sábado, 24 de febrero de 2018

Descubriendo Asia Menor II. Día 5,1ª Parte. Magnesia ad Maeandrum.

Dejamos Kusadasi, en la costa del Egeo, a primera hora de la mañana de un día soleado e incluso cálido para finales de otoño. La carretera avanza hacia levante, internándose por la retaguardia de Jonia, camino de la frontera con la vasta región de Lidia. Conducimos durante tres cuartos de hora. El interior de Jonia es montuoso, las sierras pobladas de pinos se suceden; el paisaje no está demasiado bien preservado y la sequedad del año tampoco contribuye precisamente a embellecerlo, mas con todo resulta agradable de contemplar. Por fin, en un punto de la vía que une las localidades de Söke y Ortaklar, muy cerca ya de esta última, al pie de la serranía antaño conocida como el monte Tórax, divisamos en lontananza unos imponentes paredones con evidente aire de fortificación antigua. Son los restos de la muralla bizantina de la antigua Magnesia del Meandro, nuestra primera visita de hoy. Es por ello que aparcamos a un lado de la entrada al yacimiento y, tras cumplimentar al guarda de la puerta, penetramos en el interior del recinto vallado. Conozcamos un poco la historia de esta ciudad antes de descubrir sus misterios…


Foto 1 (arriba).- Templo de Artemisa Leucofriene. Último escalón del estilóbato, peristilo y cella al fondo. Foto 2 (abajo).- Esquina enlosada del peristilo muy bien conservada.

Los orígenes de Magnesia del Meandro (Magnesia ad Maeandrum en latín) se encuentran ocultos tras la bruma de la leyenda. Conocemos bien el mito de su fundación gracias a cierta inscripción localizada en el año 1892 dentro del recinto del ágora de Magnesia. Al parecer los primeros colonos procedían de Tesalia, en la Grecia continental, de donde partieran en época remota siguiendo las indicaciones de una profecía dictada por Apolo. Tras recalar en Creta, donde permanecieron por espacio de 80 años, Apolo volvió a facilitarles su ayuda, guiándoles hasta este rincón de Jonia, junto a la copiosa corriente del río Meandro, entonces llamado Manthios. Comandados por un notable guerrero llamado Leukipos, los recién llegados entraron en contacto con Mandrolytos, soberano de una ciudad nombrada Mandrolytia en su honor. Este Mandrolytos tenía una hija llamada Leucofriene, la cual quedó tan prendada de Leukipos que no dudó en traicionar a su propio pueblo, abriendo las puertas de la ciudad a fin de que los tesalios pudieran apoderarse de ella. Así sucedió, en efecto, y tal fue la matanza causada por Leukipos y sus hombres entre los habitantes de Mandrolytia que Leucopriene, presa de los remordimientos, se suicidó. Los victoriosos tesalios decidieron asentarse en la recién conquistada ciudad, cuyo nombre mudarían por Magnesia. Hasta aquí el mito fundacional. 


Foto 3 (arriba).- Base de columna jónica del templo de Artemisa Leucofriene. Foto 4 (abajo).- Fragmentos de columna in situ. Uno de ellos apoyado sobre base de estilo jónico-ático.

Todo lo que se conoce acerca de los primeros siglos de existencia de la ciudad se debe a las menciones en las fuentes escritas, sin que la arqueología haya podido aportar nada por el momento. El motivo es que la actual Magnesia no coincide con ésta cuya fundación acabamos de relatar, la Palaimagnesia de los textos clásicos, todavía pendiente de localizar. Sabemos que la ciudad fue tomada por Giges, rey de Lidia entre el 680 y el 652 a.C., en una fecha anterior al año 657 a.C. en que fuera destruida por invasores cimmerios. Palaimagnesia sería reconstruida poco tiempo después con ayuda de la cercana Éfeso. En 530 a.C. las puertas de la ciudad se abrirían ante las tropas persas del general Mezares, pasando a formar parte del enorme Imperio Aqueménida. Hacia el año 460 a.C. Palaimagnesia es entregada por el rey persa Artajerjes I al célebre estadista ateniense Temistocles a fin de aliviar su condición de exiliado político. Testigo de excepción de estos acontecimientos son las emisiones monetales de tipología persa acuñadas en Palaimagnesia en las que aparece el busto barbado de Temistocles en anverso y las letras griegas QETHE, abreviatura de Temistocles, en reverso (ver figura 1). 

Figura 1.- Trihemióbolo de plata acuñado a nombre del estadista Temistocles en la Palaimagnesia primigenia.

La ciudad continuaría bajo el yugo persa hasta que en 400/399 a.C. es ocupada por el general espartano Tibrón. Ante el temor de que la escasa entidad de las fortificaciones de Palaimagnesia estimulara una inmediata acometida por parte de Tisafernes, el expulsado gobernador persa, Tibrón decidió trasladar la población de la ciudad a un asentamiento de fácil defensa en la falda del monte Tórax nombrado Leucofris en las crónicas griegas. Allí soportaron con éxito el resto del conflicto con los persas, concluido con la firma de la Paz de Antálcidas en 386 a.C. Libres de nuevo para regresar a su ciudad, los palaimagnesios decidieron sin embargo asentarse en un emplazamiento cercano a Leucofris, próximo al curso del río Lethaios, afluente del río Meandro. Daba comienzo así la andadura histórica de la ciudad de Magnesia del Meandro, cuyos restos arqueológicos han llegado hasta nuestros días.


Fotos 5 y 6.- Capiteles jónicos exhumados en las excavaciones del templo de Artemisa Leucofriene.

La Paz de Antálcidas, aunque ponía bajo control persa la región de Jonia, aseguraba un cierto grado de autonomía a todas las ciudades griegas, de manera que éstas podían comerciar y desarrollarse libremente. En este marco de sumisión parcial a la dinastía aqueménida permaneció Magnesia hasta que la victoria de Alejandro Magno en la batalla del río Gránico (334 a.C.) barrió de un plumazo todo rastro de soberanía persa en la mitad occidental de Asia Menor. Muerto Alejandro, Magnesia pasa a manos del poderoso Antígono I Monoftalmos. Muerto éste (301 a.C.), queda incorporada a los dominios de Lisímaco de Tracia quien sería a su vez derrotado y muerto en la batalla de Corupedio (281 a.C.) por las huestes del pujante imperio de Seleuco I. Magnesia conocerá su primer periodo de esplendor durante el gobierno seleúcida. A ello contribuye poderosamente su excelente ubicación de cara a beneficiarse del intenso comercio practicado en el occidente microasiático.  En el año 221 a.C. se celebran en la ciudad los primeros juegos dedicados a Artemisa Leucofriene, la divinidad protectora de la ciudad, conocidos como “Leucofrenia”. Los segundos se celebrarían en el 207 a.C. y a partir de ahí cada cinco años. Las Leucofrenias fueron muy célebres en la antigüedad. Podían participar en ellas todos los griegos, siendo los premios bastante golosos: 50 estáteras de oro para cada ganador. 




Foto 7 (arriba).- Restos de la cella del templo de Artemisa Leucofriene. Foto 8 (centro arriba).- Sillares localizados en el área de la cella. Rebajes para grapas de unión. Foto 9 (centro abajo).- Grapa metálica conservada en su rebaje. Foto 10 (abajo).- Pedimento reconstruido del templo de Artemisa Leucofriene.

La gran pujanza de Magnesia lleva a roces cada vez más graves con la rica ciudad portuaria de Mileto. Dos guerras entre ambas se suceden (201-197 a.C. y 185-180 a.C.) concluidas con victoria magnesia. Como resultado la ciudad incrementa grandemente su área de influencia. Entretanto el poder seleúcida en Asia Menor occidental ha sido destruido (batalla de Magnesia – 189 a.C.) y sus posesiones en la región repartidas entre los vencedores. Magnesia entra así en la órbita del reino de Pérgamo. La bonanza continúa bajo la égida atálida. Prueba de ello es la acuñación de una serie de tetradracmas estenofóricos de altísima calidad y mayor belleza como el que podemos admirar en la figura 2. No son demasiado escasos hoy en día por lo que podemos asumir que fueron acuñados en cantidades muy considerables, prueba a su vez del intenso vigor económico de que disfrutaba la ciudad.

Figura 2.- Tetradracma estenofórico acuñado en Magnesia del Meandro. Busto de Artemisa Leucofriene en anverso, Apolo estante apoyado sobre trípode, dentro de laurea, en reverso. Circa 160-150 a.C.

En 133 a.C. el reino de Pérgamo pasa a poder romano como resultado del cumplimiento del testamento del último monarca atálida. Será incluida en la nueva provincia de Asia. Medio siglo después (87 a.C.) Magnesia decide posicionarse en el bando romano durante la cruenta guerra entre la república y el monarca póntico Mitrídates VI (1ª guerra mitridática). Es una apuesta arriesgada pues Mitrídates empieza el conflicto controlando la mayor parte de Asia Menor tras haber hecho asesinar por sorpresa a la totalidad de los residentes romanos y latinos en Asia. Por fortuna para Magnesia los ejércitos mitridáticos no consiguen apoderarse de ella, logrando así sobrevivir hasta el final de la contienda sin sufrir traumas fatales. Lucio Cornelio Sila, en nombre de la victoriosa República romana, recompensa a la ciudad por su lealtad concediéndole la categoría de municipio romano. Esto implicaba la posibilidad de autogobernarse y de pagar unos impuestos bastante reducidos al fisco romano.



Foto 11 (arriba).- Enlosado con inscripciones localizado en el área asamblearia del recinto sagrado dedicado a Artemisa Leucofriente. Foto 12 (centro).- Tramo reconstruido de una de las stoas del témenos anterior. Foto 13 (abajo).- Paramento de sillería del muro trasero de las stoas del témenos y del muro del ágora contiguo.

Los primeros tres siglos de dominio romano constituyen el segundo periodo de esplendor de la ciudad: muy disminuido a raíz de las feroces destrucciones provocadas por las tres guerras mitridáticas. Aunque la ciudad es duramente golpeada por el terremoto del 17 d.C. no tarda en ser reconstruida merced a la intervención directa del emperador Tiberio que paga las obras de su propio bolsillo. Recuperada de la catástrofe, Magnesia va creciendo en tamaño y riqueza a lo largo de las décadas hasta una fecha relativamente tardía como el primer tercio del siglo III d.C. Llegará a ser considerada la séptima ciudad de Asia lo que no es poco tratándose de la región más rica y urbanizada de la Antigüedad Clásica. Prueba de ello son las abundantes emisiones monetales de época romana que se conocen: una apropiada continuación de la fecunda tradición acuñadora de que hacía gala Magnesia del Meandro. Su tipología es claramente microasiática, similar a la de las ciudades próximas, con un calidad de arte algo por debajo de la media regional al menos en lo que a moneda provincial romana se refiere. La iconografía de reverso suele centrarse en las habituales referencias religiosas, destacando las dedicadas a Artemisa Leucofriene. También encontramos algún que otro reverso de tipo imperial y unos cuantos alusivos al origen mitológico de la ciudad en forma de representaciones del héroe Leukipos montado a caballo, lanza en ristre. La figura 3 nos permite conocer cuatro de estas acuñaciones:

Figura 3.- Monedas de bronce acuñadas en Magnesia del Meandro entre el siglo II a.C. y el siglo III d.C.

Vamos a conocerlas más detalladamente. Arriba-izquierda: AE23 acuñado en época helenística tardía o republicana (siglos I-II a.C.). Heroe Leukipos cabalgando a derecha, lanza en ristre/Trípode ornamentado flanqueado por leyenda griega con el nombre de Magnesia y la identidad del magistrado monetal: Pausanias, hijo de Metrodoros. Arriba-derecha: AE16 de tipo pseudoautónomo acuñado en época Flavia (69-96 d.C.) Artemisa Leucofriene/Apolo con lira. Abajo-izquierda: AE26 a nombre de Domiciano. Templo tetraestilo albergando estatua de Artemisa Leucofriene. Se trata de un homenaje al gran templo de la ciudad dedicado a esta diosa. Abajo-derecha: AE29 a nombre de Filipo II. Las tres gracias (Eufrosine, Talia y Áglae, diosas del hechizo, la alegría y la belleza) en reverso.



Fotos 14 y 15 (arriba - centro).- Muralla bizantina (620-630 d.C.) de Magnesia del Meandro. Foto 16 (abajo).- Detalle del paramento de sillería de la muralla bizantina.

Lamentablemente toda esta prosperidad sería cercenada en el 262 d.C. a manos de los incursores godos que, durante ese fatal año, saquearon y quemaron un buen número de ciudades microasiáticas, Magnesia entre ellas. Durante la etapa bajoimperial la ciudad alberga una sede episcopal. Las listas de participantes en los diversos concilios eclesiásticos nos permiten conocer los nombres de tres de sus obispos: Eusebio, Dafnos y Leoncio. La invasión persa del primer tercio del siglo VII d.C. pone en grave peligro la supervivencia de Magnesia. La autoridad bizantina reacciona fortificando a conciencia una pequeña parte de la ciudad al objeto de emplearla como refugio al que sus habitantes debían acogerse en caso de ataque enemigo. Superado el difícil periodo de las invasiones sasánidas y árabes, Magnesia sobrevive como una ciudad de cierta importancia a nivel local, cuya silla episcopal continúa enviando representantes a los sucesivos concilios. Mejor o peor aguantará hasta comienzos del siglo XIV en que los turcos selyúcidas se apoderan del valle del Meandro y con él de Magnesia. Durante todo ese tiempo la muralla bizantina ha permanecido en uso, proporcionando una cierta capacidad defensiva a la ciudad. Así parece sugerirlo la denominación “castillo bizantino” que figura en las crónicas.



Foto 17 (arriba).- Exedra rectangular adosada al muro del ágora por el lado del témenos.  Fotos 18 y 19 (centro – abajo).- Pedestales con inscripción localizados en el recinto sagrado de Artemisa Leucofriene.

El abandono de Magnesia se produce no mucho tiempo después de la conquista turca aunque es cierto que se llega a construir una mezquita en su solar. Parece ser que el lugar no era del agrado de los nuevos dominadores debido a su proximidad al río Letaios: demasiado propenso a desbordarse así como generador de áreas pantanosas que originaban frecuentes plagas. La población terminaría por trasladarse al cercano Ortaklar, localidad que tomaría el relevo de Magnesia en la gestión administrativa de la comarca. Aquél fue el oscuro final de mil setecientos años de historia nunca más retomada…


Fotos 20 y 21.- Vistas del propileo que comunicaba el ágora de Magnesia con el conjunto sacro dedicado a Artemisa Leucofriene.

Empezamos a andar camino del primer grupo de ruinas. Algunos sillares aislados descansan sobre la rala hierba. Es hora de sacar el mapa de la figura 4 y valernos de él para orientarnos un poco.

Figura 4.- Plano del yacimiento de Magnesia del Meandro.

La casualidad quiere que lo primero que veamos sean los restos del más famoso monumento que otrora poseyera Magnesia del Meandro. Se trata del templo de Artemisa Leucofriene así como su témenos o recinto sagrado. El templo, de orden jónico, octaestilo, fue construido por Hermógenes de Alabanda en las primeras décadas del siglo II a.C. En su tiempo fue el cuarto edificio de su clase más importante de Asia Menor, extendiéndose su fama hasta la misma Roma; de hecho el célebre arquitecto Vitruvio lo menciona en su obra De Architectura, escrita hacia el 15 b.C. El motivo de esta referencia (III, 2, 6) por parte del más importante tratadista arquitectónico de la Antigüedad (que sepamos) es que fue en este templo donde Hermógenes aplicó por primera vez la planta pseudodíptera, de su invención, por la cual se conseguía el efecto óptico de dos órdenes de columnas alrededor de la cella (templo díptero) habiendo colocado en realidad solamente una (templo períptero) si bien separada de la cella la misma distancia que si el templo hubiera sido díptero. El resultado era un ahorro enorme en materiales, costo y tiempo de ejecución sin perder un ápice de grandiosidad, todo lo contrario: los templos pseudodípteros se caracterizaban por una sobresaliente magnificencia visual. Éste es el motivo de que la planta pseudodíptera se popularizara rápidamente una vez concluyeron las obras del templo de Artemisa Leucofriene y se comprobara el rotundo éxito estético obtenido. Otra novedad que aportó el templo, esta vez a nivel más local, fue ser el primero de Asia Menor en lucir un friso esculpido representando la lucha entre amazonas y griegos conocida como Amazomaquia. Las primeras excavaciones de Magnesia a finales del siglo XIX se centraron en el área del templo debido a que su principal objetivo era localizar lo que pudiera quedar de este friso. Hubo suerte: los distintos paneles esculpidos, realmente bellos, fueron recuperados en un estado de conservación bastante notable y hoy se encuentran expuestos en los museos del Louvre, Berlín y Estambul.



Foto 22 (arriba).- Vista general de la basílica romana de Magnesia. Foto 23 (centro).- Ábside de la basílica anterior. Foto 24 (abajo).- Muro oriental de la basílica romana. En plano medio se observa la estructura original de acceso al edificio.

Dicho todo esto, la verdad es que no es mucho lo que se puede admirar del templo de Artemisa Leucofriene allá en su amplia explanada ubicada en lo que antaño fuera el centro de la ciudad de Magnesia. Lo que mejor se conserva es su podio (estilobato), provisto de una escalinata con seis peldaños en sus cuatro lados. Está muy soterrado, de manera que sólo se puede ver el último peldaño (foto 1). El peristilo enlosado está también bien preservado. Se puede seguir fácilmente su desarrollo en algunos tramos (foto 2). Hay también algunos restos de columnas (foto 3), de moderado grosor. El templo contaba con trece columnas en los lados largos y ocho en los cortos más otras doce articulando el área de la cella. Su altura pretérita debió rondar los 12 metros. Son acanaladas, apoyadas en bases de estilo jónico-ático (foto 4), algo insólito en Asia Menor hasta el momento de la construcción del templo (las bases habituales eran las de tipo jónico-anatolio, más complejo). Sus capiteles, de los que se han localizado un buen número, constituyen un ejemplo particularmente hermoso de orden jónico, con las volutas finamente trabajadas tanto en su parte frontal como lateral (fotos 5 y 6). Presentan la peculiaridad de incorporar los primeros centímetros de columna acanalada tallados en el mismo bloque que el capital propiamente dicho. 



Foto 25 (arriba).- Columnata divisoria de la basílica romana de Magnesia (nave central y ala oriental). Foto 26 (centro).- Capitel jónico perteneciente a la columnata anterior. Foto 27 (abajo).- Pilastras de la columnata de la basílica. Se ubican al término de la columnata, justo antes del ábside.

El área de la cella (foto 7) consta de tres cuerpos: pronaos (por donde se accedía a su interior), la cella en sí misma y un opistodomos. Cuesta distinguirlos debido a la confusión de sillares y demás bloques pétreos que pueblan la superficie enlosada del templo. Allí se veneraba la estatua de Artemisa Leucofriene, tallada en madera sobredorada según las fuentes. Muchos sillares presentan los rebajes (bastante dañados) destinados a albergar las piezas metálicas de unión entre bloques (foto 8). Algo incluso conserva la pieza (foto 9), lo que no suele verse en esta clase de yacimientos pues tales elementos solían ser de los primeros en ser expoliados a fin de reutilizar el metal. Comentar además que justo al lado del templo ha sido reconstruido uno de sus dos pedimentos triangulares empleando para ello una mezcla de piezas originales y modernas (foto 10).



Fotos 28 y 29 (arriba - centro).- Tramo de la stoa meridional del ágora de Magnesia. Foto 30 (abajo).- Pavimento enlosado del ágora de Magnesia.

El espacio disponible en la superficie del témenos se dividía en dos áreas: sacrificial y asambleria. Esta última se encontraba cubierta por un bonito enlosado de piezas marmóreas rectangulares finamente talladas, cuya construcción data de los siglos II-I a.C. Algunas de estas piezas poseen inscripciones griegas (foto 11), marcando el punto donde los distintos grupos de ciudadanos (“amantes de Artemisa”, “amantes de Dionisio”, “amantes de Zeus”, “jóvenes”, “mujeres”, “músicos”, etc) debían colocarse durante el transcurso de los festivales y ceremonias del culto a Artemisa Leucofriene. Tres stoas de orden dórico y el muro del sur del ágora delimitaban el recinto sagrado. Se han exhumado varias columnas y recolocado en sus lugares originales a fin de dar una idea de la disposición espacial de una de dichas stoas (foto 12). Los muros traseros de las stoas del témenos y el del ágora fueron construidos en recia sillería bien escuadrada (foto 13). Debieron venirse abajo por culpa de los terremotos bastante antes del final de la tardo-antigüedad. Con todo, las bases de estos muros debían ser especialmente fuertes pues dos de ellas (septentrional y oriental) fueron reutilizadas en algún momento de la década 620-630 d.C. para apoyar una poderosa muralla (fotos 14 y 15) destinada a proveer de un punto fuerte a la amenazada ciudad bizantina. Su aparejo era una fábrica de triple hoja típica del periodo, con los paramentos externos levantados en sillería reutilizada (foto 16) y el núcleo interno elaborado con mampostería basta aglomerada con mortero de cal. Esta ciudadela comprendía el recinto sagrado de Artemisa Leucofriene y los edificios colindantes por el sur y el oeste. La gran mayoría de la ciudad antigua quedaba, pues, situada extramuros lo que por un lado no habla precisamente bien de la capacidad militar del Imperio Bizantino del siglo VII en materia de defensa y por otro nos indica que Magnesia estaba en buena parte despoblada por aquel entonces.


Fotos 31 y 32.- Ruinas de un gran edificio bizantino localizados al norte del ágora de Magnesia. 

El interior del témenos albergaba, aparte del templo y los espacios de reunión, un gran altar dedicado a los doce principales dioses olímpicos (quedan muy pocos restos de él, si bien se sabe que su aspecto era realmente soberbio), unas letrinas públicas, un conjunto de exedras rectangulares adosadas al muro del ágora (foto 17) y cierto número de estatuas con su pedestal, columnas votivas, altares inscritos, etc (fotos 18 y 19). El pedestal de la foto 18 es de época imperial y está encabezado por una dedicatoria al emperador Marco Aurelio, hijo del divino Antonino (Pío). 

Foto 33.- Pequeño tramo de calle porticada excavado a unos pocos cientos de metros al norte del ágora de Magnesia.

El acceso al témenos desde el ágora de Magnesia se realizaba por medio de una puerta monumental o propileo (fotos 20 y 21) ubicada en su lado septentrional. Fue erigido en el siglo I d.C, probablemente en el marco de la gran reconstrucción de la ciudad sufragada por el emperador Tiberio. Es de orden jónico, hexaestilo, con triple hilera de columnas y coronado por un adornado pedimento triangular. Se apoyaba sobre un pequeño estilóbato salvado por dos peldaños cortos. La construcción de la muralla bizantina lo cegó por completo, motivo por el que hubo que desmantelar el tramo en cuestión de muralla a fin de poder excavar y documentar este importante elemento de la Magnesia romana. 


Foto 34 (arriba).- Vista general del principal complejo gimnástico-termal de Magnesia del Meandro. Foto 35 (abajo).- Paramento de sillería de buena calidad en el complejo anterior.

Contiguos a la stoa occidental del recinto sagrado de Artemisa Leucofriene se yerguen las ruinas de un edificio de gran empaque que ha sido identificado como una basílica (foto 22). Es obra del siglo II d.C. y su uso primigenio fue, como el de todas las basílicas romanas, de tipo comercial. Su planta es rectangular, dividida en tres naves: una central ancha terminada en un ábside semicircular (foto 23) y dos alas laterales más estrechas. El acceso a esta basílica se encontraba en su muro oriental, uno de los dos lados largos del edificio, más o menos a mitad de muro (foto 24). Las tres naves citadas se encontraban separadas por sendas hileras de columnas de orden corintio apoyadas sobre plintos elevados (fotos 25 y 26). Dos de estas columnas no eran tales sino sendas pilastras de sección cruciforme (foto 27) coronados por un conjunto de capiteles esculpidos sencillamente espectaculares en los que se narra el encuentro de Ulises con Escila, el terrible monstruo marino, durante su retorno a Ítaca al término de la guerra de Troya (esto es, la Odisea). La muralla bizantina se apoya en el muro occidental de la basílica. La estructura original recibió, con el correr de los tiempos, el añadido de algunos muros adicionales (sobre todo en su lado meridional, donde se añadieran dos nuevas entradas al edificio) construidos con materiales reaprovechados. Se baraja la posibilidad de que algunas de estas reformas fueran realizadas en época tardo-bizantina (siglo XIII) a fin de reutilizar la antigua basílica como iglesia. Si esta hipótesis es acertada, significaría que es en este edificio donde se encuentra la olvidada tumba del emperador bizantino-niceno Juan III Ducas Vatatzés (enterrado, según las fuentes, en Magnesia del Meandro el día 3 noviembre de 1254).





Fotos 36 y 37 (arriba y centro-arriba).- Paredes del sector termal del complejo gimnástico-termal de Magnesia. Foto 38 (centro).- Ruinas del apoditerio. Foto 39 (centro-abajo).- Arranque de arco adovelado visible entre los restos del apoditerio. Foto 40 (abajo).- Fragmento de estructura del apoditerio, conteniendo el arranque de la escalera que conducía al piso superior. 

Concluida la exploración de la basílica, volvemos al témenos, pasamos entre las columnas del propileo y penetramos en una gran explanada rectangular (alrededor de 120 por 214 metros) en otro tiempo ocupada por el ágora de Magnesia. Fue excavada a finales del siglo XIX, lo que permitió medirla con precisión y documentar las ruinas de cuatro stoas, una en cada lado del rectángulo, y un pequeño templo (7,38 por 15,82 mts) dedicado a Zeus Sosípolis  (Zeus, el Salvador de la Ciudad), de orden jónico y frente prostilo. El abandono sufrido por Magnesia durante la mayor parte del siglo XX llevó al soterramiento de las estructuras exhumadas, de manera que sólo podemos conocer su aspecto por las descripciones y fotografías antiguas. En el año 1999 volvió a excavarse un pequeño tramo de la stoa oriental y el sector anejo de enlosado del ágora. Las columnas de las stoas eran de orden dórico, si bien en la zona del propileo hay algunos ejemplares de orden jónico dispuestos al objeto de conectar dicho propileo con la stoa del ágora (fotos 28 y 29). Parece ser que en la antigüedad existió un criptopórtico debajo del suelo de las stoas, cubierto por vigas de madera en posición horizontal sobre las que se apoyaba el enlosado de aquél. En cuanto al enlosado del ágora propiamente dicho, se debe destacar la calidad de sus bloques: bien cortados y encajados (foto 30). Una pequeña escalinata de dos peldaños lo comunicaba con las stoas de los lados.

Foto 41.- Muro analemma meridional del gran estadio de Magnesia del Meandro.

Un buen número de inscripciones han sido encontradas en este ágora, permitiéndonos conocer no pocos detalles de la historia, la sociedad, las leyes, las prácticas religiosas, etc. de Magnesia del Meandro. Nos consta, por ejemplo, que a las leucofrenias solían asistir personajes de la más alta alcurnia, incluidos monarcas helenísticos de la talla del seleúcida Antioco III, el pergameno Átalo I o el antigónida Filipo V.



Fotos 42, 43 y 44.- Las cáveas del estadio de Magnesia, vistas desde tres ángulos diferentes. La de la foto 44 (abajo) corresponde a la cávea superior del lado norte del estadio, permaneciendo todavía sin excavar la cávea inferior.

Las excavaciones han revelado también que los muros traseros del ágora de Magnesia estaban en su mayor parte cubiertos de frescos, algo no muy habitual en esta clase de estructuras urbanas. El motivo es que este ágora se utilizaba no sólo como área de reuniones y de comercio (lo habitual) sino también como espacio sagrado en el que honrar a Zeus Sosípolis por medio de sacrificios. Conocemos bien las características de la ceremonia sacrificial gracias a cierta inscripción localizada en las inmediaciones del templo de Zeus Sosípolis, donde sin duda fue colocada en la primera mitad del siglo II a.C. Así, sabemos que los sacrificios se realizaban el decimosegundo lunes del mes de artemision (4 abril). A Zeus Sosípolis se le sacrificaba un carnero de la mejor calidad, a Artemisa Leucofriene una cabra y a Apolo Pitios un chivo. El primer holocausto se llevaba a cabo en el altar del templo de Zeus Sosípolis, en el ágora, los otros dos en el altar del templo de Artemisa. La carne de los animales sacrificados era posteriormente repartida entre los magistrados de la ciudad, los sacerdotes, los oficiales del ejército, los jueces y todos aquellos ciudadanos que hubieran pagado de su bolsillo un servicio público.




Foto 45 (arriba).- Detalle de la cávea inferior del lado sur, con la escalera de comunicación entre hileras de asientos en muy buen estado de conservación. Foto 46 (centro-arriba).- Letras griegas EP (ER en caracteres latinos) talladas en un asiento de la cávea. Foto 47 (centro-abajo).- Diazoma central de separación entre cáveas y asientos con respaldo en la última hilera de la cávea inferior. Foto 48 (abajo).- Extremos de los asientos tallados en forma de pezuña.

Abandonamos el ágora caminando hacia el norte por un difuso sendero de tierra que tras superar la valla del yacimiento (cuya puerta encontramos abierta) adquiere enseguida maneras de campo a través. Nos tememos que nos hemos apartado de la ruta prefijada para visitar Magnesia pero, bueno, vamos a seguir por aquí. Igual hay algo interesante, quién sabe…


Foto 49 (arriba).- Asientos de honor (prohedrias) del estadio de Magnesia. Foto 50 (abajo).- Fragmento de inscripción griega tallado en una de las anteriores prohedrias.

Aunque esta parte de la antigua ciudad permanece sin excavar no faltan vestigios de estructuras. Destacan las ruinas de un edificio de piedra y ladrillo (fotos 31 y 32)  que debió ser bastante importante en sus buenos tiempos. La presencia de materiales reutilizados así como de hiladas sucesivas de ladrillos en número de tres ó cuatro apunta a una cronología bizantino temprana. Imposible deducir más información.

Foto 51.- Escena del estadio de Magnesia.

No lejos de los anteriores restos observamos una cata arqueológica bastante profunda. Contiene una suerte de peristilo columnado en bastante buen estado de conservación (foto 33). Parece ser que es un fragmento de una calle porticada de época romana.


Fotos 52 y 53.- Altorrelieves tallados en los paneles del plinto del estadio de Magnesia. Talismán de buena suerte arriba, corona de laurel abajo.

Llegamos a un terreno cultivado donde quizás no sea buena idea meterse pues se corre el riesgo de estropear la labor de alguien. A lo lejos se ven claramente las ruinas de un edificio monumental, de sillería, probablemente romano. Es nuestro siguiente objetivo mas no podemos llegar a él siguiendo la dirección que llevamos. Debemos pues girar hacia el oeste, atravesar unos cuantos campos arbolados y salir a cierta pista de tierra que descubrimos a falta de pocos metros de llegar a ella. A poco nos clavamos un alambre de espino oxidado dispuesto al pie de dicha pista, semioculto bajo la maleza. Hubiera sido un mal percance. Por fortuna las afiladas púas no consiguen perforar la dura piel de nuestras botas; un poco más arriba y se habrían clavado profundamente en la piel. De ahí al médico, antitetánica y todo lo demás. Un desastre sin duda…


Fotos 54 y 55.- Vistas de la galería superior, corrida y abovedada, del estadio de Magnesia.

La pista de tierra nos conduce en derechura al edificio monumental de nuestro interés. Se trata de los restos del principal complejo gimnástico-termal de Magnesia (foto 34), el cual se alzara en las inmediaciones del centro geográfico de la ciudad antigua. Sólo está excavado un 25% de su superficie total, lo suficiente para estimar una cronología (siglos II-III d.C.) y trazar una planta (termas, apoditerio y palestra). El edificio poseyó un gran empaque y mejor factura, ambos brindados a manos llenas por su excelente sillería de crecido tamaño (foto 35). Disponía de galerías abovedadas, escaleras y, lo más interesante, un piso superior de planta absidiada que hacía las veces de Museion, esto es un espacio donde cultivar la mente por medio de clases de filosofía y retórica, exposiciones diversas, debates, etc. Esto lo sabemos por la literatura científica y no por la observación directa ya que lo cierto es que sobre el terreno resultan difíciles de distinguir las distintas partes del complejo: bastante cubierto de maleza (se nota que desde su excavación en 1992 no ha recibido mucha atención) y con varias zonas de imposible acceso. De hecho apenas se pueden ver en superficie ciertas partes del edificio termal (fotos 36 y 37), los muros exteriores del apoditerio (foto 38), incluyendo algún que otro arranque de arco adovelado (foto 39), y breves tramos de escalera hacia el desaparecido piso superior (foto 40).


Foto 56 (arriba).- Podio de la galería superior del estadio. Columnas sobre plintos apoyadas en él. Foto 57 (abajo).- Restos de una dependencia abovedada localizada en el lado septentrional de la galería superior.

De vuelta a la pista de tierra (ajena al yacimiento, por la que circulan coches y tractores) avanzamos durante unos cuantos cientos de metros en dirección oeste. En el lado izquierdo del camino se alzan pequeñas viviendas rurales. Rara es la que no luce alguna clase de pieza esculpida reutilizada. Queda curioso y a veces hasta bonito. Por fin, al término de una curva pronunciada, sale a nuestro encuentro un recio paredón de pulcra sillería blanquecina (foto 41). Se trata de uno de los muros analemma del magnífico estadio de Magnesia del Meandro: una auténtica joya de la antigüedad que estamos a punto de degustar. Fue construido en los primeros siglos de dominio romano en Magnesia y tuvo capacidad para 28000 espectadores. En él se celebraron sobre todo juegos gladiatorios; también fue el escenario de la parte deportiva de las leucofrenias. Su planta de herradura mide 185,9 metros de largo, sobresalientemente conservada en su mayor parte debido al hecho de haber permanecido totalmente soterrada durante muchos siglos. Su excavación comenzó en 2004 y aunque bastante avanzada aún dista de estar concluida. 

Foto 58.- Probable túmulo funerario. Pendiente de excavación.

Disponía de dos cáveas, separadas por un diazoma central (fotos 42, 43 y 44). Tramos de escaleras verticales situados a intervalos regulares permitían el desplazamiento de una hilera de asientos a otra (foto 45). Los asientos fueron hábilmente tallados en piedra marmórea de muy buena calidad, conservándose en un altísimo porcentaje: algo nada habitual dado que esta clase de edificios fueron canibalizados con especial inquina en épocas posteriores. Muchos de ellos lucen pequeñas inscripciones destinadas a facilitar la distribución de los espectadores (foto 46). Un detalle curioso es que los asientos que dan al diazoma central incorporan un pequeño respaldo (foto 47). Se observa también que los asientos que dan a las escaleras verticales tienen los extremos tallados en forma de pezuña (foto 48). Por último se documenta la presencia de asientos para personas importantes (prohedrias), en este caso ubicados en la parte superior de la cávea (foto 49). Se diferencian por su mejor talla, elevado respaldo y el hecho de exhibir inscripciones (foto 50) coincidentes con las que viéramos en el área asamblearia del recinto sacro de Artemisa Leucofriente. 

Foto 59.- Colina del teatro de Magnesia. Se puede adivinar la forma de la cávea.

El acceso al estadio de Magnesia del Meandro se practicaba por su frente oriental, el lado opuesto a la curva de la herradura, pasando junto a una pequeña escena adornada con columnas y pedestales (foto 51). Posiblemente también se podía acceder a la parte superior de la cávea bajando la colina que se alza a su espalda, en la cual la enorme estructura se apoya parcialmente. La arena se encontraba separada de la primera hilera de asientos por medio de un alto podio. Algunos paneles pétreos de los que conforman dicho podio lucen esculturas talladas en altorrelieve relativas al mundo de los gladiadores (fotos 52 y 53), constituyendo un documento de primer orden acerca del tema en cuestión. La cávea superior terminaba en una galería corrida y abovedada (fotos 54 y 55), sin asientos, adornada con fuentes. Un podio corrido coronado por una columnata adornaba su muro trasero (foto 56).  El espectáculo también se pedía seguir desde este lugar, aunque de pie. Además, la galería albergaba algunas dependencias cubiertas por bóvedas individuales (foto 57).

Foto 60.- Vista general del Teatron de Magnesia del Meandro.

Desandamos el camino por la pista de tierra. A nuestra derecha descuella una pequeña colina de planta troncocónica con cierto aire artificial (foto 58). Es probable que se trate de un túmulo funerario destinado a albergar los restos de algún personaje importante de la historia de Magnesia. Tal vez Temistocles (Tucídides cuenta que la tumba de este personaje se encontraba en Magnesia del Meandro), tal vez la princesa Leucofriene. Sin una excavación no se puede asegurar nada. 


Foto 61 (arriba).- Sección meridional del teatron de Magnesia, donde se aprecia el núcleo de opus incertum sobre el que se apoyan las hileras de asientos. Foto 62 (abajo).- Vestigios de la escena del teatron.

Tras regresar a las inmediaciones del área sacra dedicada a Artemisa Leucofriene tomamos un ramal lateral que sale a nuestra izquierda. El camino bordea una elevación terrosa que oculta en su seno las ruinas del teatro de Magnesia. Es obra helenística (siglos III-II b.C.) realizada en dos fases. Se piensa que fue destruido durante el ataque gótico del año 262. Una parte de él fue excavada en el bienio 1890-1891, lamentablemente hoy en día se encuentra del todo soterrado. A duras penas se puede uno imaginar el alzado de una cávea observando la imagen de la foto 59.

Foto 63.- Los magníficos asientos del teatron de Magnesia. 

El ramal lateral concluye en el lugar donde se alzan las ruinas, muy bien preservadas, de un curioso edificio, parecido a un teatro pero que no es tal (foto 60). Conocido como el Teatron de Magnesia, se ignora su función si bien se supone que debía estar relacionada con alguna clase de lugar de declamación, exposición, debate, audiencias, etc. Las excavaciones indican que es obra del siglo I d.C. y que quedó a medio construir probablemente a consecuencia de un corrimiento de tierras que sepultara buena parte del trabajo realizado, desincentivando su prosecución. De hecho ésta es la razón de su excelente conservación. Si se hubiera llegado a terminar habría tenido una capacidad aproximada de 4700 espectadores.


Foto 64 (arriba).- Cavea del teatron de Magnesia con su plinto elevado. Hornacina en este último. Foto 65 (abajo).- Primer plano de la anterior hornacina.

El análisis del edificio a medio ejecutar ha permitido estudiar en profundidad las técnicas empleadas en la Antigüedad para la construcción de esta clase de edificios públicos. Básicamente el cuerpo principal de la obra se ejecutaba con mampostería hormigonada sobre la cual apoyaban los asientos y demás elementos de mármol, forrando de esta manera el núcleo central (foto 61). Era un procedimiento relativamente barato y que proporcionaba un acabado muy elegante. Este teatron se compone de una cávea, una orquesta y una escena (foto 62). La construcción de esta última apenas debió llegar a iniciarse.

Foto 66.- Acceso a la cávea del teatron desde la orquesta. Vano de acceso, deambulatorio y escalera.

Las hileras de asientos que conforman la cávea fueron talladas con enorme pericia en un mármol blanco de muy alta calidad (foto 63). Dicha cávea estaba separada de su orquesta por un podio elevado (foto 64). Un par de hornacinas destinadas a albergar esculturas embellecían este podio (foto 65). El acceso a los graderíos se realizaba por medio de sendos vanos abiertos en el podio, los cuales daban a una escalera que ascendía hasta la primera línea de asientos (foto 66). Para moverse por la cávea se empleaban escaleras verticales habituales en esta clase de edificios (foto 67). Los extremos de las hileras de asientos que daban a las escaleras verticales fueron esculpidos en forma de patas de león (foto 68). 


Foto 67 (arriba).- Escalera vertical de comunicación entre hileras de asientos. Extremos de éstos esculpidos en forma de pata de león. Foto 68 (abajo).- Primer plano de una de esas patas de león.

Regresamos al comienzo de nuestro periplo por el yacimiento de Magnesia del Meandro. Antes de subir al coche nos fijamos en las ruinas de un potente edificio que se observan más allá de la carretera y de la vía ferroviaria que transcurre en paralelo a ésta. Tiene toda la pinta de ser antiguo, de manera que decidimos cruzar la vía e ir a examinarlo. No resulta especialmente peligroso pues es un tramo muy despejado, donde se puede ver venir a los trenes desde bastante lejos. 



Foto 69 (arriba).- El llamado Gimnasio Lethaios de Magnesia. Fotografía de la zona del apoditerio tomada desde el coronamiento de uno de los muros del área termal. Foto 70 (centro).- Restos del área termal, comunicada por medio de potentes arcos adovelados. Foto 71 (abajo).- Muro de separación entre el apoditerio y el área termal, con los arcos de comunicación casi soterrados.

Enseguida constatamos que se trata de un edificio ro mano, de cronología imperial. Así lo indica sin opción a duda la poderosa fábrica de mampostería aglomerada con mortero de cal (opus incertum), los arcos adovelados y las dependencias cubiertas con bóvedas de cañón. Concretamente data de los siglos II-III d.C. El análisis de su planta permite identificarlo como un complejo gimnástico-termal: el Gimnasio Lethaios de la bibliografía (foto 69), nombre tomado de su proximidad al río Lethaios, tributario del gran río Meandro. Consta, de este a oeste, de recinto termal, apoditerio y palestra abierta. La zona de las termas, muy cubierta de maleza, presenta varias hileras de gruesos muros atravesados por galerías abovedadas a fin de comunicar unas dependencias con otras (foto 70). El acceso a esta zona se realizaba desde el apoditerio por medio de una serie de galerías abiertas en el muro de éste (foto 71). Dichas galerías se encuentran casi totalmente soterradas hoy en día. En cuanto al apoditerio, se observan claramente las dependencias abovedadas donde se cambiaban los usuarios, recibían masajes, etc. (foto 72). La palestra rectangular, ocupada por un inmenso campo cultivado, se distingue bastante bien. Eso sí, recorrerla es imposible pues sobreabunda la vegetación por todas partes. Se entraba a ella desde el apoditerio por medio de un arco de ladrillo reforzado por un par de arcos de descarga, todo lo cual ha llegado a duras penas hasta nuestros días (foto 73). La presencia de algunos sillares empotrados en el muro, incluido el dintel de la puerta, indica que algunas partes del edificio estuvieran forradas de sillería en la antigüedad.


Foto 72 (arriba).- Dependencia abovedada ubicada en el área del apoditerio. Foto 73 (abajo).- Acceso a la palestra desde el apoditerio.

Ahora sí que podemos decir que nuestra visita a Magnesia del Meandro ha terminado. Nos montamos, por tanto, de nuevo en el coche y salimos en dirección este, camino de la importante ciudad de Aydin. Allí nos espera la segunda visita del día. 

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