estrictamente descriptivo, con el que se denomina al divisor del follis (se estima que 1 follis equivalía 5 radiados), sin liga de plata en su composición, introducido por Diocleciano en el sistema metrológico romano. No fue acuñado en todas las cecas imperiales, destacando entre las que sí lo hicieron, por el gran volumen de radiados emitidos, las cecas de Alejandría, Cízico y Heraclea. 

Foto 11.- Follis a nombre de Diocleciano acuñado en la primera oficina de Heraclea hacia el año 297. Conserva la mayor parte del plateado original. Su claro arte balcánico-oriental, mucho más esquemático que el occidental, contribuye a desindividualizar a los tetrarcas representados en sus monedas tal y como se ciertamente se pretendía.

Foto 12.- Follis (AE2) acuñado a nombre de Constantino I en la ceca de Heraclea (3ª oficina) en el año 313, o lo que es igual estando la ceca bajo dominio de Licinio I. El reverso IOVI CONSERVATORI AVGG es exclusivo de las acuñaciones orientales de la segunda tetrarquía, reclamándose en él la protección de Júpiter, el dios supremo, para los emperadores Constantino y Licinio. Bronce con breve liga de plata.

Foto 13.- Follis reducido (AE3), esto es inflacionado, emitido a nombre de Licinio I en la primera oficina de la ceca de Heraclea durante el trienio 318-320. Bronce con liga de plata de muy buen aspecto que unido al reverso “Puerta del Campamento”, empleado en algunos de los argenteos de la primera tetrarquía, pretende transmitir al usuario la idea de que se trata de una moneda pseudo-argéntea, de alto valor fiduciario. Merece la pena destacar el bonito busto consular del emperador en anverso.

Foto 14.- Centenonial (AE3) acuñado en el quinquenio 326-330 a nombre de Constantino I en la cuarta oficina de la ceca de Heraclea. La leyenda de reverso VOT XXX hace referencia al compromiso (voto) del emperador de reinar treinta años (XXX) con justicia y diligencia. Este tipo de reverso se empezó a acuñar al poco de cumplirse los primeros veinte años de reinado de Constantino I. Bronce con liga de plata.

Nicomedia. Se corresponde con la actual ciudad de Izmit en la provincia turca de Kocaeli. Fue fundada en el año 264 a.C. por el monarca bitinio Nicomedes I, cuyo nombre ostenta la ciudad. Fue la capital del reino de Bitinia durante el resto de la existencia de éste y posteriormente, ya bajo dominio romano, capital de la diócesis del Ponto (Bythinia et Pontus).
Su ubicación en un importante cruce de caminos en donde confluían las principales calzadas que articulaban el territorio microasiático, enlazándolas con la calzada que conducía en derechura al estrecho del Bósforo y a occidente, le aseguró un elevado potencial de crecimiento y prosperidad al amparo del comercio. Tenía como rival a la vecina Nicea aunque manteniendo siempre una cierta superioridad sobre ella, lo que explica que fuera elegida por Diocleciano para instalar la capital de la porción del mundo romano bajo su mando (la futura prefectura de Oriente –a grandes rasgos--). De esta época data su mayor esplendor como ciudad, al socaire del mecenazgo imperial que no dudara en adornarla con toda clase de edificios monumentales, incluido un suntuoso palacio para uso del emperador. Galerio Maximiano también la escogió como capital de la mitad oriental del Imperio, lo mismo que hiciera Licinio I. Constantino I se alojó en el palacio imperial de Nicomedia durante los años en que fuera construida la gran Constantinopla (324-330). Dada la relativa proximidad de ambas ciudades (unos 70 kilómetros) era buen sitio para supervisar regularmente las obras al tiempo que dirigir el Imperio.

Foto 15.- Tapa de tumba ricamente ornamentada.

En el 358 Nicomedia fue devastada por un potente terremoto seguido de un incendio de gran magnitud que destruyó lo que había quedado en pie tras el seísmo. La ciudad fue reconstruida pero sin la magnificencia de antaño. No en vano la espléndida Constantinopla estaba destinada a ser la metrópoli incontestada de la región, razón por la que no parecía necesario invertir cuantiosos recursos en restaurar una ciudad que ya no habría de sobrepasar la condición de “segundona”. No obstante, Nicomedia nunca llegó a decaer en demasía debido a su carácter de guardiana de la cabecera de la ruta que, procedente del Este, conducía hasta Constantinopla. En efecto, todo ejército hostil que quisiera alcanzar Constantinopla, independientemente de su lugar de origen, debía por fuerza expugnar Nicomedia si quería proseguir hacia la capital del Oriente romano. Es por ello que las autoridades romano-bizantinas siempre se aseguraron de mantener en perfecto estado de defensa la estratégica plaza, lo que obviamente redundó en beneficio de ésta. El resto de su existencia como ciudad lo pasó cumpliendo fielmente el rol de escudo de Constantinopla que le fuera adjudicado en la segunda mitad del siglo IV. A medida que los siglos pasaban, las amenazas se sucedían y el imperio Bizantino veía cercenados sus dominios, Nicomedia iba siendo abandonada por sus moradores: cada vez menos confiados en la capacidad de la guarnición imperial para mantener al enemigo alejado de sus personas. Cuando su conquista por los turcos en 1337, su área habitada se reducía a la ciudadela fortificada descollante a gran altura sobre el inmenso campo de ruinas en que se había convertido la otrora orgullosa ciudad… En la actualidad apenas se pueden encontrar vestigios de la antigua Nicomedia en la moderna Izmit. La fortísima presión urbanística que aqueja la zona se ha encargado de ello. No le queda, pues, al visitante otra opción que conformarse con las piezas expuestas en el modesto museo arqueológico de la ciudad (fotos 15 y 16).

Foto 16.- Friso con tritón.

Nicomedia había acuñado monedas desde los remotos tiempos del reino de Bitinia. Además era la capital de Diocleciano. Está claro que no existía mejor lugar para instalar la ceca imperial que había de surtir de numerario a la diócesis del Ponto. A partir del 294 acuña oro, plata y sobre todo bronce. Éste último en dos oficinas: un número sorprendentemente bajo para una ciudad tan importante. De hecho es cierto que los follis tetrárquicos de Nicomedia son significativamente más escasos que los de las demás cecas. No es algo que se refleje demasiado en los precios de mercado, posiblemente por ser un poco contraintuitivo, pero que es real desde el punto de vista estrictamente numismático.

Durante la segunda tetrarquía la ceca de Nicomedia incrementa bastante su producción, llegando a operar con cuatro talleres simultáneos, a los que se añadirán otros tres durante el gobierno de Licinio I. Triunfante Constantino, continúa Nicomedia acuñando profusamente en sus siete talleres aunque ciñéndose a unos pocos tipos de reverso nada más. La reforma monetaria de Juliano el Apóstata (363) reducirá la producción y con ella el número de oficinas a tres. A medida que el desarrollo de Constantinopla persuade a los emperadores de la conveniencia de asegurar Nicomedia como bastión de la capital imperial, va incrementándose la presencia militar en su área de influencia lo que se traduce en un incremento de las necesidades de dinero contante y sonante. Una nueva oficina, la cuarta, se suma a las tres existentes en la ceca para hacer frente a tal incremento. El cuarteto funcionará hasta el reinado de Arcadio en que es reducido a dueto. Los albores del imperio bizantino encontrarán a Nicomedia con una sola oficina de acuñación operativa. Seguirá acuñando monedas durante el periodo bizantino temprano, especialmente durante el reinado de Justiniano I. Su cierre definitivo se produce en el año 627.

El estilo de las monedas de Nicomedia se caracteriza por su muy marcado aire oriental, con una encantadora falta de realismo. Aunque la manufactura de las monedas es buena, no lo es tanto el nivel artístico alcanzado por sus abridores de cuño, sobre todo en la época tetrárquica; posteriormente mejora bastante hasta situarse al nivel del resto de cecas del periodo. Las monedas de las fotos 17, 18, 19 y 20 fueron acuñadas en Nicomedia entre los años 

Foto 17.- Argenteo de plata acuñado en el año 295 a nombre de Maximiano Hércules en la tercera oficina de la ceca de Nicomedia. El reverso conmemora una victoria sobre los Sármatas (VICTORIAE SARMATICAE) y lo más interesante: introduce el tipo de reverso “Puerta del Campamento” que luego sería profusamente utilizado en las acuñaciones del Bajo Imperio.

Foto 18.- Follis a nombre de Diocleciano acuñado en la primera oficina de Nicomedia durante el bienio 303-304. Obsérvese el peculiar estilo del busto de anverso, típico de la ceca de Nicomedia.

Foto 19.- Follis reducido acuñado a nombre de Licinio I en la segunda oficina de la ceca de Nicomedia durante el periodo 321-324. Destaca el busto radiado del emperador, inusual en momento de la numismática romana y cuyo objetivo debió ser recalcar la diferencia entre estos follis, equivalentes a 12,5 denarios comunes, de los inmediatamente anteriores: algo más grandes así como equivalentes a 25 denarios comunes. Esto lo sabemos por la marca de control de reverso X II Gamma en dos líneas) interpretable como la cifra 12,5.

Foto 20.- Centenonial (AE3) emitido a nombre del césar Crispo en la segunda oficina de la ceca de Nicomedia durante el trienio 325-326. Excelente ejemplar con el plateado superficial perfectamente conservado y un magnifico busto de anverso mirando a izquierda.

No hay comentarios: