Un día soleado, no muy fresco, algo cálido para lo que correspondería a una fecha de finales de otoño, nos recibe en el hotel próximo al aeropuerto de Izmir donde hemos pasado la noche procedentes de un largo vuelo desde Madrid, con escala en Estambul incluida.
Fotos 1 y 2.- Sarcófagos grecorromanos localizados en la necrópolis de Aigai.
Tras recoger el coche alquilado, no sin superar algunos inconvenientes con la dichosa tarjeta de crédito, enfilamos rumbo al norte. Otra vez nuestros pasos nos han llevado a recorrer las antiguas tierras de Asia Menor. Otra vez la magia de los siglos nos llama desde lo alto de los cerros, en lo profundo de los valles, al pie de las azules aguas del Egeo… allá vamos, pues, no sea cosa de que lleguemos tarde a la cita.
Foto 3.- Restos de una tumba de tipo túmulo en la necrópolis de Aigai.
Nuestra primera visita es Aigai, en tierras de Eolia, cien kilómetros al norte de Izmir. Aunque nuestra idea es visitar las ciudades antiguas de Jonia y Caria, esto es al sur y sureste de Izmir, acudimos primero aquí pues no pudimos hacerlo el año pasado, cuando exploramos la Eólida, por falta de horas de luz.
Fotos 4 y 5.- Calzada de acceso a Aigai. Flanqueada en algunos tramos por muros de contención tal y como se puede ver en la foto 5.
Llegar hasta Aigai no resulta nada fácil. La carretera es estrecha y con el firme algo descuidado, siempre hacia arriba, dando vueltas y más vueltas por una comarca montañosa de cerros altos y pétreos, con poca cobertura arbórea. La señalización también es pobre y en ocasiones se pierde uno ligeramente, habiendo de desandar lo andado durante unos cuantos minutos.
Figura 1.- Plano del Yacimiento de Aigai.
Nos desplazamos por una comarca fuertemente rural, del todo ajena a la relativa modernidad de la costa del Egeo turca. Vacas de muy curioso aspecto, sumamente peludas y hasta con barba, descansan apaciblemente en las calles de los pequeños pueblos por los que pasamos, tomando el sol o mordisqueando algún que otro hierbajo. Algunos aldeanos ya mayores se desplazan en borrico de un lado para otro. Sus vestimentas llaman la atención y no por lo extrañas: son gastados trajes de pantalón, camisa y americana, sino porque uno no está muy acostumbrado a que se emplee dicha clase de prendas para realizar las labores agrarias o desplazarse utilizando tracción animal. Sin embargo esto es algo relativamente habitual entre los turcos ancianos y proviene de la obligación impuesta por Ataturk de emplear ropas occidentales en todo momento y no las tradicionales ropas turcas de tipo más oriental. La gente joven sí que viste de una forma más convencional, adaptada a lo que se está haciendo en cada momento.
Fotos 6 y 7.- Muro de contención del Baño Septentrional. Erigido en una soberbio paramento de sillería, un detalle del cual podemos contemplar en la figura 7.
A medida que se sube va haciendo significativamente más frío. Por fin, tras dejar atrás la pequeña localidad de Yuntdaköseler, tomamos la estrecha carretera que asciende por la ladera septentrional de la que otrora fuera conocida como “la Montaña del Sol”, en cuya cumbre se alzan, solitarias, las ruinas de la antigua Aigai. Vamos a conocer un poco su historia antes de adentrarnos en su interior…
Foto 8.- El Baño Septentrional, con el muro de contención en primer plano y una de sus bóvedas en la parte de arriba de la foto.
Aigai (Aegae en latín, Egas en castellano) aparece citada por Herodoto y Estrabón como una de las doce ciudades mayores fundadas por los colonos eolios. Aunque su fundación legendaria data de alrededor del año 1100 a.C., las excavaciones arqueológicas no han encontrado ningún vestigio anterior al siglo VIII a.C. Su ubicación en un área montañosa, algo aislada de la costa donde, con la excepción de Temnos, se alzaba el resto de las ciudades eolias, fue recalcada por los escritores antiguos, siendo a la postre el motivo por el que Aigai nunca alcanzó un grado de desarrollo comparable al de las ciudades costeras.
Foto 9.- Tramo de calzada en las inmediaciones de la Puerta de Tiberio.
Durante la primera mitad del siglo VI a.C. formó parte del extenso reino de Lidia. Destruido éste por los persas aqueménidas en el año 546 a.C., Aigai logrará resistir la posterior embestida persa y conservar su independencia, éxito atribuible tanto a su agreste localización, bastante difícil de expugnar, como a su relativa pobreza, la cual desaconsejaba consumir copiosos recursos militares en su conquista. Apenas nada se conoce del devenir de Aigai durante este periodo histórico; sólo que hacia el año 469 a.C. el gran hombre de estado ateniense Temistocles pasó por la ciudad durante su huída de Grecia hacia Persia, siendo bien recibido y acogido por un amigo suyo, residente en Aigai, llamado Nicógenes.
Foto 10.- La muralla de Aigai.
La conquista de Asia Menor por parte de Alejandro Magno en el 334 a.C. devolvió Aigai al mundo helénico. Su proximidad a Pérgamo la llevaría a entrar en el horizonte de expansión del reino atálida; así sucedería en efecto hacia el 228 a.C. en que Aigai es arrebatada al imperio Seleúcida por el monarca pergameno Átalo I. Desaparecido Seleuco III, el derrotado monarca seleúcida, en 223 a.C., su sucesor, Antioco III, decide relanzar la guerra contra Pérgamo enviando a Aqueo, su mejor general así como tío carnal suyo, a combatir en tierras de Asia Menor. La campaña siguiente sería un éxito para los seleúcidas, recuperando la mayor parte del territorio perdido a manos de Átalo I, Aigai incluida. No obstante, la inestabilidad característica del trono seleúcida acabaría por debilitar su frontera norte, permitiendo a Átalo I apoderarse de nuevo del noroeste de Asia Menor, esta vez de forma definitiva (218 a.C.). Aigai quedaría, pues, como ciudad pergamena hasta la desaparición de este reino en el 133 a.C.
Foto 11.- La puerta de Tiberio vista desde su intradós. Foto 12.- Sillares inscritos pertenecientes al arquitrabe de la stoa otrora contigua a la puerta de Tiberio.
El periodo de soberanía pergamena fue el de mayor esplendor para la ciudad eolia tanto desde el punto de vista económico como el cultural. Mimada por los reyes atálidas, Aigai fue dotada de un soberbio conjunto de edificios públicos estilísticamente similares a los de la capital, Pérgamo. Esto atrajo sobre sí las iras del monarca bitinio Prusias II, embarcado en una dura guerra contra el pergameno Átalo II allá por los años 156-154 a.C. Sabemos por el historiador griego Polibio que las tropas de Prusias II entraron a sangre y fuego en la Eólida, arrasando los campos y golpeando las principales ciudades de la región, Aigai incluida, a la que causaron graves daños. Sólo la firme intervención de la república de Roma lograría poner fin a la guerra, restituyendo las fronteras al status quo existente antes del conflicto y obligando al rey Prusias a pagar, entre otras indemnizaciones, cien talentos a cada una de las ciudades castigadas, Aigai entre ellas.
Figura 2.- Representación artística del aspecto de la Puerta de Tiberio en la Antigüedad.
Las acuñaciones monetales de Aigai dan comienzo a finales del siglo IV a.C. en respuesta a su reciente inclusión en las corrientes económicas del imperio alejandrino. Se trata de una abultada serie de bronces de moderado tamaño (AE18) bastante monótonos en lo que a iconografía se refiere: busto de Apolo, la divinidad tutelar de la ciudad, en anverso y cabeza de cabra en reverso. Habrá que esperar hasta el siglo II a.C. para ver aparecer algunos tipos nuevos: la cabra completa o al menos medio cuerpo, la diosa Nike, busto de Atenea, etc. En la figura 3 podemos ver a la izquierda un ejemplar del tipo Apolo/cabeza de cabra y un ejemplar del tipo Atenea/Niké a la derecha.
Figura 3.- Bronces acuñados en Aigai en época helenística.
Aigai no alcanzaría la suficiente importancia económica como para acuñar plata hasta mediados del siglo II a.C. En efecto, hacia el 160 a.C. emite una serie de tetradracmas de muy buena calidad estilística con busto de Apolo en anverso e imagen desnuda de Zeus en reverso, con leyenda griega AIΓAIEΩN (AIGAIEON) y monograma en campo, todo ello inserto dentro de una corona de hojas de roble. El volumen de emisión fue bastante bajo hasta el punto de que no se conocen más que cuatro cuños de anverso: suficientes para no mucho más que una tirada de 80.000 ejemplares. Esto indica que Aigai, aunque próspera, no llegó a alcanzar los niveles de riqueza de las ciudades más florecientes de su entorno. La moneda de la figura 4 servirá para ilustrar la emisión que acabamos de describir.
Figura 4.- Tetradracma acuñado en Aigai hacia el año 160 a.C.
Como tantas otras ciudades microasiáticas, Aigai pasaría a dominio romano a resultas del cumplimiento del testamento de Atalo III a su muerte en 133 a.C. Su devenir continuaría en términos similares a los vividos bajo la égida atálida: importancia política a nivel local y prosperidad suficiente, sin excesos. Sabemos gracias a una inscripción de agradecimiento que el procónsul de Asia entre 46 y 44 a.C., Publio Servilio Vatia Isáurico, benefició grandemente a la ciudad durante su mandato. También nos consta que fue seriamente dañada por el gran terremoto del año 17 d.C., siendo reconstruida gracias al generoso apoyo económico del emperador Tiberio, en cuyo honor los agradecidos habitantes de Aigai erigieron una estatua suya.
Foto 13.- Ruinas de un área industrial localizada a pocos pasos de la Puerta de Tiberio.
Las emisiones monetales de la ciudad durante los siglos altoimperiales reflejan una marcada estética microasiática y una iconografía bastante local, apareciendo el emperador del momento en el anverso y, por lo general, divinidades del panteón griego en el reverso, especialmente Apolo: como ya dijimos la divinidad tutelar de la ciudad, la cual era adorada en el cercano santuario de Apolo Khresteiros. Las últimas acuñaciones de Aigai datan del reinado de Galieno (260-268) o poco después. Los cuatro ejemplares de la figura 5 constituyen un breve resumen de la numismática de Aigai. El primero (arriba-izquierda) es un AE16 acuñado en nombre de Mesalina, la segunda mujer de Claudio con el dios Zeus en reverso. El segundo (arriba-derecha) muestra en anverso a los césares Tito y Domiciano mirándose así como al dios Apolo en reverso. Por su parte el tercero (abajo-izquierda) es un bonito AE17 en nombre de Septimio Severo con Hércules en el reverso. Finalmente la cuarta moneda (abajo-derecha) es un espléndido medallón de 50 mm de diámetro acuñado durante el reinado de Alejandro Severo (anverso) en cuyo reverso aparece la fachada del templo en el que se adoraba a Apolo Khresterios, algunos restos del cual han sido excavados recientemente.
Figura 5.- Bronces acuñados en Aigai en época imperial romana.
Las excavaciones arqueológicas indican que Aigai fue abandonada a finales del siglo III d.C. Lo cierto es que entre sus ruinas no se ven elementos de tipo cristiano que puedan ser encuadrables en el bajo imperio o la época bizantina temprana. El proceso de abandono no fue lento y por partes como suele ser habitual en estos casos sino rápido, sistemático y completo. En otras palabras: se trató de una verdadera evacuación ante la inminencia de un ataque por parte de las tribus godas que infestaban el oeste de Asia Menor por aquel entonces (es la hipótesis más probable). Por la razón que fuere los habitantes de Aigai no retornarían a la ciudad. Tal vez su inhóspito emplazamiento en la cumbre de la “montaña del sol” desaconsejó a las autoridades reanimar el desierto asentamiento.
Foto 14.- Ruinas de un antiguo almacén. Foto 15.- Tramo de calzada localizado en las inmediaciones del almacén de la foto 14.
A finales del siglo XII el imperio bizantino decide aprovechar la fortaleza natural de la montaña del sol erigiendo una suerte de castillo en las inmediaciones del antiguo teatro. Durante cien años la vida humana se desarrollará en el pequeño asentamiento levantado al socaire de dicha fortificación. Lamentablemente, la caída del territorio bajo los cascos de los caballos turcos a finales del siglo XIII provocará su abandono y con él la entrada definitiva de Aigai en el olvido… un olvido que habría de durar seis largos siglos hasta la visita de los primeros estudiosos europeos en 1880.
Foto 16.- El Bouleterion de Aigai. Foto 17.- Área comercial (delante) contigua al Bouleterion (detrás).
Ahora que ya conocemos la historia de Aigai es hora de explorar sus ruinas. Para ello nos vamos a valer del plano de la figura 1. Lo primero que encontramos a poco de dejar atrás la pequeña valla que delimita la entrada al yacimiento es una necrópolis (punto 2 del plano). Está poco excavada, pudiéndose observar no obstante algunos sarcófagos de buena calidad (fotos 1 y 2), típicamente grecorromanos, y también los restos de una tumba tipo túmulo con varias sepulturas individuales en su interior (foto 3). Todos estos elementos funerarios fueron tallados es la andesita local si bien también hubo elementos de mármol de los que se han conservado sólo algunos fragmentos.
Foto 18.- El extremo septentrional del Ágora de Aigai.
Una calzada muy bien conservada (punto 3 del mapa) asciende por la ladera septentrional de la montaña del sol camino de la zona nuclear del yacimiento de Aigai. Llama la atención la gran calidad constructiva de su pavimento: compuesto de losas de andesita no muy grandes, bien talladas y escuadradas así como cuidadosamente colocadas, conformando un firme por el que resulta muy fácil caminar (foto 4). Muros de contención erigidos con sillería colocada en seco de cronología helenística flanquean la calzada en algunos tramos (foto 5), permitiendo su correcto avance por la pendiente del monte. Desde luego se aprecia que el acceso a la ciudad fue ejecutado con primor, pensando en su uso a largo plazo.
Foto 19.- Ruinas de una casa perteneciente al área residencial localizada en las inmediaciones del Ágora de Aigai.
El primer edificio de consideración con el que nos topamos es el llamado Baño Septentrional (punto 4 del mapa). Obra romana del siglo II d.C., en sus buenos tiempos fue uno de los edificios más importantes de la ciudad. Su gran tamaño exigió una profunda obra de acondicionamiento de la ladera de la colina. En primer lugar obligó a cancelar una de las puertas de la muralla arcaica de la ciudad: la llamada “puerta de hierro”. Así mismo fue levantado un imponente muro de contención (foto 6), construido en sillería de gran calidad (foto 7), sobre el cual se apoyaron una serie de bóvedas de medio cañón (foto 8), conformando la infraestructura sobre la que, a su vez, fue erigido el baño propiamente dicho. Éste último permanece sin excavar. Sólo se ha exhumado el muro de contención y parte de las bóvedas, algunas de las cuales fueron utilizadas como cisternas para acumular agua.
Foto 20.- Detalle del magnífico aparejo de sillería en que fuera levantado el mercado público de Aigai.
La calzada traza una aguda curva en su último centenar de metros antes de alcanzar la cumbre de la montaña del sol. A partir de ese punto el pavimento presenta una fábrica considerablemente más tosca que la observada hasta entonces, constituida por mampostería a medio desbastar, colocada de forma desordenada (foto 9). Subimos por este tramo de calzada. La muralla de Aigai nos vigila de cerca a nuestra derecha, encaramada en lo alto de la pequeña pendiente que se alza por ese lado (foto 10). Presenta un aparejo de bloques poligonales colocados con cierto cuidado a fin de conformar un aparejo pseudo-isódomo. Esto apunta a una datación muy antigua, poco posterior a la fundación de la ciudad. Concretamente se ha propuesto la segunda mitad del siglo VII a.C. basándose en paralelismos con obras similares en ciudades cercanas.
Foto 21.- Vista de una sección del muro exterior del mercado de Aigai, donde se puede apreciar su técnica de triple hoja.
La entrada a Aigai se practicaba por medio de una puerta en la muralla cuyos restos han sido exhumados (foto 11 – punto 5 del plano). Se la conoce como la puerta nueva y también como la puerta de Tiberio en razón a la inscripción tallada en el arquitrabe de cierta stoa que fuera erigida a continuación de su extradós, en cuyo texto se agradecía al emperador Tiberio su gran aportación a la reconstrucción de la ciudad tras el terremoto del año 17 d.C. En la foto 12 podemos ver un par de piezas pertenecientes al citado arquitrabe inscrito; por su parte, la figura 2 nos indica el aspecto que tuviera el conjunto en la edad Antigua; como se puede observar en esta figura, la puerta de Tiberio poseía un único vano encajado entre dos tramos de la muralla arcaica aproximadamente perpendiculares entre sí. Una bóveda de medio punto con sendos arcos adovelados en sus extremos permitía el paso a través de ella. Probablemente fue construida en valioso mármol, lo que explica que haya desaparecido casi en su totalidad.
Fotos 22 y 23.- El magnífico muro exterior del mercado público de Aigai visto desde el interior (foto 22) y desde el exterior (foto 23)
La puerta de Tiberio da paso a un área excavada relativamente extensa correspondiente a una antigua zona industrial (foto 13 - punto 6 del plano). Calles, talleres y almacenes (foto 14) se encuentran en bastante buen estado de conservación, sobre todo las primeras, con sus calzadas enlosadas prácticamente intactas (foto 15).
Foto 24.- Hilera de tiendas del mercado público de Aigai con su puerta y ventana al exterior. Foto 25.- Interior de una de las tiendas, con su puerta y ventana comunicando ésta con el espacio de almacenamiento posterior.
La vía principal de Aigai discurre hacia el sur, camino del núcleo monumental del asentamiento. Un breve paseo por ella nos conduce hasta donde se alza el bouleterion (punto 7 del plano) de la ciudad, cuyas ruinas, bastante bien preservadas, fueron plenamente excavadas en el periodo 2004-2010. Construido a mediados del siglo II a.C. por Apolónidas, hijo de Antífanes, en honor a Zeus Bollaios, Hestia Bollaia y el pueblo (demos) de Aigai, poseía una cávea con 12 hileras de asientos capaz para 190 personas (foto 16). Su orquesta era de planta semicircular, poseyendo una rica ornamentación escultórica, entre cuyas obras se encontraban dos ejemplares tallados por el escultor Menéstratos, hijo de Hippias de Pérgamo. Las excavaciones indican que este bouleterion careció de escena, correspondiendo los restos edilicios ubicados en las inmediaciones de la orquesta a antiguas tiendas (foto 17, delante).
Foto 26.- El Macellum de Aigai.
El ágora de Aigai (punto 8 del plano) se encontraba inmediatamente al sur del bouleterion. La escabrosidad del terreno impidió la construcción de una amplia explanada adoquinada, habiendo de conformarse con un planta rectangular estrecha y muy alargada, toda ella rodeada por una stoa porticada de un solo piso siguiendo el modelo más básico para esta clase de elemento urbano. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz el extremo septentrional de esta ágora (foto 18), permitiendo una datación alrededor del año 150 a.C., probablemente encuadrable en el mismo proyecto constructivo que el bouleterion. Esta parte del ágora dejaría de ser empleada como tal en un momento inconcreto de la primera mitad del siglo III d.C. Su enlosado helenístico sería sustituido por otro más tosco y los veteranos sillares de los muros cubiertos de estuco rojo. El nuevo aspecto debía resultar, sin duda, menos aparatoso que el antiguo, claro indicio de que los tiempos habían cambiado y no precisamente para mejor. A mediados del siglo III d.C. la zona del ágora sería abandonada al igual que la gran mayoría de los edificios de la ciudad.
Foto 27.- Cisternas abovedadas pertenecientes al antiguo complejo de los Baños del Gimnasio. Foto 28.- Detalle de la bóveda de mampostería hormigonada de una de estas cisternas.
Los alrededores del ágora de Aigai se encuentran ocupados por las ruinas de un área residencial formada por casas de bastante buena factura constructiva, abundando la sillería bien trabajada. Está a medio excavar: fundamentalmente se han exhumado las calzadas de las calles y los muros que a éstas dan, permaneciendo soterrados los interiores de las viviendas. La foto 19 muestra una de las casas mejor conservadas que se pueden observar por aquí.
Foto 29.- Ruinas sin excavar del Gimnasio de Aigai.
Aparte del bouleterion y la stoa porticada, el conjunto del ágora poseía un tercer elemento, contemporáneo de los otros dos (mediados del siglo II a.C.) y que no es otro que el antiguo mercado público de la ciudad (punto 9 del plano). Sus espectaculares ruinas pueden admirarse muy cerca del lado oriental del ágora, allá donde concluye la abrupta cumbre de la montaña del sol. Se trataba de un edificio de tres pisos labrado en una magnífica sillería de andesita colocada en seco (foto 20), sin concurso de mortero, con un núcleo central de mampostería bastante estrecho (foto 21). Resulta especialmente vistosa su fachada oriental, tan bien ejecutada que ha sabido resistir como pocas los embates del tiempo, elevándose en la actualidad hasta los 10,5 metros: muy próxima a su altura original (fotos 22 y 23). El piso de abajo es el único conservado de los tres, estando dividido en 14 habitaciones dobles otrora tiendas, cada una con su ventana y puerta al exterior correspondiente (foto 24). Así mismo, cada tienda posee en el interior un segundo juego de puerta y ventana al objeto de comunicar la habitación trasera, esto es el almacén o taller, con la delantera: la tienda propiamente dicha (foto 25). Al segundo piso se accedía por una escalera desde el primer piso; no sucedía lo mismo con el tercer piso, al cual se llegaba directamente desde la terraza del ágora aprovechando la pendiente del terreno en ese punto. En este tercer piso se encontraba una suerte de stoa abierta cuyas columnas soportaban un tejado de viguería de madera. En la foto 25 se pueden ver los fragmentos de dichas columnas en el interior de las tiendas del primer piso adonde cayeran tras venirse abajo las bóvedas de los pisos inferiores.
Foto 30.- Muro de contención que sujeta el aterrazamiento del sector meridional de Aigai.
Justo delante de la fachada oriental del mercado de Aigai se encuentran los restos de una estructura de planta circular (foto 26 – punto 10 del plano) tallada en sillería de andesita bien labrada. Ha sido identificada con un macellum (makellon en griego), esto es el espacio del ágora (o del foro en el mundo romano) dedicado a la venta de la carne y el pescado.
Foto 31.- Ruinas de la escena del Teatro de Aigai.
Proseguimos nuestra visita a Aigai caminando por estrechas veredas lo suficientemente limpias de los omnipresentes cascotes como para ser reconocibles entre la arboleda que cubre la montaña. Por todas partes se distinguen los cimientos de pretéritos edificios durmiendo el sueño de los siglos en espera de la piqueta del arqueólogo. Paso a paso vamos bordeando la cumbre, dejando a mano derecha su cota más alta, a la sazón la que hiciera las veces de enriscada acrópolis dos mil años atrás. Finalmente llegamos hasta donde se alzan dos estructuras abovedadas (foto 27 – punto 14 del plano) claramente romanas así como bastante toscas de aspecto: algo natural dada la mampostería hormigonada que conforma sus bóvedas de cañón (foto 28). Se trata de dos grandes cisternas erigidas a modo de infraestructura sobre la que se apoyaba un complejo termal arqueológicamente conocido como “el Baño del Gimnasio”. Todavía sin excavar, ha sido datado de forma bastante imprecisa en los siglos II-III d.C.
Foto 32.- Vomitorio oriental del teatro de Aigai. Foto 33.- Acceso abovedado del anterior vomitorio.
Junto a estas ruinas se encuentran las del Gimnasio de Aigai (punto 15 del plano). Su avanzado grado de deterioro unido a la ausencia de excavaciones impide apreciar mucho más que los confusos restos de una stoa, con sus tambores de columna y fragmentos de arquitrabe caídos aquí y allá (foto 29). Parece ser, no obstante, que fue un edificio bastante monumental, con stoa dórica de dos pisos, palestra, entrada monumental en su lado oriental, etc. Su fecha de construcción debe ser el siglo II a.C., esto es época helenística tardía.
Foto 34.- Galería abovedada de excelente factura en el teatro de Aigai.
Tanto el gimnasio como los baños anejos fueron erigidos en el relativamente amplio espacio proporcionado por un potente aterrazamiento cuyo muro de contención, de sillería y sillarejo, claramente helenístico en su factura, se ha conservado en muy buenas condiciones (foto 30).
Foto 35.- Estructura arqueada de acceso a la cávea del teatro de Aigai vista desde el interior.
Unas decenas de metros al oeste del emplazamiento del gimnasio se localiza el Teatro de Aigai (punto 16 del plano). Aunque está sin excavar, ha sido limpiado de vegetación en fecha reciente lo que permite una cómoda y detallada visita de los restos en superficie. La cávea, totalmente soterrada, es la parte más antigua, probablemente de época atálida. Su planta es similar a la del teatro de Pérgamo, esto es un arco de circunferencia bastante alejado del semicírculo. Resulta por ende totalmente griega en su diseño. No sucede lo mismo con la escena del teatro: otrora bastante monumental a raíz de su remodelación en época romana si bien hoy en día reducida a una base maciza semioculta bajo un abigarrado montón de escombros (foto 31). También son romanos los vomitorios laterales de acceso al teatro. El del extremo oriental se encuentra bastante bien conservado (foto 32). Posee un acceso desde el exterior en forma de arco de medio punto (foto 33) que da paso a una galería en curva cubierta con una excelente bóveda de sillería (foto 34). La salida a los graderíos se realizaba por dos estructuras arqueadas ubicadas al final de la anterior galería (fotos 35 y 36).
Foto 36.- Estructura arqueada de acceso a la cávea del teatro de Aigai vista desde el exterior.
Desde este vomitorio se puede ver, ladera arriba, un muro de piedra seca posiblemente reutilizada (foto 37) cuyo aspecto no concuerda en absoluto con ninguno de los observados hasta ese momento en el yacimiento. Así mismo, sobre la terraza proporcionada por este muro se distingue una suerte de estructura turriforme con núcleo de mampostería aglomerada con mortero de cal de marcado aspecto medieval. Se concluye, pues, que estamos ante los restos de la fortaleza bizantina erigida a finales del siglo XII durante la última etapa de habitación del lugar.
Foto 37.- Ruinas de la fortaleza bizantina del siglo XII.
Abandonamos el teatro por la parte superior de su cávea. Un estrecho sendero se interna por el flanco occidental de la cumbre de la montaña del sol en dirección NE. Todavía en las inmediaciones del teatro pasamos junto a las ruinas (punto 17 del plano), casi totalmente soterradas así como muy deterioradas, de un templo (foto 38) con su témenos porticado (stoa) anejo (foto 39). Se ha propuesto su dedicación a Atenea en base a cierto paralelismo con la ciudad de Pérgamo.
Fotos 38 y 39.- Ruinas del templo atribuido a Atenea localizada en las inmediaciones del teatro. En la foto 38 vemos lo que queda del zócalo del templo, en la 39 los restos, casi soterrados, del témenos del recinto sacro.
Tras un breve rato de paseo por la cumbre atravesando un área del yacimiento todavía en bruto, prácticamente ausente de excavaciones aunque ni mucho menos vacía de restos de edificios, salimos al espacio situado entre la puerta de Tiberio y el área industrial contigua. Es hora de desandar lo andado en demanda del final de la visita. Aprovechamos para hacer alguna foto adicional, para examinar con mayor detenimiento las ruinas, para, en definitiva, empaparnos un poco más de Antigüedad. De vuelta al coche ponemos rumbo suroeste, hacia la costa del Egeo. A nuestra espalda van quedando, cada vez más atrás, las montañas del interior de la Eólida y su abrupto paisaje ondulado (foto 40): tan indiferente al paso del tiempo como siempre…
Foto 40.- Las montañas del interior de la Eólida vistas desde el yacimiento de Aigai.
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