sábado, 30 de junio de 2012

La ciudad hispanorromana de CARTEIA y su ceca monetal. 1ª Parte.

Con este nombre fue conocida una de las ciudades más prósperas de la Hispania romana, cuyos restos, todavía dignos de su pasada grandeza, podemos contemplar en el yacimiento del Cortijo del Rocadillo, término municipal de San Roque en la provincia de Cádiz.

Las excavaciones datan los orígenes de Carteia como asentamiento en el siglo VII a.C, cuando los navegantes fenicios se instalan en el llamado cerro del Prado, dos kilómetros al oeste del cortijo del Rocadillo. Habría que esperar  trescientos años para ver a los cartagineses o púnicos, sucesores genéticos de aquellos fenicios que fundaran la ciudad, trasladarla a su actual emplazamiento. Acababa de nacer la Carteia clásica, topónimo éste de evidente origen oriental al comenzar por el radical qart- con el que en lengua feno-púnica se hace referencia al concepto de ciudad (el ejemplo más preclaro de esto es la grandiosa Cartago). En cualquier caso no está de más recordar que el sabio griego Estrabón nos dice que Carteia era llamada Herakleia “en la antigüedad”, si bien esto parece corresponder a una suerte de fábula, basada tanto en el gran prestigio de la ciudad, cuya antigüedad era considerada casi legendaria por sus contemporáneos (hasta el extremo de llegar a identificarla con la mítica Tartessos ya en época romana), como en el hecho de que el semidiós Hércules siempre fue muy venerado por sus moradores.


Muralla romana de Carteia. A la derecha se observan las ruinas, muy deterioradas, de una torre de flanqueo rectangular.

La Carteia púnica constituiría desde un principio uno de los puntos claves del dominio cartaginés en el sur de Hispania. Engrandecida y fortificada por los norteafricanos, su magnífico puerto serviría de base naval a la escuadra  metropolitana durante la segunda guerra púnica (219 – 201 a.C.). A esta época de esplendor (siglo IV a.C.) corresponden los restos de la muralla cartaginesa de la ciudad, excavados en la zona del foro de la ciudad romana. En realidad se trata de un sistema defensivo ejecutado en dos fases no consecutivas. La primera corresponde a una muralla de mampostería de 3,5 metros de espesor y 1,5 metros de altura conservada (seis hiladas). En su momento dispondría de varias torres cuadrangulares, de las cuales sólo ha quedado el arranque perpendicular de una de ellas. Posteriormente se construiría una segunda muralla, paralela a ésta así como retrasada 2,5 metros hacia el interior de la ciudad. Labrada en mampostería con alternancia de sillares irregulares y ripios, fue unida a la primera por medio de una sucesión de muros tirantes de similar factura. El resultado fue una muralla de casamatas de tradición helenística, en la que cada casamata –de cuatro metros de lado aproximadamente-- aparecía enlosada y con su correspondiente terraza defensiva almenada. Éstas casamatas podían ser rápidamente rellenadas de tierra y cascotes en caso de ataque, incrementando poderosamente el espesor de muralla total.

Las excavaciones también han permitido el estudio de una puerta de la muralla púnica, concretamente la situada en el frente meridional del asentamiento, junto a las estructuras descritas antes descritas. Lo primero que llama la atención es su carácter monumental, atestiguado por la espléndida fábrica de sillería almohadillada que podemos observar, en la que no faltan algunas piezas engatilladas, no reutilizadas. Este paramento discurre perpendicularmente al lienzo principal de muralla, adelantándose al mismo a manera de torreón de flanqueo del vano de acceso. No obstante, el estudio de la topografía del terreno ha llevado a los investigadores a desestimar esta posibilidad y a inclinarse por la hipótesis de una rampa de acceso quebrada por un codo de 90º (de ahí el muro de sillares perpendicular a la muralla) a fin de dificultar la entrada al atacante.

Carteia sería ocupada por los romanos antes del término de la segunda guerra púnica. Así nos lo hace saber indirectamente Tito Livio al narrar cierto choque librado en 206 a.C. entre la escuadra romana de Lelio, procedente de Carteia, y la cartaginesa al mando de Aderbal que había zarpado de Cádiz, a la sazón el principal bastión púnico en Hispania. La flota romana estaba compuesta por un quinquerreme y siete trirremes. La púnica por ocho trirremes e igual número de quinquerremes. Un equilibrio de fuerzas casi matemático que acabaría inclinándose del bando latino por un estrecho margen.

Sección longitudinal de la muralla romana de Carteia, con la curva que caracteriza este tramo excavado. Se aprecian el paramento interno, el externo y el núcleo central.

Los romanos respetarían, en principio, tanto la organización social como la estructura urbana de la antigua ciudad púnica. Durante los primeras décadas de dominio latino Carteia sería una ciudad estipendiaria obligada a tributar como tantas otras en Hispania. Sin embargo los sucesivos matrimonios de soldados romanos con mujeres de la zona, iniciados a poco de verificarse la conquista, van a terminar por modificar radicalmente esta situación. En efecto, en el año 171 a.C. un gran grupo de 4000 descendientes de los soldados casados con hispanas, todos ellos residentes en Carteia y su zona de influencia, envía una representación al senado romano con el fin de solicitar una mejora en el estatuto jurídico de la ciudad que les libre del oneroso destino del conquistado. Como respuesta obtienen el ascenso de su ciudad a colonia latina, la primera que registra la Historia fuera de la península Itálica. Según Tito Livio la urbe tomó entonces el hermoso nombre de Colonia Libertinorum Carteia. Alcanzado tan alto privilegio, que jurídicamente la igualaba a la misma Roma, Carteia se sitúa a la cabeza de las ciudades de Hispania. No tardará entonces la prosperidad e instalarse en su centenario solar, como ya lo hiciera en época púnica, monumentalizándolo y engrandeciéndolo. Así, a mediados del siglo II a.C. se construye un gran templo en la zona nuclear de la ciudad. Este lugar de culto, localizado durante las excavaciones, posee el honor de ser la edificación romana más antigua de entre todas las conservadas a lo largo y ancho de la península Ibérica. Por esta época se realizarán también algunas modificaciones menores en la estructura urbana de la ciudad y se ampliaría, según las necesidades, su perímetro amurallado hasta englobar un área en torno a las 27 hectáreas, lo que en último término provocaría modificaciones en el ordenamiento del dispositivo defensivo preexistente, entre las que debemos destacar la condena de la antigua puerta meridional, de factura púnica como dijimos, que ya nunca más se volvería a abrir. A este momento histórico concreto corresponden los restos de la muralla que han perdurado hasta nuestros días en diferentes lugares del yacimiento (hoy en día bastante soterrados y cubiertos de vegetación) y muy especialmente en el sector de la torre de vigilancia medieval (cristiana, de finales del siglo XIV), cuya base por cierto se apoya directamente sobre los restos de la fortificación romana. Se trata de un grueso lienzo de muralla de 3,5 metros de espesor y 1,5 metros de alzado conservado que dibuja una curva relativamente pronunciada a fin de ceñirse al perímetro amesetado del cortijo del Rocadillo. Está excavado por lo que puede estudiarse cómodamente. Así, se aprecia rápidamente su factura romana dado que emplea el mortero de cal como aglomerante murario. Su estructura sigue los principios básicos del emplecton romano, esto es una fábrica de doble hoja con paramento externo e interno y núcleo central, todo ello ligado con mortero de cal. Tanto el paramento externo como el interno están levantados en un correcto sillarejo bien labrado aunque no exento del uso de algunos ripios para regularizar las hiladas, de las cuales se conservan 3 en el caso del paramento interno y 6 en el externo. En este último caso las seis hiladas se dividen en 4 hiladas superiores y otras dos inferiores ya que la parte inferior del paramento muestra un escalón al objeto de hacer más estable la estructura. El núcleo central esta compuesto de una mezcla heterogénea de mortero de cal, tierra y mampuestos sin desbastar. Próxima a la atalaya medieval observamos que este núcleo aparece mucho más cuidado hasta el punto de emplearse sillarejos similares a los de los paramentos exteriores. Esto parece indicar la presencia de una antigua puerta en este lado de la muralla, al parecer de acceso simple y que pudiera estar flanqueada por un torreón anejo, cuyo cuerpo, sin duda bastante deteriorado por el paso de los siglos, herederá la actual atalaya, en su gran mayoría de factura medieval. El flanqueo de la antigua muralla urbana de Carteia se realizaba vía el empleo de torres cuadrangulares ubicadas a intervalos regulares. Los restos de una de estas torres se encuentran en el extremo del lienzo de muralla excavado, si bien en un estado bastante avanzado de arrasamiento, apenas suficiente para reconocer su planta, un rectángulo de 3 metros de lado mayor por dos de lado menor. La base, desde luego, era maciza. Posiblemente los tercios superiores también lo fueran aunque no podemos estar seguros pues no se han conservado. Su factura es idéntica a la del lienzo anejo y obviamente coetánea.

Paramento externo de la muralla romana. Escalón de apoyo en la base y alargado sillarejo bien labrado con algunos ripios.

Carteia se encuadraría en el bando pompeyano durante la guerra civil romana (60 – 43 a.C.) entre César y Pompeyo. Parece ser que esto se debió, entre otras razones de tipo socio-económico comunes al resto de la región, a la alta presencia, detectada arqueológicamente, de emigrantes centroitálicos en la ciudad, de clara filiación pompeyana allá en su tierra natal. Las consecuencias de esta decisión serán muy negativas para la ciudad: las tropas de Julio César la toman y saquean tras la batalla de Munda (17 de marzo del 45 a.C.), en que se quebrara la espina dorsal del poder militar de Pompeyo en Hispania, y la subsiguiente conquista de Córduba, su principal bastión en esta tierra que pisamos. Con todo, Carteia volvería a manos del partido pompeyano, representado en España por la persona de Sexto Pompeyo, hijo menor de Pompeyo. En ellas permanecería hasta el final del conflicto.

Tras el paréntesis de peligro y destrucción causado por la Guerra Civil, Carteia conoce un nuevo periodo de esplendor. Es la época de Augusto, el primer emperador de Roma, y espléndidas realizaciones como el nuevo foro, el teatro, las termas o suntuosas domi privadas vienen a sumarse a las ya existentes para conformar uno de los conjuntos arquitectónicos más desarrollados de la Hispania de su tiempo. Pero la orgullosa ciudad no sólo se embellece sino que también se extiende, rellenando de vida el perímetro amurallado púnico y sus eventuales ampliaciones/reformas republicanas. Grande y hermosa, Carteia se erige en cabeza administrativa de la región y punto de control del comercio en el área del estrecho de Gibraltar durante toda el periodo altoimperial. Tan floreciente situación económica puede ser todavía fácilmente rastreada con sólo examinar el abundante numerario –semises, cuadrantes y sextantes—acuñado en los talleres de la ciudad desde mediados del siglo II a.C. hasta el reinado de Tiberio. No resulta de extrañar, pues, que autores como Plinio el Viejo, Estrabón, Ptolomeo, Pomponio Mela, Marciano o Tito Livio se acordaran unánimemente de recordar a Carteia en sus inmortales escritos como tampoco debe sorprendernos la inserción de la ciudad en el corazón del entramado vial de la época, más concretamente en la ruta número VI del itinerario de Atnonino, entre Málaga y Cádiz, donde figura como mansio entre las estaciones de porto Alba y Barbariana, y también en el anónimo de Rávena (dos veces, con los curiosos nombres de Garteia y Cartetia respectivamente).

Paramento de sillería engatillada y almohadillada correspondiente al sector de la antigua puerta meridional de la ciudad cartaginesa.

El devenir de Carteia como centro urbano de primer orden se prolongaría durante largos siglos, sin que la crisis del siglo III ni el desfallecer generalizado del mundo urbano propio del Bajo Imperio lograran colapsar dramáticamente sus instituciones. Semejante prosperidad, nada frecuente en la época, se relaciona con el mantenimiento de la actividad comercial del puerto de la ciudad a lo largo de los siglos III, IV y V en que tanto se enmoheciera el brillante nombre de Roma, a la sazón complementada con los beneficios emanados de la industria de salazón de pescados (detectada arqueológicamente), todo ello a pesar del posible daño causado por las invasiones bárbaras del siglo III, las correrías piratas de los mauri norteafricanos y muy especialmente la invasión de la provincia romana de la Bética (hacia el 409) por parte de los vándalos silingos; episodio histórico éste que afectara particularmente a la comarca del campo de Gibraltar y que no concluyera hasta el 415, fecha de la batalla del monte Calpe –el actual Gibraltar-, muy cerca por tanto de Carteia, descrita por Sidonio Apollinar como un enfrentamiento a muerte entre los silingios y los visigodos enviados por Roma para hacer frente a la invasión germánica, a la postre saldado con la practica aniquilación de los primeros. Sí que es cierto, no obstante, que semejantes perturbaciones habían provocado que la Carteia bajoimperial distara bastante, en cuanto a magnificencia se refiere, de la altoimperial. De hecho la arqueología ha constatado la progresiva decadencia del sector público de la ciudad –sobre todo del área del foro--, con diferencia el más monumental del entramado urbano.

Ruinas de la zona alta de Carteia, donde se alzaran el conjunto arquitectónico del foro republicano e imperial.

Desaparecida la autoridad romana, Carteia vive un periodo de grave incertidumbre política bajo el precario dominio visigodo de la primera mitad del siglo VI. Mas la ciudad, amparada en su vigoroso comercio, aguanta. Algunos hallazgos arqueológicos no del todo determinantes indican la entrada de Carteia en el ámbito de los dominios bizantinos en Hispania (mediados del siglo VI). Por aquel entonces ya no vive nadie en el área alta de la ciudad ni se detecta el menor signo de vigor municipal en el desierto enlosado del antiguo foro, amortizado como necrópolis, ni tampoco en el suntuoso conjunto arquitectónico asociado. El centenario templo republicano sí que se usa todavía, aunque reformado, como basílica cristiana en derredor de la cual se entierra a los fallecidos en sencillas tumbas delimitadas con lajas de piedra. Fuera de la zona alta, constatamos que el teatro también está fuera de uso –desde hace mucho tiempo—y que las termas altoimperiales han sido reutilizadas como talleres de la industria de salazón. De hecho, toda la población de Carteia se concentra en sus inmediaciones, allá en la parte baja del cortijo de Rocadillo, muy cerca de los muelles y del mar. De sobra saben aquellas buenas gentes que el comercio que se realiza por medio de sus veteranas dársenas, envejecidas por la impasible acción del oleaje y el paso de innumerables embarcaciones, es su único medio de subsistencia por lo que quieren estar cerca, para cuidarlo, protegerlo y mimarlo.

Entorno del antiguo templo levantado durante el periodo republicano de la ciudad, que fuere reutilizado como basílica en época tardo-antigua. En primer plano se observan las tumbas de los siglos VI y VII localizadas durante las excavaciones.

Los bizantinos serían expulsados de Hispania en tiempos del rey visigodo Suintila (621-631). Es posible que Carteia fuera tomada a viva fuerza por las huestes toledanas, con los consiguientes desmanes y que, esto es más probable, su muralla fuera dañada en mayor o menor medida, al igual que otras muchas fortificaciones del literal controlado por los bizantinos, a fin de que no pudieran volver a fortificarse tras ellas. Fuera como fuere, la ciudad continuó viva bajo el dominio visigodo. Así transcurriría el resto del siglo VII y los primeros años del siglo VIII hasta los días de la invasión musulmana (año 711) en que las crónicas nos cuentan como Carteia fue la primera plaza de Hispania en ser tomada por los bereberes de Tarik ben Ziyad a los pocos días de su desembarco en tierras peninsulares. Previamente la ciudad ya había sufrido algunos perjuicios a resultas de las primeras tentativas musulmanas (años 709 y 710) al norte del estrecho, destinadas a explorar el territorio de cara a una futura invasión, cuando fuera incendiada una de sus iglesias durante una incursión de saqueo.

La islamización de Carteia, nombrada en las crónicas islámicas como hisn Cartayanna, comenzaría nada más incorporarse al mundo islámico. Prueba de ello es la conversión en mezquita de uno de los templos cristianos de la ciudad. Estamos, pues, ante el edificio religioso musulmán más antiguo de Europa. Sin embargo, la antiquísima Carteia, por entonces milenaria, no superaría el reto de la Edad Media. Superada por las vecinas Algeciras, Gibraltar y Tarifa, adonde los soberanos Omeyas trasladaran las competencias de la antigua urbe hispanorromana, languidecería por espacio de algún tiempo hasta su definitiva desaparición como entidad urbana en algún momento inconcreto del alto Medioevo, si bien aún en esos momentos debió quedar cierta clase de poblamiento residual tal y como atestiguan las fortificaciones medievales erigidas en el cortijo del Rocadillo y sus inmediaciones a lo largo de los siglos.

Ruinas del teatro romano de Carteia, erigido en los comienzos del alto imperio.




martes, 12 de junio de 2012

El MONTE ARGEO, la ciudad de EUSEBEIA/CAESAREA DE CAPADOCIA y su representacíón en la numismática. --4ª Parte--

El 8 de abril del año 217 d.C. es asesinado el emperador Antonino “Caracalla”, allá en las inmediaciones de la ciudad siria de Emesa donde se encontraba camino de la gran plaza fronteriza de Carrae, todo ello en el marco de una nueva guerra contra el secular enemigo parto. El instigador del magnicidio había sido el segundo en la escala de mando imperial, el Prefecto del Pretorio Marco Ofelio Macrino, cuyo mérito principal radicaba en haber sabido aprovechar en su beneficio el gran odio que la excesiva figura de Caracalla despertaba en el seno del ejército romano. Fue así como el veterano general se hizo investir con la púrpura imperial, decisión ésta que nunca sería ratificada por el senado romano y cuya prosperidad en el tiempo, al carecer Macrino de legitimidad al trono, dependía en exclusiva de su capacidad para mantener el ascendiente sobre las legiones bajo su mando directo.

El gobierno de Macrino, al igual que el de la mayoría de los usurpadores en la historia de Roma, sería bastante breve: apenas 14 meses. Desde el punto de vista económico este reinado constituiría una mera continuación del anterior, no así en el plano político donde sí que sería un reinado intenso y agitado. Numismáticamente hablando encontramos poca o ninguna variedad en los tipos monetales a lo largo y ancho del Imperio, algo natural habida cuenta la mínima mudanza en la marcha de la economía. En el caso concreto de la ciudad de Caesarea, capital de la provincia de Capadocia, prosigue la acuñación de didracmas y tetradracmas: ahora con el busto de Macrino si bien respetando la iconografía del Monte Argeo sobre Altar surmontado de estrella en los didracmas y la de Monte Argeo básico surmontado de alegoría del dios Helios en los tetradracmas. En cuanto al estilo y arte de las monedas, son lo suficientemente similares a las de Caracalla como para deducir la continuidad en el puesto del personal de la ceca de Caesarea. En las siguientes fotografías podemos ver, primero, un ejemplar de didracma y luego dos de tridracma a nombre de Macrino (en los que, lógicamente, han desaparecido las letras griegas  ANTW --inicial de ANTONINO—en el campo de reverso).


Caesarea, como la gran mayoría de cecas del Imperio, también emitiría moneda a nombre Diadumeniano, el hijo y sucesor de Macrino. Nombrado César en mayo del 217, muy pocos días después el entronamiento de su padre, no sería ascendido a la superior categoría de Augusto hasta mayo del año siguiente en respuesta a la proclamación de Heliogábalo como emperador por parte de la facción del ejército romano hostil a Macrino. La derrota final del ejército de Macrino el 8 de junio a manos de las fuerzas de Heliogábalo supondría la caída en desgracia del padre y el hijo así como su no inmediata (pues intentaron huir) pero sí inevitable ejecución a finales de junio o principios de julio del 218. Debido a que Diadumeniano apenas pasó un mes como Augusto (en una situación muy precaria además, con el régimen de su padre ya fuertemente desprestigiado a la par que debilitado), todas sus monedas fueron acuñadas durante su condición de César lo que explica su busto desnudo o lo que es igual, sin laurea. Por lo demás la emisión caesarense es idéntica a la de su padre: didracmas con Monte Argeo sobre altar y tetradracmas con Monte Argeo básico surmontado por alegoría del dios Helios. Los siguientes ejemplares corresponde a un didracma y a dos tetradracmas respectivamente.


Además de las acuñaciones mayores, en plata de baja ley, Caesarea también emitió moneda fiduiciaria de bronce a nombre de Macrino y Diadumeniano. Monedas siempre bastante escasas –indicio de que las series no debieron ser muy grandes-- predominan los bronces de generoso tamaño –alrededor de 27 mm de diámetro--, de presumible gran valor liberatorio, sobre los de módulo mediano. En ambos casos se suele emplear imaginativamente el tradicional reverso caesarense del Monte Argeo. Así, los módulos medianos incorporan una nueva variante de reverso que habremos de ver más veces en reinados posteriores: Monte Argeo en el interior de un templo dístilo. Esta iconografía supone un obvio intento de enfatizar el carácter sagrado de la “Montaña de Júpiter”. También se emplea otra variante en el que se muestra una reducida representación del Monte Argeo en el interior de un esquemático altar sobre el cual se alzan, enhiestas, cuatro espigas de trigo. Los de las fotografías siguientes constituyen  un par de buenos ejemplares de esta acuñaciones.


Por su parte los módulos grandes emplean también una iconografía destinada a resaltar la sacralidad del afamado Monte Argeo. En ella aparece una representación del Argeo de gran tamaño relativo respecto al campo monetal disponible a la que da acceso una espléndida fachada porticada con cuatro columnas cuyo objetivo es asociar el concepto de “Templo” al citado Monte Argeo. Flanqueando el conjunto observamos dos cistas místicas (ónfalos), elemento éste que ya pudimos encontrar en acuñaciones anteriores de la ciudad y que refuerza aún más el carácter sacro del Argeo (los ónfalos eran unos artefactos pétreos cuya mera colocación en un lugar profano permitía su sacralización, utilizándose también para recalcar la sacralidad de lugares con carácter místico preexistente como es el caso del Monte Argeo). Por si fuera poco el atractivo de esta moneda a fuer de fijarnos solamente en el reverso, también el anverso resulta sumamente interesante toda vez que presenta los bustos enfrentados de Macrino y Diadumeniano, el primero mucho mayor que el segundo en razón de su superioridad jerárquica. Esta representación imperial, aunque no exclusiva de esta ceca, no es nada habitual en la numismática romana por lo que serviría, por sí sola, para diferenciar esta moneda del grueso de las acuñaciones romanas de todos los tiempos. Conozcamos un ejemplar de esta magnífica moneda:


El ascenso al trono de Heliogábalo y su posterior victoria sobre Macrino fue poderosamente favorecida por su condición de descendiente indirecto de Septimio Severo (concretamente era nieto de Julia Maesa, hermana de Julia Domna, la esposa de Septimio Severo), lo que implicaba la restauración de la dinastía Severina: todavía muy prestigiosa a ojos del Ejército y el Senado romanos a pesar de las escasas simpatías despertadas por el que fuera su último miembro, el difícil Caracalla. Lamentablemente las expectativas puestas en el joven emperador no se cumplieron (principalmente por su extravagante y vicioso comportamiento al que no era ajeno su condición de sumo sacerdote del dios Helios), viéndose progresivamente deteriorado su prestigio hasta el extremo de ser asesinado el 11 de marzo de 222 con tan solo 18 años de edad, víctima de una conspiración orquestada por su antaño valedora, Julia Maesa, y el prefecto del pretorio.

En el plano numismático las acuñaciones de tiempos de Heliogábalo son bastante similares a las de sus predecesores desde el punto de vista iconográfico, ligeramente inferiores en el plano artístico (esta decadencia se aprecia especialmente en las acuñaciones orientales) así como de una ley un poco inferior en lo que a plata se refiere. Ciñéndonos ahora a la ceca de Caesarea, lo primero que salta a la vista es la ausencia de acuñaciones en plata tanto en el reinado de Heliogábalo como en el de su sucesor y primo carnal, Alejandro Severo (222-235), algo cuanto menos extraño toda vez que ponía final a una tradición que se remontaba a los tiempos de Tiberio nada menos. Aunque no se conoce con precisión el motivo de este hiato, parece estar relacionado con la fuerte disminución en la amonedación en plata que se detecta en toda la zona de Asia Menor en relación a los volúmenes de tiempos de Septimio Severo y sus hijos. En efecto, la práctica totalidad de los mayores tesoros numismáticos localizados en la actual Turquía exhiben un porcentaje de monedas a nombre de Heliogábalo y Alejandro Severo muy inferior al de sus familiares antecesores. Como, a juzgar por el registro arqueológico, no parece que la región sufriera una crisis por aquellos tiempos, al menos lo suficientemente grave como para reducir el comercio y por tanto el trasiego de monedas de plata, podemos deducir que se acuñó menos plata durante los Severos menores por no ser necesaria al disponerse de un volumen en circulación suficiente para garantizar la estabilidad del comercio y los pertinentes pagos a las tropas. En el caso concreto de Caesarea esta disminución en los índices de acuñación debió alcanzar el extremo, suspendiéndose las emisiones en plata hasta el reinado de Gordiano III, momento en que todos los estudios señalan un fortísimo incremento de las emisiones argenteas tanto en oriente como en la propia Roma.

Caesarea sí que acuñaría bastante bronce durante el reinado de Heliogábalo siendo estas piezas, junto a las de su sucesor Alejandro Severo, las más asequibles hoy en día de entre la nómina de bronces imperiales capadocios. Se trata de monedas de muy correcta factura técnica y un módulo de alrededor de 17 mm las de módulo medio y de entre 24 y 28 mm las grandes, pudiendo llegar a verdaderos medallones de 35 mm. El busto de anverso suele aparecer mirando a derecha (no siempre), figurando las más de las veces laureado aunque hay también monedas radiadas de módulo y grosor similar a las laureadas correspondientes por ello, en principio, a un mismo tipo monetal. Aunque hay varios tipos de reversos, predomina abrumadoramente el del Monte Argeo a su vez con unas cuantas variantes, de entre las cuales, nuevamente por amplia mayoría, destaca la de Monte Argeo sobre altar que se remonta a los primeros grandes bronces comodianos. También podemos encontrar la variante básica de Monte Argeo surmontada por corona de laurel (más propia del bronce que de la plata) e incluso alguna variante extraña aunque no inédita del tipo dios-diosa (en este caso la diosa Tyche) sentada entre dos ónfalos así como sujetando una representación reducida del Monte Argeo (es el caso del medallón de 35 mm). Por último, merece la pena destacar un curioso tipo de reverso, empleado en los bronces medianos, en el que se muestra un busto a derecha de la diosa Tyche coronado por un pequeño Monte Argeo. Este tipo de reverso es propio de la ciudad siria de Emesa, patria chica de Heliogábalo y sus augustas antecesoras –Julia Maesa, Domna y Mamea--, si bien en él la diosa Tyche aparece sin el coronamiento del Argeo: lógicamente empleado en las acuñaciones capadocias para reflejar el origen de la monedas así como diferenciarlas de las emisiones de Emesa. En las siguientes fotografías podemos ver, por orden de arriba a abajo, cuatro ejemplares de la variante común de Monte Argeo sobre altar, el tercero y el cuarto con busto radiado, uno a derecha y otro a izquierda. Seguidamente un hermoso ejemplar de la variante de Monte Argeo básico surmontada por corona de laurel. Después, el medallón de 35 mm con la diosa Tyche sujetando el Monte Argeo y, para finalizar, un ejemplar de módulo mediano con busto de Tyche coronado por Monte Argeo.


Caesarea también emitiría monedas de bronce a nombre de la influyente Julia Maesa (el auténtico poder en la sombra durante el reinado de su nieto). De tamaño grande (26-28 mm) utilizan mayoritariamente el reverso del Monte Argeo sobre el altar. Menos común es el reverso creado en tiempos de Macrino con el Argeo flanqueado por dos ónfalos y su acceso en forma de fachada de templo porticada. Añadir además que aunque predomina el busto simple a derecha, también existen ejemplares con busto sobre creciente al estilo de los antoninianos contemporáneos de esta emperatriz así como paralelizables a nivel iconográfico con los bronces de Heliogábalo con busto radiado. Las siguientes fotos corresponden a un ejemplar de tipo convencional con Argeo sobre altar, otro con reverso de tipo Macrino y un tercero con busto de anverso sobre creciente y Argeo sobre altar en reverso.


Como se dijera anteriormente Caesarea tampoco acuñaría moneda de plata durante los trece años de reinado de Alejandro Severo. Siendo la situación económica similar a la del reinado de Heliogábalo, también las acuñaciones serán muy parecidas lo mismo iconográfica que metrológicamente con las lógicas diferencias de leyendas de anverso y de busto (escasas, por otra parte, en este último aspecto). Como en el reinado anterior vuelve a predominar el reverso de Argeo sobre altar, complementado por el de Argeo básico surmontado por corona de laurel, el del busto de la diosa Tyche coronado por el monte Argeo (módulo mediano) y el del monte Argeo en el interior de templo dístilo, éste último introducido en tiempos de Macrino y que ahora vuelve a hacer acto de presencia. A continuación podemos ver tres ejemplares del tipo principal con Monte Argeo sobre altar, un cuarto con el tipo básico surmontado con corona de laurel, otro más del tipo Tyche coronada y un sexto con la variante de Argeo en el interior de templo dístilo, de un excelente arte por cierto.


Asesinado Alejandro Severo junto a su madre Julia Mamea (19 de marzo de 235), se apropiara de la púrpura imperial un oscuro personaje llamado Maximiano apodado el Tracio en razón de su origen. De origen bárbaro, nulo refinamiento, mínima preparación y un exceso de brutalidad que emanaba por todos los poros de su descomunal físico (más de 2 metros de músculos) ostentaba el rango de general de los ejércitos del limes germano cuando se le presentó la oportunidad de aprovechar el descontento originado del ejército por el recorte en los gastos militares ordenado por el joven emperador para eliminarlo y ocupar su lugar. Se iniciaba así un turbulento reinado de tres años, pleno de dificultades ocasionadas por la feroz hostilidad del senado de Roma para con Maximino, cuyos humildes orígenes y agudo desprecio por la aristocracia romana no podían soportar. Éste fue el comienzo del periodo conocido como la Anarquía Militar caracterizado por la rápida sucesión de emperadores salidos de entre las filas del ejército: por regla general más interesados en atajar los intentos de derrocamiento por parte de sus conmilitones que en buscar el bien común para los habitantes del imperio romano.

En comparación con otros emperadores, las acuñaciones a nombre de Maximino el Tracio en las cecas orientales son bastante reducidas cuando las hay. En el caso de Caesarea de Capadocia la ceca permaneció cerrada durante todo su reinado, no volviéndose a abrir hasta el inicio del reinado de Gordiano III, en 238, lo que implica su inactividad no sólo durante el reinado del Tracio sino también en los efímeros de Balbieno y Pupieno, Gordiano I y Gordiano II.

Aunque los tres primeros años del reinado de Gordiano III fueron relativamente tranquilos, en la primavera de 241 una oleada de ataques bárbaros pone duramente a prueba las fortalezas del limes germano. Al mismo tiempo los persas del monarca Sapor I, enterado o no de los apuros romanos en sus límites septentrionales, violan la línea fronteriza fijada en el cauce del Eufrates e invaden la Mesopotamia romana. Consecuencia inmediata de este verdadero estado de emergencia es un brutal aumento de los gastos militares romanos; toda nueva leva, toda nueva remesa de armamento, parece poca para hacer frente a la terrible amenaza doble que aúlla en las fronteras. El estado romano reaccionará acuñando de forma masiva moneda de plata con la que sufragar tan tremendos gastos, habiendo de reducir también la ley de ésta a fin de obtener mayor cantidad de monedas a partir de la misma cantidad de metal noble. Es por este motivo que el antoniniano acuñado en la ceca de Roma a nombre de Gordiano III es la moneda de plata romana más económica, aún en alta calidad, que existe en el mercado actual.

Siguiendo la estela de la ciudad de Roma y por el mismo motivo, las cecas orientales también conocerán un periodo de fuerte reactivación, volviendo a acuñarse plata en cecas como Antioquía que no lo hacía desde el reinado de Heliogábalo o nuestra Caesarea de Capadocia, inactiva en lo que a plata se refiere desde el reinado de Macrino.

Como en los mejores tiempos de Septimio Severo, ya algo lejanos por aquel entonces, Caesarea acuñará de nuevo la unidad básica oriental en plata, el dracma, acompañada de sus dos múltiplos inmediatos: el didracma y el tridracma. La calidad de las acuñaciones es francamente elevada, con un nivel de detalle muy bien conseguido. El estilo, bastante realista aunque con cierto sabor oriental, recuerda mucho al de las acuñaciones argénteas a nombre de Septimio Severo y familia, de las cuales estas monedas resultan una más que evidente continuación.

La unidad de menor valor, esto es el dracma, empleará en exclusiva el reverso del Monte Argeo en su modalidad más básica con pequeñas variantes: surmontado con estrella, sin surmontar, con las letras griegas BNE en el campo o con un aislado punto a izquierda del campo: marca de valor ésta que nos indica que la moneda equivale a 1 Dracma. Las siguientes monedas corresponden a otros tantos representantes  de las variantes de dracma arriba descritas.


El didracma es iconográficamente idéntico a la variante de dracma con Monte Argeo sin surmontar con la sola excepción de la marca de valor: dos puntos en lugar de uno, situados alternativamente a ambos lados del Argeo. Por otra parte, su peso y diámetro son considerablemente mayores que los del dracma de tal forma que difícilmente hubiera podido confundir el usuario las dos monedas aunque no llevaran marca de valor, lo que no quita que el motivo de su inclusión fuera el de evitar dichas confusiones. A continuación podemos contemplar un trío de didracmas del tipo de los anteriormente descritos.


Como suele ser habitual en las emisiones argénteas de Caesarea corresponde al tridracma (o tetradracma en su caso) el privilegio de exhibir los mejores estilos de diseño y la mayor variedad iconográfica en los reversos. En cualquier caso el hecho es que vuelve a predominar el tipo básico de Monte Argeo bien sin surmontar, bien surmontado con una corona de laurel, con las letras  BNE del campo presentas en unas monedas sí, en otras no. Lo que no aparece en ningún ejemplar es la marca de valor tal vez por no considerarse necesaria en el tipo superior (estamos hablando de una moneda que, de media, superaba en un 70% el peso del didracma y que nadie podría confundir con un didracma, mucho menos con un dracma). Las siguientes fotografías corresponden, primero, a cuatro ejemplares de la variante surmontada con corona de laurel (las tres primeras con las letras BNE y la última sin ella), seguidamente otras tres monedas de la variante sin surmontar, la última con las letras  BNE   en el campo.

Aparte del tipo principal, Caesarea también emite series más reducidas de tridracmas con reversos diferentes aunque con la común presencia del Monte Argeo en ellos. Uno de ellos, el del dios Sol, sentado y con el codo apoyado en una representación reducida del Argeo, ya había aparecido en las emisiones de tiempos de Septimio Severo, perteneciendo por tanto al bagaje histórico-iconográfico de la ceca. El otro resulta algo más novedoso aunque sus elementos sean viejos conocidos del lector. En él encontramos una suerte de cista mística (también puede ser una variante de ónfalos) de cuya boca salen dos ramas de palma sobre las cuales reposa una representación tirando a reducida así como poco detallada del Monte Argeo. Los siguientes ejemplares corresponden a las monedas que acabamos de describir.


Una característica que puede observarse en un porcentaje altísimo de los tridracmas de Gordiano III que se conservan es esa contramarca rectangular, bastante profunda, que puede verse en las monedas de las fotos. Localizada siempre en el reverso, las contramarcas mejor preservadas exhiben un busto femenino en altorrelieve mirando a derecha. ¿Una marca de revalorización?, ¿un distintivo para permitir su uso en algún lugar donde antes no estuviera permitido o por parte de personas que antes no quisieran o no pudieran usar esa moneda?, ¿una señal de desmonetización? El hecho de que la contramarca aparezca lo mismo en monedas circuladas como relativamente nuevas indica que debió realizarse no mucho tiempo después de la acuñación de éstas. En principio esto descarta la hipótesis de la señal de desmonetización, haciendo también muy poco verosímil la de la revalorización (por ejemplo, a tetradracma) con la posible excepción de un escenario de inflación vertiginosa y desatada que no nos consta se produjera en este momento de la historia de Roma. Nos queda, por tanto, la segunda posibilidad: factible en tanto en cuenta se conocen casos anteriores de monedas de tipo local que fueron reselladas por la autoridad competente a fin de emplearlas para afrontar determinados pagos fuera del área de vigencia de esa emisión en concreto donde, sin el resello oficial al que nos estamos refiriendo, la moneda carecía de valor liberatorio al menos teóricamente.

Además de a nombre de Gordiano III, Caesarea acuñaría también moneda de plata a nombre de su mujer, Tranquilina. Estas emisiones, bastante inferiores en volumen a las de Gordiano III a juzgar por el número de ejemplares conservados de cada una, se limitaron exclusivamente a un tipo monetal: el dracma, en su variante de Monte Argeo sin surmontar las más de las veces con la marca de valor “Punto” a la izquierda del campo de reverso. Los siguientes tres ejemplares corresponden, el primero, a la variante básica sin marca de valor, poseyéndolo en el caso de las otras dos monedas.


El reinado de Gordiano III también traería a la ceca de Caesarea la reanudación de sus acuñaciones en bronce. Emitidas tanto a nombre de Gordiano como de Tranquilina predomina, como en reinados anteriores, el reverso del Monte Argeo sobre altar para los módulos crecidos (26 – 28 mm). También se observa la interesante variante de busto de Tyche coronado por Monte Argeo aparecida durante el reinado de Heliogábalo. Como novedad podemos citar un curioso reverso, poco habitual en la numismática oriental del periodo pero no tanto en la occidental, como es el de corona de laurel con leyenda en su interior (en este caso dispuesta en cinco líneas). El omnipresente Monte Argeo de las monedas capadocias aparece en la parte superior del reverso de la moneda, en medio de la primera línea, reducido a una pequeña representación poco detallada. En las siguientes fotografías podemos contemplar cuatro ejemplares del tipo general de Argeo sobre altar, dos a nombre de Gordiano y otros dos a nombre de Tranquilina. Seguidamente observamos un ejemplar del tipo Tyche coronada y por último uno del tipo corona de laurel con leyenda inscrita.


El final del reinado de Gordiano III en 244 supone el fin de las acuñaciones de Caesarea. A pesar de que alguna ceca relativamente cercana como Antioquía continuará sus acuñaciones en plata hasta el reinado conjunto de Treboniano Galo y su hijo Volusiano (tetradracmas), la ceca de Caesarea no volverá a abrir sus puertas. Posiblemente se consideró que bastaba con las emisiones antioquenas para suministrar moneda circulante a toda esa zona de la mitad oriental del Imperio. Posteriormente cesará toda emisión de moneda de tipo local, con caracteres y metrología griega, en las provincias de Siria, Capadocia, Asia, etc, siendo sustituidas por amonedación imperial –fundamentalmente antoninianos—con leyendas en latín. Nuevamente será Antioquía, asistida por algunas cecas cercanas como Samosata, la encargada de producir este numerario. Fuera como fuere, esta claro que para ese momento la ceca de Caesarea hacía tiempo que había dejado de ser una realidad para empezar a convertirse en un recuerdo que hoy podemos evocar contemplando sus maravillosas monedas…