miércoles, 7 de noviembre de 2012

La ciudad iberorromana de CARISSA AURELIA y sus acuñaciones.

Los restos de la ciudad romana de Carissa, cognominada Aurelia, se encuentran en el Cortijo de Carija, término municipal de Bornos, en la sierra de Cádiz.
 
Su emplazamiento se corresponde con una colina bastante extensa y no muy alta, con unas laderas relativamente suaves, sin mucha piedra, todo lo cual sirve para calificar de moderado el valor defensivo del lugar, si bien es cierto que se descubre bastante paisaje desde él, incluida una vía de comunicación tan importante como el valle del río Salado, lo que nos informa de un considerable valor estratégico.

Vista del solar de la antigua ciudad romana de Carissa Aurelia.
 
Apenas se conoce nada sobre esta ciudad dada la parquedad de las fuentes antiguas así como el hecho de que está sin excavar en su gran mayoría. Sabemos, con todo, que antes de ciudad romana fue un oppidum turdetano, probablemente amurallado dada la orografía de su emplazamiento, así como dedicado al aprovechamiento agrícola de una comarca especialmente bendecida con el don de la feracidad.
 
La conquista romana de la Turdetania, culminada con gran facilidad a resultas de la batalla de Ilipa en la que los latinos derrotaron a los cartagineses –año 206 a.C.—supuso la entrada de la ciudad de Carissa en la órbita romana. Ignoramos si esta sumisión fue fruto de la derrota militar de los habitantes de Carissa o si, por el contrario, firmaron un pacto con los romanos. Desde luego parece más probable lo segundo toda vez que en el siglo I a.C Carissa es una de las primeras 27 ciudades hispanas en ser elevada a la condición de Municipio Latino -- según la epigrafía debió ser adscrita a la tribu Galeria--. Se supone que este honor fue concedido por de Julio César tal y como indica el cognomen Aurelia, a la sazón el nombre de la madre del celebérrimo general romano. Incluso le fue concedida la capacidad de acuñar moneda, conservándose bastantes piezas de esta época con el nombre de Carisa o Carissa, todas ellas ornamentadas al anverso con la clásica cabeza masculina y con el no menos famoso jinete con escudo y lanza en el reverso: uno y otro temas principales de la numismática ibérica. En la siguiente entrada conoceremos en detalle estas acuñaciones.
 
Restos de los pilares de apoyo de funcionalidad incierta localizados en la parte inferior del cerro.
 
Las únicas referencias escritas a Carissa Aurelia que tenemos se deben a Plinio el Viejo, Ptolomeo y Tácito. El primero la cita en el tomo tercero de su Naturalis Historia dentro del convento gaditano, apuntando el cognomen Aurelia por el que la conocemos. Ptolomeo la ubica entre las ciudades de Ucia y Calduba, en los 6º 30´ de latitud norte y los 37º 30´ de longitud oeste. Por su parte, Tácito vincula el citado cognomen con Cornelia, madre de los hermanos Graco y Atia, madre de Octavio Augusto.
 
Los estudios realizados en la necrópolis localizadas en las proximidades del núcleo urbano –necrópolis norte y sur—demuestran que Carissa aún tenía cierta vitalidad en el siglo IV d.C., correspondiendo la mayoría de los materiales encontrados al periodo alto imperial –siglos I y II d.C.--, sin duda el de máximo esplendor de la ciudad.
 
Ruinas de un panteón funerario de cronología romano localizada en la llamada Necrópolis Norte de Carissa Aurelia.
 
Al igual que tantas otras ciudades romanas en Hispania su declive se produce en época tardorromana avanzada. Posiblemente sería atacada por Genserico, rey de los vándalos, en el año 429, al encontrarse en el camino lógico entre Hispalis, ciudad de partida del contingente bárbaro e Iulia Traducta, la actual Algeciras, donde embarcarían para África según los textos de Hydacio. De ser cierta esta conjetura, no cabe duda de que este suceso hubiera agudizado aún más la decadencia de la ciudad.
 
La epigrafía nos informa de la presencia del culto cristiano en Carissa en el siglo V d.C. (CIL II, 6251, 1). Sería en este siglo o en el siguiente cuando la ciudad deja de existir como tal. No obstante es posible que conservara alguna clase de población residual toda vez que en las necrópolis han aparecido varios enterramientos medievales. Lo que parece claro es que no se repobló, al menos en el sentido estricto de la palabra, en época musulmana (siglo VIII en adelante); trasladándose las competencias territoriales de Carissa a Bornos, donde se documenta un castillo de evidente origen musulmán. Para entonces ya habría empezado la ruina de sus edificios, precipitada por la amortización de sus materiales.
 
Restos del edificio rectangular, posiblemente un depósito de agua, existente al nivel del segundo grupo de estructuras comenzando desde el pie del cerro.
 
Dado el hecho de que la ciudad está casi sin excavar, no son muchos los restos de estructuras visibles en superficie si bien por lo poco que queda parece claro que el subsuelo guarda muchísimas cosas interesantes.
 
Como elementos más relevantes se debe destacar el conjunto de muros situado en la parte meridional del asentamiento, la más fácil de defender dada su mayor cota y el peor acceso que ofrecen sus laderas. De hecho, cerca del extremo sur encontramos una elevación del terreno más marcada factible de utilizarse como acrópolis al dominar el resto de la cumbre de la colina, sin duda el emplazamiento del núcleo urbano de Carissa Aurelia.

Vista general de la elevación del extremo meridional de Carissa Aurelia, auténtica acrópolis de la ciudad.
 
Los muros a los que aludimos anteriormente se encuentran distribuidos en cuatro alturas, conformando el habitual despliegue aterrazado. En todos los casos se trata de estructuras de opus incertum más o menos bien acabadas,  donde no escasean los mampuestos desbastados ni el mortero de cal de buena calidad. En realidad esta morfología proporciona una pista prácticamente definitiva de cara a asegurar la factura romana de los restos, aunque no hubiera datos adicionales.
 
Muralla de la acrópolis. Se observa bien el crecido grosor de sus paramentos.
 
Comenzando por el nivel inferior, a la sazón localizado ligeramente por encima del nivel de la ciudad, en la cumbre de la colina, se trata de una suerte de zócalo continuo en dirección N-S sobre el cual se apoyan una serie de 12 muros a modo de pilares, perpendiculares al mencionado zócalo. Aunque por su ubicación en relación con la topografía del terreno podrían llegar a ser calificados como restos de muralla, no parece probable que se trata de tal dada la relativa delgadez de los muros así como su marcado aspecto de apoyos. En realidad, lo más lógico es que se trate de los restos de una plataforma ejecutada con miras a normalizar en forma de terrazas la pendiente de las laderas de la parte meridional, de tal modo que se pudiera construir en éstas unos edificios hoy desaparecidos. Algunos autores han relacionado estos pilares con el sistema de aprovisionamiento de agua de la ciudad –entendiendolo como una suerte de canal elevado--. Esta posibilidad es bastante verosímil ya que en el extremo sur del apoyo, al lado del primero de los pilares, se localiza una pileta rectangular muy profunda, obviamente destinada a contener un agua que luego podía conducirse hacia el núcleo urbano aprovechando la mayor cota de la línea de apoyos con respecto a aquél.
 
Restos del edificio rectangular, relacionado con un almacén o deposito de agua, localizado en la cumbre del cerro, a mayor cota que los muros de la acrópolis.
 
El segundo grupo de estructuras se halla a una veintena de metros del primero colina arriba, lo que en esta parte de la ladera, más bien suave, supone una diferencia de cota de un par de metros. Se trata de dos fragmentos de muro alineados uno de los cuales lleva adosado en su lado exterior un tercer fragmento perpendicular, conformando una esquina. A priori podría tratarse de los restos de un edificio rectangular, quizás un depósito de agua otrora comunicado con el canal apoyado en los pilares antes descritos y con la pileta.

 
Los dos últimos grupos de estructuras se encuentran en la elevación del extremo meridional de la ciudad de Carissa, a una cota sensiblemente mayor que la del segundo grupo. Sus maneras de acrópolis resultan más que claras. Así, el primer grupo son los restos de una muralla que rodeaba la cumbre de la elevación, con toda probabilidad el principal bastión defensivo de la ciudad. El considerable grosor del muro así como la peor calidad de los paramentos, sobre todo en lo relativo a los morteros, con respecto a las estructuras de niveles inferiores son argumentos que apoyan su condición defensiva. En cuanto al cuarto y último grupo de estructuras se localiza en la cumbre de la elevación, siendo por tanto las ruinas situadas a mayor cota del asentamiento. Aparentemente conforman una suerte de recinto cuadrangular bastante arrasado. Aunque el sentido común nos orienta hacia el carácter defensivo de estas estructuras, la verdad es que los muros en cuestión son demasiado delgados para pertenecer a un elemento fortificado. Posiblemente sea ésta la razón de que los pocos autores que han tratado este yacimiento consideren estas estructuras como los restos de un depósito de almacenamiento/recogida de agua, hipótesis esta que se ve apoyada por la presencia en la parte superior de la elevación de afloramientos rocosos convenientemente tallados en orden de formar las caras de una pileta. Desde luego, esto no es imposible dada la proximidad al deposito intermedio –el del segundo grupo de estructuras—y a la canalización del grupo inferior.
 
Torre de la cerca urbana de Carissa Aurelia. Bloques bien tallados de fisonomía claramente ibérica. Alrededor del siglo III a.C.
 
Como buena ciudad romana que era Carissa Aurelia contaba con una muralla circunvalando la cumbre de la colina en que se asienta. Todavía sin excavar, se distinguen unos escasos vestigios en el extremo septentrional de la ciudad, correspondientes a un pequeño fragmento de lienzo y una especie de torre, aparentemente hueca, adosada a éste. Tanto el fragmento de muro (no muy grueso: 1,5 mts aproximadamente) como la torre están construidos en mampostería aglomerada con barro, pudiéndose distinguir en esta última algunos bloques de gran tamaño, bastante bien tallados aunque no tanto como para igualarse a los sillares típicamente romanos que pueden verse, aquí y allá, por el yacimiento. Estas características se corresponden plenamente con las de la fortificación ibérica, de ahí que podamos afirmar a priori que la muralla romana de Carissa reutiliza la muralla turdetana o al menos se apoya en ella, de ahí que pueda datarse en el siglo III a.C. aproximadamente. Lo que está claro es que esta muralla no tiene nada que ver con la que protege la elevación del extremo meridional de la colina, sin duda bastante posterior ¿siglos I a.C. – I d.C.?
 
Restos muy arrasados de la cerca urbana de Carissa.