La antigua ciudad romana de
Augustóbriga se localiza en el actual Muro de Agreda (Soria), en cuyo núcleo
urbano han aparecido los escasos restos materiales que conservamos de esta civitas.
Al igual que tantos otros núcleos latinos
lo poco que conocemos de Augustóbriga se debe a las escuetas menciones de los
itinerarios –en este caso tanto el Ravenate como el de Antonino—y al geógrafo
Ptolomeo. No obstante, el análisis de algunos factores como su nombre,
emplazamiento físico y el contexto histórico de la comarca en que se encuentra
constituye una fuente de información bastante verosímil si bien, no hay que
olvidarlo, de tipo conjetural ante la falta de documentación escrita.
Como a simple vista se aprecia el nombre
del asentamiento procede de la unión de dos palabras: una latina, Augusto, a la
postre el cognomen del primer emperador romano, y otra céltica, briga,
traducible como fortaleza, castro o, en general, lugar fortificado. “La
fortaleza de Augusto” sería el significado etimológico de la palabra
Augustóbriga, lo que nos pone tras la pista de un asentamiento, ya fundado, ya
renombrado, en época augustea, setenta años después de la conquista romana de
Termancia (96 a.C.) y el final de las Guerras Celtibéricas. Considerando por un
lado que Augustóbriga se encontraba emplazada en un llano de pobres condiciones
defensivas y, por otro lado, el hecho conocido de que los romanos, tras la
victoria final, obligaron a las tribus celtíberas a desalojar la gran mayoría
de sus poblados –castros—y ciudades fortificadas, casi siempre localizadas en
altos de fácil defensa, asentándolas en las llanuras aledañas donde eran mucho
más sencillo su control, se puede colegir que Augustóbriga fue uno de estos
nuevos asentamientos en llano. Desde luego el nombre del lugar, significativamente
oficialista, apunta en esta dirección, siendo posible ir un poco más lejos y
afirmar el carácter campamental de la nueva plaza, al menos en los primeros
años de su existencia. Dicho todo esto parece razonable datar la fundación de
Augustóbriga en algún momento del último tercio del siglo I a.C.
Muralla de Augustóbriga al
pie de la pequeña colina en que se alza el castillo de Muro de Ágreda.
De entre los diversos pueblos que habitaban la Celtiberia, nombre romano no demasiado preciso, eran los pelendones los que residían en Augustóbriga. El greco-egipcio Ptolomeo es el encargado de precisar este detalle, concretando las coordenadas de la ciudad en 11º30´ de latitud norte y 42°40´ de longitud oeste, más o menos en el mismo meridiano que las otras dos ciudades pelendones recogidas en el texto: Visontium y Savia.
El itinerario de Antonino cita a
Augustóbriga en su Item ab Asturicam
per Cantabria Caesaragusta
entre las mansiones de Numantia –Garray, Soria—y Turiassone –Tarazona,
Zaragoza--. Por su parte el Ravenate la nombra con una pequeña corrupción:
Augustabrica.
La falta de excavaciones impide un conocimiento preciso de
la evolución histórica de esta ciudad. Gracias a cierta inscripción encontrada
en la capital provincial, Tarraco, sabemos que Augustóbriga era municipio
romano en la segunda mitad del siglo II d.C. Dado lo avanzado de esta datación,
al menos noventa años posterior al edicto de Latinidad de Vespasiano, no se
trata de una información demasiado relevante. En realidad, a día de hoy no se
puede saber en qué momento adquirió Augustóbriga el rango municipal. Ni
siquiera es posible especular con ello, pues si bien la mayoría de las ciudades
próximas dejaron de ser estipendiarias en tiempos de Vespasiano, Augustóbriga
no era una ciudad propiamente indígena al haber sido fundada por Roma por lo
que en buna lógica hubiera podido alcanzar con anterioridad el rango municipal.
Aparejo de sillería tosca
perteneciente a la muralla romana. Tres hiladas con piezas de distinto tamaño.
Probablemente Augustóbriga no se deshabitó durante el Bajo
Imperio al estar situada en una vía de comunicación importante y aparecer
mencionada en una fuente bastante tardía como el Ravenate. El hecho de estar
amurallada debió contribuir poderosamente a su preservación en los turbulentos
siglos finales del Imperio. A falta de excavaciones poco más se puede decir.
Ignoramos por completo la suerte de la ciudad en época
visigoda, si bien es seguro que se trató de un periodo de oscuridad y
decadencia, en el que la vida urbana se redujo hasta su mínima expresión.
Tampoco se debe descartar la desaparición de la ciudad en este momento de la
Historia de Hispania; es más, opino que Augustóbriga no llegó a conocer la
invasión musulmana y, si lo hizo, desde luego no sobrevivió a ella ya que el
emplazamiento carecía de interés para los nuevos señores de España a causa de
su escaso valor defensivo, al contrario que la cercana Ágreda, bien conocida
por sus murallas islámicas de cronología temprana. El actual Muro de Ágreda fue
fundado en el siglo XI por Alfonso I de Aragón, apodado el Batallador, en el
marco de la reconquista de Ágreda y su comarca. El nombre de la localidad
parece provenir directamente del principal testimonio que por aquel entonces,
cuando hacía mucho tiempo que se había perdido la memoria de Augustóbriga
quedaba de su finado esplendor: la muralla. No obstante es improbable que los
cristianos medievales pusieran en valor la antiquísima cerca, ya que englobaba
una extensión de terreno muy superior a la de la nueva puebla, nunca muy grande
ni próspera, lo que en términos castellológicos equivalía a hacerla
indefendible. Prueba de esto último es la presencia del castillo de Muro de
Ágreda, obra cristiana datable por su tipología en el pleno medioevo, acorde
con el tamaño de la plaza y que ciertamente debió constituir su principal
defensa en lugar de la maltrecha muralla romana.
Sillar de excepcional
tamaño, en plena consonancia con la tradición celtibérica en materia de
fortificaciones.
Por otra parte, merece la pena señalar que algunos autores
han hipotetizado acerca de la destrucción violenta de la ciudad basándose en el
hallazgo de carbones en todo el espacio intramuros. En tal caso lo lógico sería
datar la destrucción total o parcial de la ciudad en el siglo V con motivo de
las invasiones bárbaras que, sabemos, utilizaron entre otras la calzada
próxima.
Aparte de materiales de construcción, monedas y algunos fragmentos
cerámicos, poco más es lo que nos ha llegado de la antigua ciudad romana. Desde
luego la estructura arquitectónica mejor conservada –lo cual no es decir
mucho—es la muralla de la ciudad, en la practica reducida a la condición de
vestigios. Así mismo se tiene constancia del hallazgo de algunos restos
murarios correspondientes a casas, en algún caso pavimentada con mosaicos, no
faltando prospecciones en las villas pertenecientes al territorium de la
ciudad tal como la existente en el paraje conocido como “el Palomar”
–Matalebreras, Soria--, donde se obtuvo un registro cerámico continuo entre los
siglos I y IV d.C. Por último se debe destacar cierta fuente situada a las
afueras del pueblo así como localizada estratégicamente al pie de la calzada
que aunque bastante reformada en épocas posteriores presenta un marcado aspecto
romano.
Hileras regularizadas con
mortero ante la falta de regularidad en el tamaño y –sobre todo—factura de los
sillares.
Como dijéramos en el párrafo anterior el principal resto conservado de
la antigua Augustóbriga es su muralla. Todavía hoy es posible seguir parte de
su trazado a través de los vestigios de cimentación y terraplenes que rodean la
pequeña población soriana, mucho más extensa en época romana. En cualquier
caso, de todo el perímetro amurallado lo más destacable es un tramo de veinte
metros de largo especialmente bien conservado cuyo análisis constituye la mejor
fuente de información sobre la muralla mientras no se realice una adecuada
excavación.
Se trata del paramento externo de un lienzo de muralla recto, sin
vestigio de torres, con un metro y medio de altura conservada y espesor no
cuantificable al estar completamente soterrada su cara interna. Su aparejo
constructivo es una tosca sillería mal labrada así como muy heterogénea en sus
dimensiones que al no asentar bien a hueso tuvo que ser regularizada con algo
de argamasa de barro. Se pueden contar hasta tres hiladas verificadas de este
modo, no siendo romana la mampostería que conforma el coronamiento del lienzo
sino muy posterior, posiblemente de época medieval relacionada con el
aterrazamiento de la pequeña colina en la que se alza el castillo de Muro de
Ágreda, destinada a elevar el valor defensivo de aquélla y que de paso nos da
otra prueba de la inutilización de la muralla romana por aquel entonces.
Fuente de origen y al menos en parte factura romana localizada al pie de la calzada a las afueras de Muro de Ágreda.
A priori estos restos no parecen corresponder a una muralla con la
suficiente envergadura para ser considerada bajorromana. La tosquedad de su
aparejo así como el gran módulo de varios de los pseudo-sillares que lo
conforman apunta a un origen fundacional
de la obra, en la línea de las fortificaciones celtibéricas contemporáneas.
Puede, pues, datarse la construcción de la muralla de Augustóbriga en el último
tercio del siglo I a.C., al poco de que ésta se fundara. A modo de refuerzo de
esta cronología, basada en argumentos tipológicos, se debe añadir su coherencia
con la evolución histórica de la ciudad, ya que al tratarse de una ciudad de
nueva planta debió ser provista de las preceptivas murallas según el ritual de
fundación romano, no debiéndose olvidar tampoco el hecho de que aparezca la
palabra briga –fortaleza—en el nombre de la ciudad, muy difícil de comprender
en una plaza abierta.
1 comentario:
Muy interesante!!!
Llevo tiempo queriendo visitar la provincia de Soria. Ya tengo un argumento más para hacerlo.
Ya echaba de menos las actualizaciones del blog :)
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