Llegamos a Sigacik, en la costa del Egeo, comenzando la tarde. Indagamos por la dinámica localidad –hay muchos establecimientos de tipo turístico al pie de la carretera principal— hasta llegar adonde un confuso cartel parece enviar hacia las ruinas de la antigua ciudad de Teos. Como el camino es de tierra y no en muy buen estado a partir de ese punto preferimos dejar el coche junto a una de las últimas casas del pueblo e ir andando. La tarde es luminosa y nada fría lo que invita a caminar y relajarse con el paisaje campestre.
Foto 1.- Losa rectangular con curiosa decoración en forma de círculos unidos por un tramo central.
No estamos seguros del todo que se vaya a Teos por ahí, de hecho durante un largo trecho no vemos ni carteles, ni vallas, ni excavaciones, nada. No obstante los indicios de habitación antigua que detectamos apuntan a que hemos escogido sino la mejor de las vías que conducen al yacimiento, al menos sí una de ellas. Así parece confirmarlo finalmente la localización de lo que parecen los restos de la muralla de la ciudad antigua: apenas sobresalientes unos pocos centímetros sobre la maleza amarilla que cubre el terreno. No mucho después encontramos el primer cartel explicativo. La visita a Teos está a punto de comenzar. Conozcamos un poco la historia de esta ciudad antes de embarcarnos en ella…
Fotos 2 y 2Bis.- Vista general del teatro de Teos desde el frente (arriba) y desde una de sus esquinas (abajo).
Teos fue fundada hacia el año 1000 a.C. por colonos de la ciudad beocia de Orcómenos, a los que se le unieron pocos después beocios de otras ciudades y también algunos atenienses. El emplazamiento escogido, en pleno corazón de la Jonia, era óptimo para el desarrollo del comercio marítimo al disponer de dos puertos de gran capacidad y bien abrigados de las tempestades. También la tierra era muy apta para la práctica de la agricultura, sobresaliendo el cultivo de vides y la producción de vinos de alta calidad. Esto explica que los dioses tradicionales de Teos fueran Poseidón y Dionisio.
Foto 3 (primera por arriba).- Basamento de mampostería aglomerada con mortero de cal en la que se apoyaban los asientos de la cávea inferior. Foto 4 (segunda por arriba).- Restos de las galerías abovedadas que sostenían la cávea superior. Foto 5 (tercera por arriba).- El teatro de Teos con las filas de asiento conservadas en primer plano. Foto 6 (segunda por abajo).- Detalle de los asientos. Foto 7 (primera por abajo).- Muro analemma y pasillo de acceso occidentales.
La ciudad fue prosperando durante toda la época clásica de la civilización griega. Considerada como una de las doce ciudades jónicas, Tales de Mileto la propuso como capital de la liga jónica al parecer debido a su carácter de centro geográfico de la región jónica. Tal propuesta no sería aprobada más constituye una buena prueba de la importancia de Teos en la primera mitad del siglo VI a.C., habiéndose detectado arqueológicamente vínculos comerciales con múltiples lugares del oriente mediterráneo incluido el Egipto faraónico.
Foto 8.- Escalera de acceso a los graderíos de la cavea inferior en muy buen estado de conservación.
Incorporada al reino de Lidia junto al resto de la región jónica, pasaría a manos del imperio persa: destructor del primero tras la derrota y muerte del mítico rey Creso. El general persa Harpago sería el encargado de apoderarse de la plaza en el año 545 a.C.
Foto 9 (arriba).- Sección de la galería perimetral de la cávea superior del teatro de Teos. Foto 10 (abajo).- Arco de comunicación entre los graderíos y la galería perimetral anterior.
Los teianos no aceptaron de buen grado la soberanía persa. Su disgusto llevó a tal punto que en los años siguientes a la conquista la gran mayoría de la población abandonó la ciudad trasladándose a Tracia y a la zona septentrional del Mar Negro, el antiguo Bósforo Cimmerio. En este último fundaron la ciudad de Fanagoria, en la primera la ciudad de Abdera. Con el tiempo los teianos fueron regresando a la ciudad madre, devolviéndole la prosperidad perdida lo suficiente como para participar en la gran revuelta jónica contra los persas (499-494 a.C.) y aportar 17 bajeles de guerra a la armada coaligada que combatiera con la persa en la célebre batalla naval de Lade.
Foto 11 (arriba).- Vista de la orquesta del teatro desde la cávea superior. Foto 12 (abajo).- Ruinas de la escena del teatro de Teos.
Aliada de Atenas, Teos formó parte de la liga de Delos durante la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), contribuyendo con seis talentos anuales a las arcas de la liga. Estos pagos se realizaban con plata amonedada, la cual la ciudad de Teos llevaba batiendo desde el principio del siglo VI a.C. principalmente en forma de estáteras como el ejemplar izquierdo de la figura 1, si bien contando también con algunos divisores y múltiplos del óbolo. La larga duración de la guerra, su altísimo costo y la tiranía con la que Atenas trataba a las polis aliadas llevó a la rebelión de la ciudad en 412 a.C., prontamente sofocada por las tropas atenienses enviadas al efecto. Sólo la conclusión de la guerra pudo traer la calma a las finanzas de Teos, permitiendo el rápido desarrollo del comercio, a la sazón sostenido por acuñaciones como el hemidracma que vemos a la derecha de la figura 1. Como se puede comprobar el grifo de anverso es el motivo por excelencia de las acuñaciones teianas del periodo clásico, lo que simplifica bastante la identificación de estas monedas.
Figura 1.- Monedas de plata acuñadas en Teos durante el periodo clásico de la civilización griega.
Algunos teianos relevantes cuyas vidas transcurrieron durante los siglos VI, V y IV a.C. fueron los poetas Anacronte y Antímaco, el sofista Protágoras, el filósofo e historiador Hecateo y el geógrafo Andrón. El célebre Epicuro, natural de la isla de Samos, pasó su infancia y juventud temprana en Teos, donde fuera educado por el erudito Nausífanes.
Fotos 13, 14, 15 y 16.- Elementos arquitectónicos pertenecientes a la ornamentación de la escena del teatro de Teos.
Nuevamente bajo el yugo persa, la ciudad sería definitivamente liberada por el ejército de Alejandro Magno: triunfante en Asia Menor tras derrotar a las tropas aqueménidas en la batalla del río Gránico –334 a.C.--. Teos continuará prosperando bajo la égida macedonia, hasta que en el año 304 b.C. un fuerte terremoto lesiona gravemente sus estructuras urbana y económica. Antígono I Monoftalmos intentó paliar el desastre proponiendo un sinecismo –una unión-- entre Teos y la vecina Lebedos, también muy afectada por el seísmo. El plan era trasladar los habitantes de Lebedos a Teos y conformar así un gran núcleo urbano con amplias posibilidades de progreso y enriquecimiento: una buena idea que la derrota y muerte de Antígono en el 301 a.C. paralizaría a poco de iniciarse. Lisímaco, el “sucesor” de Antígono, lejos de continuarlo, anuló el sinecismo. En su lugar despojó a Lebedos de sus habitantes (la ciudad quedó casi abandonada) en beneficio de Éfeso y obligó a Teos a resolver sus problemas en solitario.
Fotos 17 y 17 Bis.- El Bouleterión de Teos.
Teos se mantendría dentro de la órbita del imperio seleúcida, no lejos de la frontera de éste con el reino de Pérgamo, al cual se incorporaría tras la derrota de Antioco III en la batalla de Magnesia. A pesar de tales vaivenes políticos, ésta fue una época de intenso esplendor para la ciudad, reflejada en la construcción de una larga serie de suntuosos edificios y muy especialmente en la que fuera la joya arquitectónica teiana por antonomasia: el magnífico templo erigido en honor a Dioniso. La construcción de tan sublime espacio sagrado, en el que anualmente se celebraba un famoso festival –bacanal--, proporcionó a Teos gran relevancia dentro del mundo helénico, lo que facilitó la firma de tratados con una larga serie de ciudades griegas y, muy especialmente, con Roma, en los que se reconocía la inviolabilidad del territorio teiano y el derecho de asilo concedido a perpetuidad a los magistrados locales.
Foto 18 (arriba).- La cávea del bouleterion. Foto 19 (abajo).- Detalle de los asientos de la cávea anterior, con escalera de acceso a los asientos superiores en el centro de la fotografía.
Teos pasaría a dominio romano junto al resto del reino de Pérgamo, legado a Roma en el testamento del monarca Átalo III. Incorporada a la nueva provincia romana de Asia, la ciudad continuó prosperando a pesar de los contratiempos causados por las guerras mitridáticas, cuando incluso llegó a albergar un tirano, Atenión, declarado por Mitrídates VI y enemigo acérrimo de los romanos.
Foto 20 (arriba).- Paramento exterior de la escena del bouleterion. Foto 21 (abajo).- Detalle de la fábrica de sillería finamente labrada del paramento interno del bouleterion.
En el año 46 a.C. un fuerte terremoto devasta Teos, dejándola sumida en una aguda postración. La recuperación de la ciudad avanzará lentamente durante algunas décadas hasta que el emperador Augusto decide proporcionar los fondos necesarios para acelerar la reconstrucción de las estructuras dañadas y/o erigir otras nuevas. Agradecidos, los teianos nombran a Augusto KTISTES, fundador, instaurando el culto a su persona en un altar erigido ex profeso en el interior del templo de Dioniso.
Foto 22 (arriba).- Vista general del templo del ágora. Foto 23 (centro).- Sección del muro cella del templo del ágora. Foto 24 (abajo).- Tambores de columna otrora pertenecientes a las columnatas del templo del ágora.
Teos continuaría su trayectoria durante el periodo romano con cierta prosperidad aunque sin alcanzar el esplendor de épocas pasadas. Sus acuñaciones provinciales, bronces exclusivamente, se prolongan desde tiempo de Augusto hasta el de Galieno, presentando un carácter típicamente microasiático, con énfasis en las representaciones de Dionisos, la divinidad tutelar de la ciudad. Son monedas más bien escasas hoy en día, prueba de que no fueron acuñadas en grandes cantidades lo que a su vez apunta a una economía no excesivamente dinámica. Los seis ejemplares de la figura 2 habrán de servirnos para resumir tres siglos largos de emisiones monetales. El primero (arriba-izquierda) es un AE17 acuñado a nombre de Augusto. En el reverso aparece el dios Dioniso, en el anverso, mucho más interesante, la cabeza de Augusto dentro de un templo dístilo flanqueada por las leyendas verticales SEBASTOS (Augustus) y KTISTHS (fundador). El busto dentro del templo es una representación del altar dedicado a Augusto dentro del templo de Dioniso. Se trata, pues, esta moneda de un documento histórico de primer orden.
Figura 2.- Monedas de bronce acuñados en Teos durante el periodo imperial romano.
La segunda pieza (arriba-centro) es un AE21 a nombre de la emperatriz Sabina, con la gran Artemisa de los Efesios representada en el reverso: una buena prueba de las amistosas relaciones que unían a Teos con la gran capital del Asia Menor romana, la magnífica Éfeso. Por su parte la tercera moneda (arriba-derecha) es un AE26 a nombre de Julia Domna. La diosa Fortuna –Tiqué--, un motivo monetal habitual en el oriente helenístico, figura en el reverso. La cuarta moneda (abajo-izquierda) es una emisión pseudo-autónoma datada imprecisamente en el primer tercio del siglo III d.C. El dios Dioniso figura tanto en el anverso –cabeza masculina torreada— como en el reverso: de pie, acompañado de sus elementos más distintivos: el tirso y el cántaro. La quinta pieza (abajo-centro) es un magnífico AE28 a nombre de Galieno en cuyo reverso aparecen Cástor y Pollux, los dioscuros, siguiendo un modelo iconográfico de fuerte sabor imperial. Por último la sexta moneda (abajo-derecha) es un AE16 a nombre del césar Valeriano II en cuyo reverso se encuentra representado el poeta teiano Anacreonte, una de las glorias de su ciudad, que viviera entre los años 572 y 485 a.C.
Foto 25 (arriba).- Restos de una de las stoas de orden dórico perteneciente al témenos del templo de Dionisio. Foto 26 (centro).- Restos de una de las stoas de orden jónico. Foto 27 (abajo).- Fragmento de la inscripción localizada entre los restos del arquitrabe del propileo que daba acceso al interior del complejo sagrado dionisiaco, según la cual fue construido durante el decimosegundo consulado del emperador Augusto.
Es muy poco lo que se conoce acerca del destino de Teos en el periodo bajoimperial y bizantino temprano. Los nombres de algunos obispos, titulares de la que fuera una diócesis sufragánea del metropolitano de Éfeso, y poco más. Cierto es que algún vigor debió conservar la ciudad ya que en caso contrario no habría retenido la condición de sede episcopal. Sea como fuere, el asentamiento languideció durante siglos hasta su abandono final en algún momento de la plena Edad Media. De grado o por la fuerza las gentes se fueron trasladando a la actual Sigacik, levantada en el lugar en que con toda probabilidad estuviera uno de los dos puertos de Teos (el mejor conservado y de hecho todavía en uso, el otro se había colmatado con el paso de los siglos). En el siglo XVI Sigacik fue amurallado, para lo cual se emplearon multitud de sillares procedentes de Teos, incluido un gran número de inscripciones. Por aquel entonces la antigua ciudad no era ya más que un gran campo de ruinas sin el menor pulso vital.
Foto 28 (arriba).- Vista parcial del zócalo escalonado del templo de Dionisio. Foto 29 (abajo).- Restos exhumados del muro cella del mismo.
Ahora que ya conocemos la historia de Teos es hora de visitar sus inmortales ruinas. El plano de la figura 3 nos servirá de ayuda. Nos dirigimos por tanto hacia donde un bonito cártel de madera señala la presencia de los primeros restos arquitectónicos. A un lado dejamos una gran losa rectangular semienterrada así como labrada con dos grandes círculos unidos por un tramo central (foto 1). No sabemos qué es pero nos resulta curiosa así que le hacemos una foto…
Figura 3.- Plano del yacimiento arqueológico de Teos.
El yacimiento de Teos está surcado por pequeños caminos de madera que conducen de unas ruinas a otras. Es un lugar agradable, parece más un parque natural que un yacimiento arqueológico. Sólo están excavadas unas pocas estructuras, las más relevantes. El resto o lo que es igual: el 90% de la ciudad, como poco, permanece bajo tierra.
Fotos 30 y 31.- Secciones de la muralla de Teos todavía sin excavar.
Nuestros pasos nos conducen hasta donde descansan las ruinas del Teatro de la ciudad (foto 2). Está excavado prácticamente por completo lo que permite ver que su estado de conservación es solamente moderado. Se encuentra apoyado sobre la falda de la colina de la acrópolis de Teos, lo que sugiere un origen greco-helenístico para el edificio. Sin embargo el análisis de la estructura indica que es obra romana. Así lo indica ciertamente la estructura de opus incertum –mampostería aglomerada con mortero de cal— (foto 3) en que se apoyan los asientos de la cávea inferior y las galerías abovedas (foto 4) que sostienen la cávea superior: técnicas constructivas típicamente romanas las dos.
Foto 32.- La muralla de Teos luciendo un precioso aspecto en uno de los pocos puntos donde ha sido excavada.
El teatro de Teos conserva los asientos de las primeras filas de la cávea inferior (fotos 5 y 6), el resto ha desaparecido, seguramente expoliado muchos años atrás. Los muros analemma no están en mal estado (foto 7); de hecho conservan bastante de su sillería original in situ. Merece la pena destacar la más céntrica de las escaleras de acceso por los graderíos ya que se encuentra especialmente bien preservada (foto 8). Por su parte, las galerías abovedadas de la cávea superior presentan un aspecto tosco pero firme, coherente con su fábrica de mampostería cogida con mortero de cal colocada por medio de encofrados de madera. Se conserva una sección de la galería perimetral (foto 9) y también algunos de los arcos que conducían desde ésta a los graderíos (foto 10). Las excavaciones de la orquesta (foto 11) han proporcionado, aparte de una multitud de bloques pétreos pertenecientes a la escena, un pavimento de mármol hoy en día no visible.
Foto 33 (arriba).- Detalle del paramento de sillería de la muralla de Teos. Foto 34 (centro).- Ruinas de la puerta de muralla situada en las inmediaciones del templo de Dionisio. Foto 35 (abajo).- Escalera de acceso al adarve de la muralla.
La escena de este teatro presentaba un aspecto típicamente romano: distribuida en varios pisos, con columnata frontal de orden corintio, estatuas, frisos esculpidos, inscripciones, etc. El análisis de las inscripciones y las tallas permite datar la construcción del teatro de Teos en los años finales del siglo I d.C. Hoy en día sólo queda de ella la base (foto 12) y una larga serie de piezas labradas de diferentes tipos (fotos 13, 14, 15, y 16).
La siguiente parada en nuestra visita se encuentra a unos cientos de metros al sureste del teatro y se corresponde con el antiguo Bouleterion de la ciudad (foto 17). Sabemos por las inscripciones que Teos dispuso de su propio bouleterion al menos desde finales del siglo III a.C., edificio en el cual no sólo se reunía el consejo de la ciudad (Boulé) sino que también se llevaban a cabo actividades educativas y certámenes culturales. El bouleterion actual, muy bien preservado por cierto, data en su mayor parte del siglo I d.C. Incluso conocemos, merced a sendas inscripciones, los nombres de los ciudadanos teianos que lo sufragaron: Tiberio Claudio Kalobroto y Tiberio Claudio Phesinos. La estructura, de planta rectangular, posee una cávea (foto 18) con 16 filas de asientos divididas en cuatro sectores por medio de cinco escaleras (foto 19). El muro de la escena (foto 20) conserva alrededor de un tercio del alzado original, destacando la exquisitez de su fábrica de sillería en la parte del intradós (foto 21).
Foto 36 (arriba).- Ruinas de una de las torres de flanqueo de la puerta exhumada en las inmediaciones de la necrópolis occidental de Teos. Foto 37 (abajo).- Tramo de muralla acasamatada reforzando la defensa de la puerta anterior.
El bouleterion de Teos da a una amplia explanada de geometría aproximadamente rectangular que ha sido identificada con el ágora de la ciudad. La ausencia de excavaciones permite afirmar la presencia de stoas porticadas habituales en esta clase de estructura urbana y poco más. En el año 2010 fueron someramente excavados los vestigios de un pequeño templo (foto 22) localizado en el interior de la presunta ágora. En la actualidad sólo la parte superior del muro cella, compuesto por un doble paramento de sillería enlazado por medio de bloques transversales (foto 23), resulta visible en superficie; el resto continúa totalmente enterrado. Parece ser que el templo era de orden corintio y de planta tetraestila-anfiprostila (esto es, cuatro columnas en los lados frontales, ninguna en los laterales), habiéndose propuesto una fecha de construcción, poco concreta, en el siglo II a.C. Algunos tambores de columnas que permanecen semienterrados en las inmediaciones debieron pertenecer a este templo (foto 24).
Foto 38.- Vista general de la gran cisterna romana localizada al sur del yacimiento.
Proseguimos la visita por las coquetas sendas de tablones que comunican los diversos puntos de interés del yacimiento. Caminamos unos cuantos minutos hasta llegar a un área donde la abundancia de material constructivo en superficie indica que nos estamos acercando a un sitio interesante. Así es: ante nosotros se alzan las ruinas del célebre Templo de Dionisio teiano que ya conoce el paciente lector. Se trata del mayor templo consagrado a Dionisio de toda Asia Menor. Su fama era grande en la Antigüedad hasta el punto de ser mencionado por Vitruvio, el más famoso e influyente de los arquitectos romanos, en su obra “los Diez libros de la Arquitectura” que tantísima importancia tuviera en el desarrollo de la arquitectura de la Edad Moderna. Fue construido por el arquitecto Hermógenes de Priene siguiendo un plan convencional períptero (una fila de columnas paralela a cada uno de sus lados), con seis columnas en los lados cortos y once en los largos, todas ellas de orden jónico. El hallazgo de dos inscripciones dentro del área sacra relativa al culto al monarca seleúcida Antioco III (223-187 a.C.) indica que el templo fue erigido a finales del siglo III b.C. Parece ser que sufrió graves daños en el terremoto del año 46 a.C., habiendo de ser reconstruido en época de Augusto. A partir de ese momento es dedicado tanto al culto a Dionisio como a la figura del emperador. Volverá a ser restaurado, esta vez menos extensivamente, durante el reinado de Adriano.
Foto 39 (arriba).- Bóveda de medio punto perteneciente a la cisterna romana. Foto 40 (abajo).- Detalle del revestimiento de mortero impermeabilizante que cubre el intradós de los muros de la cisterna romana.
Las excavaciones del templo de Dionisio teiano han exhumado tanto el templo propiamente dicho como su témenos, palabra que define el recinto sagrado que lo rodeaba. Este último lo constituyen cuatro stoas: dos de orden dórico (foto 25) y dos de orden jónico (foto 26). La stoa oriental, de orden jónico, tenía en su centro una entrada monumental o propileo erigida, a juzgar por la inscripción de su arquitrabe (foto 27), durante el decimosegundo consulado de Augusto (alrededor del año 9 a.C.). En cuanto al templo, se conserva el zócalo escalonado (foto 28) en relativo buen estado y también las primeras hiladas del muro cella, esta última labrada en una elegante sillería de gran tamaño cuyos bloques fueron unidos unos a otros por medio de grapas metálicas (foto 29).
Muy cercana a las ruinas del templo de Dionisio transcurre la muralla de Teos. La defensa principal de la ciudad se extiende durante cuatro kilómetros largos, encerrando un gran espacio de terreno (65 Ha), lo que es típico de las ciudades helenísticas. Permanece soterrada en su gran mayoría (fotos 30 y 31) aunque hay algunos puntos donde sí se ha excavado al objeto de documentar sus características constructivas. Uno de estos puntos se encuentra a pocos metros del templo de Dionisio (foto 32). Se trata de un potente muro de 4 metros de espesor, labrado en una sillería caliza de muy agradable aspecto (foto 33), colocada a soga con algunos tizones dispuestos al objeto de cohesionar los paramentos exteriores con el núcleo interno. También se han exhumado los restos de una puerta de la muralla en las inmediaciones del punto anterior. Presenta un vano simple, sin torres de flanqueo (foto 34). El acceso a sus adarves se verificaba por medio de escaleras de piedra como la de foto 35. Unos cientos de metros hacia el sur, en las proximidades de la necrópolis sudoccidental de Teos, se ha excavado una segunda puerta mucho más compleja y, desde luego, eficaz defensivamente hablando, con torres cuadradas de flanqueo (foto 36) y arquitectura acasamatada durante los quince metros anteriores y posteriores al vano de acceso (foto 37).
Foto 41.- Detalle de las arquerías ciegas de carácter ornamental situados en el lado septentrional de la cisterna romana.
La muralla de Teos ha sido datada siguiendo criterios estilísticos en el siglo III a.C. o, como muy tarde, en el primer cuarto del siglo siguiente. Sabemos gracias a una inscripción que la construcción de cierta parte de la muralla fue dirigida por un tal Epistatountes, siendo el costo de aquélla 5560 dracmas teianos y 4 óbolos (alrededor de 26 kilos de plata); así mismo se gastaron 320 dracmas alejandrinos adicionales en la importación de algunos artículos necesarios para la correcta ejecución de la muralla y que no se podían producir en Teos.
La tarde, ya muy avanzada, preludia la llegada de la noche cuando nos dirigimos a contemplar la última de las estructuras de la antigua Teos que nos queda por ver (hay alguna más pero ya no da tiempo a verlas). Nos referimos a las ruinas, en bastante buen estado, de una cisterna monumental de factura claramente romana (foto 38), probablemente relacionada con el servicio a la instalación termal cuyas restos permanecen soterrados unas decenas de metros hacia el este. Se trata de una gran estructura rectangular cubierta por una bóveda de medio punto medianamente conservada (foto 39). Las paredes internas se encuentran revestidas con una capa de mortero impermeabilizante (opus signinum) lo que indica que, efectivamente, esto es una cisterna (foto 40). Por su parte, la fachada septentrional de la estructura dispone de una elegante ornamentación en forma de arquerías ciegas sucesivas (foto 41), también el lado corto occidental presenta esta decoración (foto 42).
Foto 42.- La cisterna romana vista desde su lado occidental. Destaca la arquería de medio punto, de tipo decorativo, en primer plano y el cuerpo principal de la cisterna, con los restos de la bóveda que la cubría, al fondo de la fotografía.
Retornamos a nuestro vehículo cuando al sol se está ocultando ya en el horizonte. Por delante tenemos 90 kilómetros de carreteras secundarias costeras hasta llegar a la localidad turística de Kusadasi donde nos espera una habitación de hotel. El trayecto resultará cualquier cosa menos agradable: tramos y más tramos de carretera en obras se suceden, haciéndonos circular por firmes en pésimo estado: sin asfaltar, con grava suelta, baches, sin señalización, pesimamente iluminados… un desastre. Cuando finalmente llegamos a Kusadasi, a las nueve de la noche, estamos agotados y con ganas de cenar algo ligero y meternos en la cama en demanda de la siguiente jornada de viaje por la sin par Asia Menor.
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