De los diez libros escritos por Vitruvio a modo de resumen del saber arquitectónico de su época y las anteriores, cuerpo que conforma su obra maestra De architectura, es el segundo aquél escogido por el autor para exponer extensamente los diferentes materiales de construcción y aparejos constructivos empleados en su tiempo. Enunciados todos ellos con el genérico Oppus, la segunda palabra sirve para definir cada aparejo en particular. Vamos a conocerlos…
Oppus Quadratum. Se denomina con este nombre al aparejo de sillería –fotos 1,1bis y 2--, sobradamente conocido antes de Roma si bien es bajo la égida latina cuando alcanza su cenit en el occidente europeo. Así lo demuestran, ciertamente, los múltiples ejemplos de estructuras levantadas con este material: tanto civiles como militares, de habitación, palaciegas o religiosas.
Foto 1 (arriba).- Puente de Alconetar. Garrovillas de Alconetar, Cáceres. Siglo II d.C. Paramento de Oppus Quadratum a soga y tizón. Obra de calidad media, típicamente provincial. Foto 1Bis (abajo).- Espléndido ejemplo de Oppus Quadratum de alta calidad en el teatro romano de Mileto (Turquía).
Aparejo de origen griego, los helenos levantaban toda la estructura, lo que incluye no sólo los paramentos externos sino también al núcleo, con este material. Sin embargo la edilicia romana, más practica que la griega, sustituyó desde un primer momento (finales del siglo IV a.C.) el núcleo de sillar por otro, mucho más barato, de mampostería tosca cogida con mortero de cal en lo que supone el primer ejemplo de aprovechamiento del mortero de cal como aglomerante murario (hasta entonces el mortero de cal se había utilizado exclusivamente como revestimiento). Esta técnica, conocida según las fuentes clásicas por el nombre de Emplecton se extendió rápidamente desde Italia por todo el imperio romano, habiéndose persistido en uso hasta nada menos que las décadas finales del siglo XIX cuando la avenida del cemento Portland y el hormigón moderno la retiró definitivamente.
Foto 2.- Cáparra. Villar de Plasencia, Cáceres. Pozo de espléndida factura, cenit del Oppus Quadratum -sillares curvos-. Siglo II d.C.
Al igual que en las obras celtas e íberas el Oppus Quadratum romano se verificaba siempre en seco, sin argamasa. El tamaño de los sillares era variable dependiendo de la monumentalidad con que hubiera sido concebido el futuro edificio –aunque el alto solía estar fijado en 52 centímetros: es el llamado módulo romano--. Sea como sea en todos los casos es fácil de distinguir su factura latina por el impecable acabado de aristas y vértices. Normalmente los sillares se colocaban a soga y tizón –alternis curis decían los romanos--, esto es unas piezas paralelas al muro y otras perpendiculares a él de forma más o menos alternante, con objeto de reforzar la estabilidad del paramento.
Foto 3 (arriba).- Cáparra. Villar de Plasencia, Cáceres. Paramento de sillería almohadillada empleado en la construcción de la muralla de la ciudad. Foto 4 (abajo).- Ercávica. Cañaveruelas, Cuenca. Contrafuerte del criptopórtico de la ciudad. Sillares almohadillados. Siglos I-II d.C.
Por su parte, una variante especialmente costosa de este material eran los denominados sillares almohadillados, caracterizados por estar labrados al menos por una de sus caras en altorrelieve, esto es con los vértices y aristas de la cara o caras en cuestión retrasadas con respecto a la superficie interna del rectángulo –fotos 3 y 4--. Muy empleados en la erección de murallas y puentes, se puede decir que, en general, los sillares almohadillados eran apropiados para cualquier estructura cuyos paramentos externos tuvieran muchas posibilidades de ser afrontados por agentes externos especialmente agresivos tales como el agua embravecida, caso de los puentes, o los proyectiles de catapulta enemigos, en el de las murallas. El motivo de esta conveniencia radicaba en la experiencia por la cual se conocía que el punto más débil de cualquier aparejo de sillar se encuentra siempre en las juntas entre bloques: elementos éstos que en los sillares almohadillados quedan en un segundo plano respecto a la superficie principal del bloque, mucho más resguardados por tanto frente a cualquier agresión.
Oppus Vittatum. Este aparejo se corresponde con el sillarejo (grosso modo: sillería de pequeño módulo y normalmente peor talla), si bien en el caso de las edificaciones levantadas por Roma suele tratarse de un paramento de mejor calidad, con los bloques prismáticos o sillarejos bien cortados y escuadrados, delimitando con precisión el núcleo a rellenar con la habitual mezcla de mampuestos, arena y cal –foto 5--. Es por ello que habitualmente se trata de un paramento seco, de agradable aspecto y gran longevidad, tan correctamente asentado que no necesita del empleo de yagueados ni ripios.
Foto 5.- Uxama Argaela (arriba). Burgo de Osma, Soria. Muros de Oppus Vittatum (sillarejos) alternando con Oppus Quadratum (sillares). Foto 5bis (abajo).- Aparejo de Oppus Vittatum de gran calidad localizado en las galerías internas del anfiteatro romano de Frejús, la antigua Forum Iulii, en la Provenza francesa.
El Oppus Vittatum fue una técnica muy extendida en el mundo latino en general, sobre todo en las provincias galas donde se alcanzaron cotas de gran maestría en su empleo, siendo de hecho el tipo de aparejo que define, con pocas excepciones, la personalidad de la arquitectura galorromana (foto 5bis).
Oppus Siliceum. Se trata de un aparejo de muy antiguo origen, conocido en toda la cuenca mediterránea desde antes de Roma, pues no en vano proviene directamente de la arquitectura ciclópea propia de anteriores estados de la Humanidad. En efecto, se denomina Oppus Siliceum al aparejo confeccionado con grandes bloques de piedra irregulares, apenas labrados, si bien con los bordes suficientemente desbastados como para encajar bien entre ellos y proporcionar en consecuencia una cierta armonía al paramento final –foto 6--. Lo normal era que este tipo de fábrica constituyera únicamente los paramentos exteriores, rellenándose el núcleo interior con cascotes y tierra.
Foto 6.- Recinto-torre de Hijovejo. Quintana de la Serena, Badajoz. Siglo I a.C. Ejemplo de paramento de Oppus Siliceum.
Raramente empleado por el mundo latino salvo en sus primeros tiempos dada la excesiva rudeza del aparejo en cuestión, escasean fuera de Italia los ejemplos de Oppus Siliceum realizados por manos romanas.
Oppus Caementicium. Por este nombre, germen de nuestra palabra cemento, se conoce a la principal aportación de la civilización romana a la historia de la arquitectura: verdadero responsable a la sazón de la magnificencia y longevidad que caracterizan sus obras. Muy similar en su concepción al hormigón moderno, el aparejo de Oppus Caementicium se realizaba empleando bien un encofrado de madera, bien una suerte de paramentos externos de sillería, mampostería o sillarejo a modo de encofrado perdido –se trataría, pues, de una modalidad de Emplecton--, los cuales se rellenaban en ambos casos con una mezcla bastante homogénea de árido –el nombrado caementa-- y mortero de cal la cual se maceaba hasta macizarla por completo. Algunas veces se echaba primero el árido, todavía seco, mezclándose posteriormente con el mortero dentro del propio encofrado. En cualquier caso las tongadas romanas –pues este material se iba colocando por capas al igual que en la actualidad-- rara vez superaban el metro de altura, no soliendo siquiera acercarse demasiado a esa cifra.
Foto 7 (arriba).- Cerro de la Muela, Carrascosa del Campo, Cuenca. Paramento de Oppus Caementicium con las tongadas muy marcadas. Foto 8 (abajo).- Segóbriga. Saélices, Cuenca. Paramento de Oppus Caementicium en muy buen estado de conservación. Siglo I d.C.
Una vez fraguaba la tongada inferior --fotos 7 y 8-- se procedía a colocar el encofrado de la superior aprovechando el paramento ya levantado –o a seguir levantando los muros exteriores--, repitiéndose de esta manera el procedimiento hasta alcanzar la altura deseada. El resultado, si se habían respetado apropiadamente las fórmulas para la elaboración de la fábrica indicadas por la experiencia, era un material muy resistente, sólido y lo que es mejor: adecuado para la elaboración de cualquier geometría arquitectónica. Ni que decir tiene que esta ventaja, capital sin duda, abriría la puerta para el empleo masivo de estructuras tales como arcos, cúpulas y bóvedas, hasta entonces de escaso empleo dado lo ominoso de su coste al tener que fabricarse obligatoriamente en piedra labrada, sin olvidar por supuesto el evidente beneficio social que supuso la posibilidad de erigir muros resistentes y duraderos –mucho más que los de adobe, lo mismo tapia que ladrillo, tradicionales-- al tiempo que económicos dada la relativa baratura de los componentes de este tipo de aparejo así como la rapidez de ejecución que lo caracterizaba. Dicho todo esto, parece evidente la auténtica revolución que supuso el empleo de esta clase de aparejo, cuyo único inconveniente residía en el aspecto más bien tosco que confería a la obra final, de ahí que frecuentemente la fábrica de Oppus Caementicium fuera revestida con un paramento de carácter decorativo.
Foto 9.- Ercávica. Ruinas de un gran edificio monumental hecho en Oppus Caementicium de grano (tamaño de árido) medio.
Vitruvio nos proporciona, en su segundo libro, abundantes datos sobre esta clase de aparejo, extendido masivamente por todo el Imperio a partir de su desarrollo en la Urbe del Tíber hacia el siglo II a.C. Así, para amasar un buen mortero aglutinante era preciso emplear una parte de cal por cada tres de arena o bien dos por cada cinco en caso de que la arena empleada fuera sólo de regular calidad. Esto último se estimaba observando las características físicas de la arena en cuestión: que fuera suelta, limpia, crujiente al apretarla así como que, y esto era lo más importante, no fuera terrosa ya que en caso de serlo el mortero resultante presentaría una deficiente resistencia frente a la humedad. Debido a estas exigencias se solía preferir la arena extraída de las minas a la procedente de los ríos, especialmente si ésta presentaba sus ángulos redondeados por acción de la corriente. La de las playas sólo se empleaba en caso de falta de las dos anteriores. En cuanto a la calidad de la cal en sí misma, los romanos se destacaron siempre por la concienzuda selección de las mejores calizas, blancas y exentas de impurezas, las cuales permitían elaborar una malta básica de buena calidad que luego era amasada todo lo necesario hasta conferirle la consistencia idónea para su mezclado con arenas y gravas. Merece la pena añadir que esta meticulosidad, junto con la adecuada puesta en obra de los materiales, constituye sin duda la principal razón de la extraordinaria, casi legendaria de hecho, calidad de las fábricas romanas, bastante superiores por término medio a las de épocas posteriores hasta prácticamente el siglo XIX.
Foto 10 (arriba).- Valeria. Valera de Abajo, Cuenca. Muros de Oppus Caementicium delimitando las cisternas de saneamiento de la ciudad. Foto 11 (abajo).- Ciudad romana de Regina. Casas de Reina Badajoz. Canalización de agua construida en Oppus Caementicium.
Independientemente de la arena y al igual que se hace hoy en día, las fábricas de Oppus Caementicium romanas también incorporaban áridos de mayor tamaño. Así, dependiendo de la calidad requerida para la futura estructura muraria, podemos observar el uso de una amplia variedad de gravas y gravines, tanto rodados como angulosos, siendo posible establecer el límite superior de este sistema en lo que se ha dado en llamar hormigón ciclópeo: a la sazón una forma de Oppus Caementicium –foto 12-- caracterizada por el empleo de áridos de gran tamaño –mampuestos pequeños en realidad—y que era propia de las grandes fábricas en masa donde la enorme cantidad de material necesaria aconsejaba la reducción de los costos a fuerza de incrementar el tamaño de los áridos. Es el caso, por ejemplo, del núcleo de las presas de gravedad romanas. Sin embargo, hay que decir también que los romanos desconocían las ventajas del uso de granulometrías continúas, de tal manera que fuera cual fuese el tamaño del árido usado en la confección de un Oppus Caementicium éste se mantenía uniforme en su granulometría dentro de esa fábrica.
Foto 12.- Presa de Alcantarilla. Mazarambroz, Toledo. Hormigón Ciclópeo constitutivo del grueso de la presa.
Por último, aunque no menos importante, los romanos recurrieron también al empleo de aditivos a fin de mejorar las características de las estructuras de Oppus Caementicium, especialmente a la hora de su puesta en ejecución. Así, tenemos constancia del empleo de aditivos tales como la clara de huevo, la sangre, la manteca de cerdo, la leche de higuera o la pasta de centeno. Algunos elementos como la clara de huevo servían para mejorar la capacidad aglutinante del mortero de cal mientras que otros, como la sangre, elevaban la plasticidad de éste con similares ventajas –salvando las distancias- a las proporcionadas por los aditivos modernos. Por su parte, el empleo de arcillas cocidas y puzolanas servía para conferir al mortero características hidráulicas, imprescindibles a la hora de levantar paramentos en condiciones de presencia continua de agua.
Oppus Incertum. Aparejo de construcción bastante económica, en la que los paramentos externos, verificados en mampostería sin labrar salvo un ligero alisamiento por la cara vista, se empotran al núcleo de Oppus Caementicium elaborado previamente –foto 13--. Aunque, como se dijera, los mampuestos empleados suelen ser de manufactura tosca, no obstante suelen ser de tamaño más o menos similar –pequeño/mediano normalmente— así como presentar un ordenamiento aproximadamente en hiladas a fin de conferir a la obra terminada cierta presencia arquitectónica. Merece la pena destacar el hecho de que cuanto más moderna es la obra de Oppus Incertum –dentro de su factura romana, por supuesto— mejor suele ser el tratamiento de sus mampuestos, de ahí que sea posible datar cualquier muro siguiendo este principio.
Foto 13 (arriba).- Medellín, muralla romana. Aparejo externo de Oppus Incertum (observar el acabado de los mampuestos, ligeramente alisado) empotrado en un núcleo de Oppus Caementicium vasto. Foto 14 (abajo).- Presa romana de Alpuebrega. Polán, Toledo. Aparejo de Oppus Incertum en masa, conocido también como cal y canto.
Este paramento, no empleado en la península Ibérica en época prerromana, se diferencia de la fábrica de mampostería tradicional en que es el núcleo la primera parte en levantarse, no constituyendo los paramentos externos de mampostería suerte de estructura portante alguna como, al contrario, ocurre en la mampostería tradicional: bien heterogénea y en masa, ligada con barro, bien ligeramente labrada en orden de formar un doble paramento a rellenar posteriormente. Sea como sea, se debe comentar que la fábrica de mampostería en masa (mampostería tradicional), ligada con mortero de cal –foto 14-- y no con barro como sucedía en época prerromana, siguió empleándose también en época romana y no poco, denominándose a la postre también con el nombre de Oppus Incertum en la mayoría de los textos especializados. Por último añadir que el punto débil de esta clase de fábrica se hallaba siempre en las esquinas: faltas de firmeza para soportar el empuje de las paredes, de ahí que normalmente éstas se ejecutaran con sillería o ladrillo.
Oppus Spicatum. Aparejo dispuesto de tal manera que las piezas –con frecuencia de pequeño tamaño-- se disponen oblicuamente entre sí, encajando por sus extremos con el consiguiente desarrollo de una larga sucesión de ángulos rectos inclinados alternativamente hacia izquierda y derecha –foto 14--. También se le conoce por el nombre de aparejo en Espina de Pez –término procedente directamente del latino Spicatum, traducible como “en espina”--.
Foto 15.- Sisapo. La Bienvenida, Ciudad Real. Detalle de Pavimento culminado con aparejo de Oppus Spicatum. Siglos II-III d.C.
Aparejo característicamente romano, el Oppis Spicatum fue concebido por primera vez en la península Itálica. Sin embargo luego fue usado con gran profusión, especialmente para la confección de pavimentos ya que, a diferencia de otros aparejos latinos como el Oppus Quadratum, el Vittatum, el Caementicium o el Testaceum y al igual que el ya citado Incertum, éste no se trata de un paramento estructural sino de una fábrica destinada al revestimiento final de aquélla encargada de sustentar las cargas, normalmente Oppus Caementicium, o, en su caso, de conformar el núcleo del pavimento en cuestión –casi siempre mortero de cal apisonado--.
Oppus Reticulatum. Denominado también Oppus Certum, es también un aparejo de revestimiento para muros y pavimentos. Es por ello que se ha de partir de una estructura previa, en la mayoría de los casos Oppus Caementicium o bien mortero de cal para el caso de los pavimentos tal y como se dijera en el epígrafe anterior. El objetivo de este paramento es la creación de una suerte de malla o retícula, de ahí su nombre, formada por pequeños cuadrados –también se puede hacer con rombos-- de piedra o ladrillo. Esto se lograba tallando las piezas integrantes de la retícula en forma de pirámide y clavándolas después por la punta en la masa de Caementicium antes de su completo fraguado. De esta forma quedaba vista la base de las pirámides, cuadrada o en rombo, siendo posible generar la malla en cuestión –foto 15--. En ocasiones se empleaban alternativamente pirámides talladas en piedra de diferentes colores a fin de obtener un mejor acabado estético.
Foto 16.- Ercávica. Detalle del pavimento de una cisterna revestido con Oppus Reticulatum.
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