sábado, 18 de junio de 2016

Descubriendo Asia Menor. Día 7. Pérgamo, 2ª Parte.

Una vez visitados todos los recuerdos de la mítica Pérgamo que guarda la actual Bérgama, nos disponemos a “asaltar” la colina fundacional de la ciudad y descubrir sus tesoros. Pero antes vamos a proseguir con el relato de la historia de la ciudad que, como se recordará de la anterior entrada, interrumpimos en siglo II d.C., en pleno esplendor de la gran urbe grecorromana.

Foto 1.- Plano del yacimiento de Pérgamo desde la Acrópolis a la parte baja de la colina fundacional.

El siglo III es el del comienzo de la decadencia de Pérgamo al igual que lo fuera para la inmensa mayoría de las ciudades del Imperio romano. En el año 262 resulta sacudida por un fuerte terremoto que daña gravemente sus estructuras, incluidas las defensivas, lo que es aprovechado, casi acto seguido, por los invasores godos que acechaban la costa de Asia Menor para saquear la ciudad. 

Foto 2.- Ruinas del Heroon de Pérgamo.

A principios del siglo V d.C. la gran mayoría la población de la ciudad se concentra en la llanura aneja a la colina, habiendo sido abandonada la práctica totalidad de la ladera meridional de la colina fundacional. Por su parte la acrópolis, aunque poco poblada, ha logrado conservar su carácter de centro del gobierno de la ciudad y solar de sus más preciados edificios. De hecho incluso ha sido dotada de fortificaciones mejoradas hacia el año 270 d.C., en prevención de un segundo ataque godo que afortunadamente no se produciría. Esto cambiará a raíz del triunfo definitivo del cristianismo y la que es una de sus más impactantes consecuencias: el abandono cuando no la destrucción de todos los edificios relacionados con el culto a los antiguos dioses. Dejaron así de ser mantenidos gran parte de los edificios monumentales de la acrópolis pergamena, lo que no tardaría en llevarla a su abandono parcial y subsiguiente expolio; incluso el Asclepion perdió rápidamente popularidad y quedó desierto. 

Foto 3.- Edificio rectangular contiguo a la entrada a la acrópolis.

El comienzo de la larga etapa bizantina de Pérgamo se caracteriza por un periodo de marcada decadencia aunque conservando el suficiente pulso como para albergar una sede episcopal. La ciudad cuenta en estos momentos con alrededor de 35000 habitantes y posee un par de iglesias de gran tamaño. En general su importancia estratégica y económica sigue siendo elevada; no en vano en algún momento del siglo VI es construida una potente muralla defensiva siguiendo una línea aterrazada unas cuantas decenas de metros por debajo del nivel de la acrópolis. Se trata de una obra de muy buena factura y considerable entidad, pruebas ambas de que seguía circulando el dinero por la ciudad y que merecía la pena la protección de su núcleo institucional.

Foto 4.- Restos de una Stoa helenística situados en las proximidades de la entrada a la acrópolis a una cota ligeramente menor.

En el año 620 los persas sasánidas penetran en el interior de Asia Menor, saqueando y destruyendo la Pérgamo asentada en la llanura entre otros muchos lugares. Es probable que no lograran tomar la acrópolis fortificada ni capturar, por tanto, a la atemorizada población a su amparo refugiada. En cualquier caso el golpe resulta demasiado duro para la decadente ciudad: carente de los recursos humanos y materiales con los que reparar los destrozos y reponer lo expoliado. El emperador Constante II (641-668) dedicará algunos fondos para levantar lo caído mas los recursos del amenazado Imperio no son los de antaño y la ciudad sólo consigue recobrar una menguada parte de su antiguo vigor. Poco a poco, en un proceso que se va acelerando a medida que se acerca el cambio de siglo, se va despoblando la parte baja de Pérgamo, quedando la llanura aneja a la colina fundacional vacía de habitantes. Sólo en la acrópolis sigue conservándose una población relativamente numerosa gracias a la seguridad proporcionada por la guarnición bizantina de la ciudad y las murallas erigidas en el siglo anterior. Sin embargo un nuevo enemigo procedente de oriente, esta vez de las calcinadas arenas del desierto arábigo, hace acto de presencia, dispuesto a finiquitar de una vez por todas la existencia de la que un día fuera una de las más excelsas metrópolis del mundo antiguo. Así, en el año 716 la acrópolis de Pérgamo cae en poder de incursores árabes comandados por Maslama in Abd al-Malik, el gobernador omeya de Armenia, Djazira y Azerbayan. Aunque este invasor será finalmente rechazado por las huestes bizantinas, la ciudad, ya herida de muerte, exhala su último suspiro en forma de abandono total. Durante más de 300 años permanecerá yerma, inerte, sin vida. Algunas tropas bizantinas se encastillan de forma estable en la acrópolis fortificada a finales del siglo IX pero sin traer a sus familias con ellos ni dar lugar al retorno de la vida urbana. A mediados del siglo XI comienza a volver la gente a Pérgamo. Es una repoblación lenta, humilde, no orquestada desde los palacios de Constantinopla sino llevada a cabo por los sencillos moradores de los contornos: gustosos de asentarse en las proximidades del puesto militar de la acrópolis, cuyos soldados siempre tienen dinero para gastar y además pueden ofrecer protección en caso de apuro.

Foto 5.- Muralla y arco de acceso a la acrópolis de cronología romana (hacia el 270 d.C.)

La historia escrita nos cuenta que para el reinado de Manuel I Komneno (1143-1180) la “nueva” Pérgamo ya había alcanzado un nivel desarrollo suficiente como para controlar administrativamente su comarca. A esto había que añadirle el valor militar y estratégico de la altísima acrópolis amurallada, el cual nunca llegara a perder del todo. La suma de ambos poderíos, económico y militar, persuadieron a dicho emperador a elegir Pérgamo como capital de la provincia militarizada (thema) de Neokastra, de reciente delimitación. Una gran inyección de dinero constantinopolitano acompañaría a este nombramiento, empleado tanto en un fuerte incremento de la guarnición bizantina como en la refortificación prácticamente completa de la acrópolis hasta el punto de que la mayor parte de las estructuras defensivas que hoy podemos ver en ella corresponden a este momento de la historia de Pérgamo. La ciudad prosperará rápidamente al socaire de su recién estrenada importancia dentro del esquema defensivo del imperio. La creciente población civil, en un principio confinada dentro del recinto de la acrópolis, muy cerquita de los soldados y sus tranquilizadoras armas, se anima a repoblar la ladera meridional de la colina fundacional. El proceso resulta rápido al tiempo que sencillo, no en vano las desiertas terrazas se hallan cubiertas de casas de época tardorromana y bizantina temprana: sólidamente cimentadas así como construidas en piedra, muchas de las cuales eran susceptibles de volver a habitarse sin demasiados esfuerzos. A mediados del siglo XIII los pergamenos suman ya algo más de 2000 personas, habiendo ocupado la mayoría de la superficie disponible en la ladera meridional.

Foto 6.- Torreón bizantino del siglo XII flanqueando el tramo final de calzada antes de penetrar en la acrópolis fortificada.

A finales del siglo XIII Pérgamo está viviendo un buen momento: el dinero imperial fluye, la ciudad está bien defendida por su nutrida guarnición, los ejércitos bizantinos aguantan en las fronteras… La tranquilidad es tal que algunos pergamenos se atreven a reocupar las casas abandonadas de la llanura aneja y cultivar sus campos. Incluso los daños causados por el fuerte terremoto del año 1296 son reparados con eficacia y celeridad. 3000 almas habitan la ciudad en las postrimerías del siglo XIII. El emperador del momento, Andrónico II (1282 – 1328), ordena erigir una nueva muralla a bastante menor cota que la del siglo VI a fin de proteger a los habitantes de la ladera sur. La nueva fortificación se plantea a lo grande, con potente aparato de medios, empleando las más modernas técnicas de fortificación bajo-medievales. Destacan sus imponentes torres semicirculares, sus aparejos de buena sillería, el gran grosor de sus muros, las puertas en ángulo tan fáciles de defender… constituye, en definitiva, una obra que una vez terminada, cuando toda la ciudad baja haya quedado confinada tras sus magníficos lienzos de muralla, estará en condiciones de protegerla ante cualquier clase de amenaza.

Foto 7.- Cella del templo de Atenea en el Santuario dedicado a esta diosa.

Pero los días del Pérgamo cristiano, al igual que los del resto del Asia Menor bizantina, estaban contados. Rotas definitivamente las defensas imperiales hacia el año 1310, los turcos se abalanzan sobre la parte del Asia Menor todavía en poder bizantino. Una tras otra caen las antiquísimas ciudades griegas en poder del invasor asiático; sólo las plazas mejor defendidas permanecen erguidas en medio de la debacle, resplandeciendo a manera de faros de luz en medio de un océano de oscuridad. Pérgamo, la bien amurallada Pérgamo, será uno de estos faros. Buena parte de la población de la comarca se ha acogido tras sus muros, huyendo del invasor. A todas estas personas hay que sumarle el continuo flujo de refugiados cristianos que acuden, esperanzados, a aquél, el  último bastión de Cristo en aquella desdichada tierra. Las viejas casas romanas reutilizadas, antaño espaciosas, deben ser tabicadas y vueltas a tabicar para acoger al cada vez mayor número de personas; ya son cerca de 5000 y subiendo. El hambre y las enfermedades acuden puntuales a la cita con el hacinamiento. Pero se resiste, todavía se resiste. Tal vez en Constantinopla estén organizando en ese momento un ejército de socorro que expulse a los odiados turcos… pero la ayuda no llega, las provisiones se acaban, las armas se quiebran, los ánimos se extinguen. En algún momento no registrado por la historia, datado de modo impreciso en el año 1315, Pérgamo, agotado, abre sus puertas a los turcos. Los miles de refugiados cristianos son conducidos a punta de lanza colina abajo; una vida de esclavitud y penurias les está esperando allá en la llanura. Tras ellos quedaba, desierta, la mítica colina de Pérgamo, con su majestuoso teatro, sus templos, sus murallas, sus palacios… nunca más volvería a habitarse. En verdad era aquel el fin de una época y el comienzo de otra.

Foto 8.- Patio enlosado del santuario de Atenea y Stoas adyacentes. Al fondo los restos del templo de Atenea y una torre bizantina del siglo XII erigida a modo de atalaya de vigilancia.

La Pérgamo otomana se asentará en la cómoda llanura aneja, allá donde se alzaran los edificios de la ciudad tardorromana. Su nombre se irá mudando al actual, Bérgama, con el correr de los años. Hasta 1850 será poco más que un pueblo, pequeño y atrasado; ahí inicia un proceso de crecimiento que la lleva alcanzar un tamaño bastante considerable a principios del siglo XX, menor en cualquier caso del que tuviera a mediados del siglo II. En la actualidad es una ciudad de 100.000 habitantes, bastante provinciana y no demasiado próspera.

Foto 9.- Stoa septentrional del santuario de Atenea y muro trasero de la biblioteca de Pérgamo (a la derecha, levantado en sillería de andesita).

Aparcamos el coche en la entrada del funicular que conduce a la acrópolis de Pérgamo desde la base de la colina. Es de reciente construcción (2013), antes había que subir en coche (o andando) por una estrecha carretera con más pendiente de la deseable. Sin duda se trata de una mejora significativa aunque cueste algo de dinero utilizarla.

Fotos 10 y 11.- Estructuras de sujección del aterrazamiento sobre el que se edificara el Templo de Trajano. En la foto 10 las vemos desde la plataforma aterrazada, en la 11 desde el graderío del teatro, a menor cota. Se aprecian claramente, a la derecha del muro, reparaciones de factura bizantina, que destacan mucho en el paramento de sillería romano.

Una pequeña cuesta conduce desde el punto de llegada del funicular a la acrópolis pergamena. En lo sucesivo nos guiaremos por el plano de la foto 1, a la sazón el que se encuentra en el propio yacimiento.

Foto 12.- Bóvedas de sujección de la estructura de sujección del aterrazamiento del templo de Trajano, ubicadas en dos alturas tal y como se ve en la fotografía.

Lo primero que vemos a nuestra izquierda, justo antes de entrar en la acrópolis, son los restos del Heroon (foto 2 - punto 15 en el plano): el recinto donde Attalos I y Eumenes II, reyes de Pérgamo de 241 a 197 a.C y 197 a 159 a.C. respectivamente, eran adorados como héroes amados de los dioses (de ahí la palabra Heroon). Es una obra relativamente tardía dentro de la cronología del reino de Pérgamo pues fue erigida después de la muerte de este último soberano en 159 a.C. Consta de un pequeño espacio de culto a la izquierda de la foto y una sala grande, rectangular, la del centro de la foto, donde se celebraban banquetes ceremoniales en honor a los citados reyes. 

Fotos 13 y 14.- El templo de Trajano o Trajaneum visto desde sus esquinas Sureste (foto 13) y Suroeste (foto 14).

Una calle enlosada discurre colina abajo. A su derecha se alzan los paramentos de unos edificios de planta rectangular en bastante buen estado (foto 3). Tienen toda la pinta de haber sido establecimientos comerciales. Escasos metros colina arriba, a la espalda de estos edificios rectangulares, se observan los restos de una stoa helenística de muy buena factura (foto 4), con muros de recia sillería. 

De momento preferimos no seguir hacia abajo sino dar la vuelta y penetrar en la acrópolis pergamena. Esto se verifica por medio de un gran hueco abierto en la muralla de la acrópolis, sin duda más o menos moderno ya que carece del menor sentido desde el punto de vista táctico. En este sector el recinto defensivo evidencia una cronología romana, probablemente datable en las labores de refortificación del año 270 de las que hablamos unos cuantos párrafos atrás. Está ejecutado en sillería de tamaño medio colocada a soga con algunos tizones: técnica muy habitual en las obras romanas del Asia Menor occidental. Todavía se conserva la puerta de entrada cubierta por un arco de medio punto adovelado típicamente romano (foto 5 – punto 7 del plano). Dicha puerta se encuentra ligeramente retranqueada respecto al frente del muro al objeto de permitir su flanqueo sin tener que levantar torres. Menos eficaz que el procedimiento clásico de flanqueo (dos torres a los lados) pero también más barato. Destacar también que muchos de los sillares de la puerta de entrada, incluidos los de las dóvelas, presentan fuertes picaduras en esquinas y vértices, en bastantes casos coincidentes con puntos de contacto entre varias piezas (juntas). Esto puede explicarse como el resultado de haber arrancado las grapas de bronce que otrora unieran dichos sillares reforzando la estructura. Una forma de espolio habitual en los edificios romanos abandonados y que deja esa clase de picaduras en la sillería. 

Foto 15.- Stoas del conjunto sacro del Trajaneum.

La calle enlosada procedente de los niveles inferiores de la ciudad hace una curva a la altura del Heroon, transcurriendo durante algunos metros en paralelo a la muralla de la ciudad antes de enfilar finalmente la entrada a través del arco de medio punto que describimos antes. Pues bien, esta curva, el tramo en paralelo y el tramo de entrada se encuentran batidos de cerca por un potente torreón cuadrado (foto 6). Construido en mampostería aglomerada con mortero de cal, con abundantísimos ripios de ladrillo para uniformizar las toscas hiladas, es a todas luces una obra medieval, fechable en la segunda mitad del siglo XII con ocasión de la labor fortificadora ordenada por Manuel I Komneno. Muy posiblemente este gran torreón se alce sobre los restos de una torre de muralla anterior, romana, tal y como indica el paramento de sillería no reutilizada que se aprecia en uno de sus muros. En cualquier caso la obra romana sería mucho más pequeña que este torreón, emplazado con innegable acierto en tan crucial punto de la fortificación.

Foto 16.- Ruinas de la fortificación bizantina del siglo XII rodeando la acrópolis.

El interior de la acrópolis se encuentra repleto de ruinas de edificaciones antiguas, constituyendo un conjunto arqueológico de lo más sobresaliente. Unos pocos pasos a la izquierda del vano en la muralla se encuentran los restos del Santuario de Atenea: conjunto sacro compuesto por el templo de Atenea y las stoas porticadas que lo flanqueaban por tres de sus lados (norte, este y sur), construido por Filetairos, el primer rey de Pérgamo (301 – 263 a.C.). El templo de Atenea es de orden dórico, uno de los pocos de esta clase existentes en Asia Menor. Se conservan las bases de los muros de su cella (foto 7 – punto 8 del plano). De las stoas se han conservado las bases y algunos tambores de las columnas de los pórticos. Encerraban un amplio patio rectangular finamente enlosado (foto 8). Una torre bizantina del siglo XII se alza en el extremo del conjunto, muy cerca del borde de la terraza, vigilando el paisaje. Por su parte, la mítica biblioteca de Pérgamo, obra del monarca atálida Eumenes II, fue construida junto a la stoa septentrional del conjunto, a una cota ligeramente más alta. Parece probable que se entrara en ella a través del piso superior de dicha stoa, que debió ser remodelada de alguna forma para ajustarla a este fin. No está muy bien preservada: apenas unas cuantas hiladas de los muros traseros de los edificios que la componían, los cuales podemos ver a la derecha de la foto 9 (punto 9 del plano), con la stoa norte a la izquierda.

Foto 17.- Otra vista de las torres y murallas de la fortificación bizantina del siglo XII.

Muy cercanos al santuario de Atenea, en la acera derecha de la calle que traemos, se encuentra el área palaciega de la ciudad, erigida por los monarcas pergamenos Átalos I y Eumenes II. Aunque se han conseguido reconstruir las plantas de los diferentes edificios y recuperar algunos mosaicos de gran calidad los restos existentes son comparativamente pobres, limitándose a la parte baja de los muros (puntos 5 y 6 del plano). Nada espectacular desde luego. Seguimos, pues hacia adelante.

Foto 18.- Restos del Arsenal de Pérgamo construido en tiempos del monarca Átalo I.

Nos acercamos a la parte romana de la acrópolis, el lugar donde más y mejor se puede apreciar la grandeza de la Pérgamo del siglo II d.C., cuando se distinguiera como una de las ciudades más populosas del Imperio con sus 200.000 habitantes. Ocupa el área señalizada con el número 10 en el plano de la foto 1 y su fecha de construcción data del reinado de Adriano, el gran benefactor de la ciudad. Se trata de una amplia explanada no natural sino apoyada en un potente aterrazamiento de fábrica (fotos 10 y 11) aligerado al tiempo que soportado por galerías abovedadas en dos niveles distintos (foto 12). Una obra de ingeniería tan eficaz como elegante a la par que bien ejecutada tal y como demuestra su excelente estado de conservación. 

Foto 19.- El río Keitos visto desde la acrópolis pergamena.

Dicha explanada se encuentra ocupada por el complejo sagrado (temenos) del Trajaneum, donde se venerara al emperador Trajano, deificado tras su muerte y posteriomente también a Adriano una vez muerto éste. Este conjunto sacro consta del templo de Trajano y tres magníficas stoas porticadas cerrando los flancos occidental, septentrional y oriental del recinto. 

Foto 20.- El magnífico teatro helenístico de Pérgamo visto desde la plataforma del Trajaneum.

El templo de Trajano (fotos 13 y 14) es, después del teatro griego, el edificio clásico más imponente de los que se pueden admirar en la acrópolis pergamena. Conserva en buen estado su potente zócalo de oscura sillería de andesita, la autóctona de la colina pergamena, otrora cubierto con placas de mármol blanco, algunas de las cuales han sido recolocadas en su sitio (extremo derecho de la foto 13). También se han reubicado algunas de las columnas que tuviera: las más respetadas por la inclemencia del tiempo y de los hombres. Los magníficos capíteles de orden corintio indican claramente la vocación monumental de la obra a la que adornaron. Por último se ha reconstruido la mitad del frontón delantero, incluidos el friso y arquitrabe correspondiente, ambos delicadamente tallados. Todos estos elementos arquitectónicos fueron tallados en un blanquísimo mármol de la más alta calidad, el mismo material con el que se construyó el muro perimetral de la cella del templo, algunas hiladas del cual se pueden ver a la derecha de la foto 13, delante de las columnas. La obra final tuvo que ser realmente hermosa cuando no directamente fascinante, lástima que no se haya conservado más íntegra.

Foto 21.- Vista de las cáveas del teatro helenístico de Pérgamo contempladas desde la escena de éste.

Las tres stoas porticadas son similares desde el punto de vista arquitectónico a la columnata del templo. Las mejor conservadas son la stoa este y la norte (foto 15). Ésta última se alza a una cota ligeramente superior al resto del conjunto debido a la planimetría de la colina, apoyándose de hecho sobre un aterrazamiento artificial hecho de sillería.

Foto 22.- Detalle de una de las cáveas del teatro de Pérgamo.

La acrópolis de Pérgamo se vuelve agreste al norte del recinto sagrado del Trajaneum. El nivel de urbanización fue siempre bajo en esta área, motivo por el que no se observan aterrazamientos artificiales y sí abundancia de peñascos, desniveles, etc. Lo más relevante que se puede observar por aquí son algunos lienzos y torreones de la muralla bizantina del siglo XII (fotos 16 y 17 – Punto 1 del plano), con su característica mampostería moderadamente desbastada y colocada en hiladas regularizadas con ripios de ladrillo. Así mismo contemplamos los cimientos del que fuera el Arsenal de Pérgamo (foto 18): erigido en tiempos de Átalo I para guardar las armas de la guarnición de la ciudad y la comida necesaria para alimentarla en caso de asedio. 

Foto 23.- Coronamiento del aterrazamiento artificial de sujección del teatro, con los restos de las stoas porticadas que allí se alzaran, visto desde lo alto de la escalinata del templo de Dionisos.

La acrópolis de Pérgamo concluye por estos parajes en forma de vertiginosos cortados con una pendiente mucho más acusada que la de la ladera meridional. Abajo, en el valle, fluye tranquila la corriente del río Keitos, algo embalsado en este punto (foto 19). Decidimos, pues, volver sobre nuestros pasos en pos del área del Trajaneum y la fabulosa estructura que hemos pasado por alto, adrede, en nuestro periplo: el célebre teatro helenístico de la ciudad (punto 12 del plano). 

Foto 24.- La escena del teatro de Pérgamo vista desde la mitad de las cáveas.

El teatro helenístico de Pérgamo (fotos 20 y 21) es la estructura más monumental, mejor conservada y, con mucha diferencia, famosa de la ciudad, siendo habitual su utilización como símbolo de la ciudad en toda clase de folletos, libros, cartelería, etc. Otro mérito que tiene es ser el teatro con mayor pendiente existente lo que por simple trigonometría redunda en ostentar también el record de mayor altura entre su base y la parte superior de las cáveas. Sus primeras piedras fueron colocadas durante el largo reinado de Filetairos, correspondiendo a Eumenes II el mérito de darle su esplendoroso aspecto actual. Este monarca no sólo mandó tallar unas gradas de magnífica sillería de andesita (foto 22) escrupulosamente ajustadas a la aguda pendiente de la colina sino que también hizo construir un aterrazamiento artificial al pie del teatro (visible a la derecha, a media altura, en la foto 20) sobre el cual levantó sendas stoas porticadas cuyos restos podemos apreciar en la foto 23. El resultado sería una magnífica obra de arquitectura con capacidad para 10.000 espectadores, tan bien acabada que los romanos del tiempo de Adriano poco pudieron mejorar más allá del levantamiento de ciertos muros de refuerzo en los extremos de las cáveas (abajo, a la derecha, en la foto 20) y la sustitución de la antigua escena de madera helenística, de tipo temporal, por otra de sillería permanente (foto 24).

Foto 25.- Torrecilla en cuyo interior se encuentra el pasadizo abovedado que permitía el acceso al teatro desde lo alto de la acrópolis. Recrecido de época bizantina al objeto de utilizar esta estructura como elemento defensivo.

Para acceder al teatro desde la parte alta de la acrópolis se empleaba un pasadizo abovedado en el interior de una pequeña torrecilla de sillería (foto 25). En época tardo-bizantina (siglo XII) esta torre se recreció con mampostería al objeto de emplearla como atalaya de vigilancia. Probablemente sea esta reutilización la razón de que se haya conservado especialmente bien esta estructura en particular. Por abajo se llegaba empleando la stoa de la terraza artificial inferior, la de la escena, que comunicaba en su extremo oriental con el ágora de la ciudad alta. 

Foto 26.- Escalinata, recubierta de mármol en tiempos de Caracalla, del templo de Dionisos, junto al teatro pergameno.

La última intervención en el área del teatro sería llevada a cabo por el emperador Caracalla con ocasión de su visita a la ciudad en el año 214, buscando tratarse de sus ataques epilépticos en el célebre Asclepion. Se trata de un pequeño pero muy lujoso templo dedicado a Dionisos (punto 11 del plano) localizado al término de la terraza inferior, donde acababa la stoa más meridional, en las proximidades de la escena del teatro. En realidad no era una obra nueva pues ya existía un templo en ese punto dedicado a Dionisos, divinidad en cuyo honor se celebraba un festival de teatro todos los años. Lo que hizo Caracalla, llevado por su anhelo de ser reconocido como la encarnación del dios Dionisios, fue recubrir de mármol el antiguo templo de andesita, incrementando sobremanera su belleza. Lo mejor preservado de este templo es su zócalo y la escalinata de acceso al recinto sacro (foto 26), prácticamente intactos. No se puede decir lo mismo de la cella o de la columnata perimetral, de las que sólo queda  la base (foto 27) y alguna que otra columna caída respectivamente.

Foto 27.- Cella del Templo de Dionisos. Al fondo se observan unas cuantas hiladas del paramento de ésta, levantada en mármol blanco de alta calidad.

Concluida la visita a esta parte de la acrópolis retornamos al arco de entrada a la muralla, allá donde la calzada enlosada iniciaba su descenso colina abajo. En nuestro recuerdo quedan las hermosas ruinas que hemos admirado, conscientes de que si bellas aún hoy, en su tiempo debieron conformar un conjunto arquitectónico simplemente maravilloso. Valga a este respecto la representación artística de la figura 1 para contemplar una aproximación a aquella grandeza tantos siglos ha pretérita… Nos disponemos ahora a explorar los edificios pergamenos ubicados extramuros de la acrópolis y la parte de la ciudad, nada pequeña por cierto, que se extendía por la ladera de la colina. Todo esto lo conoceremos en la siguiente entrada de este blog…

Figura 1.- Representación artística del frente meridional de la acrópolis de Pérgamo a mediados del siglo III d.C.

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