miércoles, 29 de agosto de 2018

Descubriendo Asia Menor II. Día 7, 2ª Parte. Labraunda.

13 kilómetros al norte de Milas, en un recóndito paraje de las montañas cercanas, se alzan las ruinas del santuario de Labraunda, que fuera centro de máxima devoción para carios y licios. Es un lugar de gran hermosura no sólo por la belleza intrínseca de los restos antiguos, que no es poca, sino por su magnífico paisaje, resumible en un inmenso bosque de pinos desafiando la gravedad allá en sus enriscados lechos de roca y arena. He aquí el objetivo trazado para la tarde de nuestro séptimo día de viaje por Asia Menor.


Foto 1 (arriba).- Detalle de la fábrica de sillería empleada en todas las estructuras de época hecatómnida existentes en el santuario de Labraunda. Foto 2 (abajo).- Muro de contención del primer aterrazamiento.

Al yacimiento de Labraunda se llega por medio de la carretera que comunica Milas con Karpuzlu, la cual atraviesa la poderosa sierra que separa el norte del sur de Caria. No suena mal y de hecho dicha carretera figura en los mapas y en la señalización metálica como una vía de cierta relevancia a nivel regional. Sin embargo la realidad es que se trata de una carretera modesta, de calzada estrecha, muchísimas curvas y firme poco más que regulero. Lo cierto es que por sí solas estas deficiencias no son suficientes para desaconsejar su uso ya que para un turismo normal sirve de sobra, sobre todo si se hace el recorrido de día. Ahora bien, si le añadimos que la carretera en cuestión da servicio a una enorme cantera de caolín localizada a poca distancia del yacimiento de Labraunda y que por ello hay un permanente y densísimo tráfico de enormes camiones yendo y volviendo de la cantera, el asunto cambia radicalmente. En efecto, llegar hasta Labraunda desde Milas resulta cuanto menos desagradable sobre todo a partir de la localidad de Kircagiz, a cinco kilómetros de Milas, a la sazón el último lugar habitado antes de penetrar en la montaña propiamente dicha. Los ocho kilómetros restantes se hacen bastante pesados pues hay que andar con un cuidado exquisito, habiéndote de apartar una y otra vez a un lado para dejar paso a los monstruos sobre ruedas que continuamente aparecen en el carril contrario. Incluso hay puntos, ya llegando al yacimiento arqueológico, donde la calzada se estrecha especialmente de manera que si te encuentras ahí con un camión de frente, lo que puede pasar sin ningún problema, ahí no hay forma de hacerse a un lado por lo que uno de los dos tiene que dar marcha atrás y está claro a quién le va a tocar hacerlo en una carretera de montaña y cuesta abajo… vamos, que es una vía con un cierto nivel de peligrosidad, sólo apta para conductores expertos o por lo menos calmados, a ser posible ambas cosas.

Figura 1.- Alzado anterior (reconstrucción) y planta del Propileo Sur.

Otra posible complicación que puede encontrar el visitante de Labraunda es que no hay sitio para aparcar en el yacimiento más allá de dos tres huecos a pie de carretera. Nosotros no tuvimos problema pues sólo había una furgoneta aparcada (y de hecho sus ocupantes nos dieron un par de mandarinas que estaban muy ricas) pero en otras fechas más turísticas que finales de noviembre puede no suceder lo mismo. Aunque lo cierto es que tampoco da la sensación de que vaya mucha gente por Labraunda en ningún momento del año.


Foto 3 (abajo).- Escalinata de acceso al Propileo Sur. Foto 4 (abajo).- Ruinas del lado posterior (interno) del propileo sur.

Aunque en Labraunda se han localizado restos materiales tan antiguos como la primera edad del bronce, lo cierto es que el primer templo identificado como tal data del siglo VII a.C., estando conectado, posiblemente, con alguna suerte de culto ancestral relacionado con cierta fuente natural que brotaba del peñasco sobre el que se alzara este templo primigenio. El caso es que se trataba de un edificio pequeño rodeado por una recogida arboleda sagrada, uno y otra dedicados al culto a Zeus Labrandeo: representación de la divinidad caracterizada por blandir un labrys o hacha de doble hoja en lugar del relámpago habitual. Según Plutarco el término labra, de donde viene la voz griega Labraundos (Labrandeo en castellano), significa hacha en lengua lidia, lo que indica que el nombre es posterior a la consagración del lugar a Zeus y no anterior.

Foto 5.- Estructuras localizadas en los alrededores del propileo sur, destacando, en el centro de la fotografía, la pequeña plaza rectangular.

El hacha de doble hoja que sujetaba Zeus constituía el motivo central del santuario de Labraunda, alrededor del cual giraba buena parte de la iconografía esculpida en la dura piedra de la montaña. La tradición legendaria, referida por Plutarco, situaba el labrys sagrado, fundido en oro, en la ciudad de Sardis, la capital de Lidia. Cuenta el célebre historiador griego que Arselis, rey de Milasa (la actual Milas), ayudó a Giges, príncipe de Lidia, en su lucha contra el monarca Candaules, consiguiendo derrotarlo y entronizar a su aliado en tan importante solio real. Como recompensa Giges (716-678 a.C.) donó el labrys sagrado a Arselis, mandando éste erigir un santuario en las montañas cercanas a la capital de su reino donde poder custodiarlo con la dignidad que tan importante objeto exigía. He aquí el origen mítico del santuario de Labraunda, el cual encaja razonablemente bien, en el plano cronológico, con los datos obtenidos arqueológicamente en el yacimiento.

Foto 6.- Fachada, bien conservada, del edificio situado al fondo de la segunda terraza.

Herodoto relata en su Historia (V, 119) que los carios, aliados de los griegos jonios comandados por Mileto en su gran revuelta contra los dominadores persas (499-494 a.C.), partieron a enfrentarse con uno de los tres ejércitos persas enviados a sofocar dicha revuelta. La batalla tuvo lugar junto al río Meandro (497 a.C.) y concluyó con una sonada victoria aqueménida, habiéndose de retirar los maltratados carios hacia el sur, en demanda de las montañas, refugiándose finalmente en el santuario de Zeus Estratego (etimológicamente el portador de armas) identificado por el propio Herodoto con nuestra Labraunda. Allí consiguieron reorganizarse y, tras recibir algunos refuerzos de Mileto, partieron de nuevo en busca del enemigo al cual encontraron, según se cree, no lejos del santuario, posiblemente en las llanuras próximas a la actual Karpuzlu. El resultado fue una nueva batalla y una nueva derrota caria, ésta si cabe aún más severa que la anterior. Tuvieron, pues, los carios que esperar a una tercera batalla librada pocos meses después junto a la ciudad de Pedasa, ésta vez saldada claramente a su favor, para ver frenado el contraataque persa y poder así plantear la firma de un tratado de paz suficientemente favorable.

Foto 7.- Ruinas del Propileo Este.

La edad de oro del santuario de Zeus Labraundos da comienzo en el primer tercio del siglo IV a.C. cuando Hecatomno, el fundador de la dinastía que durante medio siglo gobernaría toda Caria en nombre del soberano persa, dona al santuario una estatua del dios, se supone que espléndida, la cual sería empleada en lo sucesivo como elemento principal de culto. El gran rey Mausolo, hijo y sucesor del anterior, tomará bajo su especial protección el santuario de Labraunda, iniciando la construcción de la amplia serie de magníficos edificios que lo caracteriza. También se encargará de unir el santuario con la cercana Milasa por medio de una calzada pavimentada de buena calidad. Todos los años las gentes de los alrededores se concentraban en Milasa y, utilizando esta vía sagrada, subían hasta Labraunda, donde participaban en un festival religioso que duraba cinco días. Luego se marchaban, permaneciendo en el santuario solamente los sacerdotes de Zeus y su séquito. A este festival acudían personajes de la máxima importancia, algo esperable dada la inmensa devoción sentida por el pueblo cario para con su santuario. La historia recoge, de hecho, un intento de asesinato de Mausolo acaecido durante el festival del año 355, del cual escapara por muy poco.


Foto 8 (arriba).- La llamada Iglesia Oriental. Foto 9 (abajo).- Primer plano del ábside localizado en el extremo oriental de la anterior iglesia.

El ambicioso programa constructivo comenzado por Mausolo sería exitosamente concluido por Hidrieo, su sucesor y hermano. Este último muere en 344 a.C., siendo enterrado dentro del recinto del santuario, convertido de alguna forma en una suerte de panteón familiar de los sátrapas de Caria. En este momento Labraunda ya ha adquirido el aspecto y la configuración que con unas pocas modificaciones, conservará durante siglos. El estilo de construcción empleado fue una síntesis de soluciones aqueménidas y jónicas muy original para la época.


Fotos 10 y 11.- Inscripciones talladas en sendos pedestales encontradas entre las ruinas de la iglesia oriental.

Muerto el último de los monarcas hecatómnidas, el santuario  pasa a ser gestionado desde la cercana ciudad de Milasa, situación que perdurará durante el resto de su existencia. Tanto en época helenística como en época romana se erigen nuevos edificios en Labraunda (también se remodelan), siempre sin alterar el núcleo hecatómnida, en el cual reside la verdadera fuerza religiosa del complejo sacro. Un gran número de inscripciones localizadas durante los trabajos arqueológicos dan fe del inmenso número de devotos que participaran en los sucesivos festivales a lo largo de los años, incluyendo entre aquéllos a varios monarcas seleúcidas.

Foto 12.- La gran fuente que hiciera levantar el sátrapa Hidrieo, más tarde incluida en un recinto termal de filiación romana.

El gran ascendiente del santuario a nivel regional puede detectarse también examinando las distintas acuñaciones carias que representan a Zeus Labraundos en su iconografía. La gran mayoría fue acuñadas durante el gobierno de Mausolo y sus sucesores, sin duda la época de mayor esplendor del santuario, tanto en Halicarnaso, la capital de Caria, como en Milasa (en menor cantidad y por ende más raros actualmente). Se trata fundamentalmente de acuñaciones argénteas, dracmas, didracmas y tetradracmas, a veces de muy elevada calidad estética, caracterizadas por lucir un busto de Apolo mirando de frente en anverso y una representación estante de Zeus Labraundos en reverso, sujetando cetro y labrys. El nombre del monarca aparece, en dirección vertical, a la derecha del dios Zeus, siendo por tanto bastante sencillo datar cada pieza dentro de la dinastía hecatomnida. Así mismo existe otra emisión más antigua, batida por el propio Hecatomno, en la que aparece en anverso Zeus Labraundos de pie y, en reverso, un léon pasante debajo del nombre del monarca. En la figura 2 podemos ver, a la derecha, un ejemplar de didracma acuñado por Pixodaro (340-334 a.C.), mientras que a la izquierda tenemos un tetradracma batido a nombre de Hecatomno.

Figura 2.- Monedas de plata acuñadas en Milasa con Zeus Labraundos en su iconografía. Periodo Hecatómnida.

Zeus Labraundos también aparece en unas pocas emisiones de época romana, tanto republicana como imperial, casi siempre bronces acuñados en Milasa con alguna  excepción puntual (pero no ilógica) procedente de la cercana ciudad de Euromos (figura 3, izquierda). Los tipos más abundantes fueron batidos durante el reinado de Septimio Severo (figura 3, derecha), periodo en que, como hemos visto al estudiar la numismática de las ciudades próximas, se acuña moneda provincial con bastante profusión en toda esta zona de Caria.

Figura 3.- Monedas de bronce de época romana en las que aparece representado Zeus Labraundos.

A finales del siglo IV d.C. queda abolido por mandato imperial el culto a las divinidades tradicionales grecorromanas . Poco después son expulsados los sacerdotes de Zeus Labraundos del muchas veces centenario recinto sagrado, quedando desierto el santuario. No obstante, la idea de que aquél era un lugar sagrado debió persistir en la mente de los lugareños, obligando a las autoridades a “cristianizar” el lugar vía la construcción de sendas iglesias por medio de las cuales canalizar la devoción de sus paisanos sin contrariar a las autoridades eclesiásticas o violar la ley. También se procuró eliminar los estigmas de pasados cultos grabando los típicos elementos cristianizadores, casi siempre cruces, no muchos en cualquier caso. El culto cristiano proseguiría en lo alto de la montaña de Milasa hasta mediados de la Edad Media, momento en que el santuario queda abandonado definitivamente. El paso de las décadas iría dando pie al avance de la floresta, cubriendo los antiguos muros de sillería hasta hacerlos casi desaparecer… El largo olvido finalizará en 1832 cuando el austriaco Anton Prokesch, basándose en las citas de los textos clásicos y el estudio de los restos conservados de la vía sagrada, acierta a descubrir los restos del santuario. Más estudiosos pasan por Labraunda en las décadas posteriores, incrementando progresivamente el conocimiento sobre el lugar. Toda esta actividad cristalizará en 1948, fecha de la primera temporada de excavaciones abordada por arqueólogos suecos. Todavía continúan los trabajos en el santuario y sus alrededores aunque lo cierto es que la mayor parte del complejo ha sido exhumada y estudiada, pudiéndose visitar con comodidad.

Foto 13.- Primer plano de la escalinata monumental que comunica la segunda con la tercera terraza.

Tras cumplimentar al guarda del yacimiento, el cual se muestra muy amable con nosotros, iniciamos la visita acompañados por dos perros grandes, que suponemos que son del guarda pues no se muestran agresivos ni tampoco demasiado pesados. En la mano llevamos el plano de la figura 4, el cual acabamos de sacar de la mochila. Allá vamos, pues…

Figura 4.- Plano del santuario de Labraunda.

El Santuario de Labraunda se encuentra cimentado sobre una serie de terrazas artificiales soportadas por recios muros de sillería de piedra gneiss, módulo alargado y colocada a soga con alternancia de unos pocos tizones (foto 1), características las tres típicas de la arquitectura hecatómnida, La foto 2 corresponde al muro del aterrazamiento más inferior (punto 1 del plano), siendo el resto morfológicamente idénticos.


Foto 14 (arriba).- El muro de sostenimiento que separa la tercera y la cuarta terrazas. Foto 15 (abajo).- Inscripción griega localizada en uno de los sillares del anterior muro.

El acceso al santuario se realizaba por medio de sendas puertas monumentales o propileos localizadas en su fachada meridional y oriental respectivamente. El propileo de la figura 1, aquél por el que entramos nosotros empleando la escalinata de la foto 3, es el llamado “Propileo Sur”, el otro sería el “Propileo Este”. El propileo sur era una elevada estructura de 5,4 metros de alto. Tres grandes puertas se abrían en su interior, precedidas por un pórtico monumental tanto en la dirección de entrada como la de salida (foto 4). Dichos pórticos disponían como apoyos de dos pilastras, una en cada extremo, y dos columnas jónicas en el vano central. Ambos cuartetos de elementos sujetaban una estructura de arquitrabe, friso y pedimento típica del orden jónico. El arquitrabe exterior estaba adornado con una inscripción alusiva al artífice de este propileo: el sátrapa Hidrieo.

Foto 16.- Ruinas, bastante deterioradas, de un complejo termal de época romana localizadas en la zona suroccidental del yacimiento.

El propileo sur conduce a una pequeña plaza rectangular (foto 5) en cuyo frente posterior se encuentra una breve escalinata, la cual conduce a una segunda terraza de plata rectangular (punto 3 del plano). Al fondo de ésta se alza un edificio rectangular con cuatro vanos que daban acceso a otras tantas dependencias (foto 6). Probablemente estaba relacionado con las labores de recepción a los visitantes del santuario. El Propileo Este (punto 15 del plano) daba acceso precisamente a esta segunda terraza, situada a una cota ligeramente más alta que la del propileo sur. Los restos del propileo este, similar en planta y probablemente en alzado al propileo sur, pueden ser contemplados aquí (foto 7).

Foto 17.- Vista general del Andrón C, localizado en el extremo occidental de la tercera terraza.

El sector del yacimiento ubicado justo al este del propileo sur y a su mismo cota, al que en origen sólo se podía acceder desde la plazoleta anterior, alberga las ruinas moderadamente bien conservadas de dos edificios de cierta importancia. El primero que examinamos, señalado con el número 16 en el plano, es la denominada Iglesia Oriental (foto 8). Datada en la primera mitad del siglo V d.C., presenta planta basilical un tanto extraña. Un solitario ábside semicircular (foto 9) construido en el interior de la iglesia, esto es no proyectado hacia el exterior como es lo habitual, rompe la monotonía de la única nave rectangular. Igualmente llaman la atención un par de inscripciones talladas en sendos pedestales (fotos 10 y 11).

Foto 18.- Escalinata de comunicación entre la tercera y la cuarta terraza.

Anejas a las ruinas de la iglesia oriental se yerguen las mismas de un recinto termal de época imperial romana (punto 17 del plano). Es el llamado Baño Sur. Lo más destacado de este edificio es una estructura muy anterior, del tiempo del sátrapa Hidrieo, caracterizada por un hermoso pórtico frontal soportado por cuatro columnas dóricas y dos pilares en los extremos (foto 12). Concebida inicialmente como una suerte de fuente de gran tamaño, esta estructura fue incorporada al recinto termal romano, haciendo las veces de depósito de agua. En época bizantina retomará su papel de fuente si bien de forma modesta, proporcionando el agua con la que realizar la ablución ritual previa a la celebración de la misa en la iglesia oriental.


Foto 19 (arriba).- Muro de contención de la quinta terraza. Foto 20 (abajo).- Estructura porticada conocida como “el pozo”, la cual albergara una fuente desde época remota.

Continuamos nuestro recorrido por el santuario volviendo a la plazoleta y tomando la corta escalinata que conduce a la terraza superior (punto 3). A la izquierda, ocupando todo el lado occidental de la superficie aterrazada, vemos una segunda escalinata, más alta que la previa, amplia y muy bien tallada, con marcado aire monumental (foto 13). Escalado el último peldaño salimos a una nueva terraza rectangular, bastante alargada, que se extiende en dirección oeste. Un gran muro de sillería (foto 14) en el que no faltan algunas inscripciones (foto 15) la cierra por el norte, sirviendo de soporte a otra terraza situada a mayor cota.


Figura 5 (arriba).- Reconstrucción y planta del Andrón B. Foto 21 (abajo).- Vista general del Andrón B.

La exploración de la terraza proporciona dos visitas interesantes. A la izquierda, ocupando la esquina suroccidental del rectángulo se alzan los restos, bastante deteriorados, de un segundo complejo termal (punto 4 del plano – foto 16), construido en época imperial romana avanzada (¿siglo III d.C.?) tal y como informa sin ningún género de dudas su fábrica de mampostería basta aglomerada con mortero de cal (oppus incertum). Junto a este recinto termal, terminando de cerrar el lado occidental del espacio aterrazado, se encuentra el llamado Andrón C (foto 17). El andrón era, dentro de la cultura griega, la parte de la vivienda reservada a los hombres –de ahí su nombre—, la cual se comunicaba por medio de un pasillo con el gineceo, privativo de las mujeres. En el caso de los andrones localizados en recintos sacros, eran también espacios reservados a los hombres en los que éstos celebraban los banquetes ceremoniales en los que eran consumidos los animales sacrificados en honor a la divinidad en cuestión. El andrón C era el más pequeño y el menos monumental de los tres que había, siendo utilizado por los sacerdotes e invitados de menor rango. Su fecha de construcción debe buscarse en algún momento del siglo I d.C.


Foto 22 (arriba).- Fragmentos del friso del Andrón B donde se señala al rey Mausolo como constructor del edificio. Foto 23 (abajo).- Capitel jónico perteneciente a una de las columnas que sostenían el pórtico del Andrón B.

Accedemos a la terraza situada justo por encima de aquélla en la que estamos por medio de una escalinata secundaria (foto 18). Es un espacio muy amplio y tan largo como la terraza que acabamos de dejar. Aunque hay algunos restos de edificios, resultan insuficientes para rellenar siquiera un cuarto de su superficie. Esto indica que debió tratarse de alguna clase de jardín o zona arbolada. El tercio occidental del frente norte de esta terraza concluye en un nuevo muro de sillería destinado a soportar la terraza inmediatamente superior (foto 19). Su fábrica delata una datación hecatómnida, esto es primera mitad del siglo IV a.C. Inserta de curiosa manera dentro de este muro de aterrazamiento se halla una estructura rectangular (punto 9 del plano) provista de pórtico adintelado en su frente anterior (foto 20). Decimos lo de curiosa porque no está bien alineada con el muro de retención, lo que probablemente se deba a que fue construida con anterioridad. Esta estructura contiene una suerte de cubeta rectangular que nos pone tras la pista de la antigua fuente que diera lugar a la elección de este paraje como emplazamiento del santuario dedicado a Zeus Labraundos. Desde luego la columnata que la precede tiene un aspecto marcadamente primitivo (capiteles dóricos pobremente tallados, columnas sin acanalar, dinteles con una decoración muy básica…), lo que invita a asignarle una datación previa al periodo hecatómnida.

Foto 24.- Escalinata de comunicación entre la cuarta y la quinta terraza.

Nos aproximamos ahora al extremo occidental de la terraza, allá donde el plano señala con el número 5 la presencia del llamado Andrón B (foto 21). Sabemos por vía epigráfica que fue construido por el famoso Mausolo (foto 22). La figura 5 nos servirá para apreciar cómo era. Observamos que constaba de una sola habitación precedida por un pronaos porticado sostenido por dos pilares laterales y dos columnas de orden jónico (foto 23), unos y otras soportando un arquitrabe con régula, un friso dórico con triglifos y un pedimento triangular, todo ello esculpido en un bonito mármol blanco. Destaca en la habitación posterior, la de los banquetes ceremoniales, el nicho rectangular trazado en su muro posterior: probablemente destinado a albergar estatuas de Mausolo, su esposa Artemisa y el dios Zeus.


Foto 25 (arriba).- La quinta terraza, cubierta de restos de edificaciones. Foto 26 (abajo).- Inmortalizando a la lanuda oveja que nos sorprendiera observándonos desde lo alto de la escalera de comunicación entre la quinta y la sexta terraza.

Una nueva escalinata (foto 24) adosada al muro de contención del aterrazamiento contiguo nos conduce al siguiente nivel del santuario. Caminamos por el estrecho espacio delimitado por ciertos restos de edificios menores y el siguiente muro de aterrazamiento (foto 25), todo ello “vigilados” de cerca por los omnipresentes perros del guarda. Una nueva escalinata, esta vez estrecha y poco monumental, situada en el extremo occidental de esta terraza, permite ganar la siguiente cota. Estamos a punto de subirla cuando una enorme oveja, repleta de lana, hace su aparición al otro lado del último peldaño. Nos mira con curiosidad, lanzando algunos balidos. Cuando llegamos a su nivel nos huele e incluso se deja tocar (foto 26). Poco después se cansa y se aparta de nosotros, no mucho en cualquier caso, mirándonos de vez en cuando. Comentamos entre nosotros que resulta cuanto menos peculiar este yacimiento. Bueno, el caso es que mientras nos entreteníamos con la oveja habíamos ido caminando hasta alcanzar el punto 6 del plano: el llamado Andrón A.


Figura 6.- Alzado anterior (reconstruido) y planta del Andrón A. Foto 27.- Vista general del Andrón A.

El andrón A (foto 27 – figura 6) es muy parecido, casi idéntico, desde el punto de vista morfológico al andrón B (incluido el orden de las columnas, el tipo de friso y el nicho del muro posterior). Se diferencia un poco en la configuración de los ventanales, en la del vano de acceso a la habitación principal y en que es algo más grande, lo que también afecta al grosor de sus muros, inusualmente elevado (nada menos que 1´85 metros de pura sillería en algunos sitios). Podemos hacernos una idea muy precisa de cómo lucía en sus buenos tiempos gracias al hecho de que se encuentra especialmente bien conservado (fotos 28, 29 y 30); de hecho es el edificio mejor preservado del yacimiento. Lamentablemente no podemos saber con toda seguridad quién lo construyó ya que la inscripción de su friso no nos ha llegado completa (foto 31); se supone y es la opinión comúnmente aceptada que su artífice fue Hidrieo, el sucesor de Mausolo.




Foto 28 (arriba).- El muro meridional del Andrón A, con sus cuatro grandes ventanales. Foto 29 (centro-arriba).- Acceso a la habitación interna donde se realizaban los banquetes ceremoniales. Foto 30 (centro-abajo).- Interior de la citada habitación, con el nicho rectangular al fondo. Foto 31 (abajo).- Fragmento de la inscripción del friso del Andrón A donde se hace referencia al edificio en sí: NDRW, (A)NDRO(N).

Al norte del andrón A, muy cerca de éste y a la misma cota, se encuentran los restos, también en muy buen estado, de un edificio identificado como “Oikoi” (foto 32), traducible como “las Habitaciones” –punto 7 del mapa, figura 7--. Ésta es una denominación claramente ambigua, ocasionada por el hecho de que no se conoce con exactitud para que servía el edificio en cuestión. Este Oikoi está constituido por dos habitaciones anejas, incomunicadas entre sí, que daban a un espacio porticado apoyado en cuatro columnas dóricas y los respectivos pilares laterales (fotos 33 y 34). La columnata delantera soportaba arquitrabe y friso pero no pedimento. Gracias a la inscripción tallada en el citado friso ha podido saberse que data del tiempo de Hidrieo. Así mismo, el hecho de haberse detectado vestigios de un encastre de rejas ha llevado a hipotetizar su empleo como el lugar donde se guardaba y custodiaba el tesoro del santuario. Nos consta también que época bizantina recibió alguna clase de uso. Por último se debe resaltar el hecho de que sus muros se hallaban adornados con inscripciones como la de la foto 35, datada a finales del siglo I d.C., en cuyo encabezado figura la advocación del santuario: DII LABRAUNDWI, traducible como “A Zeus Labraundos” y más abajo, en la primera frase, el nombre del sacerdote Tito Flavio Neón quien reconstruyera a sus expensas el tejado del pórtico en cumplimento de una promesa.


Figura 7.- Reconstrucción del alzado anterior del Oikoi.- Foto 32 (abajo).- Vista del Oikoi en primer plano con el Andrón A al fondo.

El Andrón A y el Oikoi ocupan el extremo occidental de una terraza bastante amplia. Toda el área situada a continuación de estos edificios se haya salpicado de elementos arquitectónicos (sillares, tambores de columna, etc) propios de una estructura de gran empaque. El motivo de tamaña abundancia es que nos encontramos en las proximidades del edificio más importante del santuario, su auténtica razón de ser: el templo dedicado a Zeus Labraundos (punto 8 del plano), aquél donde se custodiaba la sagrada estatua del dios supremo de los pueblos helénicos sujetando el mítico labrys de oro.



Foto 33 (arriba).- Ruinas de la columnata dórica que soportaba el pórtico del Oikoi. Foto 34 (centro).- Muro trasero de una de sus habitaciones. Foto 35 (abajo).- Inscripción griega en honor a Júpiter Labraundos así como indicando que cierta reconstrucción del tejado del pórtico de Oikoi fue financiada por un sacerdote llamado Tito Flavio Neón.

Nuestro templo es de planta rectangular períptera, esto es rodeado por una sola fila de columnas, y orden jónico (figura 8). Poseía seis columnas en sus lados cortos y ocho en los largos, lo que lo hace un templo extrañamente corto (lo normal es que hubiera tenido entre once y trece columnas en los lados largos). El motivo de esta poco frecuente proporción parece estar en que el templo cuyos ruinas se conservan fue construido en tiempos del sátrapa Hidrieo sobre el primer templo del santuario, datado a finales del siglo VII a.C., cuya estructura se intentó, de alguna manera, preservar. De hecho algunos elementos del templo hecatóminda han sido identificados como procedentes del templo primigenio.

Figura 8.- Alzado anterior (reconstruido) y planta del Templo de Zeus Labraundos.

El estado de conservación del templo de Zeus Labraundos no pasa de la categoría de modesto: sólo el estilóbato ha llegado en buen estado a nuestros días. Sí que cierto que se han localizado multitud de fragmentos de columna, de los arquitrabes y de los frisos, así como un gran número de capiteles, basas, sillares de la cella y del pronaos, etc. Se ha podido, pues, proponer una reconstrucción verosímil de su planta y también recolocar un buen número de elementos a fin de ofrecer una imagen de los restos más próxima a su aspecto original (fotos 36, 37, 38 y 39).


Foto 36 (arriba).- Vestigios de la cella del templo de Júpiter Labraundos. Foto 37 (abajo).- El bien conservado estilóbato del templo, con sus bien tallados sillares en primer plano.

Basándose en las similitudes estilísticas existentes entre este templo y el famoso templo de Atenea en Priene (ligeramente posterior a la muerte de Hidrieo), se ha planteado la hipótesis de que ambos fueran diseñados por el mismo arquitecto: Piteo, inmortalizado por su más célebre obra, el mausoleo de Halicarnaso. Desde luego las fechas encajan perfectamente por lo que no deja de ser una posibilidad digna de un estudio concienzudo.


Foto 38 (arriba).- Peristilo enlosado del templo; tras él una muestra de los tambores de columna localizados durante las excavaciones. Foto 39 (abajo).- Otra vista del peristilo anterior. A la izquierda se puede ver un fragmento del muro de la cella.

A levante del templo, ocupando el resto de la terraza, se encuentra un espacio despejado donde se encontraba el recinto sacro (témenos) del templo. Hermosas stoas se alzaban aquí en la antigüedad rodeando este témenos, de las cuales no ha quedado más que unos cuantos lienzos de muro, tambores y bases de columna, sillares aislados, piezas del entablamento, etc (foto 40). La stoa septentrional (punto 11 del plano) fue construida en época de Mausolo y remodelada varios siglos después, concretamente entre los años 102 y 114 d.C., durante el imperio de Trajano, a costa de un sacerdote llamado Poleites. En cuanto a la stoa meridional (punto 10 del plano) fue erigida también a comienzos del siglo II d.C., en orden corintio, que era también el orden de la stoa reformada del lado norte.


Foto 40 (arriba).- Espacio otrora ocupado por el témenos del templo de Júpiter Labraundos. Vestigios de stoas a los lados. Foto 41 (abajo).- Descendiendo por las distintas terrazas al término de nuestra visita.

Nuestra visita a Labraunda termina en este punto aunque para los más voluntariosos todavía quedan algunas cosas que ver tanto ladera arriba como dispersas aquí y allá en el yacimiento. Nosotros preferimos acabar ya porque va quedando poca luz y no nos seduce la idea de regresar a Milas con la noche encima y los camiones de la cantera pidiéndonos paso en cada curva. Descendemos de unas terrazas a otras (foto 41) iluminados por el desfalleciente sol de la tarde hasta llegar al nivel de la primera. El guarda nos recibe de nuevo amigablemente; tiene ganas de hablar, cosa lógica en paraje tan solitario, por lo que pasamos un ratillo con él hablando principalmente sobre la explotación del caolín, sus usos, el perjuicio para el medio ambiente que ocasiona y demás. Por lo visto la montaña entera es un enorme yacimiento de este mineral, el cual se exporta desde Milas a muchos lugares del mundo, constituyendo de hecho el principal motor económico de la comarca.

Foto 42.- El acueducto de la antigua Milasa (o lo que queda de él).

De nuevo en la carretera, parece que no se nos hace tan agobiante el trayecto, lo que suele suceder cuando se conoce ya un camino aunque sólo sea de una vez. Eso sí, el caolín que flota en el aire en forma de molesto polvillo blanquecino lo ensucia todo y además se alía con la sequedad del ambiente para irritarnos un poco los ojos. El caso es que tenemos que parar a un lado de la carretera y lavárnoslos con agua antes de seguir. El trasiego de enormes camiones nos persigue de cerca hasta la propia Milas, momento en que nos desvíamos ligeramente hacia la izquierda atraídos por unas ruinas de claro aspecto antiguo que se divisan a poca distancia. Una vez allí comprobamos que se trata de algunos arcos del acueducto (foto 42) que surtía de agua a la antigua Milasa, cuya heredera es la actual Milas. Su fábrica de mampostería hormigonada con algún que otro sillarejo asegurando las esquinas es claramente romana, siglo I ó II d.C. No da para más el día, bastante que hemos conseguido este “bonus” en el último ratito. Un buen final para un día de lo más interesante…

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