lunes, 11 de noviembre de 2013

La Presa de Alcantarilla. Un ejemplo de ingeniería romana muy poco conocido.

Los restos de la que fuera una enorme presa romana, comparable en monumentalidad a los más egregios logros de la técnica latina, se encuentran en la finca “La Alcantarilla”, de la que toma el nombre, sita a la sazón dentro del término municipal de Mazarambroz, provincia de Toledo, al sur del núcleo urbano de dicha población.

Para llegar a ella es preciso tomar el primer camino que nos encontramos a la izquierda nada más salir del pueblo en dirección a Cuerva y continuar por él durante cuatro kilómetros aproximadamente hasta llegar a un cruce de cierta entidad en comparación con los ramales que a un lado y a otro desembocan en la senda principal. Doblando entonces a la derecha, esto es abandonando dicha senda principal, conduciremos durante algo menos de un kilómetro hasta divisar la casa de labor de la finca y a su lado las imponentes ruinas que nos atañan. Al tratarse de una propiedad privada es preciso solicitar permiso en la casa para realizar la visita.

Vista del estribo izquierdo de la presa observado desde el vaso del embalse: hoy completamente seco.

No es necesario más que un sucinto examen del monumento para advertir el carácter hidráulico de su fábrica: a saber la de una presa de gravedad basada en la ejecución de un potente muro como delimitador del futuro embalse al cual se le adosa por el lado del trasdós, es decir el ubicado aguas abajo, un grueso terraplén de tierra destinado a compensar con su peso el empuje ejercido por el agua embalsada, de ahí la definición de presa de gravedad para esta clase de estructuras, hoy día prácticamente en desuso si bien frecuentemente empleadas en la antigüedad tal y como atestiguan los ejemplos paralelos de Cornalvo y Proserpina, presas ambas erigidas muy cerca de Mérida, la antigua Emérita Augusta.

Constatada en efecto la sublime presencia del muro anterior –sus aproximadamente 4,5 metros de espesor no pasan en absoluto desapercibidos- no lo es menos la del terraplén, muy entero aún a pesar de los muchos siglos de lluvias, nieves y demás agentes erosivos, lo que evidencia un alto grado de compactación en el momento de la destrucción definitiva de la presa, capaz por ello de enfrentarse a las aguas desbocadas sin desaparecer arrastrado por ellas. Este nivel de compactación es a su vez reflejo de otro parámetro tan interesante como es el de la vida útil de la presa: sin duda muy larga habida cuenta de que el fenómeno de la compactación requiere siempre del factor tiempo como principal agente impulsador.

Tramo central de la presa. Se encuentra muy derruido, al ser el sector por donde colapsara el conjunto.

Sin embargo la existencia del terraplén, aunque necesario para equilibrar el empuje de la masa de agua acumulada, constituía también un riesgo potencial para la integridad del muro principal dado su enorme peso, más que suficiente para derribarlo en el caso extremo de embalse vacío y terraplén mojado –nada improbable en un país como España proclive a las lluvias torrenciales tras largos periodos de sequía—. A fin de solventar esa amenaza se disponían una serie de contrafuertes en el intradós del muro, capaces de sujetar tanto el muro como las tierras a embalse vacío. El número de estos contrafuertes –o lo que es igual, la separación entre éstos-- iría en relación directa con el talud del terraplén del trasdós –a mayor talud, mayor número de contrafuertes-- siguiendo alguna clase de reglas empíricas que no analíticas, tendentes por ello a ese sobredimensionamiento que tanto ha contribuido y contribuye a inmortalizar las obras romanas. Sea como sea, lo cierto es que no se ha conservado ninguno de estos contrafuertes en la presa de Alcantarilla, detalle éste que informa de un talud del terraplén no demasiado acusado –1 : 3,5 apunta D. Raúl Celestino Gómez en su estudio sobre el pantano romano de Mazarambroz— así como de la concentración de aquéllos en la virtualmente desaparecida zona central de la presa (su existencia no es hipotética sino estructuralmente necesaria).

Estudiando ahora las características constructivas del muro en sí, observamos en él una planta quebrada en tres tramos, no quedando más que restos informes del central como ya se mencionara un poco más arriba. Esta disposición responde a la idea de generar un polígono convexo y abierto, con los puntos de inflexión orientados hacia el interior del embalse en orden de presentar la máxima resistencia al empuje del agua. Ni que decir tiene que esta geometría, perfeccionada hasta el extremo que desde el punto de vista matemático constituye la línea curva, es la que se sigue utilizando en las presas hoy en día. 

Intradós de la presa. Sillería de recubrimiento.

En cuanto a la naturaleza de los materiales empleados para su ejecución, es dable apuntar la presencia en el muro de hasta cuatro tipos de aparejos distintos, todos ellos orientados a cubrir una necesidad específica. Dicha distribución se repite en la mayoría de las grandes presas de época romana que se conocen, por lo que puede establecerse como un sistema de construcción tipo o modelo. 

Comenzaremos su descripción con el aparejo situado más al interior de la fábrica, el autentico núcleo del muro, a la sazón compuesto por una suerte de hormigón de grano fino aglomerado con cal hidráulica, perfecto por ello para no degradarse en presencia de agua –la cal hidráulica fragua incluso en medio acuoso-- y constituir por ende la principal barrera levantada por los constructores del muro frente al paso del agua a su través y la nociva pérdida de caudal que ello significa. A continuación, flanqueando por ambos costados el núcleo anterior así como conformando el cuerpo principal de la estructura tenemos un aparejo de hormigón ciclópeo o mampostería hormigonada. De bajo coste por unidad de volumen y oficio de relleno resistente, este material emplea como árido una mampostería arrancada a pico –no rodada—de tamaño más o menos uniforme en los 20-30 cms, mientras que como aglomerante nos encontramos con un mortero de cal ligeramente anaranjado de buena calidad aunque bastante inferior a la cal hidráulica –totalmente blanca-- del aparejo anterior. Por último, haciendo las veces de forros tanto del paramento del trasdós como del intradós del muro de la presa tenemos sendos aparejos de sillarejo/mampostería y sillería respectivamente que pasamos a describir a continuación:

·  Trasdós del muro. Se observa un aparejo de mampostería concertada, en muchos lugares lo suficientemente bien labrada como para calificarla de sillarejo. Se trata de un revestimiento convencional, sin más función que la de aislar el relleno interno del ataque de los agentes erosivos atmosféricos y del terraplén anejo que no tardarían en hacer mella en él.
·   Intradós del muro. Consiste en un revestimiento de sillería de gran tamaño y excelente factura ideado como defensa inamovible contra los golpes del agua: al igual que en el caso anterior perfectamente capaces de desgastar en poco tiempo el resistente pero frágil relleno interno si no se le protegía convenientemente. Colocados en seco –sin argamasa—así como sin apenas calzos, los enormes bloques de granito que conforman este aparejo pueden encuadrarse dentro de la mejor tradición del oppus quadratum romano, muy usado en las construcciones monumentales de la antigüedad.

Trasdós de la presa. Mampostería y mortero de cal.

Por su parte, adosada a los restos del trasdós del muro de la presa por su tramo central, entre enormes bloques de piedra aglomerada, así como erigida más cerca del punto de inflexión septentrional que del centro de aquél –lo que debió contribuir decisivamente a su preservación cuando la presa se rompiera—se alzan las ruinas de una torre de mampostería rectangular y hueca que por su ubicación debió servir de Toma de Agua. Conocidas estas estructuras por el nombre latino de “Castellum Acquae” debió haber otra más, la torre de Toma de Fondo, hacia el centro geométrico de la presa o lo que es lo mismo hacia el punto del embalse con mayor altura de agua. Casi prolijo es comentar como tal ubicación resultó fatal para esta torre al quebrantarse los paramentos de la presa precisamente por ahí: la zona más castigada por el empuje del agua y más proclive por tanto a una ruptura catastrófica.

Mampostería hormigonada constitutiva del grueso de la presa.

Concluido de esta manera el examen de los restos físicos de la gran presa romana de la Alcantarilla, parece apropiado ahora considerar algunos aspectos tales como su funcionalidad en época clásica, la fecha aproximada de su construcción, la de su destrucción posterior y las posibles causas de ésta.

Fragmento derruido del núcleo de la presa donde se aprecia claramente el núcleo interno de mortero de cal hidráulica de altísima calidad, responsable directo de la estanqueidad de la presa.

El primer asunto está en la actualidad bastante bien dilucidado, no siendo otro que el abastecimiento de agua a la ciudad de Toledo, antes llamada ToletumEn efecto, el embalse creado por el obstáculo que supone la presa de Alcantarilla al curso del arroyo Guajaraz, a la sazón nacido en las fragosidades de los Montes de Toledo no muchos kilómetros aguas arriba y por ello situado a mayor cota que la capital castellana, debió ser capaz de acumular el suficiente caudal de agua para suministrar, por medio de canales y un puente-acueducto final con el que salvar el cauce del Tajo, el preciado líquido al depósito principal de la ciudad: localizado hace pocos años en la llamada “Cueva de Hércules”, por medio del cual se distribuiría posteriormente el agua a las fuentes de Toledo.

Aparejo del trasdós. Sillarejo concertado con mortero de cal.

Centrándonos a continuación en la estimación de la fecha de construcción de este monumento, debemos apoyarnos en la lógica que nos proporciona el conocimiento de la historia para aportar una cronología, por lo demás totalmente olvidada en las fuentes de la época. No es difícil, pues, dada la grandiosidad de la presa y la riqueza de algunos de sus materiales de construcción, sin menospreciar  los paralelos con otras obras del mismo tipo mejor estudiadas, datarla en la segunda mitad del siglo I de nuestra era –primera mitad del siglo II todo lo más—en el marco de un imperio romano fuerte y rico, señor de la comarca toledana tras su victoria contra los carpetanos y celtíberos un par de siglos atrás así como garante de una pax lo suficientemente estable y duradera como para permitir el engrandecimiento de una ciudad como Toletum hasta el punto de precisar de semejante infraestructura de aprovisionamiento de agua. Una cronología posterior se antoja bastante improbable al acercarse ya peligrosamente a los comienzos de la decadencia romana y su fuerte ruralización en perjuicio del fenómeno urbanístico; en verdad un entorno muy poco propicio tanto desde el punto de vista económico como de la pura necesidad para llevar a cabo tan monumental obra.

Intradós. Sillería formando el oppus quadratum romano.

Averiguar el motivo de la destrucción de la presa constituye un ejercicio de raciocinio llamado a ofrecer unos resultados algo inseguros: susceptibles por ello de variar significativamente a resultas de una futura excavación arqueológica. En principio, a la luz de la evidencia proporcionada por los enormes bloques de paramento que se observan aguas abajo de la presa a distancia suficiente para descartar una simple caída desde el coronamiento de ésta sin arrastre posterior –es decir, sin participación del agua—parece lógico achacarle a una riada especialmente violenta la destrucción de la presa, máxime cuando experiencias recientes apuntan a similares grados de ruina cuando el agua logra por fin derrotar a su enemiga natural, la presa. La existencia, por otra parte, al pie de la presa por el lado del intradós de bloques exhibiendo hacia el embalse su trasdós –de mampostería y sillarejo—debe achacarse a derrumbamientos posteriores una vez la estructura quedó herida de muerte, rotos demasiados de sus contrafuertes para aguantar el peso del terraplén mojado –por la propia riada—a embalse, evidentemente, vacío. En cuanto a la datación de esa hipotética riada, si bien pudiere ser cualquiera me inclino a localizarla en algún punto de los siglos V o VI, cuando la descomposición total del sistema de gobierno romano, larga ya de muchas décadas, debía haber ocasionado un abandono tal en el por otro lado imprescindible mantenimiento de la presa de Alcantarilla, así en el terraplén como en el propio muro, que a la hora de enfrentarse la vieja obra a una situación crítica no pudo salir victoriosa en aquella lucha, ya centenaria, contra el líquido elemento.

Castellum acquae (torre acuaria) que fuera Toma de Agua de la presa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un placer leer las siempre tan interesantes entradas.

***Aeternitas Numismatics*** dijo...

Me alegro mucho de que le parezca interesante este blog. Ése es el objetivo. Seguiré esforzándome para que así sea. ¡Saludos!