Los restos de la ciudad romana de
Carissa, cognominada Aurelia, se encuentran en el Cortijo de Carija, término
municipal de Bornos, en la sierra de Cádiz.
Su emplazamiento se corresponde
con una colina bastante extensa y no muy alta, con unas laderas relativamente
suaves, sin mucha piedra, todo lo cual sirve para calificar de moderado el
valor defensivo del lugar, si bien es cierto que se descubre bastante paisaje
desde él, incluida una vía de comunicación tan importante como el valle del río
Salado, lo que nos informa de un considerable valor estratégico.
Vista del
solar de la antigua ciudad romana de Carissa Aurelia.
Apenas se conoce nada sobre esta
ciudad dada la parquedad de las fuentes antiguas así como el hecho de que está
sin excavar en su gran mayoría. Sabemos, con todo, que antes de ciudad romana
fue un oppidum turdetano, probablemente amurallado dada la orografía de su
emplazamiento, así como dedicado al aprovechamiento agrícola de una comarca
especialmente bendecida con el don de la feracidad.
La conquista
romana de la Turdetania, culminada con gran facilidad a resultas de la batalla
de Ilipa en la que los latinos derrotaron a los cartagineses –año 206
a.C.—supuso la entrada de la ciudad de Carissa en la órbita romana. Ignoramos
si esta sumisión fue fruto de la derrota militar de los habitantes de Carissa o
si, por el contrario, firmaron un pacto con los romanos. Desde luego parece más
probable lo segundo toda vez que en el siglo I a.C Carissa es una de las
primeras 27 ciudades hispanas en ser elevada a la condición de Municipio Latino
-- según la epigrafía debió ser adscrita a la tribu Galeria--. Se supone que
este honor fue concedido por de Julio César tal y como indica el cognomen Aurelia,
a la sazón el nombre de la madre del celebérrimo general romano. Incluso le fue concedida la capacidad de acuñar moneda, conservándose bastantes piezas de esta época con el nombre de Carisa o Carissa, todas ellas ornamentadas al anverso con la clásica cabeza masculina y con el no menos famoso jinete con escudo y lanza en el reverso: uno y otro temas principales de la numismática ibérica. En la siguiente entrada conoceremos en detalle estas acuñaciones.
Restos de los pilares de apoyo de funcionalidad incierta localizados en la parte inferior del cerro.
Las únicas
referencias escritas a Carissa Aurelia que tenemos se deben a Plinio el Viejo,
Ptolomeo y Tácito. El primero la cita en el tomo tercero de su Naturalis
Historia dentro del convento gaditano, apuntando el cognomen Aurelia por el que
la conocemos. Ptolomeo la ubica entre las ciudades de Ucia y Calduba, en los 6º
30´ de latitud norte y los 37º 30´ de longitud oeste. Por su parte, Tácito
vincula el citado cognomen con Cornelia, madre de los hermanos Graco y Atia,
madre de Octavio Augusto.
Los estudios realizados en la
necrópolis localizadas en las proximidades del núcleo urbano –necrópolis norte
y sur—demuestran que Carissa aún tenía cierta vitalidad en el siglo IV d.C.,
correspondiendo la mayoría de los materiales encontrados al periodo alto
imperial –siglos I y II d.C.--, sin duda el de máximo esplendor de la ciudad.
Ruinas de un panteón funerario de cronología romano localizada en la llamada Necrópolis Norte de Carissa Aurelia.
Al igual que
tantas otras ciudades romanas en Hispania su declive se produce en época
tardorromana avanzada. Posiblemente sería atacada por Genserico, rey de los
vándalos, en el año 429, al encontrarse en el camino lógico entre Hispalis,
ciudad de partida del contingente bárbaro e Iulia Traducta, la actual
Algeciras, donde embarcarían para África según los textos de Hydacio. De ser
cierta esta conjetura, no cabe duda de que este suceso hubiera agudizado aún
más la decadencia de la ciudad.
La epigrafía
nos informa de la presencia del culto cristiano en Carissa en el siglo V d.C.
(CIL II, 6251, 1). Sería en este siglo o en el siguiente cuando la ciudad deja
de existir como tal. No obstante es posible que conservara alguna clase de
población residual toda vez que en las necrópolis han aparecido varios
enterramientos medievales. Lo que parece claro es que no se repobló, al menos
en el sentido estricto de la palabra, en época musulmana (siglo VIII en
adelante); trasladándose las competencias territoriales de Carissa a Bornos,
donde se documenta un castillo de evidente origen musulmán. Para entonces ya
habría empezado la ruina de sus edificios, precipitada por la amortización de
sus materiales.
Restos del edificio rectangular, posiblemente un depósito de agua, existente al nivel del segundo grupo de estructuras comenzando desde el pie del cerro.
Dado el hecho de que la ciudad
está casi sin excavar, no son muchos los restos de estructuras visibles en
superficie si bien por lo poco que queda parece claro que el subsuelo guarda
muchísimas cosas interesantes.
Como elementos más relevantes se
debe destacar el conjunto de muros situado en la parte meridional del
asentamiento, la más fácil de defender dada su mayor cota y el peor acceso que
ofrecen sus laderas. De hecho, cerca del extremo sur encontramos una elevación
del terreno más marcada factible de utilizarse como acrópolis al dominar el
resto de la cumbre de la colina, sin duda el emplazamiento del núcleo urbano de
Carissa Aurelia.
Vista general de la
elevación del extremo meridional de Carissa Aurelia, auténtica acrópolis de la
ciudad.
Los muros a los que aludimos
anteriormente se encuentran distribuidos en cuatro alturas, conformando el
habitual despliegue aterrazado. En todos los casos se trata de estructuras de opus
incertum más o menos bien acabadas, donde
no escasean los mampuestos desbastados ni el mortero de cal de buena calidad.
En realidad esta morfología proporciona una pista prácticamente definitiva de
cara a asegurar la factura romana de los restos, aunque no hubiera datos
adicionales.
Muralla de la acrópolis. Se
observa bien el crecido grosor de sus paramentos.
Comenzando por el nivel inferior, a la sazón localizado
ligeramente por encima del nivel de la ciudad, en la cumbre de la colina, se
trata de una suerte de zócalo continuo en dirección N-S sobre el cual se apoyan
una serie de 12 muros a modo de pilares, perpendiculares al mencionado zócalo.
Aunque por su ubicación en relación con la topografía del terreno podrían
llegar a ser calificados como restos de muralla, no parece probable que se
trata de tal dada la relativa delgadez de los muros así como su marcado aspecto
de apoyos. En realidad, lo más lógico es que se trate de los restos de una
plataforma ejecutada con miras a normalizar en forma de terrazas la pendiente
de las laderas de la parte meridional, de tal modo que se pudiera construir en
éstas unos edificios hoy desaparecidos. Algunos autores han relacionado estos
pilares con el sistema de aprovisionamiento de agua de la ciudad –entendiendolo
como una suerte de canal elevado--. Esta posibilidad es bastante verosímil ya
que en el extremo sur del apoyo, al lado del primero de los pilares, se
localiza una pileta rectangular muy profunda, obviamente destinada a contener
un agua que luego podía conducirse hacia el núcleo urbano aprovechando la mayor
cota de la línea de apoyos con respecto a aquél.
Restos del edificio rectangular, relacionado con un almacén o deposito de agua, localizado en la cumbre del cerro, a mayor cota que los muros de la acrópolis.
El segundo grupo de estructuras
se halla a una veintena de metros del primero colina arriba, lo que en esta
parte de la ladera, más bien suave, supone una diferencia de cota de un par de
metros. Se trata de dos fragmentos de muro alineados uno de los cuales lleva
adosado en su lado exterior un tercer fragmento perpendicular, conformando una
esquina. A priori podría tratarse de los restos de un edificio rectangular,
quizás un depósito de agua otrora comunicado con el canal apoyado en los
pilares antes descritos y con la pileta.
Los
dos últimos grupos de estructuras se encuentran en la elevación del extremo
meridional de la ciudad de Carissa, a una cota sensiblemente mayor que la del
segundo grupo. Sus maneras de acrópolis resultan más que claras. Así, el primer
grupo son los restos de una muralla que rodeaba la cumbre de la elevación, con
toda probabilidad el principal bastión defensivo de la ciudad. El considerable
grosor del muro así como la peor calidad de los paramentos, sobre todo en lo
relativo a los morteros, con respecto a las estructuras de niveles inferiores
son argumentos que apoyan su condición defensiva. En cuanto al cuarto y último
grupo de estructuras se localiza en la cumbre de la elevación, siendo por tanto
las ruinas situadas a mayor cota del asentamiento. Aparentemente conforman una
suerte de recinto cuadrangular bastante arrasado. Aunque el sentido común nos
orienta hacia el carácter defensivo de estas estructuras, la verdad es que los
muros en cuestión son demasiado delgados para pertenecer a un elemento
fortificado. Posiblemente sea ésta la razón de que los pocos autores que han
tratado este yacimiento consideren estas estructuras como los restos de un
depósito de almacenamiento/recogida de agua, hipótesis esta que se ve apoyada
por la presencia en la parte superior de la elevación de afloramientos rocosos
convenientemente tallados en orden de formar las caras de una pileta. Desde
luego, esto no es imposible dada la proximidad al deposito intermedio –el del
segundo grupo de estructuras—y a la canalización del grupo inferior.
Torre de la cerca urbana de
Carissa Aurelia. Bloques bien tallados de fisonomía claramente ibérica.
Alrededor del siglo III a.C.
Como buena ciudad romana
que era Carissa Aurelia contaba con una muralla circunvalando la cumbre de la
colina en que se asienta. Todavía sin excavar, se distinguen unos escasos
vestigios en el extremo septentrional de la ciudad, correspondientes a un
pequeño fragmento de lienzo y una especie de torre, aparentemente hueca,
adosada a éste. Tanto el fragmento de muro (no muy grueso: 1,5 mts aproximadamente)
como la torre están construidos en mampostería aglomerada con barro, pudiéndose
distinguir en esta última algunos bloques de gran tamaño, bastante bien
tallados aunque no tanto como para igualarse a los sillares típicamente romanos
que pueden verse, aquí y allá, por el yacimiento. Estas características se
corresponden plenamente con las de la fortificación ibérica, de ahí que podamos
afirmar a priori que la muralla romana de Carissa reutiliza la muralla
turdetana o al menos se apoya en ella, de ahí que pueda datarse en el siglo III
a.C. aproximadamente. Lo que está claro es que esta muralla no tiene nada que
ver con la que protege la elevación del extremo meridional de la colina, sin
duda bastante posterior ¿siglos I a.C. – I d.C.?
Restos
muy arrasados de la cerca urbana de Carissa.
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